Lenguaje y feminismo Indigo, 24/7/2005 Desde siempre se ha intentado controlar el pensamiento de la gente. En regímenes totalitarios existe la censura y los medios de comunicación, publicaciones, etc., son controlados por el gobierno. Como régimen de lo más nefasto tenemos a China, que tiene todas las desventajas del capitalismo y del comunismo sin ninguna de las ventajas de ambos. Pues allí, además se controla Internet férreamente. Incluso el gobierno ha llegado a acuerdos con grandes compañías americanas (del país de la libertad) para efectuar ese control. Parece que la libertad está bien para casita, en el resto del mundo si hay negocio se apoya la dictadura de turno que convenga. Pero en Occidente no nos libramos del control de pensamiento. Como las leyes nos protegen frente a las amenazas contra la libertad de expresión la cosa es más sutil. Uno de los métodos típicos es la manipulación del lenguaje. Cómo el lenguaje está fuertemente relacionado con el pensamiento piensan los lavacocos que eliminando la palabra se elimina el concepto. Los grandes maestros en esto son los políticos. Así, los parados son desempleados, las cárceles son instituciones penitenciarias, los presos son internos. La lengua sirve para comunicarse, toda alteración de esta meta es nefasta. La lengua no debe de servir para fines políticos, ni para separar a los pueblos. Esto que es de sentido común no lo parece tanto si observamos la realidad. Pero voy a hablar de un caso que me molesta muy especialmente por tratarse de un movimiento proveniente de sectores progresistas de la población. Se trata de la aplicación del concepto de lo políticamente correcto al lenguaje. No me refiero solamente al eufemismo y al tabú, del que ya hemos visto algunos ejemplos arriba. Se trata de algo más. El subejemplo con el que voy a ilustrar esto es el feminismo en el lenguaje. Se acusa a la lengua de haber sido creada por los varones y por tanto hay que cambiarla. Así, ya no se dice “la juez” sino “la jueza”, ni “la ingeniero” sino “la ingeniera”. Una política llegó a decir en el pasado “estudiantas”. El colmo de la estupidez, de la incultura máxima, de la idiotez supresa viene perpetrado por aquellos que sustituyen la “o” o la “a” por una “@”. Y escriben cosas como “hola a tod@s”. Supongo que el que los alumnos de 15 años de nuestro país ocupen, dentro del mundo civilizado, los puestos 23, 24 y 22 en comprensión de la escritura, cultura matemática y cultura científica respectivamente dice algo al respecto. Supongo que también muchos de ellos sustituyen también la “q” por la “k” en otro caso de estulticia. Las palabras no tienen sexo, sólo tienen género. Tratar de investir de significado político a las palabras es un inmenso error que desprestigia a quien lo aplica. El lenguaje es para comunicarse. Para ilustrar este concepto veamos unos casos en sentido contrario al habitual. ¿Qué opinaríais de alguien que utilizase las siguientes frases? El acróbato era un buen atleto. Moztezuma era un aristócrato azteco. En la guerra tenía a un camarado compatrioto y a otro belgo. Mi colego y yo somos unos demócratos. El guío saludó al guardo del museo. El espío era un entusiasto homicido. El idioto del progresisto era un comunisto déspoto. El psiquiatro impidió que el suicido cometiera su crimen. El hipócrito pensaba que el pario era pobre porque quería. Ridículo, ¿verdad? De hecho cuesta entenderlo. Se pueden crear muchísimas más. Solo hace falta echar mano de todas las palabras terminadas en “ista”: accionista, activista, analista, maquinista, bañista, ciclista, flautista, huelguista, juerguista, motorista, novelista, … Así que por favor, intentad escribir y hablar bien. De este modo podremos comunicarnos más fácilmente y así empezar a arreglar problemas como, por ejemplo, el de la discriminación de la mujer. Se pretende a través de la simbología del lenguaje cambiar la realidad a costa de empeorar la comunicación. Al final queda algo meramente cosmético, politicamente correcto, que da apariencia de que se hace algo cuando en realidad no se hace nada, salvo maquillar la realidad. Lo que hay que hacer es atacar la realidad para que no haya discriminación. Y eso empieza por la mismas mujeres que no dejan de ser, algunas de ellas, las primeras machistas. He conocido a algunas mujeres con título universitario que cuando han podido se han aprovechado de su buena apariencia física para medrar en el trabajo a costa de otras compañeras de más valía. Eso es discriminación, aunque esa señorita se haga llamar jueza.