Un mundo de mujeres MONIKA ZGUSTOVA 24/01/2010 El País (Artículo de opinión) Mi editora alemana tiene en su equipo sólo a mujeres, como pude constatar durante mi última visita a la editorial con sede en Viena. Sólo hay un hombre: el señor de los recados, que también hace de manitas. Martina, la directora de esa prestigiosa editorial que nada tiene que ver con publicaciones feministas, me contó que, puesto que en el mundo editorial las mujeres son una aplastante mayoría, ella trabaja sólo con ellas. Entre mujeres solas, dice, reina un ambiente amistoso y relajado, sin rivalidades ni luchas de poder. "En vez de implantar un horario fijo, el equipo editorial trabaja en horarios flexibles y se centra en cumplir los objetivos establecidos. Las prisas y los nervios son relativos", me contó, y personalmente sólo encontré concentración, calma y armonía. Aquel día, Martina sacó de la nevera una botella de Veuve Cliquot que compartió con varias redactoras de la casa, además de su autora. No sé si Martina ha leído a Judy Rosener u otras feministas de la última generación, que afirman que la mujer no puede desplegar todo su potencial si actúa según las reglas masculinas. Según sus teorías, es preferible que la mujer se rodee de otras mujeres y trabaje según sus propias pautas, porque la mujer es, según ellas, "más interactiva, intuitiva y flexible", además de "poseer más inteligencia emocional, ser menos agresiva y menos obsesionada con el poder individual y más orientada hacia el trabajo colectivo". Aunque esas teorías tengan razón, vete a saber si esos atributos son los esenciales en el mundo laboral. El tiempo lo dirá. Lo cierto es que en el mundo occidental no sólo cada vez hay más mujeres que trabajan, sino que, según las estadísticas más recientes, en algunos países empieza a haber tantas o más mujeres que hombres en el mercado laboral. (Por cierto, habría que empezar a pensar en otra expresión: mercado laboral suena a ganado expuesto al mejor postor). En Estados Unidos las mujeres, en estos momentos, representan la mitad de los trabajadores (un 51%), y dirigen algunas de las mayores empresas mundiales, como PepsiCo. En Occidente, gran parte del crecimiento económico de las últimas tres décadas se debe a la incorporación de la mujer al mercado laboral. Según la tendencia actual, en el futuro trabajará cada vez un mayor número de mujeres. En el mundo occidental, las mujeres obtienen un 60% de los títulos universitarios. En la Unión Europea, en los últimos diez años la mujer ocupó tres cuartas partes de los nuevos empleos. En Estados Unidos, tres de cada cuatro personas que han quedado en el paro desde el inicio de la crisis, son hombres, y el desempleo de las mujeres es del 8,6% contra el 11,2% de los hombres. Y se calcula que la creciente participación de la mujer en el mercado laboral hará que el PIB aumente un 19% en España y un 9% en Estados Unidos, Francia y Alemania (países donde la mujer se incorporó antes al mercado de trabajo). ¿Qué ha causado esa revolución pacífica de la mujer en esas últimas décadas? Las mujeres con carreras universitarias han querido poner sus conocimientos en práctica y se han convertido en profesionales con talento. Además, varias mujeres han accedido a puestos visibles e importantes, y han enseñado el camino a las demás: Madeleine Albright, Margaret Thatcher, Hillary Clinton o Angela Merkel, y en España, Carmen Alborch o Teresa Fernández de la Vega. También fue muy importante la introducción de los electrodomésticos, y no olvidemos la píldora. Si hace medio siglo las mujeres estudiaban básicamente para llegar a ser enfermeras o maestras, hoy en Estados Unidos un 50% de las estudiantes saca el título en empresariales. ¿Y cómo reaccionan los hombres ante tanto cambio? Ellos han recibido esa revolución de las mujeres de modo sorprendentemente amistoso. Y no sólo eso: según ha demostrado una reciente encuesta en Estados Unidos, tres cuartas partes de los hombres consideran el cambio como positivo, y nueve de cada diez hombres americanos contestaron que no les causaba ningún problema que la mujer cobre un sueldo más elevado que ellos. Ahora urge que la mujer que es también madre gane el mismo sueldo que el hombre y que se le facilite la compaginación de la profesión y la maternidad. Tras todo lo dicho queda claro que la mujer ya no necesita muletas. El paternalismo masculino, que se oculta detrás de programas progresistas orientados de cara al escaparate, como "el cupo" de Rodríguez Zapatero, es contraproducente porque provoca resentimiento en la sociedad, y a la imagen de la mujer profesional le hace más daño que bien. La mujer camina sola, llega lejos y sabe sacar adelante grandes negocios, además de disfrutarlos, como Martina y su equipo editorial vienés. Monika Zgustova es escritora, su última novela es Jardín de invierno.