Vicente Luis Mora Circular Nuevos Ministerios. Estación Término El metro es un territorio simbólico. El antropólogo Augé me lo hizo ver cuando se dio cuenta (cf. El viajero subterráneo) que sus estaciones reproducen fidedignamente el territorio de la superficie: Ópera, Bastilla; cabe decir: Tribunal, Sol. El tejido creado por estas marcas geográficas intenta, pues, reproducir en sombra el mundo de la luz, intenta que el viajero tenga la sensación de estar yendo por arriba, moviéndose por la superficie como si fuera un coche o un autobús especialmente rápido y recto en su trayecto. El modo de lograrlo es traer al inframundo los símbolos arquitectónicos del cielo superior, como cuando los pueblos primitivos y los marineros se orientaban en el desierto o en el mar gracias a las estrellas. ¿Por qué no un mundo propio para el Metro? Una red de estaciones unidas entre sí no sólo por raíles, sino por nombres ficticios, sin correspondencia con el exterior, sólo identificables por su relación interna. En el idioma chino, no hay cuatro puntos cardinales, sino cinco. Alguien se preguntará, sorprendido, cuál es el quinto. Es Zhong: el Centro. Norte, sur, este, oeste, centro. Esto podría ser el punto de partida de una configuración simbólica del Metro: Línea Radial, Línea Centrífuga (hacia Periférica), Diagonal, Estación Central, Línea Periférica, Centrípeta (hacia Central), etc. Un mundo propio, geométrico. Para quienes viajaran en metro por el gusto de olvidar, por un rato, lo de arriba. Calle Felipe IV. Real Academia Española de la Lengua Madrid es un género literario Francisco Umbral -Insisto en que las aproximaciones son buenas, pero no exactas. Umbral se acerca a Madrid con la novela, la bordea, la fotografía, pero algo falta siempre. -Umbral es el gran creador del idioma. -Y yo, don Lázaro, no se lo discuto, pero hágase cargo de que está la Trilogía, y luego otros muchos libros, y luego Madrid 650, porque era consciente de que no todo estaba en aquélla, y, por consiguiente, tampoco en ésta. Umbral hace retratos parciales. -No cabe hacer un retrato integral; no sin caer en la tautología borgiana del mapa coincidente. -No desde la novela. -No sé qué intenta decir. -Que no se puede desde la novela. Ni quizá desde el ensayo, y mucho menos desde el poema o el aforismo, claro. Hay una tendencia recurrente a resumir Madrid desde la frase breve: Madrid me mata, Madrid ha muerto, Madrid es la movida, etc.; con una curiosa reincidencia en el deceso, por otra parte; pero todas son inequívocamente falsas. -Pues entonces, ¿cómo se resuelve el problema? ¿Está intentándome decir que Madrid es inabordable desde un punto de vista estético? -Ni mucho menos. Defiendo que la solución la da, de vez en cuando, el propio Umbral, cuando deja caer que Madrid es un género literario. Un género, cabe completar, de géneros. Quizá sólo la utilización conjunta de todos o la mayoría, podría permitir un espectro artístico lo suficientemente amplio para recoger todas las facetas de Madrid, tan variada, entrópica, iridiscente, multidisciplinar. Teatro, poesía, relato, apunte, diálogo, dietario y narración aglomerados, girando, retorciéndose como hierros entrando los unos en los otros; un reticularismo cromático, un acopio general de transcripciones, una sublimación del Rastro. Un caleidoscopio de formas que deviene kinetoscopio. Un sistema para ver Madrid. -Y usted que lo diga: eso está por ver. -Tenga confianza en los nuevos tiempos, don Lázaro. Tenga confianza en los jóvenes. -Que se la ganen, caramba.