Texto 3. Mario vargas Llosa, El hablador* Lean el texto y fíjense sobre todo en el aspecto léxico. Las mariposas se metían a las viviendas y las mujeres debían apartarlas de las bateas de la comida sacudiendo las esteras. Oyeron chillar la lechuza y la chícua […]. Deprisa cortaron maderas, improvisando balsas y canoas antes de que la inundación se tragara el islote en que se había convertido la tierra. […] Remaban, remaban, y, mientras unos empujaban las pértigas, los otros iban gritando, señalando, a la derecha, las embestidas de las palizadas, a la izquierda, la boca de los remolinos, y, acá, acá, el coletazo de la yacumama, que espera, mañosa, quietecita, bajo el agua, el momento de tumbar la canoa para tragarse a los remeros. Adentro del bosque, el amo de los demonios, Kientibakori, loco de alegría, bebía masato, bailando entre la muchedumbre de kamagarinis. Muchos se fueron ahogados en las crecientes, cuando algún tronco hundido, invisible, rajaba la balsa y se robaba a las familias. […] Por eso, ellos, antes, desconfiaban del río, de la cocha, incluso del caño de poco fondo. Les tenían enemistad. […] El fondo del río, en el Gran Pongo, está repleto de nuestros cadáveres. Serán muchísimos, tal vez. Ahí los soplaron y ahí regresarán a morir. Ahí estarán, abajo, oyendo el llanto del agua que cabecea contra las piedras y se deshace en las rocas filudas. Por eso no habrá charapas después del Pongo, en las tierras montuosas. Son buenas nadadoras y, sin embargo, ninguna habrá podido ir de surcada en esas aguas. ________________________________ * En: Frago Gracia, Juan Antonio, Franco Figueroa, Mariano (2003): El español de América, 2ª ed. corr. y aum., Cádiz, Universidad de Cádiz, pág. 270.