$!s!°XXjhastaJ939) U2S.\. BENAVf-ľNTE lin cl declinar dc su larguísima cartcra dc dramaiurgo escribía Jacinto Be verne (1866-1954): na" En mis obras lal vez se abusa del sertnonco educativo. AI icflcxionar sobre cllo. lo dcploro. Las obras no han ganado nadá y U educación dc mis ccmeomorá ncostampoco. [Bcnavcnte, 1944: 233) Nadá mas justo y al mismo licmpo mas inteligenie que esia autoerítica: la lendenela al sermonco y la moralización fue aceniuándose cti Bcnavcnte con cl paso del liempo, y ya el eritico más avisado dc la čpoca, Enrique Dfcz-Canedo a propósito del csircno dc Literatúra, percibía cl traslbndo peligroso de ette sermo-near continuo desde la esecna, que parcela prcsagiar consecucncias fatales para la vida cspaňola: «lis un sermon desengaňado, cl ultimo sermon dc esta Semana Santa, predicado desdc el tablado de la farsa hecho púlpito o advertencia» [Críii-ca teatral: 1, 151). Mas el rigor dc Bcnavcnte con su propio teatro no es absoluto, pucs achaca cl sermonco dc sus comedias a su «mania pedagógica». a su afán por climinar del espaňol «la mala educación»: «Por eso —agrega — mis comedias están llcnas. si queréis, dire plagadas, de advertencias y máximas educadoras» [Bcnavcnte, 1944: 234]. A la luz de csias palabras pudiera pensarse que cl teatro benaventino actuó cn su iranscurrir como voz de la conciencia cspaňola maltrccha durante este primer periodo del siglo. Pero. como tantas veces ocurre cn sus dramas, las apariencias tapa.n la verdadera realidad. El sermonco es, cn definitiva, cl resultado más nefaslo dc un proceso degradante, que va del afán rcnovador y es-tetizante dc la primera época —al que acabamos dc aludir— hasla las piezas ultimas — las estrcnadas cn los aňos cuarenta--. con las cuales Bcnavcnte quiso purgar sus veleidades republicanas y congraciarsc con cl regimen de Franco. Sig-nifica, pucs, cl fracaso dc una linea teatral que comenzó bajo los auspicios de la modemidad. de la rcbeldía antidecimonónica y la prcocupación —de inšpiráciou noventayochista — por la necesaria regeneración de la sociedad cspaňola |Azorin, 1926]. Las claves idcológicas del discurso benaventino quedan, la mayor parte dc las veces, bastante confusas. Se ha apuntado rcpciidas veces la relación cnire su teatro y las ideas del politico Antonio Maura. Se ha dicho incluso que el estrcno dc La ciudad alegre y confiada respondió a la tendencia reformista que por entonces acaudillaba el Uder conšervador'. lín este senlido resulta csclarcccdor el juicio dc 1 Esta Bdsenpciůn politics tue una de las causas de los durot ataques que Ramon Pŕrez dc Ayala lan/A contra cl teatto tle Benavente cn Las máicarm (I9I?-I9I9|; opinioncs negativa* mas tarde matiiadas y hasta modificadaj por complcto cn la edic lôn de 1940; véasc pan todo cllo Gonzalez de Vallc 119931- Benavaueyo^osautores_ 2273 Torrentc Ballcster: «Yo no creo que Benavente haya pretendido alguna vcz, de «dad. la reforma dc la sociedad espaňola por medio del teatro. Si alguna vcz sc i en scrio a si mismo como hombre publico y posiblc reformador tue, quizá, cuando cl estreno de La ciudad alegre y confiada. pero, cntonccs> sc referia a la •ida ooUiica, no al contenido moral de la sociedad» [1968: 21]. Por tempera-merito era ŕsta la única opción politica hacia la que Benavente pódia manifestar aUnina inclinación. «Si algún título pudiera halagarme para mi teatro —escribe—, n'ael prímcios ciflicos en valorar cl carácter rupturista que supusicron estos ptimcios estrenos dc Benavcntc tue Manuel Martinez Espada, para quien el nudrilcfto es, sin duda, el adalid Ü Benavente y otros autores____________________________________________2277 soporte ideológtco de la bienséance burguesa, hace dc la clase media cl destinata-rio dc cstas sus primeras diatribas dramáticas. El protagonista de Por las nubes (1909) expresa esie deseo: Saldré dc csta elase media, debilitada. empobrecida dc cucrpo y cspíritu por tantas comidas tasadas, por tantos goces sacríficados, por tanta mezquindad cn cuanto expansions la vida... Esta tnstc clase media, que hubiera podido ser una fuerza si cn vez de una caricatura dc los dc arriba. hubiera proeutado ser un ejem-plo para los dc abajo. |V, 432-433; cl numero romano corresponde al tomo de Obras completes] VA espiritu inconformista dc cstas primeras obras —anteriores a Im comida de lasfieras fueron El nido ajeno (1894) y Gente conocida (1896) - debe, en bucna parte, su inspiración al teatro dc Ibsen, con el que tiene cn común la prcocupación por los nuevos tiempos, por los nuevos problemas dc la sociedad1. «Escenas de la vida moderna» es cl subtítulo do Gente conocida, y el terna obsesivo dc la obra es el contraste entre cl pasado caduco y cl prcsentc rcnovador. entre la clase nobilia-ria que da culto a la tradicion. y la nucva clase burguesa que atiende a los valorcs matcriales; de ahi que se insísta machaconamente en esta idea dc cambio: «;No cstán los tiempos para bailes!» [I, 69], «no cstán los tiempos para diversiones» [I, 72], «en cstos tiempos la nobleza no puede ser respetada si no es respetable». «en cstos tiempos no se respeta más que al dínero» [I, 74-75]; «cn ms tiempos, la aristoeracia deslumbraba con cl brillo dc sus títulos. Hoy, un titulo lo tiene cual-quicra...» [I, 90]. La novedad del prcsentc vierte dada por la transíbrmación industrial, y cs preciso rccordarle al lector que estas aseveraciones que, miradas dcsde el presente, pueden parecemos harto ingenuas, rcsultaban necesarias en medio de una sociedad, como era la dc la Restauración, basiante anquilosada. El espacio teatral de estas primeras obras benaventinas tiene mucho dc sim-bólico. Como si quisiera ofrccer una parabola del cambio en la «cena. opone los decorados «modemistas» a los tradicionales. con el rechazo consiguiente dc la arislocracia inmovilista: Conimsa. —j,No has visto la casa todavia? Carlos. —No. Ilego cn cstc momento. del teatro modernista, «que llcgaba rotnpicndo con la etema monotonia de procedimientos, piacti-cas viejai y gastadlsimos moldcs, insensibles de puro usados» (1900: 179]. 1 Para la influcncU de Nietzsche cn cl progresivo pesimismo de Bcnaventc, cf. C. Sobcjano (1967: 245 ».]. Ya scňalaba entonces Manuel Bueno que «cl amblente cosniopoliia en que sc deshila la acción de La noch« del sábado descasta la obra de todo abolengo c«stcllano. Ni por su psicologla, ni por sus flaquczas, ni pot sus mismas depravaciones, penenecen aquellos »eres a la fauna nacionál». Y aAadia: «Es un literato insensible a los gritos dc los famclicos, a los ayes de los que sufren y a las coleias de los que dcsdc la senilná dc abajo amenazan a loa que sc regodcin y tnunfan cn los palacios de aniba. En sus dramas no resucna esc lament o trlgico que cl sufrir de los pueblos (leva a otras literatura*. Su obta no conserva el rsstro dc nuestras inquietudes actuales, de lo que queremos y dc lo que odi&mos. Como documento social no interesa. Como site es admirable y gloriose-» (1909: 132), 2278__________________________________________Sigh XX (hasta WW Condesa. — jUn lujo dcslumbrador! iQucrido Carlos, ya podemos haccr almc-ncda de nucsiras anliguallas! jCualquicra tecibc gente en su casa des-puésdcesto! [Genre conocida: 1,131-132} Para Bcnavcnic no hay más solución, en ultima inštancia, que acomodarse a las nuevas mentalidades y pone en boca de una arisiocrata comprensiva el mensajc didáctico-moralizadon CoNDiiSA. —Nucsiros tiempos nan pasado; sepultemos con dignidad su recuerdo en las minas de nuesiros vetustos cascroncs. Paso a las nuevas aristo-craeiai, la del dincro y la del talcnlo. [Genie conocida: 1,132] En Lo cursi (1901) compiementa csta apologia del mundo moderno, incluso des-de la lengua misma que hablan los petsonajes, llcna dc neologismos y barbaris-mos (cocotte, flirt, sport, fräulein). El acceso al mundo moderno no se podrá rea-lizar en Espaňa sin antes haber purgado cicrtos endemicos males nationales, como cl casticismo: Felix. —jOhl Si: lo cspaflol, lo castizo. ^Quieten ustedes decirme en que consiste csto? Marques. —Para usied, literato modernista, decadenic y que sc yo cuantos moles más, en nada. ,,Ustcd que sabc dc cso? Helix. —S(; en literatura ya se on que consisle: en lo que ustedes Uaman vi- gor, eii eoncluir los dramas a tiros, y las cucntas a navajazos; como si todos los dlas se recogieran docenas dc eadáveres por esas calles. Para usted, qucrido Marques, so lambicn en que consiste el casticismo: en cstar abonado a los toros y en comer judias cstofadas en casa dc la Concha. [1,603-604} Esta, por una vez apasionada, profesión de fe modernista habria de fructificar mejor en aqucllas obras que, alcjadas del marco convencional al uso del teatro castizo, podian acoger toda la suerte de clcmentos culturales innovadores: el lujo, cl aire decadente, el refinamiento artistico y el cosmopolitismo, en fin. Son, preci-samente, las comedias dc ambientc cosmopolita, como La noche del sábado (1903), La Princesa Bebe (1904), La escueta de lasprincesas (1909) y La mari-posa que voló sobre el mar (1926). A juicio dc Ruiz Ramon tales comedias persi-gucn una doblc intenciou: si, por un lado, significan el «canto dc cisne dc una so-ciedad herida de muerte», por otro critican la incapaeidad de estos gmpos sociales por acomodar sus ideales at tiempo presenle [HTE Ruiz Ramôn II: 32]. Una justi-ficación estetizante es, finalmcnte, la razón de todo, como insinúa cl personaje que hace de Autor teatrfll en La mariposa que voló sobre el mar y que, sin dudá, es la contrafigura de Benavente: Mis mujeres de leatro scran siempre delicadas, sumisas, todo suavidad y dul-zura. Si el Arte no sirvc para descansar dc la vida... [V, 18] Renavente y otros autores______________________________________2279 Con su adseripción iniciál al Modemismo, que por otra parte supone una vincula-ción en lo ideológico con los autores del 98, Benavente alcanza cl grado estético más avanzado a que su talento podia aspirar. La actitud del autor ante corricntes cstcticas posteriores es bastante ambigua. Por ejemplo, parecc acoger la novedad del espacio vanguardista en alguna pieza como La noche ilumimida (1927); Un telón en quefiguran aulas, aeroplanos, aparalos de radio, jazz-band, fo~ nosrafos, etc.... Al descorrerse el telôn se oye toda close de ruidos. maiores, boci-nasdeauto. rádiotelefónia... [V, 1251 Mas esto es sólo superficial. Frcnte al surrcalismo opone él la magia casi infantil, y en una pieza posterior, Literatura (1931), ridiculiza grotcscamcntc las tentativas dc vanguardia: Si.-., yallcvapublicadosdoscuadcrnosdecositas,.. u la jľponesa: hai-kais (h aspirada) o cosa asf... £No es cso? Poquitas páginas, con mucha margen y una páginasiy otranoenblanco... Yarencgarde Victor Hugo... iQué lastima. seňor, que lästima dc juventud! [V. 667-668] La postura antivanguardista de Benavente se acompaňa tambicn dc un rechazo casi visceral dc la clase intelectual, que antaňo lo había exaltado como idolo y que ahora vela en él la representación del retraso en literatura. Esta dcelaración, que vale por un breve manifiesto a favor de una tendencia política moderada, asienta las bases de la critica social benaventina: denunciar cl afôn de aparcntar lo que en rcalidad no sc posce. Un personaje ya de edad dice en una pieza de 1927: D. Adrián. —Yo nací en lo más pobre de esta dcsveniurada elasc media espaňo-la. Mi padre iw pudo darme una carreia, y entonces un oficio era algo afrentoso en nuestra clasc; habia que ser seňorito, aunque no sc co-micra. [El hijo de Palichinela, V, 68J En rigor, las ideas que se desprenden de los dramas dc cctos aftos son —como quierc Diez-Cancdo— «muy honcstas y nobles» [Critica teatral: I, 154). Son las que, aun con mayor acidez, lleva a sus comedias de ambíentación provinciana en torno a la imaginaria ciudad dc Moralcda, una cspccic dc Vetusta donde sólo rigen los principios dc la moral más estricia y obsoleta. Pertenecen a este ciclo La gabernadora (1901), Las cigarras hormigas (1905), La Inmaculada de los Dolores (1918) y Pepa Doncel (1928). Dc titulo clariniano, La gobemadora nos presciita atinadamentc la radiografia dc Moraleda: una ciudad levitica -—una «sociedad de tartufos», la define un personaje— a la que llega una compaňia de teatro para rcprcscntar una obra o'tulada Obscu-rantismo. Las presiones de las fuerzas vivas de la ciudad —la aristocracia y el clero— para que el gobemador prohiba cl cstrcno, la defensa de las costumbrcs más rancias y castizas, los toros, etc., todo ello parece una especie de ensayo para la perspectiva más grotesca que Benavente adoptará, a los pocos aflos, en Los intereseS creados. 2280 Sigh XX (hasia 1939) La dccadencia de su quchacer dramático supone una mayor confusion a la hora del plantcamicnio crílico asi como un mayor numero de referencias circunstan-ciales al enlorno social y politico, cuya evolución cada vez Ic parccc más peligro-sa. A estc respecto no dejan de resultar curiosas las opiniones que, a través de varios petsonajes, vierte Benaventc sobrc el caso de la Revolución bolchevique de octubre. En El hijo de Polichinela, don Adrian reconocc, pese a scr «un hom-brc dc orden», que «cn cl bolcheviquismo hay un fondo de justicia» [V, 971. El trascendental suceso aparecc como moiivo de conversation cn El demonio fiie anies angel (1928) y Los andrajos de la purpura (1928). Y unos dias antes de la proclamación de la Segunda Rcpública csirena en el Teatro Alcazar la menciona-da Literatura, comedia cn tres actos donde tiene oportunidad de matizar más cla-ramente su actitud ante la Revolución: ValbntIn. — [,..] |La pirucla! Muy bien, cuando sólo hagan la pirueta cn sus litc-raturas y en sus piniuras... I.o malo es que tambiŕn pretenden llcvaria a cosas más serias. ;La graciosa pirueta revolucionaria.... la pirueta bolchevique..., tan graciosa. tan graciosa, que puedc ser salto mortal! [...] Lo que haya de succder, que succda con scriodad..., en nombrc de los que trabajan, no por la pirueta de cuatro botaratcs rracasados que csperan, sin duda, tener mas talcnto al dia siguicnte de una revolución. [V. 688] Como sc obscrva, Benaventc deja escapar siempre su inquina contra la clase in-tetcctual («csos botaratcs rracasados») y demagógicamente reconocc el servicio que la revolución puede brindar a los trabajadorcs*. Asi las cosas, cn 1933 escribe y estrena Santa Rusia. drama desconcertante y un tanto estrambóiico sobrc los aňos de Lenin cn su etapa prerrevolucionana de Londres. La vision benaventina del gran revolucionario ruso es idealista y en exceso disiorsionada; el comunismo es la nueva religion del pueblo ruso: Crísto eres tú misrno, pueblo ruso. Tú eres tu creencía. tu fc, y cl plan quin-quenal es el eulto dc esa religion de tu fc. (V. 840] Sin embargo, cl Benavente de la clase media no podía ver sin temor cl ascenso y cl movimiento del proletariado durante la Segunda Rcpública, desde la que con-templa con nostalgia cl Madrid dc los aňos de atras; asf, en una pieza dc 1934, titulada Memoria* de un madríleňo, lanza «unos breves araňazos al regimen actual y a sus nuevas institucioncs. No asoma tras cllos —apunta Diez-Cancdo— ' Insisilendo en ta ambigücdad dc Benaventc, cscnbla Diez-Cancdo con ocasion del csireno de la melódia del Jazz-band (1931): «Buena parte del diilogo va entremcKlada con alusioncs a la ac-tualidad. Una de cllas produjo cicttaa discrepanciu entre algunos espcciadote*. despue* de la car-caj.ida primer a. Potque unos la cclcbraron como Victoria del ejpirliu reaccionario, y otros protcsta-ron como si la Rcpública o sus hombrcs fucscn com tan frflgil que pudietan pcligrnr por un chistc asejindo con giacia» [Crlllca teatral; I, 156] Vcasc lambiŕn A. Gon/ilej: Blanco pato la crltica dc dcrechaseizquietdas|1917: 112-113]. ks T Benavente y otros autores 2281 un Benaventc reaccionario en contraste con otro que ya pasô: no hay más que un Benavente» [Critica teatral: I, 166]. Desde su exilio hispanoamericano Die/-Canedo pudo vcr comprobado su ascrto. Independientemente de que su ultimo tcatro signifique la vergonzante claudicación dc un anciano dramaturgo que habia rustigado con sana a los intelectuales ante la victoria de Franco, estos dramas postrcros son la culminación patética dc la ambigücdad idcológica que durante toda su vida mantuvo nuestro Premio Nobel. En 1940 estrena Benaventc Lo increible, donde recupcra cl espacio dramático de Moralcda para tejer una burda história dc amor entre una mujer joven y un viejo. fruto de la cual nacerá una eriatura simbólica: Juana. —[...] iScrá tan hermoso como nuestro caňno, pot ser hijo dc esc cariňo! Sáno dc alma y euerpo. Se lo oftccctcmos a Dios y a nuestra Espafla. [VDI, 38] En esc mismo aí\o pone en escena una falsa «comedia aristofanesca» titulada Aves ypájaros, cn que hacc la palinodia del nuevo regimen al tiempo que una es-pecic dc vcrgonzosa purga personal: desdc justificar la sublcvación militar («Los po-liticos tenian micdo al Ejcrcito, quizá porque sabian que era el único que podia pedirics cuenta de sus desmanes» (V, 83)), hasta alabar la dictadura («Un Gobicr-no conforme con la vcrdad, con las Icycs inmutables de la Naturaieza» [VIII, 86J). No vale la pena detenerse más cn estc ultimo tcatro de Benaventc. Baste deeir que en 1941 don Jacinto —gran actor también— subc a las tablas para encarnar el pcrsonajc del Abuclo cn su diálogo Abuelo y nieto. Allí tiene ocasión de pro-clamar su mea culpa, de echar, cn definitiva, su ultimo sermon dramático: He conoeido cuatro reyes y dos RepúbUcas; a las dos Rcpúblicas mcjor hu-biera sido no conocerlas. [...] Yo, a pesar de que cn mi juventud eundia cl saram-pión liberalesco, fui, siempre, por convicción, tradicionalista. Espaňa cn la Ticrra y Dios cn el Cielo. Por eso sc cnsancha y sc cleva cl corazón cuando olmos gritar «jArriba Espana!», porque arribaesta Dios... [VIII, 141 y 145] C) Dramas ruralks Bajo este epigrafe sc han considerado, tradicionalmente, ties piezas que, por su naturaieza cscnctalmente trägica, sobresalen del resto de la producción benaventina: Seňora ama (1908), La malquerida (1913) y La Infanzona (1945). Las tres sitúan su acción en el ámbito rural, uno de los prcdilcctos dc los autorcs mo-demistas, con el color local que aporta cl habla dialectal, aunque el rusticismo sea una mera excusa para presentarnos problemas que rebasan el marco localista y adquicren una dimension universal; las tres reservan el protagonismo al personaje femenino, revestido siempre de una fonisima dimension trágica [Galán, 1994]. Asi, la Dominica de Seňora ama condesciende durante aňos con las escarccos amorosos dc su esposo Fcliciano —una especie de Don Juan de pueblo, padre dc numcrosos hijos ilegitimos—, convencida dc que, tras hacerlc padre, ha dc con- ::s: Sigh XX(hasia iq\q\ scguir su sumisión absoluta. En estc scntido, es un personaje complcjo que ere« en personalidad a medida que sc dcsarroHa la obra. De la misma forma. Ralmunda. en La malqueriäa, se enfrenta, con porte de heroina clásica, al conocimiento progresivo de su verdad trágica: la pasión casi incestuosa existente cnlre su segundo esposo. Estcban, y su propia hija, Acacia Lejos dc amedrenlar.se, sacrifica su vida a manos de Esteban, sabedora dc que su sangre redime dc culpa a Acacia c imposibilita la huida de los amanies: Acacia. —iMadre, madre mla! Raimunda. —jEse hombre ya no podrá náa contra li! jEstás salva! jBcndita csia sangic que salva, como la sangre de Nuestro Seňor! (209) Y, por ultimo, doňa lsabel (La Infanzona), mujer sumisa a los dietados de su despotioo hermano Leoncio. que padece una existencia rastrera, enfangáda a ruerza dc ocultar un secreto que 1c ensucia el alma: la violación por su propio hermano y cl fruto de ella. Jose Maria, joven fomido a quien siernpre negó su matemidad. Sin embargo, la fucr/a dc la sangre llcva a la Infanzona a encarar los lodos dc su pasado y. Ilcna de coraje en la defensa de su hijó, a dar muerte al instigador de sus desgracias. Pasioncs extremas, forzadas a permanecer en silencio (Maria Juana por Fclicia-no, en Seňora Ama; Acacia por Estcban, cn La malquerida; Pilar por Jose Maria, cn La Infanzona); el incesto como amenaza latente que condiciona los sentimientos de los personajes; cl poder animal, opresor y despótico ejereido por los horabres que, de ordinario, eneuentran retrendo a su actitud cn la figura del criado (Felicia-no/Pilaro [Seňora ama) y EstebaiVRubio [La malquerida])'°; son las caracteristicas de esta trilógia, cn la que desiaca La malquerida. cn razon dc la sabia dosificacion dc la materia teatral y la medida contención con que colorea las pasioncs ocultas de los personajes. No podemos deeir lo mismo de Seňora ama, picza en la que la trivial rc-solución del conflicto colisiona con un elaborado proceso en el dibujo de los condí-cionamientos extcmos c intcmos de la protagonista. Y menos aún en el caso de La Infanzona, pues los sólidos caractcrcs fementnos (Marciana y doňa Isabel), asi como la inteligente cstructura circular de la pieza — con el incesto como asunto central—, se ven sepultados a fucrza dc parlamcntos grandilocuenles y escenas mclo-dramáticas, más propios de Echegaray que de Benavcnte. 11.23.2. MARlA Y CREGORIOMARTINEZ SIERRA Hasta hace poco el apellido Martine/. Sierra sc atribufa a un solo auton Grc-gorio (1881-1947). Pero hoy sabemos que bajo el mismo se esconde no sólo cl sino también la que durante muchos aňos fuc su esposa, Maria dc la O Lejárraga 10 La pare)* amo/criado —de indudablc sabor áureo- es cmpleada rccurrcntcmcmc por Benavcnte. scaen su vcrficnie amablc y faiscsca (Čutalo de primátem [Teatro fantas llco] y Lot interests creados), sea en su faccta irágica. HMOvente y otros autores 2283 ,|874_l974), quien parccc habcr tcnido incluso más arte y paříc en la creación dc las obras dramáticas que su propio marido [O'Connor, 1977]"- En sus memorias explica Maria las diversas razones —alguna hoy quizá pucda pareccrnos irigc-„■..[>.— por las cualcs cedió lodo el protagonismo a Gregorio: (...) Sicndo maestra dc cscuela, es decir, desempenando un cargo publico, no qucria empaftar la limpieza de mi nombrc con la dudosa fama que en aquella epoca caia como sambenito casi deshonroso sobrc toda mujcr «literáta» [...) Casada, joven y feliz, acomcriómc ese orguilo de humildad que domina a toda mujcr cuando quicre de vcras a un hombrc. «Puesto que nuestras obras son lüjas de legitimo ma-trimonio, con cl nombrc de padre ticnen honra bastantc» (M. Martinez Sierra, 1953: 75-76). Sc trala dc una colaboración que subsistc incluso a la tupiura del matrimonio y a la rclacion dc Gregorio con la primera actriz de su pompania. Catalina Bárcena. Por tanto, parece ctaro que, más que cn la eseritura-dramática, Gregorio se volcó hacia otras actividades culturales en las que siempre dejó una impronta rcnovado-ra y dc buen gusto: asl, por cjcmplo, cn su exqutsita labor como editor al rrentc de Rcnacimicnto, o en la de empresario y dirccWr al frcntc del «Tcatro dc Arte», uno de los episodios fundamentales cn la histofia del arte escenico espaňol del siglo xx JReyero Hermosilla, 1980), y ftnalnwntc cn su pasión por cl cine, que lo llcvó a Hollywood como guionista, abriendji'el campo a cscritores más jóvenes, como Jardiel, Neville y Lopez Rubio [Chcca Puerta, 1998: 309-364]a. Fucron los Martinez Sierra los.primeros autores en scguir los pasos del Teatro fantástico de Benavcnte cn dosJibros primerizos: Diálogos fantásticos (1899) y Teatro de ensueňo (1905). En/la «Inlroducctón» a las nueve piezas del primero, Martinez Sierra csboza la poctica de libre ensoňación que sirve de hilo conductor a lodas ellas (Pcral Vega,a21001: 93-100). Estamos ante un «arte puro», sin asidc-ros rcferencialcs, que bysea la redención de sus personajes a través de la palabra, único vehfculo capaz dt haccr factible esa atmosféra de ensueňo que todo lo en-vuclve. Cuatro son liš piezas que componen Teatro de ensueňo: Por el sendero ßorido, Pastoral, §altimbanquis y Cuento de labios en flor -, donde al influjo de Benavente hay que sumár el de Maeterlinck (Salaün. 1999; 2001): la esecna cstá Pucdc corroborate esta opinion con el cpislolario del matrimonio: oHija mla, licncs que cs-cnbir muy dcpfisn In comedta nueva en prevision dc que no de" dincro et repertorio en Barcelona», lc escribe ervuna carta sin fecha; en oint de 1926: «[...] Ayer votvl a leer los dos primeros nclos dc Carola Bene surrte y me gusiaron a rabiar. Tienen una screnidad. una sobňedad. una faciura tan honrada y'tan modern«, una emotion tan honda... me guslarta mucho que hteieses el tercet acio cs-tos dlas^fle Madnd, con el (In de estrcnarla cn Barcelona» (Chcca Pucrta. 1998: 417 y 445 rcspecii-naMfe.] / Afladc mis hierro al asunio un articulo dc Eisenberg (1995) dondc sc aflaliza un libro dc viaje*. cslést, de Grcgorio Martinez Sierra, itíulado Granada. Gula emotional (1911), enclave homoero-V*. y sc postula la condición bisciual lanio dc Gregorio como dc Maria. Al tema dc la homosc-Äualidad dedicaron los Martinez Sierra una comedia iitulada Sorttlegio. a la que hav numerosas rc-ferencias en cl cpistolario, pero cuvo tc*lo parccc haberse pctdido.