4. LORCA Y LA SEGUNDA REPUBLIC A: 1931-1932 La batalla cultural Lorca sabía que la batalla tal vez más importante que ldria que librar la Repúbiica concemía a la ensefianza tmaria y secundaria, dominadas desde hacia siglos por la esia. Los hombres de la nueva Espaňa eataban decididos icabar con aquel monopolio y a crear un sistema de ins- icción publica capaz de hacer frente al enorme reto plan- ido por el retraso del pais en este terreno. En 1931 el ,4 % de una población de veinticinco millones era anal- jeto, y los republicanos calculaban que habria que crear .150 escuelas nuevas. El gobierno provisional puso inme- itamente en marcha un plan quinquenal para tratar de cubrir esta necesidad. La meta era 7.000 escuelas durante el primer ano y de 5.000 durante cada uno de los cuatro siguientes. Se alcanzaria el objetivo del primer ano; en 1932 se abrirían 2.580 escuelas; y, en 1933, antes de que la de- redia accediera al poder en noviembre, 3.990. Proeza gigan- tesca, toda vez que a lo largo de los treinta aftos de monar- quia tan sólo se habian inaugurado 11.128.1 No se trataba sólo de abrir escuelas, También babia que mejorar el nivel intelectual de los maestros, muy mal pagados, y de manera especial la situación de los de prime-ra enseňanza. Se elevaron en un 50 % los salarios y se crea-ron 5.000 nuevas plazas.2 El celo reformador de los republicanos no se limitaba, por supuesto, a la enseňanza. Entre las otras medidas in-troducidas, se legalizaria el divorcio, habria separación de Iglesia y Estado, se propulsaría la reforma agraria, se secu-larizarian los cementerios y los hospitales y se reduciria el núxnero de órdones religiosas. Lo malo era que la Uegada de la Repúbiica coincidía con una aguda crisis económica que dificultaba mucho las posibilidades de los nuevos gober-hantes.3 La reacción de la Iglesia ante el talante progresista de 468 VIDA, PAS1ÓN Y MT3ERTE DE FEDEíUCO GARCÍA LORCA los republicanos fue hostil e inmediata. El 7 de mayo de 1931, apenas třes semanas después de la proclamation ; de la República, el cardenal Segura, arzobispo de Toledo E y primado de Espafia, atacô duramente en una carta pastoral las reforrnas propuestas, refiríéndose a la peligrosa ', amenaza que suponían éstas para los «derechos» de la -Iglesia, e instando a las mujeres espariolas a organizar , una carapana de oraciones para contrarrestar tan delezna- > bles designios. Recordó lo ocurrido en 1919 en Baviera, cuando intervinieran los catolicos para «salvar» el pais de una efímera ocupación bolchevique, dando a entender con ello que la recién inaugurada República era prácticamente : eomunista, lo cual era una ridícula tergiversation de la situáciou real. Era evidente que, al abogar por un Estado laico, los republicans habian intranquilizado profunda-mente a la jerarquía católica, temerosa de perder sus pri-vilegios.4 El 11 de mayo, cuatro días después del ataque del cardenal Segura, fueron quemados en Madrid seis conventos ; y un ediilcio de los jesuitas. No se šupo nunca qué mano había empujado a los ineendiarios, y no se puede descartar • la intervention de agentes provocadores. En cualquier caso / el resultado fue el mismo; la derecha disponia ya de un ' argumento de peso contra los republicanos, y pronto se endurecería la oposición católica al nuevo regimen. La situation se hizo mucho más tensa cuando, el 3 de junio, los ; obíspos espaŕloles publicaron una carta colectiva de pro- >■ testa.5 '. Estos acontecimientos coincidieron con la publication del Poema del cantejondo. Hubo numerosas reseňas, entre : ellas una muy elogiosa de Eugenio Montes, para quien '. Lorca era un Heinrich Schliemann de la poesia que había conseguido penetrar hasta los más profundus sustratos de ; «la Andalucia eterna».6 Es probable que Lorca se sorpren- ; diera ante la reaction del catalán Sebastiä Gascb, con ',; quíen había x>erdido prácticamente el contacto después de ; su fructífera correspondentia de unos aňos antes. En 1928, ) como vimos, Gasch había expresado su honda admiration por «Santa Lucia y San Lázaro», que Lorca le había dedi-cado. Pero ahora se mostraba escéptico ante la veta «su- LORCA Y LA SEGUNDA REPÚBLICA; 1931-1932 469 rrealista» del poeta. Poema del cante jondo le parecia re-presentar la mejoŕ etapa de Lorca, etapa «más intensa y más pungente que su producción actual, que se inicia bajo el signo de Salvador Dali y que después de flirtear con un seudosurrealismo, más vanguardista que superrealista, acaba de culminar con sus poemas neoyorquinos y con el libro sobre el barrio negro de Harlem, de próxíma apari-ción». Lorca debió de preguntarse qué le había pasado a su antiguo amigo. Lo que había ocurrido era que Gasch, a quien en el fondo nunca le había gustado el surrealismo, que consideraba inmoral, no podía ver ya a Salvador Dali ni a nadá, o nadie, que tuviera que ver con el pintor de Ca-daqués.7 Asi que pasen cinco aňos El 28 de junio se celebran elecciones a las Cortes Cons-tituyentes republicanas. El mismo día Enrique Díez-Cane-do řešena Poema del cante jondo en El Sol, subrayando que es de 1921 y recalcando a la vez la dištancia que lo separa del libro de Manuel Machado, casi de título idéntico, y su deuda con Manuel de Falla.8 Cuatro días después una nota publícada en Heraldo de Madrid anuncia una lectura privada por el poeta de El publico-. Entre los asistentes estarán, según ella, el pintor Santiago Ontafión, el guitarrista Regino Sainz de la Maza, el periodista Miguel Pérez Ferrero y el dramaturgo Carlos I Arniches. Sobre dícha lectura no tenemos más información, \ pero la nota demuestra que Lorca sigue con el propósito de que, si no se puede poner todavía la obra, por lo menos cier-tas personas seleccionadas la vayan conociendo.9 . En estos momentos está vjviendo con el poeta, en el í estudio de la calle de Ayala, su hermano Francisco, otra vez ; con oposiciones a cuestas. El 7 de julio su madre, enterada : de que Federico ha tenido un percance con una pierna, escribe pidiendo urgentes noticias. Está harta, dice, de que estén separados, y ello sin que sus hijos tengan puestos fíjos. Cree que lo están pasando mal (no hay indication al-: guna de ello) y, además, esiste el peligro de caer enfermos sin naaie para uuiuanus. oiempic m uuíma angua™:ucia., madre, la misma obsesión con ver a sus hijos con colueación vitalicia, el mismo temor ante posibles enfermedadesysirt' í sabores. Se supone que ambos lujos la convencieron 'de que la pierna del poeta no estaba en peligro. Sea como fuera, a los pocos dias Federico vuelve a Granada.10 Alii, en la Huerta de San Vicente, trabaja con la euer-gía que siempre le caracteriza durante los meses caniculá-res y, el 19 de agosto, teŕmina Asi que pasen cinco aŕtoM Esta «en cierto modo satisfecho» con lo conseguido, infonuä a Regino Sainz de la Maza. Además tiene medio hecha su. obra en verso (no identificada) -empezada unos meses an-, tes para Margarita Xirgu- y Poemas para los inuertos, que..: consídera lo más intenso que ha compuesto hasta la fecha,. No se sabe qué composiciones iban a integrar dicha colecr; ción, nunca publicada, con la excepción de «Vals en las ra- | mas», fechada 21 de agosto, que Lorca incluiría en la set ción «Huida de Nueva York» de Poeta en Nueva York.n «He . sido como una fuente -prosigue-. Día, tarde y noche escri-biendo.» En cuanto a la gestación de Asi que pasen cinco aňos, o las intenciones de Lorca en la obra, apenas tenemos m-formación. En una de las raras ocasiones en que se refinera/] a éstas diría: «Es un misterio, dentro de las características de ešte género, un misterio sobre el tiempo, escrito en prosa y verso.»12 ■' ' |1B Según Lorca, la dilación en el amor es siempre un eri- ' men contra la Naturaleza -quien se lo piensa lo pierde todo- como lo es enmascarar o reprimir los verdaderos sen- ,■ timientos. Los ecos de los primeros poemas suyos, con sus: alusiones obsesivas al amor perdido, se perciben a menu-;; do en toda la obra posterior, pero quizá nunca con tantíi ' insistencia como en esta «leyenda del tiempo» (como se.;. subtitula). Asi que pasen cinco aňos, donde se fanden más;' armoniosamente que en ninguna obra dramática de Lorca / lo tradicional y lo estrictamente contemporaneo, expresa::: eon arte supremo la angustia lorquiana ante el futuro, la ; inevitabilidad de la muerte y la imposibilidad de conseguir;;■ la plenitud sexual. De todos los personajes de Lorca, el Joven simboliza de;; LORCA Y LA SEGUNDA REPÚBLICA: 1931-1932 471 ramás patéticalas consecuencias del amor aplazado. ilogo que se establece entre él y la Novia cuando vuel-su viaje de cinco aňos es del mejor Lorca: Novia. iY tú no eras más alto? Joven. No, no. Novia. ^No tenias una sonrisa violenta que era como una garza sobre tu rostro? Joven. No. Novia. £,Y tú no jugabas al rugby? Joven. Nunca. Novia. (Con pasión.) £Y no llevabas un caballo de las cri- nes y matabas en un dia tres mil faisanes? Joven. Jamás. Novia. Entonces... ^A que vienes a buscarme?13 uä obra contiene otras numerosas alusiones a la impo- ■ incia sexual del Joven. Una de las más llamativas ocurre a cl comentario que a éste le dirige el Maniqui, vestido del *ajo de bodas conxprado por el Joven para la novia que . 2aba de perder para siempre: s Mientes. Tú tienes la culpa. Pudiste ser para mi potro de plomo y espuma, el aire roto en el freno y el mar atado en la grupa. Pudiste ser un relincho y eres dormida laguna, con hojas secas y rnusgo donde este traje se pudra.u El Joven es, en realidad, un Viejo, y no es casual que le .■ompafie un personaje con este nombre, evidentemente su ■ ^doblamiento. Carpe diem! No hay obra de Lorca donde I moasaje se transmita con tanta fuerza. La sospecha de que el Joven es en parte reflejo del pro- ■ o poeta la connrman los ecos en la obra de poemas muy Tsonales compuestos una década antes. El angustioso álogo que tiene lugar en el bosque entre el Joven y la '■lecanógrafa (acto III, escena I), por ejemplo, se inspira en 472 VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE FEDEEICO GARCÍA LORCA el poema «Aire de nocturno», de 1919, cuyo tema, una vez más, es el del amor perdido o inasequible: gQué es eso que suena Muy lejos? Amor. El viento en las vidrieras, /amor mio!15 En dicha escena, el Joven, que hacía cinco aňos, obsc-sionado con la Novia, rechazó a la Mecanógrafa (la mujer que necesitaba sin darse cuenta de ello), intenta convencer a ésta a que vuelva a aceptarlo. Demasiado tarde. Glosan-do «Aire de nocturno», los dos entonan el canto del amor imposible: Mecanógrafa: iQué es eso que suena muy lejos? El JOVEN: Amor, el día que vuelve. [Amor mío!16 Otras resonancias de obras anteriores refuerzan la identificación Lorca-Joven. Por ejemplo, la cancióri que el Amigo 2.° recuerda en el primer acto -y que, según él, oyó de labios de una «mujercilla del agua» vista en una gota de lluvia cuando era niňo- pertenece a la «Suite del regreso», terminada el 6 de ägosto de 1921: Yo vueluo por mis alas, dejadme volver. Quiero morirme siendo amanecer, quiero morirme siendo ayer. Yo vuelvo por mis alas, dejadme volver. Quiero morirme siendo manantial. Quiero morirme fuera de la mar.17 Cuando el Joven se niega a utilizar el término «novia» al dirigirse a su prometida, prefiriendo «niňa» o «muchachi-ta», y habla con la Mecanógrafa de parecida forma infan- LORCA Y LA SEGUNDA REPUBLICS 1931-1932 473 til,18 no sólo nos recuerda la «suite» citada (donde también se llama «niíía» a la chica), sino otro poema de la misma época, «Momentes de canción» (10 de julio de 1921), en el cual el poeta evoca a la perdida «muchachita de la fuente», tal vez el mismo personaje.19 Tanto Asi que pasen cinco aňos como esos poemas de diez aňos antes ahiden a un escenario preadolescente, y nos hacen sospechar, otra vez, que Lorca está expresando a través del Joven su propio sentimiento de fracaso heterosexual. Como complemento de la frustración que atormenta tanto al Joven como a la Mecanógrafa está la obsesión de ambos con la esterilidad, obsesión que apunta hacia Yerma (obra en la cual, como hemos visto, Lorca ya pensaba durante su visita a Cuba) y que, mirando hacia atrás, recuerda Libro de poemas y Suites. En cuanto a la constante an-siedad de Lorca ante la muerte, en ninguna de sus obras se acusa tanto como en ésta. Después del esfuerzo que le ha costado Asi que pasen cinco aňos, Lorca visita Fuente Vaqueros durante las fiestas de principios de septiembre. Tiene un motivo muy especial para hacerlo: inaugurar la biblioteca publica cuya creación había recomendado dos aňos antes. Por otra parte, en mayo, se ha rebautizado la calle de la Iglesia, donde vivió de niňo, con el nombre de Federico Garcia Lorca. Razones más que suficientes para acudir a La Fuente en estas fechas. La inauguration se hace al aire libre. Después de elo-giar efusivamente al pueblo, el poeta aborda el tema de los libros: su origen, su desarrollo y su importancia para la formación de los seres humanos. Es una alocución muy a tono con el fervor republicano que impera en estos momen-tos. Lorca manifiesta estar de acuerdo con Ramón Menén-dez Pidal, quien acaba de declarar que la República debe significar, por encima de todo, cultura, y, sentando cátedra, explica a la concurrencia de vecinos e invitados, remitién-dose a Voltaire, que el mundo eivilizado ha sido dominado por un pufiado de grandes libros: la Biblia, el Corán, las obras de Confucio... Recalca la influencia de Jean-Jacques Rousseau y de la Encyclopédie sobre la Revolúciou Francesa, y lo que deben los movimientos actuales de izquierdas 474 VIDA, PASIÓN Y BTÜERTE DB PEDERICO GARCÍA LORCA a otro «gran libro», El capital, de Karl Marx. La verdade-ra sabiduría, según el poeta, estriba en el contraste de las ideas, por lo que espera que la biblioteca publica de Fuen-te Vaqueros sea ecléctica en stis adquisiciones. En ella de-ben tener cabida tanto los místicos como los revolucionarios: tanto san Juan de la Cruz como Tolstoi. Es preciso que en los estantes se codeen san Agustin, Nietzsche y Marx, puesto que todos estos escritores «están conformes en un punto de amor a la humanidad y elevación del espíritu y, al final, to-dos se confunden y abrazan en un ideal supremo». Lorca termina dando a entender a sus oyentes que no sólo cree que la sociedad sin clases está a la vuelta de la esquina, sino que es una evolución que personalmente dc-sea. Para que tal sociedad llegue a hacerse realidad, dice, es fundamental la cultura. Y la cultura, insiste, exige sacri-fício y abnegación. Aquella tarde a los vecinos de Fuente Vaqueros no les puede caber la más minima duda: su poeta es firme parti-dario de la República y abriga opiniones marcadamenle anticapitalistas. Lo que no pueden saber los presented, empero, es que tales opiniones, antiguas en Lorca, so han hecho más fuertes durante su estancia en Nueva York, don-de ha sido testigo del sufrimiento humano a una escala para él hasta entonces inimaginable. Como Fernando de los Ríos —nombrado hijo adoptivo de Fuente Vaqueros el 25 de abril de 1931-20 Lorca ya cree, a manera de artículo de fe, que la República puede y debe significar la apertura de un nuevo y espléndido capítulo en la história de Espaňa. El discurř.o que pronuncia en su pueblo natal demuestra que quicrc participar en tan noble empresa. Y asi sera.21 La Barraca. Luis Cernuda Son dias de intenso entusiasmo democrático mienLras las Cortes salidas de las urnas a finales de junio elaboran a marchas forzadas la Constitución de la República. El 8 de octubre, instalado otra vez en Madrid, Lorca acude a cscu-char un discurso de Fernando de los Ríos -ahora, después flí LORCA Y LA SEGÜNDA KEPÚBLICA: 1931-1932 475 f|de su pulso con el regimen anterior, ministro de Justicia-!;■ sobre la espinosa cuestión religiosa. De los Ríos, dirigién-lldose de forma explicita a los católicos presentes en el hemi-l||ciclo, esboza la posición de la Espana liberal ante una Igle-II sia que, en su opinion, lleva más de quinientos afios !l ahogando la vida del pais. Recuerda los abusos de la Inqui-ilsición. «Somos los hijos de los erasmistas, somos los hijos ft espirituales de aquellos cuya conciencia disidente indivi-|; dual fue estrangulada durante siglos», declara. La Iglesia f| i se ha dedicado a perseguir, a quemar, a mutilar; há expul-II; sado a los judíos; se ha unido a una monarquía opresora y I; a la banca; ha abogado por la represión de las libertades y It de la heterodoxia; ha tergiversado las opiniones de sus 11 adversaries. ^Cómo puede esperar ahora que los espaňoles II no vayan a afírmar su derecho a vivir como les plazca, a || educar a sus hijos de la forma que quieran, a casarse y jflenterrarse por lo civil, si es lo que desean? De los Ríos I no pide venganza, sólo reivindica justicia. La Republica no II debe pagar a la Iglesia con la misma moneda de la intole-|| rancia que ella ha utilizado siempre, pero si debe mostrarse I- fuerte en la afirmación de sus derechos. De los Ríos estaba a favor de una solución de compro-II miso que permitiera la construcción de una sociedad demo-|| crática sin acritud excesiva y, por supuesto, sin violencia. I Pero no iba a ser posible. Los que se situaban a su izquier- II da ěstaban impacientes ante lo que veian como medidas || tibias, y la derecha rechazaba de piano su análisis del pail pel de la Iglesia en la história de Espaňa. Si al fmalizar su largo discurso el catedrático socialisti1 ta recibió una calurosa ovación de los republicanos, la dell recha no esťuvo menos satisfecha con la intervención de I Jose Maria Gil-Robles, joven y brillante abogado salmanti-I no que, en su respuesta al ministro, expuso la posición con-j| servadora ante la Iglesia y la Republica. El debate demos-1 tró que iba a ser muy difícil, por no decir imposible, que los I espaňoles se pusiesen de acuerdo.22 Para la ultraderecha espafiola, visceralmente antisemiti ta, Fernando de los Ríos era... judío. Mofándose del discurso I; de «Don Erasmo el Laico» unos días después, la revista sa-|r tirica Bromas y veras comentaba: