II DISCURSO A LOS ACTORES MADRILEftOS Queridos amigos: Hace tiempo hice firme prome-sa de rechazar toda clase de homenajes, banquetes o fiestas que se hicieran a mi modesta persona; primero, por entender que cada uno de ellos pone un ladrillo so-bre nuestra tumba literaria, y segundo, porque he visto que no hay cosa más desolada que el discurso frío en nuestro honor, ni momento más triste que el aplau-so organizado, aunque sea de buena fe. Además, «esto en secreto», creo que banquetes y pergaminos traen el «mal fario», la mala suerte, so-bre el hombre que los recibe; mal fario y mala suerte nacidos de la actitud descansada de los amigos que piensan: «Ya hemos cumplido con él.» Un banquete es una reunion de gente profesionál que come con no-sotros y donde están, pares o nones, las gen tes que nos quieren menos en la vida. Para los poetas y dramaturgos en vez de homenajes yo organizaria ataques y desafíos, en los cuales se nos dijera 126 gallardamente y con verdadera saňa: <^A que no tienes valor de hacer esto?» «i,A que no eres capaz de expre-sar la angustia del mar en un personaje?» «iA que no te atreves a cantar la desesperación de los soldados enemigos de la guerra?» Exigencia y lucha, con un fon-do de amor severo, templan el alma del artista, que se afemina y destroza en el fácil halago. Los teatros están Uenos de engaňosas sirenas coronadas con rosas de invernadero, y el publico está satisfecho y aplaude viendo corazones de serrín y diálogos a flor de dien-tes; pero el poeta dramático no debe olvidar, si quie-re salvarse del olvido, los campos de rocas mojados por el amanecer donde sufren los labradores, y ese palomo, herido por un cazador misterioso, que agoni-za entre los juncos sin que nadie escuche su gemido. Huyendo de sirenas, felicitaciones y voces falsas, no he aceptado ningún homenaje con motivo del estreno de Yerma; pero he tenido la mayor alegría de mi corta vida de autor al enterarme de que la família teatral madrileňa pedía a la gran Margarita Xirgu, actriz de inmaculada história artística, lumbrera del teatro espa-ňol y admirable creadora del papel con la compaňía que tan brillantemente la secunda, una representación especial para verla. Por lo que esto significa de curiosidad y atención para un esfuerzo noble de teatro, doy, ahora que esta-mos reunidos, las más rendidas, las más verdaderas gracias a todos. Yo no hablo esta noche como autor, ni como poeta, ni como estudiante sencillo del rico panorama de la vida del hombre, sino como ardiente apasionado del teatro y de su acción social. El teatro es uno de los más expresivos y utiles instrumentos para la education de un pais y el barómetro que marca su grandeza o su desmayo. Un teatro sensible y bien orien-tado en todas sus ramas, desde la tragédia al vodevil, puede cambiar en pocos afios la sensibilidad de un 127 pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezufias sus-tituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera. El teatro es una escuela de llanto y de risa, y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y ex-plicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y el sentimiento del hombre. Un pueblo que no ayuda y fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como un teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama «matar el tiempo». No me refiero a nadie ni quiero herir a nadie; no hablo de la actualidad viva, sino de un problema planteado sin solución. Yo oigo todos los días, queridos amigos, hablar de la crisis del teatro, y siempre pienso que el mal no está delante de nuestros ojos, sino en lo más oscuro de la esencia; no es un mal de flor actual, o sea de obra, sino de profunda raíz, que es, en suma, un mal de organización. Mien tras actores y autores estén en manos de empresas absolutamente comerciales, libres y sin control literario ni estatal de ninguna especie, empresas ayunas de todo criterio y sin garantía de ninguna clase, actores, autores y el teatro entero se hun-dirán cada día más, sin salvación posible. El delicioso teatro ligero de revista, vodevil y come-dia bufa, generös de los que soy aficionado espectador, podrían defenderse y aun salvarse; pero el teatro en verso, el género histórico, la llamada alta comedia y la espléndida zarzuela hispánica sufrirán cada día más reveses, porque son generös que exigen mucho y donde caben las innovaciones verdaderas, y no hay auto-ridad ni espíritu de sacrificio para imponerlas a un 128 publico, al que hay que domar con altura y contrade-cirlo y atacarlo en muchas ocasiones. El teatro se debe imponer al publico y no el publico al teatro. Para eso autores y actores deben revestirse, a costa de sangre, de gran autoridad; porque el publico de teatro. es como los niňos de las escuelas: adora al maestro grave y austero, que exige y háce justicia, y liena de crueles agujas la silla donde se sientan los maestros timidos y adulones, que ni ensefian ni dejan ensefiar. Al publico se le puede ensefiar —conste que digo publico, no pueblo—, se le puede ensefiar, porque yo he visto patear a Debussy y Ravel háce afios y he asis-tido después a las clamorosas ovaciones que un publico popular hacía a las obras antes rechazadas. Estos autores fueron impuestos por un alto criterio de autoridad, superior al del publico corriente, como We-dekind en Alemania y Pirandello en Italia, y tantos otros. Hay necesidad de hacer esto para el bien del teatro y para gloria y jerarquía de los intérpretes. Hay que mantener actitudes dignas, en seguridad de que serán recompensadas con creces. Lo contrario es temblar de miedo detrás de las bambalinas y matar la fantasia, la imaginación y la grácia del teatro, que es siempre, siempre, un arte, y šerá siempre un arte excelso, aun-que haya habido una época en que se llamaba arte a todo lo que no gustaba, para rebajar la atmosféra, para destruir la poesía y hacer de la escena un puerto de arrebatacapas. Arte por encima de todo. Arte nobilísimo. Y voso-tros, queridos actores, artistas por encima de todo. Ar-tistas de pies a cabeza, puesto que por amor y devo-ción habéis subido al mundo fingido y doloroso de las tablas. Artistas por ocupación y preocupación. Desde el teatro más modesto al más encumbrado se debe es-cribir la palabra arte en salas y camerinos, porque, si 5 129 no, vamos a tener que poner la palabra comercio o alguna otra que no me atrevo a decir. Y jerarquía, disciplina y sacrificio y amor. A través de mi vida, si vivo, espero, queridos acto-res, que os encontréis conmigo y yo con vosotros. Siem-pre me hallaréis con el mismo encendido amor al tea-tro y con la moral artística del ansia de una obra y una escena cada vez mejor. Espero luchar para seguir conservando la independencia que me salva, y para ca-lumnias, horrores y sambenitos que empiecen a colgar sobre mi cuerpo tengo una lluvia de risas de campesino para mi uso particular. No quiero daros una lección, porque me encuentro en condiciones de recibirlas. Mis palabras las dicta el entusiasmo y la seguridad. No soy un iluso. He pensa-do mucho y con frialdad lo que pienso, y, como buen andaluz, poseo el secreto de la frialdad, porque tengo sangre antigua. Yo sé que la verdad no la tiene el que dice «hoy, hoy, hoy», comiendo su pan junto a la lum-bre, sino el que serenamente mira a lo lejos la primera luz en la alborada del campo. Yo sé que no tiene razón el que dice «ahora mismo, ahora», con los ojos puestos en las pequeňas fauces de las taquillas, sino el que dice «maňana, mafiána», y siente llegar la nueva vida que se čierne sobre el Mundo. _ «Una apoteósica fiesta de arte en el teatro Espaňol. Margarita Xirgu ofrece una representación extraordinaria de Yerma, el magnffico poema dramático de Lorca, a sus compaňeros los artistas de los teatros de Madrid. Texto integro de la formidable proclama del joven e ilustre autor dramático», Heraldo de Madrid, 2-III-1935. 130 III FEDERICO GARCIA LORCA Y LA TRAGEDIA Federico Garcia Lorca ha vuelto a la Residencia. Los altos chopos del canalillo, violines del aire fino de la Sierra, y las amargas adelfas coloradas le habrän saludado como a un antiguo conocido. Durante mucho tiempo el poeta vivió alli sus primeros aňos juveniles. Entonces, en la Residencia, mantenian un grupo de pin-tores y escritores y unos cuantos estudiantes llenos de inquietudes la encendida llama de su entusiasmo, que no era sólo alegre aján del bullicio destructivo, sino, además, ahincado anhelo de orientar una nueva espiri-tualidad, de formar una nueva cultura. Federico García Lorca, con su intrépido optimismo y con ese fervoroso y dinámico sentido de la creación que anima su vida y su obra, centraba esos entusias-mos y era como el capitán de ese magnífico equipo de los deportes intelectuales de la Residencia de Estudiantes. 131 Ahora, Federico Garda Lorca, ahíto de triunfos en America y henchido de proyectos, pasa una tempora-da de fecundo descanso en la Residencia, la Resi, conto la llaman los que allí viven y sus amigos. Hemos vi-sitado a nuestro gran poeta, mientras pasea a la sombra de los altos chopos en temblor. Nos cuenta sus triunfos en Buenos Aires. —Lo que a mí me satisface de ese éxito es que ha sido un triunfo del teatro espaňol. Allí, donde llegan compaňías excelentes de todo el mundo, cómo ha gus-tado La niňa boba, de Lope, que Fontanals me ayudó a montar espléndidamente, y cómo han recibido publico y crítica Bodas de sangre y La zapatera prodigio-sa. Por cierto que el prólogo de La zapatera habia de recitarlo yo todas las noches con mi chistera verde, de la que salía una paloma. Allí la gente ya no tole-ra nuestro vie jo repertorio teatral. Quieren conocer a nuestros autores jóvenes, y éstos son los que han de dar allí los éxitos, hasta los de dinero, claro está. —lEn qué trabaja usted ahora, Lorca? —Estoy ensayando con La Barraca. Estamos prepa-rando los programas para las representaciones que hemos de dar en la Universidad de Santander. Es admirable con qué aplicación, qué inteligencia y qué unidad trabajan estos estudiantes. Difícilmente una compaňía de profesionales pudiera llegar a los resultados que ellos alcanzan. Y es que además de inteligencia, compren-sión, disciplina, ponen un entusiasmo magnífico en su trabajo. No van a ganar un sueldo, sino a hacer arte. —i,Es muy cansado su trabajo de director? —Es, como todo trabajo que se hace por devoción, alegre. Fatiga, pero con gozo. Y, además, a la vuelta de ensayos y experiencias, yo siento que me voy for-mando como director de escena, formación difícil y lenta. Estoy animado a aprovechar esa experiencia para hacer muchas cosas. 132 —ZNo le apartará a usted ese trabajo de su pro-ducción literaria? —De ninguna manera. Estoy trabajando mucho. Ahora voy a terminar Yerma, una segunda tragédia mía. La primera fue Bodas de sangre. Yerma šerá la tragédia de la mujer estéril. El téma, como usted sabe, es clásico. Pero yo quiero que tenga un desarrollo y una intención nuevos. Una tragédia con cuatro perso-najes principales y coros, como han de ser las trage-dias. Hay que volver a la tragédia. Nos obliga a ello la tradición de nuestro teatro dramático. Tiempo habrá de hacer comedias, farsas. Mientras tanto, yo quiero dar al teatro tragedias. Yerma, que está acabándose, šerá la segunda. —čY contento de esa obra? —Contento. Creo que he hecho lo que pretendía hacer. Ya ve usted si es alegría. —čY el aňo que viene, Lorca, šerá, como temen adores y autores, un aňo funesto para el teatro? —De autores y actores depende. Caminos nuevos hay para sal var al teatro. Todo está en atreverse a caminar por ellos. Federico Garda Lorca, gran hablador, que habla con tanta fruición que hasta baila su charla, cuenta anécdo-tas, refiere episodios y pone todo su 'donaire en burlas y chanzas contra los vicios de nuestro teatro actual. Y acába como si fuese todavía el capitán de aquel equipo juvenil de escritores y pintores de la Resi de hace diez aňos: —Es nuestra hora. Hay que ser jóvenes y vencer. El aire de la maňana, fresco de sombra entre los chopos, hace volar las palabras de Federico Garda Lorca como si fuesen banderas. (Juan Chabás, Luz, Madrid, 3-VII-1934.) 133 IV EL POETA FEDERICO GARCIA LORCA ESPERA PARA EL TEATRO LA LLEGADA DE LA LUZ DE ARRIBA, DEL PARAISO. EN CUANTO LOS DE ARRIBA BAJEN AL PATIO DE BUTACAS, TODO ESTARA RESUELTO. AQUELLA MARAVILLOSA ÉPOCA DE NUESTROS PADRES Un cuarto de estudiantes, claro y limpio. Sobre el tablem de la mesa de trabajo, encerradas en una caja de cristal, hasta media docena de mariposas de diferen-tes tamaňos y variados colores, ejemplares preciosos de la selva del Brasil. —Vino a traérmelas al puerto, a mi paso por Rio-janeiro, Alfonso Reyes —me dice Federico Garcia Lorca—. Son de una gran belleza. i,No es cierto? Federico Garcia Lorca ha interrumpido el trabajo matinal para obsequiarnos con el regalo de su charla. Aqui sobre la mesa están las cuartillas a medio termi-nar, con misteriosas cloves de tachaduras y llamadas. —Estoy escribiendo una comedia, en la que pongo toda mi ilusión: Doňa Rosita la soltera, o El lenguaje de las flores. Diana para familias dividida en cuatro jardines. Sera una pieza de dulces ironías, de piadosos 134 trazos de caricatura; comedia burguesa, de tonos sua-ves, y en ella, diluidas, las gracias y las delicadezas de tiempos pasados y de distintas épocas. Va a sorpren-der mucho, creo yo, la evocación de estos tiempos, en que los ruiseňores cantaban de verdad y los jardines y las flores tenian un culto de novela. Aquella mara-villosa época de la juventud de nuestros padres. Tiempos del polisón; después, las faldas de campanulas y el «cutroví», 1890, 1900, 1910. SlENTO LA NECESIDAD DE LA FORMA DRAMÁTICA —Decididamente, usted ha abrazado el teatro —digo al poeta, cantor de los gitanos y de las tierras del Sur con un entusiasmo que la grata lisonja del éxito jus-tifica bien cumplidamente. —Yo he abrazado el teatro porque siento la nece-sidad de la expresión en la forma dramática. Pero por eso no abandono el cultivo de la poesía pura, aunque ésta igual puede estar en la pieza teatral que en el mero poema. Lo que ocurre es que ahora casi no me atrevo a publicar libros de versos. Me invade una enorme pereza y un gran desaliento para seleccionar para su publicación los poemas que escribo. Ahora la Uni-versidad de Granada va a publicar un nuevo libro de poesías mías que se titula Diván de Tamarit. Calculo que dentro de este mes quedará lista para el estreno mi tragédia Yerma. Los ensayos andan bastante ade-lantados. Háce falta mucho y muy cuidadoso ensayo para conseguir el ritmo que debe presidir la represen-tación de una obra dramática. Para mí, esto es de lo más importante. Un actor no se puede retrasar un se-gundo detrás de una puerta. Causa un efecto deplorable un f alio de esta naturaleza. Es como si en la interpretación de una sinfonía surge la melódia o un 135 efecto musical a destiempo. Que la obra empiece, se desarrolle y acabe con arreglo a un ritmo acordado es de lo más difícil de conseguir en el teatro. Margarita Xirgu, que tiene en Yerma un papel en el que puede demostrar todas las enormes cualidades de su exceptional temperamento, pone el mayor interes en que este ritmo sea logrado. Lo mismo hacen los actores y actri-ces que la acompaňan. SOBRE EL TEATRO COMERCIAL Del talento de Margarita Xirgu espera mucho Federico Garcia Lorca para el triunfo de su tragédia Yerma. —Es una mujer extraordinaria y de un raro instin-to para apreciar e interpretar la belleza dramatica, que sabe encontrarla donde está. Va a buscarla con una generosidad inigualable, haciendo caso omiso de toda consideration que pudiéramos Uamar de orden comercial. —Nadá más conventional que esta suerte de consideration. Ya ve, Bodas de sangre, de usted, como obra de arte auténtico que es, seguramente no hubiera sido considerada como suficientemente comercial en nues-tros por lo general estúpidos medios teatrales. Sin embargo, su éxito ha dado grandes beneficios y ha llena-do teatros en Espaňa y en America. —Si, lo otro, lo que se hace con una preocupación exclusivamente comercial muchas veces descabala el fin propuesto. Una lección de Falla: «Los que tenemos este oficio de la música» —Las preocupaciones de esta naturaleza —prosigue Federico Garcia Lorca— están bastante lejos de mis 136 afanes. Al terminar cualquiera de mis trabajos, yo no siento más que el orgullo de haber creado una cosa; pero no convencido de que eso es consecuencia de especial mérito personalísimo, sino como el padre a quien le sale un hijo hermoso. Al fin y a la postře, se trata de un don que por raro azar a uno le sobreviene. Yo he aprendido del maestro Falla, que además de un gran artista es un santo, una ejemplar lection. En muchas ocasiones suele decir: «Los que tenemos este oficio de la música.» Estas humildes y magníficas palabras las oyó un dia de labios del maestro la pianista Wanda Landowska y le sonaron a herejia. Hay artistas que creen que por el hecho de serlo necesitan medidas es-peciales para todas sus cosas. «Al artista se le debe per-mitir todo, etc....» Yo estoy con Falla. La poesia es como un don. Yo hago mi oficio y cumplo con mis obliga-ciones, sin prisa, porque sobre todo cuando se va a terminar una obra, como si dijéramos cuando se va a po-ner el tejado, es un placer enorme trabajar poco a poco. Las vocaciones artísticas y nuestro tiempo —iCree usted que los tiempos actuates son los más propicios para el desarrollo de las vocaciones artísticas e intelectuales? —preguntamos. —El ambiente de nuestro tiempo aparece muy con-fuso, pero no tanto para que se pueda uno convencer de que esta confusion no tenga aurora clara. Se percibe que en todo el mundo se pugna para desatar un nudo que ofrece grandes resistencias. De ahí esta oleada social que todo lo anega. En estas circunstancias, el arte ha venido a constituir. una preocupación secundaria en el mejor caso, puesto que en otras poquísima gente le presta atención. Vea usted lo que ha ocurrido en Francia con la pintura. Desde el final de la guerra se con- 137 gregaron en Paris pléyades de excelentes pintores de todos los paises. No ha habido época en pintura como aquella. Ni el Renacimiento italiano puede comparár-sele. Entre aquellos pintores descollaban los de la es-cuela espaňola, con Picasso a la cabeza. Se compraban cuadros, tenian una alta categoria social los artistas. De pronto se ha hundido todo. Los pintores gloriosos regresan a sus respectivos paises, otros se mueren de hambre. Ha habido algunos que se han suicidado... En cuanto a las vocaciones... Depende esto de la perso-nalidad de quien sienta la vocación., Para pensar y sentir los más nobles ideales de la humanidad, el actual es el gran ambiente. Para crear obra de esa que se ha dado en la flor de llamar pura y desligada de las preo-cupaciones actuales... El tipo de artista de invernadero se muere por f alta de calor y de atención. Necesita calor, necesita la incubadora del halago. NO HAY DECADENCIA DEL TEATRO —Digan lo que quieran —aňade Garcia Lorca— el teatro no decae. Lo absurdo y lo decadente es su orga-nización. Eso de que un seňor, por el mero hecho de disponer de unos millones, se erija en censor de obras y definidor del teatro, es intolerable y vergonzoso. Es una tiranía que, como todas, sólo conduce al desastre. —Ese mismo fenómeno se observa en casi todas las actividades de nuestro tiempo. čNo lo ve usted asi? Mi interlocutor responde en tono vivo: —Eso es lo grave de esta situación. «Yo sé poco, yo apenas sé» —me acuerdo de estos versos de Pablo Neruda—, pero en ešte mundo yo siempre soy y šeré partidario de los pobres. Yo siempre šerá partidario de los que no tienen nadá y hasta la tranquilidad de la nadá se les niega. Nosotros —me refiero a los hombres 138 de significación intelectual y educados en el ambiente medio de las clases que podemos llamar acomodadas— estamos llamados al sacrificio. Aceptémoslo. En el mundo ya no luchan fuerzas humanas, sino telúricas. A mi me ponen en una balanza el resultado de esta lucha: aquí, tu dolor y tu sacrificio, y aquí la justicia para todos, aun con la angustia del tránsito hacia un futuro que se presiente pero que se desconoce, y descargo el puňo con toda mi fuerza en ešte ultimo platillo. Un teatro de nuestro tiempo —Mi trayectoria en el teatro —dice contestando a una pregunta mía el autor de Mariana Pineda—, yo la veo perfectamente clara. Quisiera terminar la trilógia de Bodas de sangre, Yerma y El drama de las hijas de Loth. Me falta esta ultima. Después quiero hacer otro tipo de cosas, incluso comedia corriente de los tiempos actuales y llevar al teatro temas y problemas que la gente tiene miedo de abordar. Aqui, lo grave es que las gentes que van al teatro no quieren que se les haga pensar sobre ningún terna moral. Además, van al teatro como a disgusto. Llegan tarde, se van antes de que termine la obra, entran y salen sin respeto alguno. El teatro tiene que ganar, porque no ha perdido au-toridad. Los autores han dejado que el publico se les suba a las barbas a fuerza de hacerle cosquillas. No, no. Hace falta recobrar la autoridad perdida y poner dig-nidad artística en los camerinos. Hoy sólo algunos autores viejos tienen esta autoridad. Hay que desterrar de una vez todas esas cantinelas ineptas de que el teatro no es literatura, y tan tas otras. No es más ni menos que literatura. Afirmar lo contrario, es como decir que Doňa Francisquita no es música. Yo espero para el teatro la llegada de la luz de arriba siempre, del paraí- 139 so. En cuanto los de arriba bajen al patio de butacas, todo estará resuelto. Lo de la decadencia del teatro a mi me parece una estupidez. Los de arriba son los que no han visto Otelo ni Hamlet, ni nadá, los pobres. Hay millones de hombres que no han visto teatro. jAh! iY cómo saben verlo cuando lo ven! Yo he presenciado en Alicante cómo todo un pueblo se ponía en vilo al presenciar una representación de la cumbre del teatro católico espaňol: La vida es sueňo. No se diga que no lo sentían. Para entenderlo, las luces todas de la teológia son necesarias. Pero para sentirlo, el teatro es el mismo para la seňora encopetada como para la criada. No se equivocaba Moliěre al leer sus cosas a la co-cinera. Claro que hay gente irremisiblemente perdida para el teatro. Pero claro, son aquellas «que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen». Y patean porque una ma-dre en escena vende a su hija, como ocurrió con Casa de naipes, de Ugarte y Lopez Rubio. (Alardo Prats, El Sol, Madrid, 15-XII-1934.) 140 V EN LOS UMBRALES DEL ESTRENO DE YERMA [...] Del brazo del camarada Perez Ferrero —ibuen heraldo de tu obra, Garcia Lorca!— te he buscado esta noche entre repelucos de invierno y gruňidos de zambomba. Ni lo uno ni lo otro ha detenido mis pasos, que iban hacia ti y que al fin te hallaron en el sótano denso de humo de cigarrillos cordiales, sembrado de ca-ňas de cerveza ajectuosa, donde consumes cada dia las horas generosas de tu amistad. Apretado en espléndida piňa de sentimientos y de inteligencia te rodeaban la exuberancia física del gran [Acario] Cotapos, viajero del mundo sin otro equipaje que su magnifico poema sinfónico [Voces de gesta], que un dia llenará sus baúles de tunicas de gloria; Pablo Neruda, el poeta de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, cuyos ojos, entornados siempre al espectáculo triste de lo humano, buscan en un punto indeterminado del horizonte destellos de divinidad antes de apurar el ultimo sorbo de cerveza; Isaias Ca- 141 IX FEDERICO GARCIA LORCA Y EL TEATRO DE HOY En la maňana azul, diáfana, de ešte abril madrileňo, calle de Alcalá, arriba, reportero y fotógrafo. Garcia Lorca es, contra su querer, inabordable. Tragedia del hombre cuyos minutos no le pertenecen (una reunion aqui, una comida allí...) La aprehensión reporteril ha de ser temprana. Zapata —el fotógrafo— y yo hemos cogido a Federico reden levantado. Ha sido del todo cordial la acogida. Garcia Lorca es siempre la cordia-lidad misma. Fina, insuperable cordialidad andaluza. Alegria de la vega granadina —vega de su nacer— en el alma joven del joven poeta. Rodeado de libros y de cuadros en una estancia toda luz, el autor de Yerma se siente feliz. —No hay casa más alegre que ésta. Por todas partes, luz, mucha luz... Ni una sola habitación interior... Todas dan a una calle. A Alcalá, las unas; a Narváez, las otras... jCuánta y qué maravillosa luz! 154 Siente Garcia Lorca un fervor goethiano por la luz. A plena luz de primavera, sus horas son delicia cons-tante. También alegra su dia la radio. —Me paso escuchando la radio casi todo el dia. La luz y la radio me encantan. Y noto a ešte propósito la falta de una sección periodística dedicada a la critica de radio, un enjuiciamiento cotidiano de los programas de la «radio»... Si, si... Debieran crear esa sección los diarios... Sería de un interes indudable... Bueno, Nicolas, iqaé preguntas me traes? Y el autor del Romanceno gitano —llama viva en hogueras eternas de poesía y arte— se ha consagrado al reportaje. Seis interrogaciones del periodista. Federico Garda Lorca, «.mořeno de luna verde», ha dado estas seis enjundiosas respuestas: I.—íQué características esenciales aprecias tú en el nuevo teatr o? —El problema de la novedad del teatro está enlaza-do en gran parte a la plastica. La mitad del espectá-culo depende del ritmo, del color, de la escenografia... Creo que no hay, en realidad, ni teatro viejo ni teatro nuevo, sino teatro bueno y teatro malo. Es nuevo ver-daderamente el teatro de propaganda —nuevo por su contenido. En lo concerniente a forma, a forma nueva, es el director de escena quien puede conseguir esa novedad, si tiene habilidad interpretativa. Una obra an-tigua bien interpretada, inmejorablemente decorada, puede ofrecer toda una sensación de nuevo teatro. Don Juan Tenorio es lo más nuevo que a mí se me ocurre, lo que haria si me lo encargaran. El teatro viene del Romanticismo al naturalismo y al modernismo (teatro pequeňo de experiencia y arte), para caer siempre en el teatro poético y de gran masa de publico, el «teatro-teatro», el teatro vivo... Cada teatro seguirá siendo teatro andando al ritmo de la época, recogiendo las emo- 155 Clones, los dolores, las luchas, los dramas de esa época El teatro ha de recoger el drama total de la vida actual Un teatro pasado, nutrido sólo con la fantasia, no es teatro. Es preciso que apasione, como el clásico —receptor del latido de toda una época—. En el teatro es-paňol actual no observo ninguna caracteristica. Sólo pue-den contarse cuatro o cinco productores. Y avanza un tropei de gente, imitándolos, peor casi siempre, natu-ralmente. Hay una gran crisis actual de autores.'no de publico. No llegan a interesar los autores, no... II—iQué consideraciones te sugiere la escena espa-nola actual comparada con la clásica del Sigh de Oro? Federíco ha hecho un gesto significativo. Sonriendo —cordial, irónicamente— ha contestado: —Vamos a callarnos... III.—Tu calidad de poeta dramático, čqué te permi-te decir sobre la poesía en el teatro? —El teatro que ha perdurado siempre es el de los poetas. Siempre ha estado el teatro en manos de los poetas. No es —claro— el poeta lírico, sino el poeta dramático. La poesía en Espaňa es un fenómeno de siempre en este aspecto. La gente está acostumbrada al teatro poético en verso. Si el autor es un versificador no ya un poeta, el publico le guarda cierto respeto Tiene respeto al verso en teatro. El verso no quiere decir poesía en el teatro. Don Carlos Arniches es más poeta que casi todos los que escriben teatro en verso actual-mente. No puede haber teatro sin ambiente poético sin invenciou... Fantasia hay en el sainete más peqúeňo de don Carlos Arniches... La obra de éxito perdurable ha sido la de un poeta, y hay mil obras escritas en versos muy bien escritos, que están amortajados en sus fosas. IV.—óQuedan supervivencias del siglo XIX en nues-tro actual teatro? 156 —Ya, ninguna. Tal vez, algo melodramático. De los autores malos de melodramas hay cierta influencia qui-zás sobre los actuales... Pero del teatro romántico no queda nadá. Y ésa es la desgracia de la escena espaňola. i Ha sido una reacción tan grande contra el Romanti-cismo!... El naturalismo y el modernismo han limpiado todo germen romántico. Por eso los versos que hoy se recitan son de diente para fuera. Se dice: «iQué bien riman, qué bien suenan!...», pero nadie Uora, nadie siente lágrimas en los ojos, como se sienten cuando ha-bla Zorrilla. Teatro poético, teatro romántico, el de Zonula. iQué Sancho Garcia! iQué Tenorio!... Ni rastro queda ya de aquello... De Adelardo Lopez de Ayala no sé si quedará algo. V.—iCuál es la situación de nuestro teatro en cuan-to a expansion internacionál? —Imagínate... jCon tantos paises de habla hispana! Tiene siempre nuestro teatro en esos paises un publico enorme, un gran publico ahora mismo que no puede sonar nadie, como no sea un inglés. Cuenta el teatro espafiol alii con la asistencia unánime de las grandes urbes. Un estreno mio en Buenos Aires lo aguardo con el mismo interes que en Madrid. Y no importa nada estrenar antes una obra en Buenos Aires. O en Méjico. Se siente alii absolutamente el teatro espafiol, porque está escrito en lengua espaňola y le es familiar, porque tiene sentimiento espafiol en el idioma. El espiritu del ldioma es lo que brilla. La traducción, por bella que sea, destroza el espiritu del idioma, hágala quien la haga. Es inútil... Tiene todo eso; figúrate. Interesa ahora mismo en todas partes. Interesa el que viene. Porque hay una gran reacción de minorías selectas intere-sadas en la poesía espafiola, principalmente en Europa. Esas minorías selectas de Europa se han percatado de que hay un grupo de poetas de enorme interes en Espaňa. Y a través de esto empieza a interesar el teatro, 157 lo de tipo más universal. A don Carlos Arniches no es posible traducirle con toda su grácia, aunque sea universal su tema. VI.—Sexta y ultima pregunta, Federico, dedicada a ti toda: iCuál es «tu día», cómo se desarrolla tu labor, qué obras tuyas prefieres? —En mi vida cada día es distinto. Trabajo bastan-te. Tengo ahora muchas cosas entre manos. En escribir tardo mucho. Me paso tres y cuatro afios pensando una obra de teatro y luego la escribo en quince días. No soy yo el autor que puede salvar a una compaňía, por muy grandes éxitos que tenga. Cinco aňos tardé en ha-cer Bodas de sangre; tres invertí en Yerma... De la rea-lidad son fruto las dos obras. Reales son sus figuras; rigurosamente auténtico el tema de cada una de ellas... Primero, notas, observaciones tomadas de la vida mis-ma, del periódico a veces... Luego, un pensar en torno al asunto. Un pensar largo, constante, enjundioso. Y, por ultimo, el traslado definitivo; de la mentě a la es-cena... No puedo indicar preferencias entre mis obras estrenadas. Estoy enamorado de las que no tengo es-critas todavía. Ha tirádo unas placas Zapata. Después la despe-dida. —Muy agradecido, Federico. —Con mucho gusto al servicio de Escena. Que. sea una vida próspera la suya es lo que sinceramente deseo. Y el gran poeta andaluz —poesia eterna de Granada la suya— nos estrecha cordialmente la mano. (Nicolas González-Deleito, «Federico Garcia Lorca y el teatro de hoy. La poesia dramática como obra perdurable. Ro-manticismo, naturalismo, modernismo... El autor de Yerma y el teatro romántico. Un dia siempre nuevo en una vida de re-novación», Escena, Madrid, mayo, 1935.) 158 X [ANTE EL EXITO DE YERMA EN MADRID] Hablamos con el poeta Garcia Lorca. No limitan nuestras miradas los muros de un escritorio cualquiera, ni los edificios de las calles ciudadanas. Estamos en pleno campo freute a las pequeňas montaňas albeantes del Guadarrama; entre la verdura embriagadora de los pinos del Parque del Oeste, frente al cielo limpido, altisimo, infinito de Castilla. —Ningún cielo como este de su Espaňa —le digo—. [...] Garcia Lorca me escucha amablemente. Es la prime-ra vez que le encuentro silencioso; pensativo. Es ver-daderamente extraňo. Siempre que estuve con el, ya sea a solas, o con amigos, hablaba brillante e inconte-niblemente. Y su palabra llegaba a regocijar como una combinación feliz de bengalas y de fuegos artificiales. Le hemos oído hablar de America Latina, como se habla de una mujer bonita y generosa que nos dio su amor y sus encantos. Y su voz tenia el empuje del 159