INU. I nic nació de la azuccna y dicen que era tin j oven mm bélo. Un día, I se cncontró con Yemayá, quien quedó tan cnamorada que se lo Uevó al fondo del océano para saciar sus apetitos carnalcs con el hcrmoso niancebo. Ticmpo después, la diosa se ahurrió de su amante y quiso dévolverip a donde lo había encontrado, pero Inle ya conocía los misterios del mar y había hurgado en sus más profundus sccretos. Para que no pudiera revelar nada, Yemayá le cortó la lengua. Dcsde entonces, cuando se desea ccmversar con ese orisha, bay que hacerio a través de la dueňa del mar. EL BAS IÓN DbOGUÉ Obalalá debía casar a su hija y advirtió que todbs los que preteneberan su mano, debían presenlaise el día seňalado en su palacio, con un bastón que luviera por empuňadura la figura de una cabeza humana con qjos, nariz y boca. De más está decir que todos los que ieni.ui habilidad se pusieri n a lallar su bastón en maděra, marlil y otros materiales. Los más ricos ofrecían cuantiosas sumas por k)s bastones con las características que reclamaba Obatalá, pues las riquezas y el poder que tenia eraii l.i que ningún hombre dejaba de eodiciar la mano de mi bija. En ese tiempo llegó al pueblo un comerciante llamado Ogué que, oyendo los comentarios que circulaban sobre la bija de Obatalá, de< idii i presentarse también como pretendiente. Pero Ogué no pudo conseguir que nadic le preparara un bastón. porque todos se encontraban cnľrascados en la tarea de prepararse el suyo. Fue asi que deeidió preparar él mismo su bastón. Buscó un igui d< maděra dura, tres names y maíz. Amarró los names én una de las pun-tas del palo y le bizo los ojos, la nariz y la boca con maíz. Ačti i seguido partió para el palacio de Obatalá, pues ya babia llegado el día para que se eseogiera al futuro yerno tlel orisha. Todos los que iban llegaudo debían decir su nombre en la puerta y entregar su bastón. Obatalá y su hija se mantenían atentos a los pretendiehtes que arri-baban al palacio, asi como al bastón que cada tmo t ntregaba, Cuando hubo llegado Ogué, que ľne el ultimo, lo> autitriont acercaron a examinar más detenidamente los bastones. I ,a bija dr ' >l ia talá seňaló una y le dijo al padre: Creo que es el mejor de todos, porque ha traído la verdad. Los otros traen maderas preciosas, fínas joyas, marlil y muchas on ... Este, sin embargo, trac la comida que es lo más necesario para la virla. De esta suerte, Ogué se convirtió en el futuro esposo de la bella jo-ven. Obatalá le indicó a los demás que fueran retirándose y recogieran su bastón en la puerta. 222 Cada hombre que se prescntaba a recoger su basión, veia com sor-presa que la prciida se convertia en utia hcrmosa mujer la mal, en to sucesivo, sena su esposa. Todos se retiraron y Obatalá le preguntó a Ogué para čuándo po-dían fijar el día de la boda. Ogué le respondió que lenia siembras y dc-bía primero esperar la recogida de los ľrutos para luego pudu rasarse. El orisha le entregó al futuro yerno uu saquito con scmillas y le diju que las esparciera en el lugar donde tcnía sus sembrados. Aquellas mágicas semillas dieron sus ľrntos a los pocos días v Ogué pudo recoger una coscclia ľormidablc. por In <11;<• niuv pronm. coniiajo matrimonio con la hija de Obalalá. VEWÁ Vcwá, la hija más pequeňa de Obatalá, era ya una linda mucha-cha. Su padre la euidaba como el más preciado cle los lesoros n ia joven, ajcna a las maldades del mundo se deleitaba con las fli »res de los jardines del palacio. Knterado Shangó de la helleza de la niuchacha no pudo resistir la tcniación de buscarla. Acostumbrado a sus láciles conquistas con las mujeres acudió presu-roso a los muros del palacio y suhió por mi árhol para \cr a la doncella que quedó dcsconcertada aute la presencia del desconocido. Clruzaron algunas palabras y el orisha del fuego conto presuntuoso en el güemileri su visiia, adomándola con todo lo quc pensó que pódia realzar su ima-gen de hombre irresistible. Los rumores de csla história llcgaron a oídos cle Obatalá, quien llamó a su hija decepcionado por lo que de clla sc decía. Yewá quedó dcsconcertada ante lo que le coutaba su padre y ťue tatito su dolor que le dijo: «Baba, nunca mis ojos miraron otro hombre que no Euera ustet I pero si el solo hecho de tropezar con un desconocido me ha causado tanto dano, permítame vivir donde los ojos de ningún hombre vuelvan a encontrar los míos». Obatalá penó por la decisión de su hija, pero se dio cuenta de que era ella quien tenía la razón. Por eso desde ese día Yewá ľne ;i \i\ir a Araonú el reino de los muertos, donde nadie ni por equivocación pui manchar su imagen. 224 EL COMĽRCIANTE ARRl l.\ \1)() EL NIŇO I'R( )1)K;I() n hombre tenia im ncgocio de venia de viandas y vegetalcs en la plaza, pero había conietido ei error de venderle liado a innrba gente, y nadie lc pagaba. Una ve/ en que Orula pasú por alli, le conto lo quo le sucedia y este le aconsejó que vendiera ňanies, pero que no le liata a nadie más. Al día siguiente el liombre trap su canasla con ňanies y los clientes, viendo el curioso tubérculo, comenzaron a preguntar de que se trataba. la c omerciante explicó que era una vianda dcliciosa, pn<-s lenia el sabor de la papa, el boniato y la yuca en una sola. Los compradores, con la boca hecha agua, sc entusiasnianm, pero el eonierciante exigió que todo aquel que quisiera ňame, tenia que pagar lo que adeudaba. Asi comenzaron los morosos a pagar sus cuentas pendientes v d negoí iatite gracias a la ayuda de Orula, al lin prosperó. ?3h el rey habia mandadoa clegollara todos los recién naeidos. porque el heehicero le liabía advertido qut- en aquella épo< a fiel aňo n.u i FÍa un varón llamado a sustituitlo. Cuando nació el nifio esperado, su ľamilia se atemórizó y quiso es-conderlo para que los guardias del rey no lo mataran. Pero aquel niňo <|iu: hablaba desde el mismo momento en qúe VÍo la luz. rlijo a gús lii-niiliares que no lemieran, que le dieran siete fleehas v piisieran la i una [rente a la pnetta de la easa. Los padres liieieron lo fjtte el niňo deeía. (luanrlo llcgô el primen. rle los soldados y se abalanzó sobte la cnna para arrebatar al niňo, se eiävi • la lleelta en nietlio ciel peeho y tnurió. Los seis siguientes. corrieron la misma stierte. LI rey, avisadf) de lo que estaba sueediendo, lue a ver íl niíi< i s !<■ hiz< > moforibaie, porque reconoeió su grandeza.