Viaje de tres hermanos Una vez salieron de viaje tres hermanos, cada uno con un buen fiambre en una alforja. Después de caminar por varias horas, el menor sintió cansancio y se le hizo dificil proseguir. Sus hermanos le dijeron: 'Te cansas porque te pesa mucho el fiambre que llevas. Nosotros nos lo comeremos, para que puedas caminar. Por la tarde tú comerás de lo nuestro". El menor acep-tó de inmediato, y pudo continuar. Sin embargo, al caer el dia, los dos mayores se apartaron para servirse la comida que portaban. El otro les siguió, reclamando: "Ustedes me prometieron darrne parte de sus fiambres". Mas fue en vano, porque ellos se negaron. Mas tanto insistió, que el mayor dijo: "Bueno, te daremos de comer, pero primero te vamos a sacar los ojos, uno para cada uno de nosotros". Y el menor, acuciado como estaba por el hambre, aceptó esa cruel propuesta. Y ahí nomas los mayores lo dejaron ciego. Le dieron luego de comer y se marcharon, dejándolo sólo. Se hizo de noche, y comenzó a caer la helada. Tantean-do, tanteando, el menor llegó a una cueva muy grande, que según se decía era la Casa de los Diablos. Una cueva junto a una laguna. Entró allí, el viajero, mas no pudo dormir por el intenso dolor. En eso fueron llegando, uno a uno, los diablos, para dar cuenta de lo que habían hecho en el mes que acababa de transcurrir. A las doce comenzó la reunion de los demonios, presidida por Luzbel. Freguntó éste al primero: "iTú qué has hecho?" 'Yo he hecho secar el río en el pueblo de Tucuhuaín y por eso ahora hombres y animales sufren sed, y bosques y sembríos se van secando". "Yo no te mandě para eso", dijo el jefe de los demonios, "y, además, Tucuhuaín es un pueblo que produce y vende kiwicha, quinua y tarhui a otros pueblos". "Eso se puede remediar", contestó el diablo, "porque en el centra de su plaza hay una piedra blanca, jy si escarban junto a ella saldrá agua!" Preguntó Luzbel al segundo: "Y tú icuál ha sido tu traba-jo?" "Yo saqué de su casa a tres hermanos, para que fueran en busca de trabajo. Y he hecho que le saquen al menor sus dos ojos". "Eso está muy mal", dijo el Jefe, "y por eso serás castigado". "Fero eso tiene remedio, Luzbel, porque ahorita el muchacho está en esta cueva, junto a nosotros, y está escuchando todo. Y sabrá que al amanecer los pajari-tos del bosquecillo que hay aquí cerca, al cantar dejan caer sus excrementos, v bastará con que se ponga un poco allí donde tenia sus ojos, para recobrarlos". Preguntó Luzbel al tercero: "A ver tú, £qué has hecho?" "Yo hice que un gran puma se comiera a una princesa". "Oh, eso me parece muy mal". "Seňor, pero hay remedio. Haré que alguien se acerque al puma, pero con un porongo en la cabeza, y portando un cuchillo. La fiera se comerá el porongo, y se pasará entera y viva a esa persona, que des-de dentro le cortará el estómago al animal. Y la princesa, entonces, se salvará". El hermano menor, el ciego, escuchótodo, en silencio, y esperó que los diablos se marcharan. Cuando asi fue, ha-bía ya amanecido. Salió, pues, y guiándoscpor el oído fue - 120 - - 121 - hacia donde cantaban los pájaros. Tendió su poncho y re-cogió un poco de sus excrementos, con lo que hizo dos bolitas, que puso luego en los cuencos vacíos de su rostro. Y comenzó a ver, pero sus nuevos ojos eran como los de los jilgueros. Camino asi hacia el pueblo de Tucuhuaín, donde el agua se había secado. Conversó con las autoridades, y les dijo: "Yo haré que vuelva el agua, pero díganme cuanto me paga-rán" El presidente de la comunidad contestó: Te daremos dos sacos de oro pero si mientes, te mataremos". 'Está bien", dijo el muchacho, y se dirigió a la plaza, acompaňado por mucha gente, e hizo escarbar junto a la piedra blanca. AI poco rato comenzó a salir agua, hasta formarse una co-rriente que parecía un río. Y los animales fueron a abrevar, y los campesinos empezaron a trazar acequias para regar sus tierras. Preguntó luego el joven por una muchacha víc-tima de un enorme puma. Y le dijeron que se llamaba Princesa, y que era muy bella e hija de un rico labriego. Fue entonces al páraje donde ella había sido atacada. En cuanto apareció el puma se puso el porongo y dejó que la fiera se lo tragara, y le dio muerte y rescató a la muchacha que se llamaba Princesa. La comunidad agradecida, se enteró del motivo por el cual los ojos del joven eran tan raros. Se buscó a sus her-manos, los mismos que al principio negaron el parentes-co. Después, avergonzados, admitieron su culpa, y devol-vieron los ojos a su hermano menor. Este y la muchacha se habían enamorado, se casaron y fueron felices. - 122 - LAZORRA Y EL CÓNDOR César Férez Araujo