siempre fuercn ne quenas promesas esperadas. Eran las condiciones -nie dije con los aiios- las que hubieran podido, pese a tu voz, abrir de tanto sueno una ventana que abocara al mar. Tu piel no fue el timon sino tu boca una canciön de cuna por los aiios perdidos y el latido de un tiempo que no nie pertenece bajo un tropei de enigmas morenos despeinados. No se cömo he llegado hasta tu lengua. Para que yo la hiciera mi complice en tus brazos la ciudad me guiiiaba sus ojos amarillos. Apostada en tu cuerpo como en ninguna plaza donde la espuma llega sin mäs olas, sin mäs tiempo que el justo para saber tu nombre con certeza. Me regresö la noche con una ambigüedad sin direccion, sin esa infantil fsima costumbre de color. Sin ninguna esperanza distinta o asombrada. Sus ojos eran miles de gestos amarillos. Extendida la arena mäs allä de las costas yo sostuve en tu cuerpo una formuiacidn de mi pasado. Nunea supe decirlo: parecieron fantasmas las luces de la calle tan cerca de riu forma de estar sola. Nunca supe decirlo con toda exactitucl: las islas -como barcos- PLAZA DE ABASTOS [23] L24] TERESA (IÖMEZ