FRANCISCO NIEVA TEATRO_GÓTICO LA SEŇORA TARTARA EL BAILE DE LOS ARDIENTES Edición J. Francisco Pena COLECCIÓN AUSTRAL ESPaSA CALPE TEATRU GOTICO LA SEŇORA TARTAR A! Función de farsa3 y calamklad ' Tártarti. Este término puede tetier una triple acepción, iinifi-cada por la idea de muerte o destruction: a) Un medicamento propio de los siglos xviu y XIX usado como vomilivo y con cierta carga toxica. b) Un pueblo de origen turco quo invadió el oeeidente europeo en el siglo XU. Ha quedado como sirabolo de barbarie y destrucción. C) Según la mitología clásica, región subterránea situada en el fondo de los inŕicrnos, donde Zeus arrojaba a aquellos que le ha-bían ofendido. Virgilio (Eneida, VI y Vil) deseribió el Tártaro como una gran prisión donde vivían las Furias. 2 Farsa. El término, de larga Iradición histórica, adquiere una nucva dimension en el siglo XX con las farsas de Chiarcllí y Crora-menlynch. En Espaňa, el principal ereador de farsas, en estc siglo. ha sido Valk-Inclán. Ruiz Ramón las define como «la adopción de un espacio dieciochcsco intcmporalizado en el que la materia prima sc eneuentra en disponibilidad para ber transfigurada y dotada de sentidos que trascienden su propio conienido» (História de! teatru espaiíot, vol. II, Alianza, Madrid, 1971, pág. 100). 1 Calamidad. Dcsgracia o infortunio que alcanza a muchas per-sonas. Se destaca, sobre todo, el carácter colectivo o social de la desdicha, asi como el valor fatal de su acaecimienlo. La seňora tártara lue estrcnada en el teatro Marquina de Madrid cl 3 de diciembre de 1980 REPARTO (Por orden de iniervención) MlRTiLA .................................... Ana M.* de Ventura Pertinax de Bosqueleandro Carlos Hipolito ARYSTÓN4................................. NicolasDueňas Firmamento5 .......................... Jose Pedro Carrion CambiCio6................................ Juan Carlos Sanchez DENARIO................................... Roberto Quintana Leona....................................... Tina Sainz Marques de Bosqueleandro Francisco Vidal Pasimina de Bosqueleandro7 Amaya Curieses Tártara................................... Manuel de Blas 4 Este nombre posee concomitancias con Aristeo, que. según la mitología gricga. era hijo de la ninf'a Cirene y de Apolo. Las Musas le ensenaron medicina y adivinacióo. Sc 1c alribuyen lambicn numc-rosos inventus. 5 Este personaje aparece frecuememente con carácier alegórico en los aoios sacramentalcs del siglo xvil. 6 F. Nieva repile con frecuencia los núsmos nombres en algu-nas de sus obras. CAMBICIO šerá también cl nombre de un personaje en Los esparioles bajo rierra, El baile de los ardienles y en sus novelas. Pasimina se relaciona con la onomžslica de la «opereta» die-ciochesca, / 06 FRA NCISCO NIE VA EQUIPOTÉCNICO Equipo de direction................... William Layton Arnold Taraborrelli Música ....................................... Ignacioy Fco. Nieva Artefacto crepuscular ................ Javier Navarro Estampación capa «Sra, tártara» Hugo di Perna Maquillaje y peluquería ............ J. Antonio Sanchez Marionetas................................. Albahaca Montaje lucha............................ Luis Sanchez Realization vestuario ................ Lolita Medina Realization decorados............... Manuel Lopez Atrezzo ....................................... Mateos Rumination................................ Jose Luis Rodriguez Ayudante de direction ............... Amaya dc Miguel Direciora de production............ Maria Navarro Época: todo sucede entonces, siempre y antes de siemprea. * # * Pide el autor que esta comedia se represente los días de niebla yfrío en un buen teatro caliente y scan sus espectadores muchachas que tejen sus vestidos en la propia oficina en donde prestaň sus servicios fumando demasiado mientras siguen una carrera, y muchachos tristes y sonrientes, altos y llenos de bolsillos, que las acompaňan siempre para dories todas sus opiniones. Ese publico no extraňará que en el vago principado * La indeterminación temporal es una consiante en la obru de Nieva. Otros ejemplos similares sc pueden vcr en Delirio del amor hostil, «Un ahora fugitivo y casi antiguo»; en Coronada y el toro, «Tiempo dc Expana en conserva»; en Malditas sean Coronada y sus hijas, «La acetón sc halla alcjada de nuestros días», etc. 108 FRANCISCO NIEVA germanica9 donde se desliza estafarsa calamitosa to-das fas rectus se inclinen y hasta se curven baja el peso del «expresionismo» l0. Ellas mirarán la pecera teatral can los ojos del garo competente y evasivo, morador de las cinematecas. Y apreciarán el gusto sugerente de li-rismas y angustias con que se presenta el interior, pobre, pero gótico11, en donde viven Arystón y Mirtila, sit rnadre. La cual llego rodando sabre penumbras en un sillón mecdnico de rápidas y difíciles evoluciones. El braza izquierda de Mirtila descansa en una especie de andamiaje ortopédico que también tiene mavimiento autonoma. La mujer es una acusada imagen de severi-dad y malhumor. MIRTILA.—Amanece. iMaldita noche! ;Ay!, cuando era mucho más jovcn y todos mc alababan el malhumor que mc produce la vida repetente, dormía mejor. ;Qué aňos aquellos tan famosos! Pero bien ganado me tengo También las alusiones espaciales suelen ser inconeretas, con !o que incide en cl valor universal de las siiuacioncs. En un pais germánico sitúa la acetón de Nosferatu: -•Eslamos en la Europa fatal del expresionismo. El Danuhio la eruza irremisiblementc.» Se potencia el carácter románlico de la obra. '" El expresionismo es una corrienle artíslica que tuvo su principal desarrollo en Alcmania a príncipios de siglo en el marco de las vanguardias. La influencia que ejerce en Níeva se manifiesta no sólo por las liuellas de Bertolt Brecht, síno, sobre lodo, por una ac-titud estética coincidenle en la que la plastica del contraste se cons-tituye como eje fundamental de la expresividad. 11 Nieva llama al conjunto de obras de farsa y calamidad. entre las que se eneuentra La seňora teírtara, teatro «gótico», por analógia con la novela gótica. (Ver Iiitroduceión.) LA SEŇORA TÁR7ARA 109 ahora el descansar ambulante en estc sillón maquinal,2, porque, a decir verdad, si tuviera que trabajar después de lo mimada que fui por mis padres y marido, Dios to-dopoderoso se estaría comportando hacia esta su pobre sierva de una forma divinamente descortés. Y me hubiera costado un gran esfuerzo no retirarle mis simpatías y el tesoro de mi confianza. Pero soy una mujer justa y no hay duda que lo merezco. jPobre Ary! <,Dormirá aún'? Habrá estudiado durante toda la noche para honrar a su madre con la carrera de Dcrccho, después de haber rematado la de picudas matemáticas, la de ingeniero y la de médico. Porcinco veces seguidas aprobó su bachillerato aguar-dando tener los aňos de pisár la Universidad, y demuestra ser el hijó de una mujer notable por inteligente y virtuoso. Y, con todo y ser yo su madre, aún no tengo un medio busto de piedra en el Parque Municipal, jlnjusta patria! Ary, ^estás ahí? Despierta, hijó, y atiende a una pobre mujer desconsolada que va buscando conversación. (De repente se muestra PERTlNAXy los dos dejan escapar una exelamación.) ^Quién es usted? ;Socorro! jDios todopoderoso. protege a tu sierva! iQué equivocación si mc desamparas! (Busca en su bolsa de labores, que lleva colgando a un lado, y extrae una pistola con la que apunta a PERTINAX.) 12 Maquinal. De máquina. Alude a los diferentes mecanismos que tiene acoplados para favorecer el movimiento de Mirtila. no FRANCISCO NIEVA No se mueva. Vuélvase de espaldas y levante los brazos. Pertinax.—(De espaldas y con los brazos en alto.) Seňora, seňora, un poco de calma. Soy Pertinax dc Bos-queleandro, un buen amigo de su hijo. MIRTILA.—iY que hace usted aqui"? ^Dónde está Arystón? Hable y no me mire con esos ojos de asombro. Pertinax.—Seňora, le estoy dando la espalda. MIRTILA.—Es igual. Vuélvase y le demostraré que me está mirando con asombro. (Pertinax se vuelve. Mirtila dispara en el aire. Pertinax se queda helado. Ella guarda la pistola y saca del bolso un espe-jito con mango que sitúa ante los ojos del muchacho, un lipo troquelado por su família con notable distinción, aunque ahora vaya disfrazado de intelectual pobre.) ťlLo está viendo? Pertinax.—Si, si... Mirtila.—<.De modo que es usted hijo del marques de Bosqueleandro? Yo creia que en su familia sc anun-ciaban con la trompa sonora13 antes de entrar en las ca-sas de la pobre gentc indefensa. (Se guarda el espejo.) Está bien. Báje los brazos si lo encuentra más cómodo. Diga de una vez dónde está mi hijo. 13 Anunciarse con la trompa sonora cs propio del protocolo feudal. LA SEŇORA TÁRTARA m Pertinax.—Ary salió a la carrera con intento dc sal-var a un viejo enťermo. Tan sólo a él reeurrieron como ultima esperanza. Y le ruego que me perdone. Yo..., yo he venido a refugiarme en su cuarto porque, en fin..., es un tanto largo de contar. \j& policia del Gran Duquel4 me persigue por una desgraciada cucstión. (Que ob-serva elfosco ceno de MIRTILA al escuchar estas pata-bras.) Le aseguro, seňora, que tenia seriös motivos para hacerlo. Yo..., yo. (PERTINAXse abstrae en la contem-plación del complicado vehicufo.) Mirtila.—iQué m'ra usted ahora? ,,Mi máquina de reposar? Paciente invención de mi hijo, que trabajó muy de firme en su ejecución. Este fuc su atento regalo al terminar ingenien'a l\ Nadá más justo. Esto bien me lo debia en pago a la educación y de los buenos princi-pios que yo le inculqué, como quien dice a pie de euna. Me recuerdo yo muy bella en aquella postura. Y parece mentira que ningún pintor se diera ťama con un cuadro de tanto efecto. (Evoluciona prestamente en su carri-coche.) ^Eh? <,Qué le parece...? Pertinax.—jAsombroso! Arystón nunca me habló de ešte invento de ingenien'a ortopédica. Porque tam-bién tiene usted aquel brazo paralizado. MIRTILA.—jNo sea insolente! Yo nadá tengo párali- M Tttulo del soberano de un gran ducado. Esta figura alcanzó especial relevancia en Alemania. 15 Los invenlos mecánicos y articulados abundan en la obra de Nieva. En Nosferatu, cl vchículo mecánico de la Aurora vucla ocu-pado por tres personas; cn El baile de los ardientes aparece un Cristo con un brazo articulado para impartir la bendición. 1)2 FRANCISCO NIEVA zado. Ary no quiere en absoluto que trabaje. Y este brazo, por ser izquierdo, sabc hacer muy poca cosa; pero mi Ary lo ha dispuesto para que, con mucha dili-gencia automática, se ocupe por su cuenla en hacer al-gunas labores poco gratas. Sabe lejer muy bien para los necesilados de la parroquia y jamás corta la mayonesa. jAh. no quiero criadas a mi lado, esas meticonas...! Además, somos pobres, y lo juslo es que haga por mí misma los trabajos más degradantes. Aunque lambičn sería juslo que no los hiciera. Hs injusto que los pobres trabajen. jAh!, y estc brazo también sabe propinar las más severas bofetadas. Una mueslra de que Ary sienie todavía la nostalgia de su niňez. (Amenazándole.) Si es usted un impostor, ya se puede poner en guardia. Pertinax.—No soy un impostor, venerada seňora. Soy Pertinax de Bosqueleandro, pero reniego de mi apellido, me avergüenzo de él. MlRTlLA.—[Ah, un mal hijó, por lo que veo! Co-nozco a su padre, una bellísima persona. Ustcd morirá en la horca. Pertinax.—Pero, seňora, no me juzgue asi. Ya le he dicho que es largo de contar. Mirtila.—(',Si? Pues cuente, cuente, y distraiga a una pobre ancíana sedienta de novedades. (te sehala una silla y se dispone a escu-charle con una trompetilla aplieada al oído. Torna también unos espejuelos con mango '* y se los acerca a los ojos. PERTl- Espejuelos con mango: anieojos. LA SEŇORA TÁRTARA 113 NAX se deja caer en la silla con mucho aba-timiento.) Pertinax.—jMe muero de hambre! Cuando Uegué nadá pudo ofrecerme Arysión. Dijo que, acaso, más tarde... \ Yo desfallezco! Mirtila.—jDesfallece! jEl hijó de un marqués! ^Será justo o no lo šerá? Esiá usted en casa de personas decentes a quien Dios sólo da de comer a sus horas. Pues aguarde un poco y vcamos si ya hay pan en el cajón. (Inspecciona en un gran cajón anichado en la pared.) jVaya, pues no hay pan! iQué se le va a hacer! Usted no se preocupc, porque debe ser un designio de Dios. No ponga esa cara. Confíe en la misericordia divina. Pertinax.—Pero si dice que no hay pan... Mirtila.—Haga méritos y lo habrá. Pertinax.—^Méritos...? En fin..., no sé cómo em-pezar. Vera. Todo ha sido por causa de la convención estudiantil y por el partido de la Luna Democrática. MIRTILA.—jAh, que horror! jHa llegado la perdi-ción! <,Y dice que le busca la polícia? Por ese asunto te-nebroso es por lo que no hay pan en el cajón. ;La political He aqui una prueba, la más cierta, de que Ary lo ha equivocado todo. jAy, estoy harta de sufrir! ;Ary, Ary! óQuc has hecho de tu madre...? Pertinax.—No se ponga asi. Su hijo es un modclo de hombrc. El líder de nuestra juventud. Mirtila.—^Tranquilizarme cuando ailn no ha llegado el pan? Ustedes, los hijos de los marqueses de Bosqueleandro, comen pan y bizcocho a todas horas. 114 FRANCISCONIBVA Y, para colmo, les parece muy bonito rcnegar de sus apellidos y dedicarse a conspirar en las espesuras del bosque a la luz de la luna. Y ahora, cuando se les cura-ple el capricho de desfalleccr un poco, todavía se que-jan. Pero los Arys dcsgraciados pudieran desfallecer del todo y dejar a sus pobres madres prisioneras de un ca-rrusel como éste. jAy. quč desgracia! jDéjeme salir!, tengo que hacer una carrera peregrina solicilando com-pasión. Otro motivo para un cuadro si supieran pintar la História en ešte maldito pais. (Se äesmaya, a la vez que Ary llega rauäo por la puerta delfondo y se precipita hatia su madre. Trata con tiernas sacudidas de hacerla volver en si.) ARY.—jMadre, madre...! iQué ha ocurrido? Perli-nax es mi mejor amigo. (A Pertinax.) ^Puedes con-tarme que ha succdido entre vosotros? ť,Qué le has dicho? Pertinax.—&Yo...? Ary, ella es una digna mujer, digna de ser tu madre. Primero cuesta Irabajo saber si es justa o no, pero luego se comprueba que si lo es. jMujer notable! Y yo he venido a traer el desorden a esta casa. jSoy un desdichado! Ary.—j El desdichado soy yo! Confieso que no puedo más. He salvado a ese pobre hombre; he arran-cado de las garras de la muerte la vida inútil de un an-ciano; vengo rendido de un viaje, del que he corrido la mitad a pie, por no cansar al caballo, y ahora... LA SEŇORA TÄRTARA 115 MiRTiLA.—(Que aha la cabeza con naturalidad.) iTe han pagado? Ary.—No, mamá. Mirtila.—(A Pertinax, sardónica.) ^Lo está viendo? Hsto es la gloria pobre, el talento heroico. listed, con sus influencias de família, se lo puede ir rela-tando al alcalde, a los concejales... Que promuevan una colccta popular y nos la entreguen cantando en coro lo que pida la circunstancia. Sena lo justo. Ary.—Son inutiles esas reclamaciones. Olvidemos ahora los coros. (Mira elfondo del cajón.) jCómoí ^Todavía no hay pan? Pertinax.—Pero (.como puede haber pan...? Ary, Ary, eres admirable. Yo no podia pensar que tú... Ary.- -Si, que yo, el joven maestro, el líder... Mirtila.—Y su madre la desdichada, dos figuras de utilidad publica... Pertinax.—... Padecieseis esta agónia. Mirtila.—Una observación muy justa. Pues me ale-gro que sea testigo. Ya lo vera. Nos crccemos en la ad-versidad y, sin embargo, no hay un curioso que se pare a admirarlo por esa ventana. Pero yo debo continuar haciendo algo que sea justo. Y lo más justo es que me lave. La limpieza es uno de nuestros lujos más dispen-diosos, y a Dios le regocija mucho que los desgracia-dos se laven. Pero escucha lo que te digo, hijo mio: si hoy no me regalo yo con lodo lo que sc dcbc a mi vejez y a mis sacrificios, a saber: un pastel de pescado, que tanto me gusia; dos huevos pasados por agua de un bal-neario acreditado y unas almendras de Turquía, para entretener mis pobres dientes descabalados, piensa si í 16 FRANCISCO NIEVA no habrás fracasado en tu vída. (A Pertinax.) Y usted piense también si no habrá nacido tonto. (Se va.) Pertinax.—jAdmirable! jBuena y šanta mujer! ;Qué energia! Cómo has de quererla, Ary. Ary. -La venero, Pertinax. Pero no te niego que en algunos momentos no soporto tanta justícia. Esa es la verdad. Después de lo que me he estrujado el cerebro para su comodidad —cl invento de esa silla mecánica me ha costado aňos de insomnio—, después de que nin-gún día le ha faltado un menu de reina madrc, no hay quien le cierre la boca pidiendo lo que es más justo. Yo le proporciono cuanto desea y cada día se termina con un final de cuenlo de hadas. <,Qué cara de hada tengo yo? Dimelo, sinceramente. Pertinax.—No sé. Pero, en fin, yo pienso que, con el pělo revuelto y sin afeitar, sueles dar muchas espe-ranzas. Ary. jPues ya empiezo a flaquear! ^Cómo vamos a salir de pobres si vivimos como príncipes? Es mi ca-bcza la que no puede más. j Son tantos los compromi-sos! (Sombrío.) Y todavía me extraňa más que no hay a pan en el cajón. Pertinax.—Pero <,cómo puede naber pan si nadie lo ha traido? Ary.—He construido un conducto para que lo man-den fiado sin tomarnos la molestia de ir a pedirlo. Yo trato de resolver las cosas del modo más justo. Una po-bre mujer como ella se merece esas atenciones. (Cae sobre una silla y se apoya en la mesa con la cabeza en-tre las manos.) jMi cabeza. mi pobre cabeza! Vuelve a IA SEŇORA TARTARA 117 tu casa, Pertinax. Acepta de buen grado la tirania de tu padre, antes de vivir asi. ;Maldita sea mi suerte! PERTINAX.—j Y soy yo quien ha venido a refugiarse en tu casa! Me descubres un precipicio. iQué dirían los del grupo si te vieran en tal estado? No me parece electoral. ARY.—Espero que, cncima, no me vayas a hacer re-proches. (Se escucha un golpe seco en el cajón.) <,Es-cuchas? Acaba de llegarelpan. i No hay justicia en este mundo, no la hay! (Cast solloza.) Pertinax.—Pues <,no dices que ya han mandado el pan? Alguna justicia debe haber. Ese pesimismo no es de buena ley; es... antipopular. Un pesimismo aristo-crático. ARY.—Pero i,qué clase de milagros esperas tú, mi pobrc amigo? Ese pan va acumulando una cuenta que no tcngo más remedio que pagar. ^O picnsas que es un regalo? <,Qué importa que vcnga a nosotros por unos medios más o menos ingeniosos? Es el ingenio el que nos pierde. Lo peor es que la vida nos obligue a sacrifi-carnos con ingenio cada día un poquito más, en lugar de obligarnos a romper con todo para empezar con otros propósitos. jEn fin...! Dame un trozo de pan. Pertinax.—(Se alza de su asiento, abre el cajôn y saca un ladrillo en el que vierte atado un papeL) jCa-ramba! ;,Sabes que no es cl pan? Es un ladrillo que te mandan con una nota. Ary.—jLa cuenta! ^Y tú crees que esto es justo? Pertinax.—Desde luego es menos justo que si hu-bieran mandado el pan. Ary.—(Echando un vistazo a la nota.) jTreinta du- 118 FRANCISCO NIEVA cados " o no hay más pan! Y pensar que no hace mu-cho cure de la caspa a la mujer del panadero... MiRTlLA.—(Entrando en su carricoche.)Y muy bicn que hiciste. Algo muy justo. Pero otra injusticia espan-tosa se está fraguando en mi cstómago. Falta media hora para que esia mujer reciba el premio de toda una vida de sacrificios. Una pobre mujer que, al cabo de se-senia aňos, pidc como supremo bien un simple pastel de pescado. Si esio le parece mucho» habrás perdido todo sentido de las proporciones, de las pesas y de las medidas. (Vuelve a salin) PERTINAX—fEscandalizado.) ;Hmm...! <,La has oído? Eso me parece cruel. Ary.—^Cómo te atreves...? Ella ha irabajado durante veintisiete aňos en hacerme un hombre completo para que yo pueda ofrecerle esia maňana un miserable pastel. ^No pcnsarás que lo juslo hubiera sido que ahora me diese de comer después de haberme conver-lido en un tonlo? PERTINAX.—Ni una cosa ni la otra. ARY.—jEso es! Que no comiéramos ninguno de los dos. PERTINAX.—Digo que no fueras tan inteligente y que le dieras de comer sin uintisima dificultad. No llegues a la paradoja, porque eso resta simpatra. 17 Ducados. Moneda que comenzó a labrarsc en Venecia hacia 1280 y que tuvo una amplia difusión en Europa y especialmente en los pafscs mcditcrráncos. Dcjó de conoccrse por lal nombre en Espaňa a principios del siglo Xvn. Este tcrmino profundiza en la inconereción temporal. Se relaciona con el mundo gótico que carac-ieriza a la obra. LA SEŇORA TÁRTARA 119 Ary.—;Me estás insultando! Asi habla el ala román-tica de la Universidad de Gotingal8 y el partido de la Luna Democrática. Buscáis un jefe incorruptible, ejem-plar, pcro con una condición: que no se pase de listo. PERTINAX.—No. Ary, yo no he querido decir... jOh, no puedo soportar el verte sufrir de este modo! Porque no cs un buen ejemplo. Tanta pobreza es demagógia. Ary. —í Asi me pagáis vosotros que yo pase por este trance, por negarme a hacer un puente para que crucen por él los sucios lansqucnetes '9 del Gran Duque, que no injcrtarle un riňón nuevo a ese borracho impe-nitente! Bien me lo lengo merecido. PERTINAX.—No, Ary, no hables asi. Te propongo una soiución. Escucha. Mi hermana, la pobre, tiene un cerebro... Bueno, es un ccrebro Ueno de bucles que ya le vienen dorando, a través de generaciones, desde los tiempos de Carlomagno. Pero... habrá que recurrir a su dote para que se benefice el grupo. ^Me comprendes? jEl grupo, Arystón, tu grupo! ARY.—Pero <,qué vileza me propones? /,Asř me juz-gas? ^Así juzgas a Pasimina? Deja a tu hermana en paz. No quiero ayudas, sino un diluvio mayor para salir más a flote. " Goiinga es una ciudad de la Baja Sajonia cuya Universidad fue fundada en 1737. Rslaba encuadrada en la Hansa leutónica, liga de ciudades mercaniiles. y aún conserva edificios románicos y gó-ticos. iMnsquenetes: nombre con que se conocía, en los siglos XV y xvi, a los merecnarios alemanes al servicio de los diversos ejérci-tos europeos. no FRANCISCO NIEVA (Extraňos golpes acompasados suenan en la puerta delfondo.) Pertinax.—;Eh! iQúé es eso? jLlaman! jEs la polícia! ARY.—Quieto, no te älteres. (Hace que escucha.) No, no es eso. Pertinax, temo desilusionarte. No creo que la polícia te busque con tanto encono. Y tú ticnes un valedor. El marques de Bosqueleandro juega a la pi-dola20 con el Gran Duque; les apasiona esc deporte... Pertinax.—ô Qué te atreves a insinuar? jAhora eres tú quien me insulta! Ary.—Calla, porque me temo lo peor. Son martilla-zos. jAh, esos martillazos! ^Por qué habre invocado el diluvio? No sé que cosa terrible ine está anunciando el corazón. Pertinax. - Ary, estás lívido. <,Crees que el diluvio se anuncia con esos golpes tan secos? (Cesan los golpes. ARY se dirige hacia la puerta; primero duda y luego la abre con decision. Sobre la puerta hay clavada una tabla en la que se lee claramente SE VENDE.) Ary.—iLo suponřa! La casa se ha pucsto cn venia porque hace aňos que no pago las tasas. Nuestro Gran Pidoia: juego dc muchacbos que consisie en sahar por encima de nno dc cllos cncorvado. Contraste de matiz espeqiénlico entre el juego infantil y la importancia social de los jugadores. lA SEŇORA TÁRTARA 121 Duque humilla a la oposición, tratándonos como a unos cualquieras. (Medita.) Y lo raro es que no deja de pare-cerme justo. Pertinax.—^Justo, dices? i,Asi piensas? Le das posada a tu enemigo. Ahora si que te compadczco. ARY.—(Luego de cerrar la puerta y quedar aconta-lado21 tras ella.) No me compadezcas. Quiero sufrir, dudar y sufrir hasta no poder más, hasla inťlarme como un globo y escapar hacia lo infínito. Pľrtinax.—i Y ahora te permites dudas? jDeser-ción, escapismo, vcraneo...! iCuidado! Porque esas dudas te condenan. Y la duda no es alegn'a. <,Cómo puede concebirse un dirigente sin alegría? Se ha llegado a comprobar que el bucn politico ríe durmiendo. (Entra de nuevo MlRTllA, y lleva engan-chada a su vehiculo una máquina barre-dora muy aparatosa y primaria, con un gran juego articulado de escobas.) Mirtila.—j Ay, qué vida la mia! Todo el dia traba-jando con alegría y esperanza para que luego llegue la hora de almorzar y, con todo mi raciocinio, carezca de un pastel dc pescado que cualquier gato scria capaz de procurarse con un poco de astucia. 21 Acomalado. Nieva crea con frecuencia neologismos si-guiendo su idea de que la «palabra se mueve». Esie mismo, con el signifícado de «apoyado», lo emplea también en Delirio del amor hostil: «Floreano, "acontalado" cn sus paredes, sáca un pitillo y lo enciende.» 122 FRASCISCO NIEVA PERTINAX.—jEh! iQué nuevo artilugio es ese? Ary.—Una máquina barredora. ^No lo ves? Olro in-vcnto de los míos y de fabricación muy casera. Auiique es algo que no sc improvisa. Más noches de sacrificios robados a mi libertad. Pero, claro está, que mi madre careciese de tan utiles complementos no sena justo. Pertinax.—Todo se puede dar por bien empleado. jQué precision! jQué diligencia! Ary, algunos de estos inventus te pudieran haccr rico. Mirtila,—Exacto. Ya eres un modelo de hijos. /.Que irabajo te costaría ser un modelo de ricos? Yo he visto bien que los hay. Y de una perfección que empa-laga. Altos, guapos, ni siquicra se acatarran. Tu con-flicto está en elegir, porque tú lo quicres todo. y eso no puede ser, ní el grupo te lo agradecc. Ary.—No lo agradece, es verdad. Ahora comprendo que yo solo no puedo dar abasto a las necesidades que tiene el mundo de vivir algún día con justicia, pruden-cia, fortaleza y lemplanza. Pertinax.—<,Que no das abasto, dices? Eso es renegar del grupo y ponerte en entredicho. No es justo. Porque lo justo en sociedad es que entre íodos consiga-mos que uno cualquiera de nosotros consiga lo que to-dos necesitamos sin conseguirlo. Ary.—iNo sen'a más justo pensar que todos lo puc-dan conseguir? Pero no; a decir verdad, no todos puc-den. No podemos. Pertinax.—<,No todos pueden? ^No podemos? i Nos insultas! Los que tú dices que no pueden, bašta que se unan al grupo, que se hagan fuertcs y lleguen a ser capaces de conseguir ellos solos lo que queremos entre todos. IA seXora TÄRTARA 123 MiRTiLA.—Eso es inútil y diťícil. Pero Ary puede conseguir más fácilmente que no quede desatendido el estómago de una buena madre que, sin formar grupo con nadie, ha conseguido para él las palmas de la gloria. Ary, he leido muy buenas novelas morales, todas las comedias de Kotzebue22, y te ha creado mi imagi-nación exaltada tal y como ahora le muestras: una persona muy normal. Trabaja. insiste, haz todas esas cosas que no pueden hacer los demás, y vencerás. Ary.—Si, madre. No me atormentes. Todo lo ven-ceré sin decaer. Tendrás tu pastel de pescado aunque tu-viera que vendenne. Pertinax.—Ya sé que piensas venderte. Ary, tú me decepcionas. Mirtila.—Lleva razón este joven. Debes ser justo y ser rico sin venderte y dedicarte a buscar la felicidad del género humano en los ratos libres. Si siguieras estos consejos, de seguro te levantaban una estatua cn el lugar más visible de la ciudad. Trabaja, lucha, aprovecha tu juventud, que cuando tengas esa estatua ya descansarás. Ary.—(En plena crisis.) jAsí, asi quicro sufrir! jQuiero sufrir, sufrir! jQuiero saber que hay al otro lado de mi sufrimiento!y 21 Auiorlcatral de origen aleroán (176l-1819)cuyaobradra-mática está nulrida por el espírilu hurgués conservador y el semi-mencalismo propio de fines del xvill. Se dedicó tamhién a espiar las actividades de la juventud liberal. 23 Estas expresiones, además de su time romántico, nos recuer-dan las de Unamuno en Del sentimienio tfágico de la vida. Tam-bién para él el .sufrimiento y cl afán de saber sc encontraban cn la base de su existencia. 124 FRANCISCO NIEVA Mirtila.—Pues no sufras, que eso es malo. Pertinax.—Eso, no. Sufrir, /.por qué? Aunque lamo me decepciones, no deseo verte sufrir. Es disciplina. Pudieras dcsmoraüzarme y llegar a sufrir yo lambičn. Mirtila.—ť,Lo ves? Te estás ponicndo en ridículo por sufrir delante de un hijo del marqués de Bosquc-leandro. (Llaman a la puerta.) El que ahora llame a esa puerta y no nos traiga la solución de todo, puede sen-tirsc seguro de que lo tendré por una criatura muy banal. (Alto.) <,Quién llama? Una voz dentro.—jFirmamento! Mirtila.—jComo! iM'\ primo Firmamento a esias horas y después de tamo tiempo...? No me parece muy banal. ^Será justo abrirle? Ary.—iClaro que es justo! Pertinax.—jAI contrario! No lo es. jDios mío, ese hombre es un amigo de mi padre, un antiguo compin-che! Vendrá siguiéndomc. Ary, te lo ruego, hazme es-capar como puedas. Mirtila.—Sf, que se vaya. Bastanle tenemos con lo nuestro, y él nos puede comprometer. Pertinax.—Seňora, ese viejo loco y avaro es capaz de cualquier villania. Voz dľ Firmamento.—jRayos mil! Todo lo estoy oyendo desde el otro lado. <,Crccn que están represen-tando una tragédia on el teatro?2i. 24 Como en la acolaciön iniciál, y en muchas olras obras, sc aiude directamenle a la rcprcscnlación. Es una forma de conseguir la «teatralizaciťm del leatro», una de las conslantcs en la obra de Nieva. LA SEŇORA TÁRTARA 125 Pertinax.—(Muy bajo.) Nos ha oido. Voz de Firmamento.—(En alio.) Si, oido. ARY.—Hagámosle entrar sin lemor. Estás en mi casa, Pertinax. (Abre y entra FIRMAMENTO, anciano extravagante, agresivo v maligno. Viste una ca-saca de lo más fúnebre ribeteada con tren-cilla de sucia plata. A los lados de la cara le caen los rizos iguales de una consunta25 peluca del siglo anterior. Lleva un sombrero que parece una torre, con un reloj adaptadoy bien a la vista26.) Firmamento.—<,De modo que esta es considerada todavía la casa de mi esclarecido sobrino. una casa que sc halla en venta por deudas al Estado? Mirtila.—<,Qué estás diciendo, Firmamento? Firmamento.—Lo que oyes. <,No has visto este le-trero? Mirtila.—(Advirtiendolo.) jAaah...! (A punt o de desmayar.se, da un impuiso a la máquina barredora y ésta se abalanza sobre FIRMAMENTO azotándole los pies.) FIRMAMENTO.—jSocorro! No suelten a ese maldito aparato limpiador. jQué malditos inventus! (Ary de-tiene la máquina. A Pertinax.) Y, en cuanto a usted. a Consunta: partie ipio pasado irregular de consumir. 26 La figura de Firmamento muestra con claridad el valor sig-nificativo de la plastica expresionista. 726 FRANCISCO NI EVA caballerito, sepa que su padre, asi como yo, ignorába-mos su escondrijo y no nos importaba nadá. (Encarado con su prima.) Mirtila, he venido a poner término al hundimiento de este desdichado idealista de mi sobrino y a los desórdenes de esta absurda mansion. (Por la ba-rredora.) ^Tú crees decente que unos pobres de solem-nidad como vosotros se permilan lener estas máquinas tan adelantadas? Mirtila.—No seas estúpido, Firmamento. El apa-rato no ha costado nadá. En ese invento se ha empleado un montón de sartencs vicjas y otros objctos dcsecha-bles. jAy, estos hijos tan ingeniosos! Ary.—Todos tcncmos el dcrccho a ingcniárnoslas para cumplir el menor esfuerzo. FIRMAMENTO.—jNo me hagas reír! Nadie trabaja más que tú y con menos provecho. Ahí le tenéis, estru-jándosc la cabeza para mejorar la suerte de la humani-dad y enhebrando pelos en el microscopic sin cobrar si-quiera lo que cobra una bordadora. Y, entre tanto, prima Mirtila, tú no te hartas de reclamar comodidades, blan-duras y servicio rápido. Tú, tan sufrida y modesta un tiempo, que no entrabas en mi casa con zapatos altos ni peinada para arriba; la misma que hoy no levanta la mano sin darle primero a un botón. Mirtila.—<,Cómo se puede dar a un botón sin le-vantar primero la mano? [Le da a un botón y, con el brazo articulado, propina a Firmamento una bofe-tada.) Quítate el sombrero en la nua, Firmamento, que estás en la mansion del ťuturo. En él sc daran bofctadas mecánicas con el mínimo esfuerzo. IA SEŇORA TARTARA 127 Firmamento.—Te atreves a abofetearme usando la superioridad de la ciencia. Me parece un abuso ridículo. Pertinax.—Si la ciencia lo puede todo, no extraňe que se le pida un pisotón superior al que podcmos dar con el propio pie. Firmamento.—Estos jóvenes revolutionäres, siem-pre tan amigos de novcdades, y luego, luego no saben escribir una palabra con buena letra gótica. jAh, qué těmihle amenaza se čierne sobre el mundo si no volve-mos pronto al gótico! (Por Ary y MIRTILA.) Y, en cuanto a vosotros dos, digo que debiera retirarmc por seme-jante acogida. jlnsensatos! <,No escuchasteis lo que os propuse en un principio? He venido a salvaros. Mirtila.—Siéntate, Firmamento, y deja esa torre encima de la mesa. Firmamento.—(A Arystôn.) <,No adviertes? Tu bucna y šanta madre, porque no la lachen de ingrata, sólo le pide que se siente a quien le ayude a levantarse. Mirtila.—Pues no hay quien levante una merdacha27 si no es por el interes de esconder debajo un doblón. Y tú eres de esos. Mucstramc tus intenciones a las Claras, si no te avergüenza mucho que te hayan salido torcidas. Firmamento.- -(Se dirige a la puerta, le da vueltas a la llave y se la guarda en el bolsillo.) Lo toreido es lo salomónico28, y el tornillo es invento prodigioso, hijó de alguna mente retorcida. I.a ciencia es también saca- Merdacha: derivación eufemíslica de mierda. 28 Salomónico. Se refiere a las columnas salomónicas, propias del arte barroco, cuya decoracíón se retuerce en espiral como cl ior-nillo o e! saeacorchos. 128 FRANCISCO NIEVA corchos, Mirtila. Y yo he debido torcer la Have en la cn-traňa de esa cerradura para daros a entender que ahora sois mis inquilínos y, si quicro, mis prisioneros, porque ya he dado aviso a mi banquero para que me adquiera la casa sin más lardar. Mirtila.—i Ay, qué desgracia! j Y qué ridicula ce-guera la de tu madre cuando te puso Firmamento! (Casi se desmaya.) Ary.—(Que la socorre.) jMadre, madre...! (Mirtila le hace un gesto de repidsa.) Firmamento.—Pues lo encuentro muy natural. Tambičn los amantcs sapos le llaman cielo a sus cscuer-zos29. Pero vayamos a otra cosa. Cierto que esta casa es mi'a, aunque pudiera ser la vuestra si aceptáis ciertas condiciones: Ary debiera dejar a esc ingrato populacho que, por otra parte, tanto critica a sus espaldas que no multiplique ios peces para poneiios en salmuera, por si escasean. Y debe entrar desde ahora a mi exclusivo ser-vicio. Estoy viejo y cnfermo, pero quiero vivir todo lo que me permitan mis medios económicos. Yo pagaré. Y él es un sabio, un gran cientifico, que le hizo creccr el pelo al violinista Paganini 30> sin lo cual ese indivi-duo no hubiera hccho tan gloríosísima carrera. Pero I con qué le pagó aquel rascacuerdas? Di, ^con qué te 29 Estueno: sapo. La humanización de eslos animates, a los que imagina llamändose «ciclo» en la relación amorosa. ironiza profundamenle lanto sobre la propia relación corno sobrc el perso-naje FIRMAMENTO. K Violinista y compositor italiano (1782-1840) que recorrió con su música varias ciudades de Europa. M SEŇORA tArtara 129 pagó? jLe tocó c! violin! Asi, como suena. ^Puede man-tenerse nadie en este mundo de que le toquen el violin? Yo, sin embargo, le aseguro la ŕelicidad y el bicncstar para toda la vida. Olvidáis que tengo una cadena de buhoneros que venderían sus remedios medicinales anunciándolos a campanillazos por las plazas de lodo el orbe. Pertinax.—No le escuches. Ary. No caigas en la tentación. Yo me tengo muy al tanto de lo que traman él y mi padre. Mirtila.—Cállese, hijo rebelde. Firmamento.—No me importa que hable. Nadá tengo que ocultar. En cambio, su ilustre familia puede que si. Pertinax.—{Amenazándole.) jMaldito viejo! ARY.—(Que le contiene.) Habla, Pertinax, y repór-tatc. Yo no hare nadá que no deba. Pertinax.—iClaro que hablaré! Este seňor de Firmamento, mi padre y el baron Fiasco31 fueron amigos en las más sonadas francachelas,2 de su tiempo, una de las épocas más bárbaras. Después de aquellas cenas de-rrochonas, no sólo tiraban por la venlana la cubertería de plata, sino a los propios inviiados para que no vol-vieran en mucho tiempo a cenar con otros personajes que no fueran ellos. Asi se daban importancia. Fiasco: chasco, engaňo. La simbología del nombrc puede venir tambičn del italiano. de donde procede la palabra, con el sig-nificado castcllano de «bolella». 32 Francachelas: reunion de varias personas para comer juntas, regocijadamente. 130 FRANCISCO NIßVA MlKTiLA.—Y,Pero los arrojados por Ia ventana eran capaces de cenar con vosotros? FirmamENTo.—Nunca pasará de moda cenar gratis, Mirtila. Pertinax.—Pues bien: en un momento de eniu-siasmo los tres firmaron un contrato en cl que constaba que ei primero que muriese habría de dejar nada menos que doce mil ducados a repartir entre los otros dos, y el segundo, otros doce mil al supervivicnte. El barón Fiasco muriü apuňalado, no se sabe cómo, en un baile de disfraces, y todo se cumplió al pic de la letra. Y aí presente, ^qué les sucede? Ya han pasado las efusiones de la juventud y tícnen miedo a la muerte. Y tanio más la lernen ahora, cuanto a los dos les asiste maestro Cé-falo, ía gran eminencia inútíl de la medicína, que sólo acierta en favor de los herederos. Y ahí los tenéis, sos-pechando el uno del oíro y de maestro Céfalo el primero, capaz de venderse a cualquiera que le prometá una buena recompensa. FiRMAMENTO.—^Ha terminado usted? Bicn. Maestro Céfalo y su sefíor padre siguen siendo mis mejores amigos. No hablemos de la dolorosa maledicencia. jTantas cosas se dicen que no son ciertas! Alguien cuenta como si Io hubiera visto que el barón Fiasco, que por cierto iba vestido en aquel baile de bufón Colorado, murió jugando entre bufonadas con el marques de Bos-qucleandro, que por entonces estaba verdaderamente arruinado. (I* observa.) [Ejem! Qué pálida se pone la genlc cuando se cuentan mentiras. (Pertinax quiere lanzarse sobre FIRM AM ENTO y ARY le contiene.) No se altere de ese modo. Yo nada creo. Como nada tengo IA SEŇORA TÁRTARA 131 contra la ciencia de maestro Céfalo. Pero Arystón es también otra eminencia; la juventud merece ayuda. Y también es mi sobrino. El único sobríno lejano que tengo porquc nunca he querido tener otre) más proximo. ARY.—i Y por qué habna de dejar a mis enfermos, tío Firmamento, si también podría ocuparme de usted? Y además, gratis, que es lo justo. MlRTiLA.—jLo justo es que nos parta un rayo! FIRMAMENTO.—Lo justo es que usted ponga su ciencia al servicio de quien pueda pagarla y, al tiempo, la vuelva lucrativa, rentable, como loro de mancebía. (Viendopintarse el desprecio en los ojos de los mucha-chos.) jPero si estoy malísimo! Tengo ardores, picores, cera en los oídos, bocas que me lloran por todo el cuerpo, un forúneulo erónico que me hierve como una cacerola... Mirtila .--ť, Pues sabes que estis hecho un vergel, Firmamento? PliRTINAX.—Aňaga/.as. Todo lo que tiene es miedo. Cree que mi padre le puedc matar, como mi padre erec deél. FlRMAMKNTO.—^.Insiste usted en esc argurnento? Yo necesito a mi sobrino con todos sus adelantos científi-cos y prácticos para consuelo de mi vejez. (Ruido atronador en el cajón. MirTIĺa grita. Se sorprende FiRMAMENTO. ARY se abalanza sobre el cajón y lo abre. Y de él extrae varios cascoles y desechos.) 132 FRANCISCO NIEVA Ary.—j Han atascado definitivamente eí cajón del pan! Pertinax.—;Es un complot, una coacción! Ary, la juventud está contigo. Todos podremos ayudarte con nuestro entusiasmo. Mirtila.—jSólo con su entusiasmo! Firmamenlo, échalo de tu casa. Ary.—^Quién resiste todo esto? i.Quién espera lo que nunca llega sin dejar de llorar? <;Quién eneuentra la solución? Yo todo lo inventaría y, al final, todo se volvería contra mí. (Tropieza con la barredora y ésta le levanta una escoba y le sacade en la cabeza.) \ Ay! ^Lo estáis viendo? FiRMAMENTO.—Prevista me lenia yo esta ocasión. Mirtila, esc hijo tuyo no va por buen camino. Se cuenta que anda en muy malas compaňías. I-e han visto por eí Albergue dei Ratón Manchado tomándose una cerveza mano a mano con Carlos Marx 3\ un sujeto con aspecto de húngaro que se pasea por ahí tírando de un oso con una cadena. <,Tú crees que esas son relaciones? jPa-ganini y Carlos Marx! jPuah, que confusion en esc ce~ rebro! Pertinax.—(Colérico, a Firmamento.) [Déme ahora mismo esa Have! jLibertad..., libertad...! FirmamentO.—;Socorro! jEste loco me atropella! Mirtila.—Firmamento, dale la Have y que se vaya con viento fresco. M Carlos Marx (1818-1883), junto con Paganini, pareccn situar la action en cl siglo XIX, aunque, evidentementc. la determination temporal concreta no posee un valor significativo explicito. t A SEŇORA TAMARA 133 Firmamento.—No me da la gana. ^Adónde quiere listed ir que no se haga sospechoso por agitador? Pertinax.—No sé. A cualquicr parte, vicjo indigno. A la feria, en donde corre el vino y baila el pueblo. ;Si! ;A la feria, maldito avaro! Firmamento.—La feria está liena de feriantes bas-tante más avaros que yo. Estos chicos todo lo arreglan con diverlirse. (.Tiene Listed dinero? Pertinax.—No, pero tengo juventud. Firmamento.—(Dándosela.) Pues tenga usted la Have y arrui'nese. Ahora déjenos en paz a la genie sen-sata que está en la flor de la vejez. ARY.—(A Pertinax, que se dirige a la puerta.) il.-oco..., loco...! (,Y me dejas asi? Entre tantas dudas sólo me queda morir. Morir por nada. Yo, que queria morir por algo. Dime por que puedo morir. MIRTILA.—jNo, morir no! ;Por favor, no lc dejen morir, que lo consigue! Firmamento.—Lo conseguirá por nada, ya lo Veras. Sus compaňeros le hárán grandes exequias con banderas de rebeldia y todo del revés, al modo laico, que tanto envidia al religioso: le enterrarán de pie, que-marán incienso en su orinal y se marcharán tan conten-tos pensando que nos han dado en las narices. Pues sepa usted, caballerito, que todas las ceremonias se valen y que todas mc traen sin cuidado. Bastantc tengo con mi-rar mi forúnculo cronico. Ary.—Usted sólo mira su forúnculo y no se compa-dece del mundo que sufre. Firmamento.—jComo si yo no sufriera! Til no sa-bes la compasión que siento por todos los forunculo-sos. Si hasta hemos organizado una sociedad. 134 FRANCISCO NIEVA Pertinax.—(En el umbral.) Ary, pobre de ti si su-cumbes a sus insidias. ^Serias capaz de traicionarnos? Convocaré a los camaradas en el Albergue del Ratón Manchado y no te faliará nuestro socorro. No cedas y resiste hasta el fin. (Sale.) Ary.—jPertinax! iCuánto reproche en sus palabras! Y ahora se van a convocar. Él los convocará. Y en esta horrible confusion, ^quč digo yo si me convocan? Firmamento.—Déjalo que convoque. Es cl hijo del marqués de Bosqueleandro y le gusta el mislerio y la intriga como le gusta fumar en pipa violetas de Mongolia, porque alucinan y apachorran M. Šerá rebelde hasta que heredc. Ary.—É! es todo un hombre. Y yo, třo Firmamento. no acepto ninguna de esas turbias proposiciones ni su cadena dc buhoneros, que ciegan para siempre un fu-turo soňado por mí. Bueno, soňado por ellos primero para que lo pueda soňar por mí y les sirva de apoyo cn su desaliento. Firmamento.—(Que se alza y adquiere subita-mentě un aspecío de gravedad espantable.) Sobrino, tendrás que ceder ante lo que tc voy a revelar. Ha lle-gado la hora definitiva. (En el sombrero suenan dos campanadas y se abre en él una venianita por la que apa-řece un eveo que silba dos veces.) u Apachorran: conslrucción verbal derivada del sustantivo «pachorra», que significa calma, cachaza, tranquxliáaá. IA SEŇORA TÄRTARA J35 MIRTII-A.--TÚ siempre tan exacto, con tu campana-rio en la cabeza. Son modas del ano de la nana. Firmamento.—Son inventos de otros tiempos. En todo tiempo se ha inventado y siempre ha parecido lo mejor cuando era nuevo: el fuego, la rueda, el Ave Fénix M que pone los huevos de Pascua, los relojes de re-petición... Este seňala ahöra un momento definitivo. MlRTlLA.—(Impresionada.) Ary, mírale. Cuando un hombre se pone verde siempre viene a comunicar una temiblc novedad. (,Qué quiere decir? Firmamento.—Pues que os hundiréis sin remedio. Y de nadá te librará, pobre Aristón, esa tropa de arra-piezos románticos con las capas llenas de viento. A consumarlo vengo yo. MlRTlLA.—ť,Tú? iPor piedad! Firmamento, todo el mundo opina que eres feo... Firmamento.—Si, lo soy. La opinion es un derecho que humilla mucho a los pobres torcidos por la hermosa Naturaleza. No me puedo cambiar de cara. Mirtila.—Opina que eres feo, pero un hombre im-portante de quien sospechan que es honrado. Dicen que tienes manias... Firmamento.—No sé por qué la opinion quiere que todo sea pcrfecto. 3> El Fénix es un ave fabulosa cuya leyenda eslá relacionada en Egiplo con el culto al sol y el milo de la renovación perpelun. Ľsta misma simbologia de la renovación subyacc en la adaptación cris-liana del huevo de Pascua. F-n la enumeración. ai lado de clementos concrelos, introduce el valor irascendenic y mítíco de la renovación. 136 FRANCISCO NIEVA Mirtila.—Pero no son las de un canalla. Firmament*).—Pucs beso las manos a la opinion. Mirtila.—iQ\xé piensas hacer, entonces? (.Piensas arrojarnos de esta casa? Pues sabes que tal perfidia hárá tcmblar a la opinion y quedarás desacreditado. FlRMAMENTO.—Muchos opinantes ignoran que otros conducen su opinion si son astutos. Y de eso ya me cuido yo. Mirtila.—Si esa es la opinion de un canalla, soy de lu misma opinion. Ary.—jLa verdad! ;La verdad quiero! jYa no quiero escuchar más opinar sobre opiniones! La verdad pura es silcnciosa, Ya nunca más opinaré. FlRMAMENTO.—jAh! ^Si? Pues me callo para de-cirte que cstás enamorado de Pasimina, la hija del marques, la hcrmana de tu amigo. Y ahora espero tu opinion. Mirtila.—j^Quéee...?! ARY.—j No es cierto! Tan sólo la he visto třes veees en mi vida v ni siquiera sé si ella me ha visto a mi. FlRMAMENTO.—No mientas con tus verdades silen-ciosas, porque estás enamorado de la bella Pasimina de Bosqueleandro. jJa, ja! Vosotros, mucho curarle los pies pianos a una pastora chata y la picadura de un tá-bano a la Iechera que huelc a queso rancio, todo en nombrc de la pobre Humanidad dolorida; pero cuando llega la hora de enamorarse ponéis los ojos en una chica que gasta cola de trcs meiros en el camisón, una aristó-crata vinculada a la cornamenta enramada del mismi-simo Carlomagno. M SFŇORA TÁRTARA 137 Ary.—iCállese! <.Por que mezclar en todo esto a la inocente Pasimina? FlRMAMENTO.—<,Oyes, Mirtila? Hstá enamorado de ella y, por ella, quiere rescatar a la Humanidad. Para po-nerla a los pies de una tonta que parece lista porque todo lo tiene rubio, hasta la tonteria. Ary.—jLa insulta, la vilipendia, me humilla a mi! ť',Cómo quiere que asi ceda a sus propuestas de sal-vación? FlRMAMENTO.—<,No te tientan todavía? Pues sólo cediendo a ellas la podrás conseguir. Te encandila esa sosa transparente. Pero yo la conozco bien. Si la invitas a comer pan y cebotla, aun usando su cubierto de plata —porque además de revolucionario eres un refinado— te dirá que no. Esa niňa sólo quiere recoger tus laureles si los planta en un gran comedor. Mirtila.—&Que tú te vas a casar y me vas a dejar a mi sin inventarme el bizcocho inacabable y el bistec que se reproduce? jNo lo consiento! Y menos con el apctito que tengo. ^Y mi pastel? Ary.—i Ay. mi cabeza! No puedo ceder, no sé cedcr. Es tan grande mi desencanto que ya no sicnto las tenta-ciones. Sufriré, pero nada me hárá cambiar. Firmamento.—Porque lienes el corazón de mo-jama w. <,Nunca llegaste a temer que tc parccicscs a mí? iPues tiembla! Que site precias, me aprccias. Aun no sabes lo que yo fui ni lo que tú pronto serás. Ary.—(Fuera de si.) ;Le desprecio, 1c desprccio...! 36 Mojamn: came salada y desccada. 138 FRANCISCO NIEYA jAún me puedo defender, contra mí mismo si es pre- ciso! (Un rayo de sol, animado por un polvo de ruina, enmarca h siniestra figura de FIRMAMENTO7''1.) FiRMAMENTO.—gSf? Pues ahora sólo queda que le defiendas contra lo irremediable. (Tras un silencio.) Has hecho mal en despreciarme. Los jóvenes miráis dcmasiado vucstra estatura en el espejo y pensáis que también el tiempo se desarrolla cn linea recta. El tiempo es infinito por ser redondo. (Suena la campa-niia en el sombrero.) Por eso se os escapan viejos dc-talles, tremendos rccursos sumergidos en la oscuridad del pasado. Siempre creéis que son nucvas las viejas complicaciones, (,eh? Los viejos no somos tontos. /,Tii crees que tantas veces podn'amos dominar si no las conociéramos? ,,Sabes algo de arquitectura gó- tica? ARY.—jQué me imporia a mí ahora la arquitectura gótica! FiRMAMENTO.—Claro está. ;Eres tan futurista! En-tonces, t,no sabes lo que es «la piedra del paragone»? Ary.—Algo hc oído decir, pero... Firmamento.—Pero no sabes nadá. (Extrae de cualquier detaile arquitectánico una piedra pequeňa y se la muestra.) Esta es. <.La ves? ^Sabías qué era esto? 37 Esta acotación es un ejemplo claro de la plastica expresionista. tA SEŇORA TÁRTARA 139 Ary.—N... no. Ni lo sospechaba. (Se escucha un trueno lejano y el lugar donde se hallaba la piedra se vuelve solo a rettenar. La casa enter* se estremece.) MIRTILA.—fAterrorízodflJ iAh! iQ^ succde ahora? FIRMAMENTO.—I-o irremediable. El lugar que ocu-paba la piedra se ha cegado por si solo. La arquitectura gótica es un encaje Ueno de las más torcidas inten-ciones. [El tiempo gasta esas viejas bromas...! Pues atiende a lo que te digo: si del lugar donde se eneuentra sacas «la piedra del paragone», la casa, campanano o catedral se hunden al cabo de třes semanas. Todo cllo si no sabes cn qué lugar insospechado puedes cncajarla de nuevo. jHuy, vosotros no sabcis cuán eminentes eran los góticos en estas cuestiones de capneho perfido. iQué talentazo tenían aquellos tipos de melena! En fin, vosotros, los niňos de hoy, querčis rmnar la vieja socie-dad, las antiguas instituciones cargantes; pero nosotros tenemos, por sabiduría del pasado, los medios de dc-moier casa por casa sin que nadie lo achaque a violen-cia y sin que pierda nuestra reputación de personas cal-mosas y bien pensantes. Lo que llamamos cn nuestros conciliábulos «el terror hermético». Por eso vuelven tan a menudo los gobiernos conservadores. por el d»-choso mete y sáca de la piedrecita. Ahí os deja con la amenaza de que todo se os derrumbe sin que nadie sos-peche que os pongo en la calle. Esto de «la piedra_del paragone» nadie lo cree porque nadie lo sabe. <,£"• t.Qué os parcce? 140 FRANCISCO NIEVA Mirtila.—Firmamcnto, eres un malvado. La opinion es una simplona. (.Que hacer? \Kvy, Ary, hijo mio...! ^No encuentras una solución? Firmamento.—Que se ponga a cstudiar arquitec-lura gólica hasta agotar lodos los libros sibilinos que se han escrito sobre ella. Y aun asi sería muy fácil, porque lo realmente dificil es saber leer entre páginas. Lo que ha escrito la sombra fugaz. (El cuco del sombrero entite un griio angustiado.) Mirtila.—;Haz callar ese chisme o te lo chafo de un puňetazo! Y túT Ary, ahora mismo te pones a estu-diar esa carrera secreta de la arquitcctura gótica como ordena la sombra fugaz. Ary.—Pero, madre, ;en tres semanas! Ya no puedo más. Me siento agotado. No puedo descubrir en el pa-sado lo mismo que en cl porvenir. Ní sabia que había un tiempo redondo, ni que puedo leer en la sombra. ;Siento un vertigo! Mirtila.—i Qué va a ser de tu madre si no le das en la cresta a cste viejo gallo? Rechazaste su oferta. Ahora tu responsabilidad es cstudiar arquitectura. La mía, pre-parartc buenas tazas de café. FIRMAMENTO.—(Que se ha calado el sombrero y se dispone a salir.) Déjalo. Cuando esté a punto que se produzca una catástrofe sobre él, ya vera lo que debe hacer. ARY.—jEl miedo! Fs el miedo lo que le hace per-vcrso, tio Firmamento. Tanta complicación, toda esa as-tucia y sabiduría por temor a la muerte... Firmamento.—No terno a la muerte, sobrino. Nc-cesiio tus servicios, como tantas comodidades y ade- i\ SEŇORA TÁRTARA 141 liintos que me pueda procurar mi fortuna, para sentirme iiimortal en vida. Soy un conservador. Mirtila.—De maldades sin cuento, de forúneulos erónicos... iDe qué te vale conservar tanta porqueria? Ary.—Eso. ^Quicn le defiende ese tesoro, quién le da la razón? Firmamento.—El tiempo, la arquitectura gótica. Ary.—Pero no las buenas gentes, las pequeňas gentes. Firmamento.—No te hagas ilusiones. Esas buenas gentes pequeňas están a nuestro lado. Los infclices par-dillos no quieren que se les caiga encima la catedral de Colonia ni rctirar tanto cascote, cuando pueden ganar to suyo sólo por enseňarla como Cicerones, j Adiós! (Al abrir se tropieza con los estudiantes CambiciO y DE-NAKio, que llegan presentando en una bandeja un pastel bastante raqultico.) ;Eh!,; Qué es esto? (Lo torna y lo huele.) Mirtila, aqui te traen estos mozos un rarisimo manjar con un olor que marea. \ Apártense y déjenme salir! (Se va.) Ary.—Muchachos, muchas gracias. Supongo que esto se debe a la heroica bondad dc nuestro compaňero Pertinax. Cambicio.—Es un presente de todos nosotros a tu venerable madre, a condición de que vengas al Alber-gue del Raton Manchado y nos des cuenta sincera de tus planes. ARY.—No entiendo. ^.Qué quercis decir? Denario.—Pertinax asegura que estás arriesgando seriamente tu integridad. Ary. 142 FRANCISCO NIEVA Ary.—iQué oigo? ;Eso es una acusación! Yo no he arriesgado nada. ^Pertinax ha sido capaz...? Mirtila.—;Para que le fies de los Bosqueleandro! Anda, dame el pastel. ^Es de pescado? ;Dios es juslo! Ya se aplaca mi cora/ón. Cambicio.— Pcrlinax ha sido sincero y prúdenie. No te alarmes, Ary. Ha contado lo que ha visto con sus pro-pios ojos. Y a todos nos alarma mucho que te muestres sospechoso del pacto con la Luna Autoritaria. DnxARIO.—El pobre muchacho lo ha hecho por tu bien. Pertinax temc que puedas caer sin defensa alguna en involuntaria traición al reglamento. Ahora es nece-sario que vengas y te justifiques con prucbas. Es lo justo. Lo dice nuestra consigna: «No dejarás caer la no-che sin hacerte algún reproche». ARY.—jPruebas, pruebas! (lDónde están, dónde se las pesca? jAy, yo sólo tengo dudas, vaguedades, mis-terios... y desaliento! Perlinax no ha sido justo. Se ha dejado Uevar por un excesivo fervor y no ha sabido comprender. (Decidido.) Al atardecer. allíestaré. (Los estudiantes, muy seriös, saludan y se van. MlKTlLA huele el pastel con un mohín de repugnancia.) MlRTILA.—Torna y tŕralo. Ary.—jQuéee...? MlRTILA.—Huele muy mal. Firmamento lo ha dicho. Ary.—(Exaininándolo.) No huele mal; está fresco y bien fresco. Cómetelo. MlRTILA.—iQue yo me coma esa inmundicia? (Le ÍA SEŇORA TÁRTARA 143 anebata de nuevo ei pastel.) Está bien, lo tiraré yo. Puede que esté fresco, pero después de lo que ha dicho Firmamento tengo algunos escrúpulos. ARY.—jAsí ha sabido conducir tu opinion el viejo zorro! Mirtila.—Pues le aplaudo la habilidad. Lo ha hecho muy bien. Y tú, Ary, me decepcionas. Con tanto querer ser justo, tú nunca fuiste capaz de conducir opi- niones con tan bella facilidad. ARY.—iPero le ha mentido! Con seguridad. MiRTH-A.—La seguridad con que me ha mentido me tiene fascinadísima. jQué hombre digno de ser mi primo! Ha sido tajante, concreto: esto huele muy mal. Y ťíjate con qué facilidad me lo he creido que ya me sienio intoxicada. Compite con él, estudia por que las sombras apoyan a la arquitectura y trata dc Hbrar a la Humanidad del gótico maligno. Esa debe ser tu misiou en las třes próximas semanas. (Tira el pastel al cajón de los cascotes.) ARY.—No lo tires... jLo has tirádo! Hra fresco. MlRTILA.—Era pequeňo. t,No dices que la Humani-dad tiene derecho a mejorar siempre? í'ues nadá mejor que cambiar el pescado por la carne. Es más nutritiva. Ary, soy tu madre, y la Humaniciad empieza por mí, que es lo más justo. Voy a barrer un poco a la espera de mi almuerzQ. jQué penoso tirar dc esta máquina! Le so-bran ruedas y le falta cálculo. ARY.—Es una improvisación demasiado pensada y yo me siento un fracasado. (Se deja caer de bruces so-bre la mesa.) MlRTILA.—Pues no te dejcs abatir. Imita el ánimo de 144 FRANCISCO NIEVA tu madre. Sc impacicnte, pero constante. Trabaja más de lo que puedas y distráete en las horas libres si no lo impidcn tus remordimienios. jHosanna, hosanna! jDios es justo! (Animosa v canturreando da vueltas con su máquina barredora alrededor de ARYSTÔN.) Ary.—Ary, pobre Ary, está visto que hoy no te pones a estudiar arquitectura. ;Un día perdido! (El lugar comienza pausadamente a cambiar.) Ary, esfuérzate en llegar donde no quieres. £ Donde estoy que ya no me en-cuentro? ^Por qué llego adonde ya no estoy? <,Y por qué, a pesar de sentirme perdido, no quisiera nunca más volver...? Ni volver, ni vivir, ni encontrarme. Me abo-rrezco cómo me soné. ť,Solución? No es posible esca-par. Es preciso volver, sumergirse en el tiempo re-dondo, avanzar hacia atrás, ir de vuelta. No hay remedio. Es preciso, preciso... i Esta bien! Venga ya lo que vuelve, venga el bosque y el Albergue del Ratón Manchado, donde vuelva a cargar con mi juicio. Me convocan, me acosan. Ahora piden que enjuicie mi juicio. No quisiera, »en verdad, no quisiera volver. Ojalá... jOjalá fuese el Juicio Final!w. (Unfogonazo violeta estremece la image n del bosque que fite surgiendo bajo la invocation de ARY. Los ärboles, las mesas rús-ticas del viejo albergue pintoresco. El todo templado por una luz de atardecer idüico. w Lamentaciones románlicas y apocalíplicas exprcsadas por medio de la palabra «—jOjala fuese el Juicio Final!—- y por la imagcn. (Acotación siguiente.) ! A SEŇORA TARTAFA '45 Al salir. MiRTILA se cruza con los esiudian-tes CaMBICIO y Denario, que le hacen un reverente saludo. Éstos se sientan a una mesa vecina con eláslico abandono y en ca-phchosas posturas mientras fuman. Ary permanece en la suya con el mismo lalanie fatal19.) PAUSA CONT1NUACION ■to CAMBICIO.—Pues ahora me paso las horas consig-nando quiénes tienen cara de adictos y quiénes no. Esas notas pueden sernos un día de muchísima utilidad. DlíNARiO.—<,Y šerá una prueba concluycnte? CAMBICIO.—Uno pucde fiarse de las apariencias, so-brc todo si tiene fe. Por algo hay que empezar. Por la 39 La muiación de la esecnografía, simultánca de la action y ante el publico, es una característica del teatro de Nieva. En Delirio tkl amor hostil, por cjcmplo, acota: «Mientras duraba la monolo-gada de Coconito fueron arribando las construccioncs tan triste- mente muňcqueras.-.» . w En esta obra no hay ninguna referencia a los terminos clasi-cos que estructuran la represenlación, como actos, jornadas, cua-dros, cic. La primera parte lerraina con una sencilla PAUSA, y la segunda comienza con CONT1NUACION. La ultima acotación de la primera parte sirve de enlace con la segunda. En la presentación de la obra está anotado enlre parénlesis «sin interrupción». 146 FRANCISCO SIEVA corazonada. Tambičn la polícia del Gran Duque se fia de la cora/.onada. Dbnario.—Eso no es del todo cierto. Ellos lienen una echadora de cartas. Cambicio.—Porque son gente subalterna y asala-riada y no quieren tomarse trabajo. ,,Quiercs crccr que yo me levanto muchos dias con el rniedo de no tener buena cara de adicto? DenaRIO.—jNo me digas! Yo, al contrario. Cuando me despierto y me reconozco frente al espejo, me entra una alcgria enorme al verme tan adicto. Y, cuando pienso en el grupo, casí se me saltan las lágrimas. iQuc sen'a de mí sin el grupo! Cambicio.—<,Te imaginas lo mal que lo pasaria Adán, tan joven y sin grupo? ;Qué aborrecible paraíso! Denario.—Paterno y opresivo. Con el ojo dc la Pro-videncia observando por una mirilla. Por eso se fue. CAMBICIO.—Lo echaron. Claro esti, por su táctica de provocación. DBNARIO.—Pero es lástima que por nacer primero tuvieran que ser tan individualistas. ^Imaginas su tris-teza cuando el grupo de sus hijos formase grupo frcntc a él? jQué dolor no poder agruparsc! Cambicio.—<,Y tú crccs que algún día las cosas cambiarán y el mundo enlero se hárá un grupo? Porque un grupo con tanta gente sólo va a resultar un montón. Denario.—Precisamente. Es entonces cuando ha-bra que empezar a indagar quíénes son más o menos del grupo y más o menos del montón. Cambicio.—Ante todo hay que ser homogéncos, muy homogéneos. No me digas que una pobre mňa jo- i ,:INtiRA7ÁRľARA 147 mliiidita admite de buen talante una gorra de visera y uhas boias de montar. DENARIO.—Llevas razón muy sobrada. Sería un elemente periurbador. Cambicio.—<.Y qué me dices de un viejo a quien piste el minué? <.Cómo ha dc bailar la polka41 rauda dando los pasos de un metro? Por mucho que lo inten-liira, pronto se le notarta que no era de los nuestros. Los imestros somos nosotros, y si un viejo no es un joven uadie le tendrá por adicto. Denario.—Pues yo terno que los viejos siempre ijuieran ser adictos a la juventud. Pero no son peligro-sos porque nunca Uegan a jóvenes. Cambicio.—<,Y qué puede hacerse con un viejo em-jieňado en ser adicto a toda costa? Denario.—Obligarle a que no lo sea. Los viejos quedan mejor comiendo sopas en un rineón y echando hendiciones a sus nictos que son más grupo que él. Cambicio.—Y las niňas jorobaditas, por muy nietas que sean y por muy agrupadas que estén, también quedan más graciosas devanando madejas en su buhardi-11a. Alguien tendrá que devanar madejas para el grupo, digo yo. Denario.—No se podrá evitar. Es la xclección natural. Aunque šerá necesario tratar bondadosamente a quienes no entran en él. Hacer cuanto sea posible para que sientan una viva admiración por el grupo. Sin que tampoco deseuidemos castigar la antipatia. *• Minué y polka: daozas de origen francés y polaco. respecti-vamenle. 148 FRANCISCO MKVA Cambicio.—jBah! Si sienten admiración querrán en t rar. Denario.—Se les dice que está compleio, y se acabó. (Llamando.) [Leona! ;Dos cervezas amistosas de un litro cada una y un concjo salvajc en cstofado! (A la vez que se muestra LEONA saliendo del albergue, Hegau el marqués de BOSQUE-LEANDRO y su hija Pasimina. Leona es una encendida y bul/iciosa muchacha mil veces reproducida en los antiguos almanaques bdvaros 42. BOSQUELEANDRO, un anciano gris de los pies a la cabeza como un espec-tro de opera. Y la transparente PASIMINA, con cabellos de niebla dorada, un ideal ro-mánúco de todos los tiempos. PAS/MINA y el marqués llevan sendas banquetitas piegables para sentarse en las pausas de su pa-seo por el bosque. LEONA saluda por turno a todos y pasa un trapo par las mesas. La llegada de Pasimina y su padre inquietafi-nalmente la exánime fatalidad de ARY.) *2 Muchos de los personajes dibujados por Nieva se encueniran denlro de la más pura tradición de los prototipos clásicos. De Leona dice que «ha sido reproducida mil veces en los almanaques báva-ros», y de Pasimtna. que «es un ideal romámico de todos los tiempos». De Ermelina, en Delirio del amor hostil, dice que «es una '"jay" de caramelo. de portada revisteril pasada en oros de color». Estos tipos sc cngarzan con la tradición de los personajes populäres. a la mancra dc las farsas. I xsihoratArtara 149 BOSQUELEANDRO.—La conducta de tu hermano Perlina* terminará conmigo. Es el fin de nuestro línaje. Pasimina.—Perdónalc, papá. El no deja de ser buen ľlúco. Y, además, es ambicioso. Ya de pequeňo de-ťia que, de no ser primer ministro, quería ser un ina- iliiptado. BOSQUELEANDRO.—jEso es! Y ahora, cuando se larga al desierto, por causa de una rabieta, y pide agua ;i la Providencia, siernpre hay un intendente mío di&fra-/ado de beduino que se la ofrece como si ťuera una li-inosná. No le ľalia nadá en su renuncia a ese pobre gu-rriato43. Ya es fuerte tener que dar tanto dinero a sus amigos para que lo reparian con él. <,Te parece poco dcspilfarro? Aguarda, sentémonos aquí un instante, que vengo muy fatigado. Pasimina.—(Ante la reverenda de Leona.) [Holá, Leona! Leona.—jAy, seňorita Pasimina, qué guapísirna la veo! Y sin un desgnrrón en la cola con lamo pincho maldito como hay por el bosque. Ustcd todo se lo me-tece. ^Lcs sirvo algo? Pasimina.—Luego, Leona. Ľsperaremos a la caída de la tarde, viendo cómo se desarrolla cl crepúsculo. En estas ultimas semanas viene estando muy entretenido. LEONA.—Okey. (Vuelve a dar algunas vueltas y luego entra en el albergue.) 43 Gurriato: pollo de gorrión. En ciertas partes de Espaňa signi-fica también cerdo pequefio. Con esie valor lo anota Andres Amorom en Coronada y el tóro: «los cinco gurriatos se alocan y agarran los unos a los otros>>. La animaUsaciön de los personajes introduce rasgos esperpénticosy grotescos. 150 FRANCISCO SIEVA BoSQUELtSANDRO.—<.Has oído cómo habla esa chi-ca? (.Quieri pasará por el bosquc que le enseňa esas pa-labrotas? (Se instalan en sus asientos portätiles.) CambiCIO.—Pertinax llegará lcjos. Es el mejor cle-mento del grupo. Un elemento armonioso. Un hombre nuevo. Le ocurre como a Laurino. ^Te acucrdas tu de Laurino? Denario.-—jNo me voy a acordar! Que bien Ucvaba la capa rota y que serenidad la suya. Un hcroe de nues-tro ticmpo, famoso por su anonimato. Nadie sabia de dónde venia ni lo que pensaba4A. Bebra la cerveza por barriles y murió dc la cirrosis. CambiCIO.—Pertinax se le parece. ill bien sabe adónde va y por eso habla tan poco. Y si habla, él mismo no sabe las cosas tan importantes que dice, si las dice. Denario.—Y háce muy bien, jqué demoniol Tiene el orgullo natural de los modcstos. Yo siemprc que he dicho algo, me parece que no he dicho nada. CamBICIO.—Hay cosas maravillosas que no se han dicho ni se han hecho, y esas cosas se nos pueden ocu- 44 Los heroes del icatro roinántico sc caracterjzaban por la ignorancia de su origcti y el místerio que envolvía a su persona. Al comienzo de Don Alvaro o la fuerza del sino se puede leer lo siguicnte: «Canóniuo.—Fuera de Sevilla lambién nacen caballeros, sť seňor, pero... (,lo es don Álvaro?... Sólo sabemos que ha venido dc las Indias háce dos meses, y que ha traído dos negros y mucho dinero... Pero iquico cs?,„ Habitantb primrro.—Se dicen tantas y tales cosas dc či. Habitante segvndo.— Es un ente misterioso.» IA SEŇORA TAMARA 151 ii'ir a cualquiera de nosotros el día menos pensado casi sin pensar. Denario.--iBah! Hay gentes que no merecen que lengamos tantas ideas, porque todo lo que se háce y se dice les parece discutible. Hay que chasquearles. Dos personas jóvenes y fuertes que no hacen ni dicen nada son indiseutibies, Te digo que lo más importante para nosotros es no dudar de la verdad. CAMBICIO.—Cierto. Y no como otros, que porque inventan la máquina de hacer cl agua combustible se permiten dudar del grupo y se vuelven intratables. Dhnario.—Y además se pasan la vida hablando por los codos para decir cosas que ponen en dudá ellos mis-mos porque las quicren mejorar. jPretcnciosos! (Desde el momenta que llegaron el marqués y Pas/mina, Arypretendiô disimularse tamo como haeerse notár, Fueron manifiestas sus dudas. Se alzó y volvió a sentarse. Üe nuevo se levantó y se quiso marchar. Terminů por deambular de una en otra conversation y pareció comprobar que ninguno acusaba su presencia.) ARY.—i Qué sucedc? <,No me ven? i Dónde estoy? (,No habré llcgado? ^Son ellos fantasmas o lo soy yo? (En medio lono meditative) Pasimina... Marqués... Cambicio... Denario... Ni me escuchan ni mc ven. Esto no es natural. jOh, Dios, hc perdido el sentido de la na- turalidad! Leona.-—(Con dosjarras de cerveza descomunales 152 FRANCISCO NIEVA que pone sobre la mesa de los estudiantes.) Aqui están las dos cervezas. (Al inclinarse se le ve mucho el surco frutal de los senos que le desbordan el corpiňo.) Al co-nejo lo están desollando con tiento porque el patrón quíere hacerse un chaleco con su piei. CambiciO.—Gracias, Leona. ^Has visto, Denario, qué fámula? ťlQué rozagancias4"1 de busto? I ,EONA.^{Cubriéndose el esplendor con la manila.) Ya me está Ilamando fámula, seňorito Cambicio, para darle vuelo a esas manos. (lQué es fámula? <,Una libé-lula muy grande? Cambicio.—Es una bípeda solícita en terminos de academia. Pero algún día no lo serás con el progreso mecánico. Te relevarán del servicio. <,Te imaginas, De-nario? Bastará el introducir una moneda en esa ranura y podrás servirte tú mismo la cerveza en un abrir y ce-rrar de oj os. LEONA.—jNo me diga! ^Así me van a pagar en cl fu-turo? Šerá si yo lo consiento. Cambicio.—jTonta, si ya no serás tú! Šerá una má-quina preciosa con un ventilador debajo para que se le muevan las faldas. LEONA.—No estarfa eso mal. Micntras tamo, spodná quedarme yo en mi cuarto pensando en mi novio y arreglando mi baúl? 45 Rozagancias. Típíco del eslilo de Nieva es la creación de palabras por medio de sufijos valorativos de gran expresividad que dolan de tjntc popular y hablado al lenguaje literarío del teatro. En esic caso, crea el sustantivo «roxagancias», a pariir del adjeli-vo poco usual «rozagante», que sc dice de lo que es visloso y Hamati vo. I ISfiŇORA TARTARA 153 DENARIO.—Probablemente. Leona.—Entonces, si. Me gustaría ser fámula deso-ľiipada. A la otra ya pueden echarle las monedas por ilonde quieran, que si ella lo admite, alia con su honor. Ary.—(Meditativo, a Leona, distrafda en ceňirse el fitrpmo.) Las máquinas no tendrán más honor que ser-vir a los hombres. Pero no serán como tú, con tu honor y lu carita de manzana. LEONA.—(Sin mirarle, a los estudiantes.) Yo, con tal ilc quedarme en mi cuarto con mi baúl y el recucrdo de mi novio, soy feliz. Denario.—Pero tc quedarás sin propinas. LEONA.—Mejor propina que mi baúl. Cambicio.—;Y dale con tu baúl! t,Qué guardas en el, si se puede saber? Leona.—Eso a usted no le importa. Cosas. jHuy, la mar decosas! ARY.—(A Leona, que de nuevo se abstrae en el ujuste del corpiňo v no le mira.) No se podrán tener tantas cosas. Habrá que repartirlas equitativamente. Tendrás que rcpartir lo que haya dentro de tu baúl. Leona.-—(A los estudiantes, sin posar la mirada en Ary.) (,Y todas tendremos que hacer lo mismo? Denario.—^.Qué dices? <,Lo de encerrarte en tu cuarto? Si quieres, si. LEONA.—Pues tendré que ir pensando en com-prarme un baúl mucho mayor. (Ixts estudiantes ríen. Leona vuelve a salin) ARY.—Esto no es el bosque. Esto no es mi casa. Ni siquicra el mundo es mi casa. Entonces, ipor qué me angustio si ya soy libre? ^Lo soy? jLo soy! jSoy librc! 154 FRANCISCO NIEVA Ahora ya puedo detencrme, y pasmarme, y no pcnsar... Y tocar, si quiero, la flauta como un alegre cabrero cn las quietudes infinitas y cntre muchos planetas rumian-tes. (Da una zapateia en ei aire.) iTururú...! BOSQUELEANDRO.—(Que igualmente parece no dar muestras de que vea el comportamienio de ARY.) De saber que estaban aquí csos filósofos descabcllados, hu-biéramos desviado el camino. Pero eres tú quicn adrede sc pierde por estos lugares. Y todo con la esperanza de tropczartc con... (Pasimina suspira.) No me ocultes lus pensamientos ni de quién te estás acordando. Ese hom-bre no te conviene: ingeniero, medico, abogado, jefe de partido... Dcmasiadas cosas para no desentonar en tu mobiliario, en donde sólo cabe el sosicgo y la buena conversation. Ary.—(Al canto de Bosquei.eandro y Pasimina, que no le mira.) Soy el enemigo moderno que arrcmctc sin miramientos contra el corazón del pasado. <,No es verdad? Un instrumento de la ciencia. Lamento since-ramente no scr un arpa. BOSQUELEANDRO.—Y además piensa, hija, y esto es doloroso de rcpetir, que tu dote está hipotecada y ya no es tan brillante mi situation como suponcn calculado-res y ambiciosos. Pasimina.—Sigues queriendo pregonar tu ruina por miedo a cse seňor de ľirmamcnto. jCómo es posible que tan grandes amigos se hayan vuclto a la vejez dos ratitas iniedosas! BOSQUELEANDRO.—(Furioso.) Calla, mentirosa, re-belde. ^Por que presumes de sincera sabicndo que no nos escuchan? ^Quieres casarte? jTe casarás! Te lo con- I I ShfiVRA TÁRTARA 155 redo. Mas para tener hijos rubios vestidos de terciopclo «ualquicr individuo sirve, porque —aunque no tengas dote— el rubio solariego lo pones tú. Basta con que él sea sosegado y tenga ideas carolingias. £,No tc gusta tenor hijos? Te pasas las horas muertas haciendo trajeci-los a todos los gatos del contorno, que parece que el carnaval se celebra ya en los tejados. Buen susto me I levé nace poco viendo correr por ahi a un pobrc bicho vestido de bufón. Parccía el diablo. ARY.—[Que candor, qué sencillez! jVestiditos para los gatos! Te recomiendo, Pasimina, que también tenuis un baúl donde los guardes con tu primer traje largo y la trenza que te cortaron cuando te dio el ttfus. Ya no se me hace tan raro que las más bcllas ilusiones por fin i|iiepan en un baúl. i Ja, ja, ja...! (Se aleja riendo.) BOSQUELEANDRO.—Te habrás conveneido de lo Inco que está ese hombre. Ya no terne a ningún ridículo. Ahora se pone a abordar a las gentes como si tal cosa. [PASIMINA se enjuga una lágrhna.) Te ha llamado inge-nua y te ha recoinendado —no sé con qué aviesa irónia— que te compres un baúl. A ti, que tienes armarios en el castillo que han servido de alojamiento a piquetes de alabarderos. Pasimina.—Si, padre, lo del baúl me ha ofendido; pero habría que disculparlo por si fuera filosofía. Ese ilesgraciado piensa. BOSQUELEANDRO.—jNo lo defiendas! Tú sigue di-simulando y no 1c mires. No hay pcor agravio que ig-norarlc. LEONA.—(Que ha entrado sosteniendo en alto un recipiente a modo de gran sopera que sostiene en alto.) 156 FRASCISCOMEVA El conejo salvaje. y jbuen provecho! (Lo coloca en la mesa de los estudiantes.) CamimCIO.—Veamos si está bien domesticado. (Levanta la tapadera y surge del interior, coino unjuguete de sorpresa, la irascible presencia de un gato vestido porPASlMlNA de bufán Colorado.)"1 jSanto Dios! jEsto es una bromu intolerable! (Deja caer la tapadera apre-sando al gato de nuevo.) BOSQUELEANDRO.—(Como ante un fantasma acu-sador.) j Horror! ; Horror! jPiedad para este pobre peca-dor! (Se desmaya.) Leona.—Otro gato del castillo, vestido por la seňorita Pasimiita, que se ha comido al conejo. Ha sido un gran dcsafuero. (Toma de nuevo la sopera.) PASIMINA.—(En auxilio de su padre.) jOh, papá, la culpa es mía, sólo mía! Leona.—Esta vez vas a pagarla, condenado. j A fa cocina! Ahora vas derecho a! horno. Denario.—jNada de eso! No quercmos conejo en-gatado. PASIMINA.—(A los estudiantes.) jLléguense, porca-ridad, que a mi padre le ha dado un síncope! (Todos, menos Ary, se aproximan a BOSQUELEANDRO.) Bosqueleandro.—(Que percibe a Leona con la sopera en las manos.) jNecia, aparta eso de mi vista! * El galo posee una fucrte simbologťa sexual y salánic»- En Im carrozti de plomo candente. la Garrafona. maestra de cercnmnias del aquelarre, invoca a los gatos: «jQue los gatos serafines nos lcvanlen esas sábanas y hagan ondear con ellas las banderas de la lujuria!» I 1 SKŇORA TÁRTARA 157 ,1 -iirgo de aquí, vision funesta! (A PASIMINA.) Y tú tam-hltfn, infame hija, que asi persigues a tu padre. (Pasi-mina se retira llorosa y Leona vaga estupefacta soste-niendo el recipiente con el gato apresado.) PaSIMINA,—(Para sí.) ;Oh, no tengo perdón, no lo longo! (ARY se le ha aproximado sin que ella acuse su presencia.) Olro de los gatos vestidos que ha vuclto a sobresaltar a mi padrc. ^Cómo se expHca? Y> con todo, no deja de ser una diversion inocente... Ary.—(Heflexivo, al canto de Pasimina.) Sí, es cierto. Pero... Pero iba vestido de bufón Colorado. PASIMINA.—(Que se vueive hacia élfrancamente.) Claro que iba de bufón. Pero yo nadá comprendo. <,De qué se asombra, qué le altera? (ARY da un salto atrás con los ojos deliran-tes y quedan uno freute al otro sin saber qué decirse. En este momento entra PERTl-NAX v en una rápida mirada enjuicia la situation. Luego se abalanza hacia Pas/mina y levanta su brazo entre ella y el seductor.) Pertinax.—Pasimina, <,qué alboroto es éstc? <,Qué sucede? (A los estudiantes, por su padre.) Cargad con 61, os lo ruego. [Pronto, llevadle al albergue! Allí re- posará. BOSQUELEANDRO.—;No, allá dentro, no! jAh, mi corazón! Pertinax.—Está bien. jAl coche, pues! No está muy lejos de aquí. i 58 FRANCISCO NIEVA (Van cargando los muchachos con el desfa-lleciente anciano, y Leona, a la puerta del albergue. sigue con aire asombrado el epi-sodio.) LEONA.—jCuánto misterio intrincado! (A la so-pera.) Pues si eres tú el gato encerrado, no sabes lo que te mereces. ;Ladrón! PERTINAX.—Y en cuanto a ti. Ary, ya puedes dar por desvelado el secreto de tus manejos. jHipócrita, trai-dor...! Ary.—Pero <,me veis, me veis todos? Pertinax.—Naluralmente que te veo. DENARIO.—i,No te habríamos de ver? Te hemos visto todo el tiempo hacer mil extravagancias. Cambicio.—Esta loco o disimula. Leona.—<.Verle? i Pues ni que estuviéramos ciegos! Ary.—Y tú, Leona, ^también? También, (.por qué? Leona.—Como nadie le miraba, pensé que era por respeto y lo hacía de reojo. PERTINAX.—Ya era tiempo que se deseubrieran io-das tus superchcrías. Ahora ya sé que pretendes hasta la dote de mi hermana, hipócrita. Un dinero que acaso haya sido conseguido por el crimen. Todos aguardan mi seňal para venir a escucharte. Espéranos. Has de vomi-tar cuanta basura ílevas dentro. jVamos, muchachos! (Tira de PaSImiNA y todos saleiu menos LEONA.) ARY.—iPertinax...! LEONA.—jAnda! Pues no era por respeto por lo que no lc miraban. ;A un hombre de su talento! Y el mar-quesito renegado ha dicho que volverá. Aquí tiene que i i Si;ŇORA TÁRTARA 159 pasar algo. jY cualquiera sabc qué! Pues me voy, por-ipic si aquí ha de pasar algo, por esta vez de seguro no quiero que me pase a mí. (Entra en el albergue, se es-iiivha unjragordecachizas*1 y un griío, y vuelve a en-irttr LEONA despavorida.) iAy, qué impresión! Se me tia estrellado la olla y se ha escapado esc demonio... Ary.—(Que pasea agitado.) No tiene remedio la vida. i Y yo que pretendí ser justo! ťlCómo les puedo rombatir con justicia? Sería necesario un arma para hacer mejor al hombre. Un arma, la más segura, y que no ľallase jamás. Leona.—i Ay, seňorito Arystón, usted no sabe qué sústo...! (ARYcontinúa ensimismado.) ARY.—Si yo pudiera ser justo con esa arma en mis manos... Si pudiera hacer blanco en sus pechos con el buen talisman de la justicia... Leona.—Otro que está en si me ve o no me ve. ARY.—(De nuevo de bruces sobre la mesa.) [Mal-ilito sea yo mil veces! ^Por qué he de encontrarme solo. Mcinpre solo frente a mí mismo? Y aún querían con su dcsdén echarme fuera del mundo. (Se altera; parece es-ťiwhar la llegada de una inspiration.) ;Ľ1 dcsdén! ;.Será ése e! arma? El desdén como proyectil. Pero si es un arma de ataque, ŕ,cómo puede ser de justicia? Y, sin embargo, no hay duda de que existe un justo desdén. LEONA.—Está visto que me desdeňa, pero no me pa-ivce justo. i! Cachizas. Otro ejemplo de sufijaciťin especial. Proviene de •ťiicho», trozo pequeňo de alguna cosa. 160 FRASCISCO NltVA Ary.—Me da vueltas la cabeza. Mi corazón está he-lado. ^Hclado por el desdén? jPasimina...! <,Puedo aún amar a Pasimina? No lo sé. Ya nadá tiene realidad para mí. Ya nadá veo. Leona.—jMenos mal! No me desdeňa. Lo que ocu-rre es que no me ve . jPobrecilIo! Otra vez volcado so-brc la mesa. Išstos hombres ilustrados siempre traiando con las mesas, con lo bonito que hacen solas y con una mačeta encíma. Y luego diccn que no ven. ^Cómo pue-den ver nadá más si tan sólo ven una mesa? (Comienza a escucharse unfiterte viento.) jAy, que viento se ha le-vantado! j Y cómo suena! El bosque se está llenando de violines que dan miedo. jMala scnal! Siempre que pasa esto se nos quema algún guisado o sc sale una cuba de cerveza. (El viento arrecia temerosamente. Caen y vue-lan las hojas de los árboles.) Date prisa, Leona, o te va a pillar por medio cualquier mal acontecimiento. (Mira a lo lejosyda un respingo.) ;Ah! ;Ya está! Alguien que no se ve del todo, aunque se Ic ve muy negro, sc acerca rompiendo el viento. Lo mejor será desdeňarle. Ahora mismo subo a mi cuarto y me encierro en mi batfl. (Sale a la carrera.) (Es horrísono el fragor, fabulosa y espan-lable la conmociôn del bosque**. Ary con- 48 EI ambienle apocalíptico que rodca la aparición de Tartar a se fun J. con In más pura tradición del tealro romantice La escena ultima de Don Alvaro... tiene la siguienle acolación: «Los truenos resuenan. crecen los relámpagos y se oye cantar a lo lejos el Miserere.» I \ \INORA TÁRTARA Í61 iinúa de braces, cubierta la cara con los brazos. Entra TÁRTARA, muy cubierto con la capa y sujetándose el sombrero. Ahora el viento decrees y el bosque empieza a aquie-tarse. En mitad de SU camino hacia la mesa del desesperado, TÁRTARA se deseubre, re-tira su gran sombrero y echa atrás su capa negra. Todo él va Vestido de negro, por lo que destaca mucho su gran pechera de en-cajes escarolados sobre la que brilla pren-dida alguna joya excesiva. También, sobre los negros guantes, sus dedos van cargadí-simos de anillos. Es corpulento, grueso, con algo de vientre enfajado. Lleva empol-vada la cara, los labios pintados, los ojos también, el pelo artificiosamente negro, brillante y rizado. Y otro anillo más en la oreja. Está en los umbrales de la vejez y su rostra viril, en contraste con el retoque, re-sulta temeroso y un tanto repugnante. Sus movimientos y actitudes, sinuosos, ágiles y feminoides, contrastan con su voz dema-siado profunda y kasta ronca. Es un denso concentrado de machos síntomas indignos, pero a la vez posee una grandeza amarga y un extraňo género de dulzura, de benevolencia. Parece nimbado por algo respetable y nefasto. Toma una silla y se sienta /rente at muchacho. l^e mira insistentemenle, son* riendo, ahuecándose con coqueterfa los en-cajes del pecho. Lentamente, Ary levanta la 162 FRANCISCO N/EVA cabeza y le observa con creciente asombro. Sin dejar de sonreirle, Tártara va levan-tando sus numerosos anillos y poniéndolo sobre la mesa, y, mieniras habla, sigue qui-tándose los guantes, usando a veces los dien-íes, como en los más fópicos «strip-tease». Sus largas uňas afiladas vanpiniadas con un lívido finte de núcav. Luego irá enfilando sus anillos con identita parsimonia49.) Tártara.—ť)Me permite que mc sientc a su mesa? Espero que si. No me diga nuda. Ya sé que mi aspecio le sorprende. Pero es la móda. La móda llevada a sus extremos lfmites siempre sorprende. (Ríe con estriden-cia, y su risa siempre se corta con un eco quejoso y an-gustiado.) Bueno. Veo que tolera que le dirija la pala-bra. Muchas gracias. ^Me perdona? Por mi pane, le diré que no hc podido resistir a la gozosísima tentación de afrordarle. jOh, ya le conocía! Le conozco bien. Con-fieso que muchas veces le he scguido en sus paseos au-sciiles por el bosque disimuladamente. Esto me procu-raba un gran placer. jAy, que vida esta! Cuánto se suťre divirtiéndose de ešte modo, jqué dolorosa frivolidad! Se ve que no tengo arreglo. Porque yo sigo y sigo di-virtiéndome locamente, caprichosamcnte. dcstleňando cualquicr obstaculo que se oponga a cstas ganas que 49 Adcmás de ser im elaro cjemplo de la plasricidad escéniea, en esla primera aparición se esbcua |a ambigücdad sexual de TÁR-taRa. que dcspués sc expresflrá con mayor claridad. Como se ha comentado en la Iniroducción. es una constanie del icairo de Nieva. i \ MNOHA TÁRTARA 163 ii'iigo de amor y de ilusión. jAy, qué pena! No sé..„ lnulo amor y lanta ilusión me pueden llevar al paro-xismo y volverme cruel, lamentablemente cruel. Pero no soy mala persona. Y muy paciente. Yo espero, espero... (Mirando a ARY, su mano se aha dibujando en íl aire una caricia.) Ary.—(Estupefacto.) <,Espera.„? ^Qué espera? Tártara.—jOh, tantas cosas, tantos seres...! Mu-ľhos gentiles pasajeros. jAy, qué tristeza! Hay pásaje-ion alucinantes, tan hermosos, lan solitarios... Yo espero su llegada canturreando y al menor murmullo Iťvanto la oreja por si se acerca alguno de ellos. A ve-ľťs no pucdo contener mis lágrimas mirando a la luna dichosa que alcanza a ver todo lo que va y viene por el camino. Qué grácia, /.verdad? iQué tormento! Lo más niste de estas alegrías es que, a menudo, cuando el pa-sajero ha Ilegado a pocos pasos de dištancia, pienso que Hlín pudiera ser mejor el que todavía puedc llegar. Es insaciablc mi ilusión. Y yo la cuido, la alimento, y vi-j;ilo porque no sc me escape. Todo son dudas e inquietudes para atrapar a la ilusión, que es terriblemente pa-sajera. (Ah, qué pena! ,Lo que me divierto! ARY.—<,Quién es usted? No comprendo nada de lo que me cuenta. Usted sigue a los transeúntes. ^Por qué Ids sigue? Por algun motivo sera. (TÁRTARA rie con un impresionante arpegio.) cQue espera de ellos? Algo lendrá que proponcrles. Tártara.—jAlgo! Claro que si. Pero mis proposi-ciones no son bien acogidas y no faltan pasajeros que me quieran pegar. Tiene grácia. [Que horror! Antes de llegar a ese extremo les detiene saber que soy alguien 164 FRANCISCO SIEVA muy conocido, que poseo un alto cargo y una misión comprometida. iQué maravilla, que espanto! Si, ama-ble joven, yo impongo ese gran respeto porque, en suma, soy... un ángel. No lo lome a broma. Un ángel inevitable. Usted, que tanto medita, di'game si puede ser malo nada que sea inevitable. (.Puede ser malo lo mor-trfcro si es inevitable morir? Ary.—Ya no sé si está usted loco o lo estoy yo. jUn ángel! ^Y que ha dicho de morir? /,Es que usted propone... la muerte? Tartar a.—jPor favor!, no hablemos de eso. Las co-sas no son tan sencillas. Y se sabe que todos mueren, pero algunos... Ilegan a más. Si, a más. Aaceptar mis proposiciones delicadas, ciertos mimos, ciertos requie-bros. (.Me deja usted que le requiebre? Hay piropos que dan la vida. ;Y yo amo tanto la vida! Las beltas cosas. empezando por los chalecos bordados, las botas de cuero fino, los bálsamos y los perfumes, el «champii» para cl cabello... ARY.—iß) qué? Tartara.—Es un producto viscoso que usted no ha-brá inventado todavja. Cosa de la civilización y al ser-vicio de la estética, uno dc esos detalles refinados que ayudan a embcllecer la naturaleza hasta confundirla con el arte. También el arte hace cada proposición... (Rte.) Oiga: iy usted por que no sc peina con raya a un lado? Hágamc caso, le quedaría mucho mejor. ARY.—(Furioso.) jCómo se atreve! iSe está bur-lando de mř? Tartar a.—Calma, muchacho. Yo le quiero prote-gcr. Tengo maděra de protector. Hasta el punto que qui- I 1 St-NORA TÁRTARA 165 sicra llegar a ser una buena madre. (.Usted no adora a sti madre? Ary.—jBasta! No quiero escucharle más. Váyase a ntra parte con sus proposiciones dclicadas. Aún tengo biLstante lucidez para sospechar que es usted un ser in-noble. Tartar A.—iVaya, vaya! Ya empiczan los insultos. Aunque debo reconocer que le sienta bien esa cólera. jOh. cómo le afila la nariz y le ensancha los ojos! ARY.—jSe acabó! No quiero saber quién es usted ni lo que me propone. Sólo de sospecharlo imagino que ex usted una potencia del mal. (Exírana y súbitamente, el colérieo gesto de Ary mirando a TÁRTARA se transmuta v es-boza una sonrisa que parece de burla y luego se dulcifica y apaga an forma de mis-teriosa interrogación. Y este es el momento en que, con tremenda celeridad, TÁRTARA atrapa una de sus manos abandonadas so-bre la mesa y la retiene férreamente, a pe-sar de los esfuerzos de Ary por retirarla.) Tártara.—;Quieio, muchacho! De todo tiene que haber. Y tú me has llegado a sonreir. (.Pucdes negar que has sonreíílo? No temas tanto, te lo ruego. Al fin y al cabo, soy un ángel. Mi mania por los disfraces siempre causa un efecto desorientador, y avergüenzan mis proposiciones, tan sinceras, tan rendidas... Vamos, retén tu mano en la mía y no pienscs en morir de vergüenza. Nadie muere ya de vergüenza después de haberme son- 166 FRANCISCO N/EVA reído. Ni es posible que escape ya. (Con ptaneante len-íitud alza su mano y se la lleva a la pechera de enca-jes, que de nuevo se ahueca con infame coquetería. Ary se levanta, pero queda retenido a pesar suyo. Tártara le observa. Dulcemente le obliga a sentarse.) i Ya está! (,Lo ves? Ten un poco de calma y hazme caso. Déjate pcinarcon raya a un lado. (Sáca unpeinecito de piata y comienza mimosamente a peinarle50. Ar Y se deja ha-cer, humillado, vencido, con los braios cruzados y tre~ mentes.) Asi'..., asi. jBravo muchacho! ;Delicado mu-chacho! Y pensar que te dedicas a la poh'tica. ;Oh, los políticos son tan vulgares! Sólo Metternich51 elégia muy bien sus guantes. (l*e alzu la barbilla.) Mírame, Se ha consumado nuestro trato. Bien cc lo noto en la mi-rada. Ya estoy habituado a reconocer esas miradas del tralo, a la melancoh'a y ansiedad de esa mirada sin lŕ-miles precisos. Y siento vibrar en el alma una danza para acompafiarla. Me gusta tanto bailar... Me encanta la música ligera, sobre todo cuando es lenta. Lenta y voluptuosa. (Se insinúa en las ondas del aire unii música enrarecida, misteriosa, y TÁRTARA le hace bailar consiga, manejándole como a un muňecosin vo/untad.) Y hay algo en ti que ya me acepta con cieria voluptuo-sidad. ^No lo sientes? ;Ahí es nadá! Poder usar de to-dos mis atributos y podereš sólo por no haberrne des-deňado. 50 La acción de pcinar es un claro símbolo del dominio malriar-cal que ejerccn muclios personajes en la obra de Nieva. J1 Metternich. Canciller austriaco (1773-1859), defensor del Antjgiio Régimen y que se opuso a los principios revolucionarios de libertad de lo* pueblos. IA SEŇORA TÁRTARA 167 ARY.—(Espantado, desfallecido, hasta elpuntode quedar de rodillas ante TÁRTARA, que le sostiene la nuca como formando una figura coreogrúfica.) No sé qué trato he hecho con usted. Yo no he dicho nadá. Tártara.—No has dicho, sino que lo has hecho. Has sido fuerte y atrevido al ceder a la vergiienza de tratar conmigo. Y ya eres fuerte. ^Quién puede ser más fuerte que aquel que dispone de la MUERTĽ... de los demás? La gente te lo notará sólo con mirarles. jCómo tebrillan losojos! ARY.—(Se incorpora temblando.) [Ah, qué horror, qué horror...! No es posible. Yo no he podido hacer ese trato. Eres espantoso, deleznable. jApárlatc! Tártara.—Una tentación ya cumplida no sc la re-chaza con palabras, y mi poder ya está en sus manos. ť-,Por qué te asusta? Sólo cuida de administrarlo. Sabe que ya no podrás sentir el menor desdén por los demás, porque siempre que me tengas a tu lado —y no es fácil apartarme— instantáneamente morirán. No me temas ya, querido. Puedes tener miedo de ti, porque eres un justiciero y te šerá fácil matarles sólo por considerarlos desdeňables, ARY.—[Pero yo no quiero, no quiero...! No quiero matar con el desdén. Quiero que todos vivan, aunque sea con sus defectos desdeňables. No quiero matarlos porque tengo piedad de ellos. Tártara.—Pero no servirá de nadá, porque va de-lante tu juicio. Tu mortal juicio desatado. jBandido! Sois temibles los chicos listos. jOh, qué inteligencia liena de puňales! (Ríe.) ARY.—i,Por qué te ríes asi, monstruo vergonzoso? 168 FRANCISCO NI EVA No les quicro matar. No pienso en matarles, sino en me-jorarles. Tártara.—Tu no es un sí. No es suficientemente rotundo, porque en el fondo los desdeňas. Ellos mismos han sembrado en fi ese desdén. Ary.—jNooo...! [Nooo..,! Tartar a.—Huy, qué modo de afirmar tan violento. Nadie ha dicho que st con tantas energías. Ary.—iNooo..,! |Nooo...! Tártara.—No ie causes. Eso quiere dccirque si. Presumido, te quiercs hacer valer rechazando un poder tan grande. Pues guárdalo. No pienses en que te son inferiores y no se morirán. Piénsalo, a pesar de que Bos-queleandro sea un respelable asesino, y Firmamento, un avaro astuto y cruel; Pertinax, un exigentc que nadá se exigc a si mismo —el dinero de su padre le hace fá-cil hasla la misma pobrcza—: los miembros de la Luna Democrática sólo se ffari de un retrato emborronado por todos para cargarlo de honorcs y de culpas, y Pasimina está ciegamente inclinada por la naturaleza mandona a confundir un hijó con un gato,.. (Rte.) ;Qué delicia, que horror...! ARY.—Y tú pretendías ayudarme... Tártara.—Ya lo nice. Ahora pretendo insialarme por una temporada en aquel albergue tan bonito, tan bien situado en el amarillo flotante del otoňo. jQué fe-licidad, quč espanto...! Tú no sabes de mi entusiasmo por la vida. Lo que yo daria por embelleccrla aún más. Colgaría cortinas de encaje en el cielo y todo lo llena-ría de tiendas de lujo y de cabarets asirios. Me encan-tan los exotismos y las extravagancias. Me gusta cam- ÍA SEŇORA TÁRTARA 169 biarme de traje, fiarme de las apariencias, de las telas preciosas, de las sortijas con fuego nuclear. ARY.—(Ensimisntado trágicamertte.) No quiero matar, no quiero matar... Tártara.—iQixé dices? Se hace tarde. Ire a ves-tirme con mi traje preferido, con el que soy más yo mismo sin serlo: mi capa de triunfo y de duelo, tejida en el tártago fatal. (Desde la puerta del albergue.) Ary, querido, no sabes lo feliz que mc has hecho. jQué dolor, que placer tan grande no saber nunca lo que soy...! (Entra en el albergue. ARY ha querido huir. Unafuerza superior le retiene de espaldas, y de esa actitud le saca LEONA, que, coMO si se hubiera cruzado con Tártara en el interior, aparece en actitud de verdadero arrobo.) LEONA,—jEsa mujer no es normal! ^Ha visto usted lo que se nos ha entrado por las puertas? Un huésped del otro mundo. Nada menos que una seňora tártara con un batallón de sirvientes que le llevan, como quien dice, la casa a cuestas. \ Nunca he visto tantos baúles juntos! ^Cuántos novios habrá tenído esa mujer? Se trae hasta siete cahras lecheras para desayunarse de lo suyo y lavarse también la cara por lo del cuidado del cutis. Se trae los almohadones de pluma y los calenta-dores de plata. Una doncella para echarle íncienso y un enano matamoscas que no hace más que revolcarsc para hacerle grácia. ARY.—tCómo dices? ^Cuánto tíempo hace ya de 170 FRANCISCO N/EVA eso? Yo sólo he visto pasar a un hombre poco recomen-dabfe en apariencia. Una espccie de aventurero con el pelo lieno de grasa. (Abstraído.) ^Tártara? ,;Tártago? ŕ.Thanatos?„.í2. Ella es él, son sus disŕraces... Lrona.—^Cómo dice? Ese ,il que usted se refiere debía ser su inlendente, una persona importantísima y de \o más exiranjera. Le pasará lo que a ese Carlos Marx. que le da por vestirse de húngaro y pasearse con un oso. Son fantasias y novedades que siempre dan mu-cho que hablar. FiRMAMENTO.—(Que llega apresurado, habiendo olvidado el sombrero.) j Ah! > l \ SI NORA TÁRTARA 177 lij'roso. La noche en si cs peligrosa. No juzgamos bien his sombras y, si desdeňamos ju/garlas, eso tambíén es mi peligro. Como médico lo afirmo. es una medida sani-diria: debiéramos imitar la naturalcza, hacer como los animates y, al caer la tardc, recogernos en nuestras celdas. FiRMAMENTO.—iQxxé delirios son esos? ^Aquiénes leiicmos que imitar? ^A las gallinas o a los frailes? BOSQUELEANDRO.—jlntolerable! Aquiéncs ha 11a-mado animales, <,a los frailes o a nosotros? Ary.—Yo he querido decir... PASIMINA.—Cálmate, papá. Tan sólo ha llamado animales a las gallinas. LEONA.—Y ha dicho que debiéramos imitarlas me-liéndonos en un convento. Firmamento.—iQué dices, necia? En un convento las gallinas no harf an nada rnejor que poner huevos. PaSIMINA.—Pero lo harfan en beneficio de los ľrailes. Ary.—(Como enloquecido.) jNo me entienden..., no nie entienden...! BOSQUELEANDRO.—Si le entiendo. Está muy claro: al atardecer pase usted por un convento y deposite allí un huevo de gallina para que lo coman los frailes en sus celdas. £,No es asi? Pues bien, ahora debe decirnos qué quiere decir todo eso en la jerga que ustedes emplean para minar la sociedad57. " Ejemplo del lenguaje superrealista empleado por Nieva para deformar estéticamenle la realidad y, en esle caso. profundizaren la tľítica. Sus obras esián Ucnas dc ejemplos similares. Ľn Malditas sean.,, hace decir a Escarlata: «A mf. una vez, me empezó a engor-ilar la lengua y en ella me nació un nifio llorón.» 17S FRANCISCO MEVA Ary.—No, no es eso. No me endenden, no me engenden... Pasimina.—Padre mio, £por que te irritas? Sin duda era su intención aconsejarnos que nos dediquemos más a las obras pias. Firmamento.—Dudo que fueran por ahf las ideas de ešte rcvoltoso. Habrá querido insinuar que abando-nemos nuestros lechos de pluma y nos acosiemos en una celda. LEONA.—^Que nos acostemos con los frailcs? Firmamento.—jPazguata!, no te inmiscuyas en la conversación porque tú todo lo confundes. Ary.—No es eso. No me he sabido explicar. O acaso fucra un pretexto. Sólo quiero apartarles de aquř. Mi vida, mi conciencia, son un infierno. Firmamento.- -Eso nadie lo duda. (.Te has puesto ya a estudiar arquitectura en sombra? Mira que tu ma-dre vive debajo de una cupula ruinosa, pero grandísima. No desdeňes ese detaile. Ary.—Yo quisiera que ustedes conocieran mi an-gustia... Ese hombre que acaba de llegar... BOSQUĽLĽANDRO.—(Miranda en derredor.) iQué hombre? Firmamento.—Se reflere a la seňora tánara. Este chico ha perdido el juicio. <,No era ese tu más ardiente deseo? Pues date ya por aprobado. PASIMINA.—<,La seňora tártara es un hombre? ARY.—No, tampoco es un hombre. Es... una potencia del mal. LEONA.—Pues con col I ares está muy bien. Una persona muy refinada tiene que ser mujer a la fuerza. LA SEŇORA IÁRTARA 179 Firmamento.—Sandeces. Una seňora tártara es algo tan extraordinario que puede no ser hombre ni mujer. Y eso, ^qué importa? Las mismas sirenas no son ni came ni pescado. Yo soy muy tolerante con los extran-jcros porque vienen comprando de todo. Leona.—Y, además, ha Ilegado repartiendo doble propina de la que puede dar al marcharse. A mf me ha dado un sueldo58. Yo en eso no veo nadá malo. Usted que tanto habla del futuro, seňorito Arystón, ya vera que con forme vayan mejorándose las cosas las gentes se saludarán dándose sueldos los unos a los otros. Firmamento.—Eso quieres tú, desgraciada, que haya tempestades de sueldos y de propinas. Pues con-migo que no cuenten; yo no estoy a sueldo59 de nadie. Y si hay que pagar por saludarse, la mejor educación tendrá que ser la grosería. ARY.—ŕ,Por qué se detienen? jVáyanse! ;Por favor, váyanse! El peligro ya no está en ella, sino en mi. No puedo explicarme más. El pensamiento mata y des-truye, el pensamiento vuela hacia el mal. Yo quise ser justo en todo, tener buen juicio; y ahora un juicio es una sentencia que cumplir en cada juicio. Y si hasta lo bueno es malo, £por qué ešte absurdo problema no me hace perder el juicio? (Se detiene y medita.) Si hay un 58 El sueldo era una pieza que en los antiguos sistemas monela-rios equivalía a 1/20 de libra. Su ereación corresponde a Consian-lino (306-337) y tuvo difereme fortuna en los diversos países ro-mánicos. Como anteriormenle «ducados>\ sirve para potenciar la sensación de indclcrminación temporal. 58 Jucgo de palabras con el doble signifieado del término «sueldo», como moneda y como salario. 180 FRANCISCO NIKV, buen juicio que mata, lo bueno es tener mal juicio. En tonces, para no ser peligroso debe ser malo... (Dech dido.) ;Por favor, tío Firmamenio. usted que es una maía persona, sálvemc! Yo nie pondré a su servicio y defenderé heroicamente las peores ideas. FlRMAMENTO.—;Oye, lú, ahora no exageres! Que lo bueno de lo malo es que todavía parezca bueno. Mira bien en tu corazón y atiende a lus peores instintos. Pero si quieres ser malo, no quieras ser también tonto, por-que hay malos con muy buen juicio. LEONA.—Esos deben ser los malťsimos. ARY.—;Que llamcn a los guardias, que me detcngan, que mc metan en la cárcel, en el manicomio...! Las bue-nas intencioncs, matan; los buenos deseos de mejorar al hombre, matan. Y si se desdeňa ser justo. el desdén mata porcien. Pasimina.—jPios del cielo! Se ha vuelto loco. ,Ary, Ary, amor mio...! (Se lanza en sus brazos.) Bosqueleandro.—jPasimina! iQué conducta es esa? jlnscnsata! ;Te maldigo!60 LEONA.—Por fin se le ha declarado a ese desdeňoso. (Que buena es! Lo ha hccho como una mujer cualquicra y no ha sido necesario ni que se corte la cola. Ary.—(Estrechando a Pasimina.) iJis cierto, Pasimina, que lú me amas? Oh, pobre inocente- Acaso ella lo puede resolver. Si', si; el amor puede resolvcrlo. Ella puede arrancar de mi mano este puňal. Amigos, seňor 60 La actilud de Pasimina, como amanic, y la de Bosqi/elean-drO, como padre que se opone a la reláciou amofosa. siguert la linea del teatro románticQ. / l SI-ŇORA TÁRTARA 181 marques, ayúdcnmc todos y yo les ayudaré. Pero en verdad, únicamenie Pasimina es nuestra salvación. FiRMAMHNTO.—jVaya! Ahora dice que esta tontita nos pucdc sal var. Ary.—Bosqueleandro, pido la mano de su hija Pasimina con el firme propósito de renunciar irrevocable-incnte a su fortuna, aunquc puede usted contar con mi tledicación de buen hijo. FlRMAMENTO.—;Eh, protesto! jProtesto! Bosqueleandro.—^Pasimina? ;Jamás! Memori-rfa del disgusto. Ary.—(Turbadi'simo.) ^Dice que se moriria? Ah, pues entonces la rechazo. Pasimina.—/.Me rechazas? i Ary, me moriré de ver-^iienza! (Casi se destnaya en brazos de LEON A.) Leona.—(Seňorita Pasimina! jCielos, que maldad lan grande darle una desilusión asi a una mujer tan pá-lida! Pasimina.—jAy, yo mucro! ARY.—jEntonces no! Entonces, seňor marqués, se la vuelvo a pedir. Bosqueleandro.—y yo se la vuelvo a negar. PASIMINA.—(Desfalleciendo en brazos de Ary.) jln-siste, por Dios, insiste! ARY.—Se la pido Bosqueleandro.—Se la niego. Leona.—;Ay, que desgraciado percance! Veamos quién se lleva el gato al agua antes de que saiga la tártara. Pertinax.—(Que entra seguido de CambkiO y DE-NARIO.) jTraidor, maldito ambicioso! <,Eso pretendias 182 FRANCISCO N/KVA tú, cl sabio humilde, apoderarte de una fortuna man chada con la sangre del barón Fiasco? BoSQUEUiANDRO.—(Cayendo abatido en tma silla.) jHijo. hijoí, £cómo te atreves a acusar asi a tu padre? FlRMAMENTO.— (A PERTINAX.) IlustfC joven, mi SO- brino es un traidor a sus ideales polfticos y me ha dicbo sinceramente que quicre ser peor que yo. Ya ve, con lo arrepentido que estoy. CambiCIO.—i Eso ha dicho? Bien nos equivocamos al nombrarle cabeza de grupo, cuando (o justo es un grupo con una cabeza muy gorda que sea de todos, DeWARIO.—Para nunca poner en duda cualquier cosa que nos pase por la cabeza. jTraidor! Cambicio.—jHipócrita! FlRMAMENTO.—Y aňadió que quien se acuesta tem-prano por haber trasnochado mucho es un gallína. Eso va por los de la Luna Dcmocrática. Cambicio.—jHipócrita! DenariO.—jTraidor! Ary.—Ella ha dicho que me ama. No tengo miedo a la seňora tártara. Acusadme cuanto queráis. Vivir es ío principal. Que yo viva y vosotros también. Cerca de la muerte sólo importa vivir. En el amor está la vida. CamBicIO.—Pero tú quieres la vida para darte la buena vida con el oro de una heredera. jTraidor! DenaRIO.—jHipócrita! ARY.—Soy feliz. Eí amor salva y redime. Con el amor la juventud se prolonga y la vejez renacc. Que-daos todos, os amo a todos. Podéis confiar en mi por-que ya he perdido cl juicio. No tengo miedo al arnor. I i :lf/ORATÄRTARA 183 (Aparece la TÁRTARA fastuosamente vestida. Su t raje es fantástico, excesivo de pieles y coüares, un t raje barbárico y corrompido, surgido de las deíirancias61 del cine mudo.) Tartar a.—Yo, tampoco. El amor cs dcslumbrantc y siempre nuevo. Una móda preciosa. Lo malo de las modas cs que cambicn tan a menudo. Hay que temerle siempre a esa modista que todos llevamos en el co-ra/ón. (Extraneza, admirativas exclamaciones, deferentes saludos. FA gran efecto de la TÁRTARA deja en suspenso la discusión.) FlRMAMENTO.—Ya está aquí la tártara. j Oh, qué clase! Que bien ha entrado en la conversación. TÁRTARA.—(Por BOSQUELEANDRO.) Aquel seňor parece muy abatido y el más viejo de todos. jAnimo, amigo mfo! No se deje pasar de moda. Leona.—jCielos, cómo habla esta mujer y qué voz cavernosa tan femenina tiene! FlRMAMENTO.—Es un prodigio de distinción. Cómo se desliza. Parece que la llevan colgada los hilos de la elegancia. A lo mejor me pongo de moda enamorán-dome dc ella. jY si además es tan rica! 61 Delirancias. Ncologismo a pariir dc «dclirio». Con la alu-sión al cine mudo profundi/.«! en la relación con el expresionismo. s obre todo del cine de Frit/ Lang, en su clapa alcmana, o de P. W. Murnau. Recordemos que una obra de Nieva, Nosferatu, lleva el mismo titulo que una peKcula de este director. 184 FRANCISCO N/EVA TÁRTARA.—(Por Pasimina.) Oh, qué Jinda niňa. Ella si que tiene ojos de enamorada. ;Fefiz criaturaí Por cierto: sospecho que he venido a interrumpir alguna conversation privada. BoSQUELüANDRO.—Qué tafde se da por enterada. Eso es tener tacto. PERTINAX,—(Muy caballeresco y fascinado.) De ningún modo. Esta conversación sc puede diferir. Su presencia ha tenido esa virtud. Se habla mucho de US' ted cn ía ciudad. Ustcd viene de lejos, de un pais, pa- rece ser, al que no se llega ni traspasando su irontera, porque justo detrás de elía hay otro pais que no es ese. Tártaka.—Cierto, cierto. Mi pais es tan lejano que si se sale de éi ya no se puede volver. Es tan lejano, tan Icjano, que ni llegué a nacer en él. Yo soy exotica de origen. Esa es mi gloria y mi tormento. Leona.—Pues ahora se comprende por que es una mujer tan elegante y que no para de viajar: cs forastera de naci mien to. Pertjnax.—Al veria a ustcd, no sólo interesa la le-jania de su pais, sino !a cercani'a de una mujer tan le-Jana. Es ustcd la persona más intcresante que jamás ha pisado estos lugares. FlRMAMENTO.—Es tan interesante que parece que ni los pisa, Lo bonito es que esté aquícomo si se hubicra qucdado tuera. TÁRTARA.—j Ah, eso sfj Siempre me sentiré extran-jera. En esto soy muy patriota. FlRMAMENTO.—Esos nobles seiitimientos la honran. PERTINAX.—(Preseiitdndose con una reverenda.) H SEŇORA TAMARA 185 Soy Pertinax de Bosqueleandro, su fervoroso admi-rador. FlRMAMENTO.—Me llamo Firmamento, nombre que llcvo con disgusto menos presentándomc a ustcd. Pasimina.—(Tímida y llorosa.) Amable seňora, yo soy la hija de un padre y quisiera permanecerlo... BOSQUELEANDRO.—Hubieras debido decir que el padre de mi hija soy yo, jingrata! CambiCIO.—(Inclinándose.) Cambicio. Denario.- (Iguatmente.) Denario. (TÁRTARA y Ary se miran frente a freute, de-safiantes. Ary sonríe enigmático, TÁRTARA frunce el ceno.) ARY.—Me complace este nuevo eneuentro y, con to-dos mis respetos, también me complace decirle que se engaňaba, seňora. Estoy completamente scguro de que mis dudas han sido vencidas. ^Me comprende? Firmamento.—Compruebo que se conocían. (A Ary,} Pero no veo hasta qué punto a esta dáma pueden intcresarlc tus dudas ni tus juicios. Es mi sobrino, seňora; pero no le dé demasiado crédito, porque ya le he desheredado. Por desdeňoso. (ARY se altera y TÁRTARA sonríe.) TÁRTARA.—Si, sř, le conozco; y a él le es notorio que le estimo. Sé que es un hombre afamado y sus dudas me interesan. Son dudas muy peninentes. Denario.—iNo lo son, seňora mía! El grupo que él agrupaba ya le ha ju/gado y rechazado. Quien ahora nos agrupa, por no ser cabeza de grupo, es Pertinax, 186 FRANCISCO NIEVA hombre heroico, que no ha dudado de nosotros para acusar a su padre, aquel seříor pasado de moda que allí ve tan conťundido. BOSQUELEANDRO.—jPerlinax es un mal hijó* jDes-graciado! Más anticuado me verás cuando csté muerto. Firmaménto.—(Cada vez más seducido.) jQué mu- jer! ,-Qué boato! Seňora, si es usted capa/ de notár cuándo un hombre se pone de moda si sc enamora, dŕg- nese mírarme y diga si no estoy a la ultima. Tengo al- gunos defectos y una gran fortuna que poner a sus pies. Si usted pusiera a mis pies la suya nos subin'amos en-cima. TArtara.—jEncantador! (,Y que conseguiriamos con eso? Firmaménto.—Pondrfamos una casa de modas.; Yo me siento tan moderno! No la distraigan vanamente to-das esas acusacione.s hacia mi sobrino. Son bien fun-dadas, pero es un asunto tan menor... Pasimina.—^Fundadas, dice? ;Nada de eso! Há-game caso, seňora; usted tiene cara de protectora y de mujer ecuánímc, y estos hombres son injustos con un genio de su tiempo. El es inocente. EI mayor inocente de la tierra, incapaz de matar a una mosca rii con el pen-samiento. ARY.--(Artgustiadisimo.) jNo; lamuerte, no! Callad, callad. No se piense. Piensen las cosas por nosotros y dejémonos llevar. Leona.—jEso es! Y en lugar de tener que hacer tantas cosas, que las cosas se hagan sin pensar. I.\ SEŇORA lÁKlARA 187 Cambicio.—Ya no pienso, luego existo". ^.Dónde he leído yo esta frase? Denario.—(.Ahora apruebas sus razones? <,Máxi-mas conservadoras? A ver si tú también estás pasado de moda. Cada vez me pareces menus adicto. Cambicio.—<,Mcnos adicto yo, que soy el más anti-guo de los nuevos? Denario.—Y a fuerza de ser adicto molestas nues-tro progrcso. j Me tienes harto! Cambicio.—Soy exigence, soy cn'tico. Nunca me opondré al progreso, pero soy muy partidario de darle, cuando es preciso, una patada en el atraso63. Ary.—jCallad, callad todos! |No digáis cosas tan nuevas que... que parezcan tonterías! O poneos a hablar más fuerte para que no os oiga. Yo no quiero pensar. ^Por que pensar? ^.Para que pensar? FiRMAMENTO.—Se ha vuelto loco. Hay que pensar a la fuerza, sobrino. Y te digo con loda la autoridad de mi gótica sabiduría que pienscs mal y acertarás. (Siente un golpe en el corazón y se tambalea, pew se vuelve hacia la Tartara y le guiňa un ojo. Esta le sonrie enig-mática y coqueta.) Ary.—;Se ha tambaleado! ^Cómo se encuentra, tío Firmaménto? ^Se encuentra bien? No me vayan a decir ustedes que no le han visto tambalearsc. 62 Transformación de la frase de Descartes. Nieva ulilíza con frccucncia frases hechas, sentencias y refranes que vinculan su tea-tro con lo popular. 63 En esle caso, la transformación sc rcaliza sobrc otra frase con la que jucga, además, fonéticamente, al sus t i tu ir la palabra «trasero» por «atraso». 188 FRANCISCO NI EVA FiRMamento.-—Porque tienen cducación. Un tras-pié en sociedad es un saludo en portugués. DENARiü.—(Que coníinúa enzarzado Con Cambi-cio.) Siempre tendré más razón porque soy más joven que tú. CaMBICIO.—Pero yo soy más juvenil. LEONA.—(Atendiendo a los litigantes.) No sean us-tedes niflos y se pcleen por tan poca cosa. j Yo que siempre les habia visto tan adictos! Ary.—jCallen todos! jNo digan más tonterías, no hablen! FiRMAMRNTO.—Hablaremos cuanto queramos, aun-que sea por fastidiartc, sin tener en cuenta siquiera que por la boca muere el pez, (Le ataca un hipo tremendo y vuelve los ojos agónicamente hacia la TÁRTARA, con la que sigue flirteando. CAMBICIO y DENARIO se pelean, PERT1NAX se esfuerza en separarlos.) Pasimina.—(Colgándose al cuello de Ary.) Ary, qucrido, /,por qué te atormentas si me tiencs a mí? ^.Di-rás que te falta conmigo? Siempre que hayas de quitarte algún peso de eneima, tómamc a mí. En tus brazos es-calaria las cumbres más escurridizas. LEONA.—(Que con asombrado interes va de uno en otro grupo.) Lleva razón la seňorita. Y para no dar un traspié líense la manta a la cabeza, cásense ustedes sin más pensar. Ary.—jNo digáis estupideces, no habléis! Tampoco tú hables, Pasimina mía. Alégrate y canta. jEso es! iCantad, cantad todos! Elevad vuestras almas al reino de la inocencia. PASIMINA.—Pero ^cantar? ^Cantar, qué? IA SEŇORA TÁRTARA 189 Leona.—Por llevarle la corriente, cante cualquier tontería. Firmamento.—Pero jquč absurdos caprichos, seňora! Ahora nos pide que cantemos. Y si a usted le place, yo canto. Pero le advierto que cantando estoy para que me maten. (Se tambalea con los ojos en blanco.) PertinaX.—(A los estudiantes.) jOrdeno que ceséis ahora mismo! Sólo merece respeto la juventud que no ha nacido, Generación oprimida y sin ningún derecho a hablar. ARY.—Llcvas razón, Pertinax. Y contra esa ley ti-rana, ť,no se ha de protestar cantando? Pues cantad, cantad, amigos; confundidlo todo en música. Tartar a.—i Oh, si, que canten, que canten! Antes del Apocalipsis deberán llover canciones de móda. |Scráun guirigay!6,1 ARY.—jAh, pues no cantéis! jSilcncio! Pero algo se debe hacer para que pierdan el sentido. <,Qué licor hay en la bodega, Leona? Leona.—Sólo hay mucha cerveza. ARY.—No, no; la cerveza alemana hace pensar. Tiene que ser algo que aturda, polvo de luna de las bru-jas, alguna droga alquimizada. Hay que hacer todo lo posible porque no se les ocurra nada. Leona.—jAy, Dios, qué apuro tan grande! jPues ni siquiera hay pipermint! w Referencia al final apocallptico de muene, confusion y desor-den. La misma idea de griterio discordante, pero cn Icnguaje popular, viene a signifkar la expresión «guirigay». 190 FRANCISCO NIEVA Denario.—;Espadas! ^Dóndc bay espadas? Leona.—iQué ocurreneia! No hay espadas. Todas las pierden por el bosque después de haberse balido y jamás nos las devuclvcn. No hay provision. Denario.—(Mira entre la hierba.) fAdui hay una! (Surge inágica y vertical una espada del suelo.}6- LEONA.—j No, no; ésa, no, que parece que cstá oxidada! CambiCIO,—j Aquí hay otra! (En otro lugar surge otra espada.) ARY.—ť-,Cónio es posible? ^Quién les ha procurado esas espadas? <,Quién ha sido? TARTAR A.—Tu las llevabas clavadas en el corazón. i No te duele ahora menos? Ary.—(Que corre a separarlos.) [Que no se batan! iDetenedlos! j Que desdeňen esas renciilas, que desde-ňen esas espadas...! j Los asesínos! TArtaRA.—;Ja, ja, ja, ja...! El asesino eres tu. FiRMAMENTO.—(Muy empecinado en hacerse notar por la TÁRTARA,) Es un escándalo, seňora. Y si no es posible evitarlo, más vale que me mire a mi'. a inmôvil: está muerta.) jEs mi madre! ^Dóndc vas? ôQxxé vienes buscando aquí? j,Me vienes buscando a mí? Dime, madre, qué miras con esos ojos tan fíjos. Leona.—jAy, se me hiela la sangrc! Parece que no nos ve. Yo ereo que ya va desdeňada. Tártara.—Ary, déjala pasar. Tambičn ha muerto. Ya nada hay más vivo en ella que el coche que la con- tvz FRAtiCISCO nieva duce poť ia viveza de tu ingenio. Nadie ha podido dete-nerla. Los caminos están muy dcspejados. Venia dis-puesla a relaiarte por lo menudo el elenco de (us debe-res dc buen hijo. ARY.—(Se aparta Ueno de terror,) jMadre, madre! i Detente! LEONA.—;Ay, desgraciada seňora! jCon lo cómoda que iba! Y se va derecha al lago. jDeténla, An', por favor! <,Vas a dejar que se ahogue el cadaver de tu madre? Ese dcsdén no se perdona. Ary.-- -(Cubierto el rostro con las manos.) No puedo, ya es tarde. jAy, desgraciado de mŕ! También la heasesinado67. (El coche desapíirece. ARY y LEONA miran en su direction y dan im grito. Retroceden. El cocfie vuelve a entrar y queda finalmente detenido, con MlRTUA sehalando a su hijo.) Madre, <,qué quieres decirme?, ^que senates con tu dedo? (Mira la piedra, que aim tenia en la mano, y la deja caer. Al mismo tiempo que la piedra cae el brazo de MlRTllA, y su cuerpo se inclina sin vida. Los ámbitos crepusculares se cubren de un tinte sangriento y. en sin- 67 El lenguaje entrecortado de exclamacioncs, los gritos lasii-meros, las muertes en cadena, el sentido dc culpa... recuerdan con claridad las escenas finales del tcalro románlico. LA SEflORA 7ÁRTARA 203 cronia con la piedra, se hace sentir un gran estruendo.) Tártara.—Es su ultima, su más justa conminación. Habrás de tomar esa piedra si de veras pretendes co-menzar de nucvo. Por el amor de Leona, tú, el futurista, no tienes otro remetlio que reconstruir el mundo empe-zando porel maldito floripondio. ;Ja, ja, ja, ja...! Y tú, muchacha, si aceptas, te vas con un asesino. ;Un ase- sinocompleto! Leona.—jPues me voy! Voy porque quiero vivir. Morirse no es tan sencillo. Ary, recoge esa piedra. Tó-mala y no tengas miedo. Sálvame, sálvate tú. Hazlo si te parece sencillo. (ARY mira con odio a la TÁRTARA. Alfin recoge la piedra y tira de LEONA. Los dos solen a la carrera. La TÁRTARA lama una carcajada estruendosa y liena de amedren-tadores ecos.) TÁRTARA.—iSencillo, sencillo...! iJa,ja! ;PobreAry, pobrecito! Noche y día, alerta y firme rondaré tu caída; bailarč confundida entre las hojas que nacen y mueren en otoftos y primaveras siempre iguales, en erepúscu-los de sangre tediosamente repetidos. Cuando no se 11c-ven los estampados claros, se pondrá de moda el negro, que también es un color. Es el orden de la moda. jAy, si yo pudiera venccrlo...! Seria la dueňa fantástica del mundo. Y siempre lo intentaré, porque este orden me aburre. <;Por que nunca llega el futuro? £Por que no 204 FRANCISCO MEVA llega si é\ crcc en él? También quiero yo un futuro con sus tones boca abajo y sus salones ondulados, en el que mi pobre Ary —jquerido asesino mío!— no suefie ma-rando más. (Los muertos levantan la cabeza y alzan los brazos de modo casi imperceptible, imaniados por el paso procesional de la Tártara en camino hatia el horizonte.) Venid conmigo, ayudadme, acompaňadme, almas rescatadas al orden, espŕriius puros de! bien y del mal; no le dejemos escapar, incítémosle al futuro, por-que es joven y morirá; incítémosle al futuro, a ver si de verdad lo descubre... Y amadle como yo le aino, infini-tamcnie, infinitamente.,. (Y asi se van perdiendo, esfumándose los altaneros perfiles de Tártara, sus risas graves y dotientes, entre celajes musicales de un crepúsculo cada vez mas ardiente y bajo un ritmo elemental, como el latido de un corazón sin ideas**.) F I N ** La escena final esiá eargada dc una fuerte expresividad. como casi lodas las obras de Nicva. Para ello utiliza la plastica visual y la soiiora. inlenlando captar y ctivolver los seniidos del especlador. EL B AILE DE LOS ARDIENTES PODEROSO CABRTCONDEl ' Cubriconde. V.& frecuenle en el lualro de Nicva la íbrmación de palahras por composición. En csic caso, al u'lulo nobiliario se unc cl prcfijo «cabri» para aludir al cuerno que le adoma la frcnlc. La cabra desempefia una función mágica especial relacionada con diversos aspecios miiicos del sexo. Eslc significado se muestra, sobrc lodo. en La carroza de plomo candente, con ta aparición en csccna dc la cabra «Liliana».