-tis CARLOS CLAVERÍA la Universi'dad de Pennsylvania, adondc han venido a parar restos de la biblioteca particular de Pott, me han suminis-trado los elementos de consulta indispensables. En diversas bibliotecas espafiolas, especialmente en la Nacionál de Madrid y en la Colección Teatral de D. Arturo Sedó, de Barcelona, generosamente abierta a mis investigaciones, y tam-bién en las colecciones dramáticas de algunas Universidades norteamericanas (Pennsylvania, Harvard, Oberlin College), he encontrado muchos materiales para documentar la popu-laridad y difusión de los gitanismos espaňoles. Me complaz-co en dejar aqui constancia de ello CONSIDERACIONES GENERA LES SOßRE EL ELEMENTO GITANO DE LA LENGUA ESPAŇOLA Fué el tilólogo alemán _M3jt_Leagold^Waj[ner el prime-ro que lkmó la atencián de los lingüistas sobre el gran numera de--voc«s~gitaiias-jque jáyían. en e/1 lenguajcpopular es-paňol y el que inició un estudio sistemático de las mismas. En su libro Notes Hnguistiques sur 1'argot barcelonais (Barcelona, 1924) ponía de relieve la gran proporción de pala-bras de origen gitano en la lista de «argotismos» catalanes que estudiaba, haciendo constar que la mayor parte de ellas se usaban corrientemente en el lenguaje popular de los ha-bitantes de la peninsula de habla castellana. En otras oca-siones ha insistido en destacar la importancia del elemento gitano.del jfocabulario espanol y ha estudiado con rigor y fruto la etimología y el uso de algunas de sus expresiones '. 1 En una crítica del libro de W. Beinhauer, Spanische Umgangsprache, en Volkstum und Kultur der Romanen, III, 1930, p. 114, después de anunciar un extenso estudio sobre el elemento gitano en el espaňol, escribe: tDie Geschichte des Einflusses des Zigeunerischen auf die spi-, nische Umgangsprache ist noch zu schreiben und wird noch manche Ueberraschung bringen». Wagner ha tratado diversos aspectos de este problema y explicado expresiones gitanas en diversos estudios: Ueber-sicht über neue Veröffentlichungen über italienische Sondersprachen. Deren gigeunerische Bestandteile, en Vox Romanica, I, 1936, p. 264 y ss. ; Stray Notes on Spanish Romani, en Journal of the Gypsy Lore Society, Third Series, XV, 1936, p. 134 y ss. ; y XVI, 1937, p. 27 y ss. ; Sobre algunas palabras gitano-espaňolas y otras jergales, en Revista de Filológia Espaňola, XXV, 1941, p. 161 y ss. ; O elemento cigano no caläo e na Hngvagetn popular portuguesa, en Miscelänea de Filológia, Literatura e História Cultural ä memoria de Francisco Adolfo Coelho, Lisboa, 1949, p. 296 y ss. 8 CARLOS CLAVERÍA Antes y después de estos estudios de Wagner se ha seňa-lado en repetidas ocasiones el irmuJ£L£Lue_la.pr.esencia de am pueblo.-XQmo.el gitano, con hábitos y lenguaje propiosr babia ejercido sobre la lengua ylas costumbres.-de ciertos me-dios espaöoJes y basta en la psícologíanacionál. Pero si, a grandes rasgos, se conocen o adivinan los contactos con los gitanos que dieron lugar a la «gitanización» del lenguaje popular espafiol, no-existen aún estudios particulares que abor-den cientificamente los mi'iltiples problemas que presentan las relaciones con los gitanos en el territorio espaňol, ni tampoco el libro de conjunto que smtetice el complejo de arduas cuestiones que suscita el «gitanismo» en Espaňa. No parece tampoco, por otra parte, haberse prestado atencion bastante a la relación que existe entre estos problemas especificamen-te espaňoles y las investigaciones qvte vienen realizandose para desentranar el misterio de las circunstancias que rodean el destino, y la procedencia y peregrinaciones de este pueblo nómada, cuyo nombre sigue siendo un enigma y cuya lengua, de lejanos orígenes fndostánicos, constituye el principal testimony histórico de su pasado y de su existencia ' w\ El des-conocimiento general respecto a estas cuestiones fuera de un reducido medio de especialistas, ha contribuído aún más a la confusion que existe en la consideración de los gitanos espaňoles y del pape] de sus costumbres y de su lengua en la vida del pais. i bi« Véase sobre el nomfore de los gitanos en reláciou con su ori-gen: F. Miklosich, Uebcr die Mundarten und Wanderungen der Zigeu tier, VI. Wien, 1876, p. 57 y ss. («Ueber den Ursprung des Wortes Zigeuner»); y L. Wiener, Die Geschichte des Wortes «Zigeunern, en Archiv für das Studium der neueren Sprachen, CIX, 1902, p. 280 y ss. Sobre su origen y lenguaje, véase J. Sampson, Gypsy Language ami Origin, en JGLS, New Series, I, 1907/8, p. 4 y ss. Sobre el gitano como lengua indoeuropea y su relación con las lenguas indostánicas véase R. L. Turner, The Position of Romani in Indo-Aryan (nGypsy Lore Society Monographs, num. 4), Edimburgh 1927. Un buen resu-men, pese a su fecha, de la história y posición de los gitanos en el mar-co general del «folk-lore» europeo sigue siendo la introducc:6n de F. H. Groome. Gvfrsv Folk-Tales. London. 189» r> TX v ss. ESTUDIO SOBRE LOS (HTAKISMOS DEL ESPAÍÍOL 9 Los libros de Rafael Salilläs sobre El delincuente espaňol 2 siguen siendo, pese a su fecha, la mejor iniciacicm al conocimiento de los gitanos espaňoles y del papel que éstos han jugado en la sociedad y en la literatura y la parte que han tenido en la formacióii de la lengua de los malhechores. Especialmente la segunda parte de su libro Hampa y los ca-pitulos dedicados al «caló» «je su otro libro sobre el lengua-je de los delincuentes. Un breve ý reciente fotleto de J. Mo-reno_Qa§adxL 3 resume datos históricos acerca de su história y estado en Espaňa desde que aparécen en la peninsula a mediados del sigjq xv y su_.pŕes£ncia. determina. uniuactitud d£_Jas_^illxiddad£S—jt-dei-pueblo^-aaíe-eslé.grupi. de. gentes extEafio-aLpais; Un trabajo dě P. Bataillard *, sobre 16s gi tanos espaňoles, en que se estudiä su aparicióh en la peninsula y se aborda el examen comparative} de los vocabularios gitano-espaňoles, permanece olvidadó en'una publicáción pocó conocida. Los libros generates que tratan de los gitanos y de su história no prestaň demasiadři aťención á los gitanos espaňoles *, y las noticias sobre los gitanos que contiéňeri. como introducción, algunos de los diccionarios gitano-espaňoles son,- en su mayor parte, trasunto de libros anteriores, extranjeros o ftacionales, que habian divulgado conocimien- 2 El delincuente espaňol. El lenguaje, Madrid, 1808: y Hampa {An tropologia picaresca), Madrid, 1888. (7 s i-0J gitanos desée su penetration en Espaňa. Su condicián social y juridica {tPublicaciones de la Escucla Social de Granada», X), Granada, 1949,. j Sobre los gitanos de Espafia y Portugal, véanse también algunos datos rěsumiáos en el libro de J. Oüveira China, Os Ciganos do Brasil (Subsiiios históricos, etnograpkicos e linguistic os), Sao Pau lo. 1936, p. 34 y ss. sin olvidar el venerable estudio de F. A. Coelho. Os Ciganos de Portugal, Lisboa, 1892. * Les gitanos d'Espagne et les cigán o s de Portugal, en Congres International ď Anthropologie et ď Archeologie préhistorique. Compte rendu de la neuvieme session ä Lisbonne, Lisbonne, 1844, p. 480 y ss. » Véase la escasa atención especial que les dediča, pese a conocer los de manera directa, A. Colocci, GH Zingari, Torino, 1889. Lo mismo podría decirse de las obras generales, antiguas y modernas, que han divulgado el conocimiento de los gitanos y sus costumbres fGreľlmann. Tpt7tipr Pt-prluri Pnnn ^prKninnn Rlnck*! 10 CARr.OS CLAVERÍA tos sumarios sobre las vicisitudes, las costumbres y la len-gua de ese pueblo'*. Si se ha podido creer que los gitanos espaňoles, y su especial manera de ser, eran más conocidos, incluso internacionalmente, se debc simplemente a la popu-laridad de que gozo, y de que sigue gozando, la obra del original escritor ing1és\ George Borrow, agente de la Socie-dad Biblica de Londres, que relató sus andanzas con los gitanos de Espana, a principios del siglo xix, en sus famosos libros The Zincali, or The Gipsies of Spain y The Bible in Spain, publicados en 1841 y lSéB^respectivamente. Indoenro-peístas e histonadores de la literatura inglesa coinciden en reconocer el papel importante que desempeňó la fantasia en las elucubraciones ŕilológicas y en el relato de las aventuras de Borrow. Pero sea cualquiera el crédito que hayamos de dar a sus palabras, las noticias de Don Jorgito el Inglés y la lengua de los gitanos que él documenta en los libros citados y en su traducción al ď'alecto gitano-espaňol del Evangelio de San Lucas (que, con el titulo de Embeó e Majaró Lucas, apareció, en)Madrid, en 1837), siguen siendo la única base y el constante punto de referencia en cualquier estudio del gitanismo espafiol. De hecho, a. finrrnw ban tenidn que acudir. como veremos, rnantns han qaeriúa pgtnHiqr ^entífiramPn^ »1 Hi?]ft<-t» fc fos g-jtamp de Espaňa, y el vocabulario de The Zincali ha sido saqueado. de primera o segunda mano, sin duda, por casi todos los que han compuesto vocabularios gitano-espanoles. Las ora-sifmg£_jpf_rdidas dp pgtndiar dp rprc,a..y de.„manera—d»F«cta e intensa a. Iqs. gkanoa,4e-Espaňa.-desde-^uft-GeorgpeJBoiTttaí- , * R. ľgninuzann Orijen, usos y costumbres de los jitanos y diccio-iiariii de su dialecto, Madrid, 1848; F. de Sales Mayo (Quindalé), El itittinitmo, História, costumbres y dialecto de los gitanos, Madrid, 1870; v I M. Pabtinó, História y costumbres de los gitanos, Barcelona, 191£m ' Wane W. I. Knapp, Life, Writings, and Correspondence of Geor He Borrow, New York, 1899; H. Jenkins, The Life of George Borrow, Now York, 1912; F.. Thomas, George Borrow, The Man and his Books, New York 1912; y la bibliografia citada en las notas de mi estudio Citano-andalut tDtvil, Undtvih. ESTUDIO SOBRE LOS GITANISMOS DEL EKPAŇuI. 11 cunvivió conxlLos, constiluye. y a .algp irreparable. Cualquier iaíejUD-de.Leaanstituir. el medio gitanesco antiguo (contem-poráneo o anterior a la época en que Borrow entró en con-tacto con él), a base de fuentes escritas., o de estu-iar con tigQr.hoy..£LlolklDre y lengua de los gitanos axtuales., .no po.drá..niinrn tenpr In innipdjatn, la viveza y el color que el_ üscxitfii-. inglfiS.clió a la deseripción de sus relaciones Ů\X.?c-tas e íntirqas con los gitanos espaňoles de una época en quo, sin género c)e duda, eonservnban con mayor pureza sus costumbres y su lengua, y difícilmente nos pondrá en posesión de materiales lingüisticos tan abundantes—y. aunque resulte paradójico, tan puros—como los suyos. La escasez de tex-. tos antiguos.eii «calóa y la rápida desaparición en nue.str.D_s. tjfmpns., que es general a todos los paises, dť toda singula ridad lingüistica, haxán sienipre irxeemplazahle la «bra de Borrqw. La literatura antigua sirve ide poco para resucitar el am-biente en que vivieron los gitanos en sus primeras centurias de vida espaňola. Los gitanos que se mezclan en la poesia «germanesca», en el teatro primitivo o en las novelas de pí-caros, pueden ofrecer algunos rasgos generales caracteris-ticos de las costumbres tradicionales de h raza, pero rada tienen, en rigor, de estrictamente documental s. Además, la fidelidad de los gitanos a tin mismo tipo de vida y a ciertas profesiones, a través de los siglos y de los muchos paises en que hán estado, quita mucha originalidad a descripeiones an-tiguas del medio gitanesco. Pero posiblemente algunos de los 8 Véase especialmente el capitulo «Los gitanos en la novela pica rescai, en el citado libro de R. Salillas, Hampa, p. 142 y ss. A Salillas sigue M. Romera Navarro, La vida que pasa, Madrid, 1921, p. 229 y ss. (capitulo titulado «Gitanerías»), con algún que otro dato más sobre los gitanos en la literatura del sijlo xvn. Sobre los gitanos en el teatro espaňol del siglo xvi, véase W. S. Hendrix, Some Native Comic Types in the Early Spanish Drama, Columbus. 1924, p. 24 y ss. E. Co tarelo y Mori, en su introducción a la Colección de Entremeses (NBAE, XVII, Madrid, 1911, p. CLI) seňala la intervención frecuente de gi tanos en las piezas menores del teatro del Siglo de Oro. li CARLOS CLAVERÍA escritores del Siglo de Oro debieron tener de los gitanos un mayor y más profundo cönocimiento del que demuestran en los libros, aunque no lo revelen, porque en sus obras no apa-recen, por ejemplo, vocablos de su habla particular que den mayor color y autenticidad a la intervención de los gitanos en la literatura9. La história y hasta la.4atinaidad.de los gitanos v.. está, siempre en ultimo término, en.s.ulengua._La.único-di- ^-^-,y ferenda!, y-típico de.los-gitanos-que apareceu en las obras. li-terarias de Ig« siglos xvi y-xsn es 3a.ftC.eceo». v ese «cecear» constituye un problema todavia no explicado. El convencio-nalismo de esta pronunciaciön de los gitanos £ué, sin duda, muchas veees--un fácil recurso Hteiario para los autor.es que deseaban presentar tipos gitanescos con alguna nota distin-tiva. pero nadá puede afirmarse aún en concreto acerca de si el «ceceo» procede, en efecto, de la fonctica del dialecto que hablaban los gitanos que primero llegaron a la Peninsula10. El vôcabulario que George Borrow aňadió comp apéndice a su libro The Zincali es la primera verdaďera lista de voces gitanassobre la cuaJLse puede intentar.reconstruir-el-priiniti- * J. Givanel Más, en el prólogo de La gitanilla. Testo original y la traducción italiana de Barezzi (nPublicaciones cervantinos patrocina-das por J. Sedá Peris Mencheta», V), s. 1. s. a., p. VIII y ss. resume los testimonios de clistintos autores concernientes al problema de la veracidad del medio gitanesco de la novela de Cervantes. I.a idealizn-ción de la gitaneria es patente. É1 realismo de la novela hubiera ga-n.ido, según Givanel. dando entrada en el texto a ciertas voces gitanas. pero no hay que. olvidar que tampoco Mateo Alemán. ni Alcalá, en El donado hablador, ni Espinel, hicieron hablar a los gitanos su lengua r Esp. c, — Esp. st > Arabe ch, en PMLA, LXII, 1947, p. 325 y s.S. ío m» i Brown, The Vocabulary of The Zincali, en JGLS, Third Series, II, 1922, p. 1912, se pregunta: «Has any one ever discovered the source which Borrow used in preparing the vocabulary in The Zincali? Most of the words he may well have collected himself, but there is considerable internal evidence that some were taken from an earlier work.» 14 CARLOS CLAVBRÍA mogéneas de otras hablas gitanas de Europa y Asia. Miklo-sich se valió de algunos vocabularios gitano-espaňoles, es de-cir, de un léxico que procede del diccionario de Borrow o de otros diccionarios u observaciones directas (lo que no puede determinarse íácilmente) de fecha aún más tardia. Hasta los estudios modernos de M. L. Wagner, el conocimiento cientí-ŕico del gitano espaňol no se ha visto enriquecido más que por algún vocabulario nuevo que no hace, por lo general, más que repetir el núcleo principal de palabras de los diccionarios anteriores. I a naťiral consigiufntP degeneration dpi ha-Jila ■de.iQs^gilanas-espaňoles, -durante-£l-£igla largu,, oue ia transfjirri dxx-4esda-q«e--Jíeťtauŕ -fzcogiá. las.JOätsriakSu Un-guísticas de Tlt» Ziv^M, no ha sido inv^síigadn aún ňe ma-aera directa, y los testimonios de los que han tratado a los gitanos espafloles en los Ultimos decenios no pueden ser más contradictorios respecto al estado actual de su lengua11. Tntio hňŕ* «"«p^har qiif Ja ir|fliif»n«*ia /JpI f^paňnl gf> hi Hpjadr> a»n- tir cada. vez más sphre el «rain» y gup In qne hny en-iflía har hlan los gitanos no es rp^s que la ler^na de Irw espaftnW de. la rfgión fn y* Ins gitanni! ^hitan, ^p^ada Aa-uo-xbói*-cido aúmerQ.da.lvnrŕ'i gitana-s. Majes_isle, un fcnómenn aape-ľifirampntP ^gp^típi y a lo largo de las investigaciones sobre V,,0 4»MÍ ÍJr- n Ya Borrow notó entre los gitanos espafioles un mayor o menor dominio de la lengua propia según los casos. Muchos de ellos habían dej;ido de entender el «caló cerrado». Gitanólogos extranjeros han ob-servado en otros países el mismo fenómeno de ignorancia, por parte de los gitanos. del Uamado «deep romány». El Marques de Colocci, The Gitanos of Today, en JGLS, Old Series, I, 1889, p. 28(1 y ss., publico algunas noticias interesantes sobre un viaje a las «gitanerias» de Es-pafia, sefialando el gran estado de decadencia de su lengua, aunque sin comunicar los textog de «caló» más puro que había recogido en Sierra Morena entre gitanos de avanzada edad. Los datos que ofrecen los libro» de W. Starkie, Spanish Raggle-Taggle, London, 1933; y Don Gi-iano, London, 1987; y^TfBrown, Nigths and Days, on the Gypsy Trail, New York, 1922; y Deep Song, New York, 1922J no ofrecen informar ción lingiiística muy segura. Vease también una nota. que se suma a las contradictorias afirmaciones de los libros citados, de I. Brown, The Knowledge of Gypsy by the- Gentiles of Spain, en JGLS, Third Series, III, 1824, p. 148 y s. tSTUDIO SOBKE LOS G1TANISMOS DEL JiSl'AŇOL 15 Qtra^yarJsdj^sjj^ráJicas.de la lengua de los gitanos, co-üü£ejoiQs.^tros casos en que un dialecto gitano ha perdido la_estr15ctuia_.de su propio sistema liugüistico para adaptar su itiicaliulariQ ü.la,£Ätruc.üira de la lengua que se habla en eJ paisö^ndeL^giUnos-vH*«^^ '-'. No ya sólo el temprano diagnóstico de Pott ni las posteriores precisions de Wagner sobre algunos puntos indicados por el prime-ro, sino también el famoso articulo del ŕilólogo austriaco [H. Schuchardtü** sobre los «cantos rlamencos»j(al que sir-ven de punto de partida los «gypsy rhymes» de The Zincali y la colección de Demófilo) y un sumario estudio antiguo de A. Keller acerca de la influencia del espaňol sobre el gitano de Espaňa13, basado, como los otros, únicamente en las esca-sas fuentes escritas existentes, hacen suponer la actual dege-neración externa del dialecto gitano espaňol, muy cercana a una extinción absoluta". 12 El ejemplo más típico e invocado es el que documents ľ. N ľinck, Die Sprache der armenischen Zigeuner, en Memoire s de V Academie Imperiale de St. Pétersbourg, XVIII: 5, 1907. p. 32: «Wie schon ein nur flüchtiger Ueberblick... zeigt, h.it die Sprache der armenischen Zigeuner ein wesentlich armenisches, und zwar westarmenisches Gepräge ; nur der Wortschatz legt Zeugnisse von indischem Ursprung ab, nicht aber die Flexion» ; véase también p. 47 y ss. j ía 61» Die Cantes Flamencos, en Zeitschrift für romanische ťhitolo gie, V, 1881, p. 249 y ss^ is Einfluss des Spanischen au-/ die Sprache der in Spanien lebenden Zigeuner, en ZRPh, XVI, 1892, p. 165 y ss. 14 Se impone la necesidad de un estudio serio y sistemático de los Ultimos restos del gitano hablado en Espaňa antes de su total desapa rición. Las «gitanerias» de Zafra, Guadix, Granada, Valladolid, Zámora, etc., pueden aun reservar sorpresas. En junio de 1949 tuve ocasión de hablar, durante tres horas, en Madrid, con un inteligente «bailaor» gitajio de una vieja estirpe de Andújar que aun dominaba el «caló». Lo más iníeresante de su lenguaje era que, cuando pasaba a hablar «caló cerrado», su vocabulario quedaba reducido a la más minima ex presión, ya que evitaba cuidadosamente todos los gitanismos hoy incor porados al espaňol coloquial. Voces gitanas conocidas y divulgadas fue-ra de lof medios estrictamente gitanos, como ducas, achates, parné. etcetera, no se dicen, «no se prenunsian», según él, entre los gitanos consciences del secreto de una lengua que no entienden los busné. Véa IG Carlos d.w. ><:.» Por otra parte, la «germania» o lengua de los medios ru-fianescos de los siglos xvi y xvii no constituye tampoco un buen punto de referencia para estudiar lo que fué el dialecto primitivo de los gitanos que se asentaron en la Peninsula. No se ha iiitentado aún docunientar los primeros contactos de la lengua de «germania» con el lenguaje de los gitanos y has-ta ahora ha parecido vano buscar voces de origen gitano en la lengua de los antiguos rufianes espaňoles 1S. Tampoco la «germania» ha sido aún estudiada rigurosamente y sabemos muy poco de su proceso de formación y de su evolución. Posiblemente la «germania» constituía ya una lengua ce-rrada, compacta y de dificil penetración cuando los gitanos se lo <|iie se puede lograr coniliiiuiiJo lo trasmilidu en lelra impresa y Ins observacioiies directus en el estudio de un ilialeclo de poca im-portancia como el de los gitanos de Noruega: R. Iversen, The Romany Language í» Norway (Secret Languages in Norway, Part I), Oslo, 1944 "• F. Miklosicii, U f ber die ll'aiidcrungeii und Mundarten der Zigeuner, IX, Wien, 1870, dedicado a estudiar los cltnienios gitanos en la* jergas del lianipa etiropea fracasó en sus inlentos. El desconoeimiento de lo que es la lengua gitana liizo que se llegara a coiisiderar, por algun es-tudioso de la egermania», frase agitanada la sigüiente de La Picara Justina: cGarda la bulza» (véase R, Salillas, El lenguaje, p. 208, nota 1). PerO esto no es gitano (véase la nota de J ľuyol y Alonso en su.edi-ción de La Picara, 111, Madrid, 1M2, p. 182). Tanto J. M. Hill, al pu !>licar un antiguo vocabulario, en Revue Hispanioue, L1I1. 1921, p. 015 y s., a que nos referinios luego, como M. L. Wagner, Mexikanisches Rotwelsch, en ZRľh, XXIX, 1919, p. 517, parecen apuntar la crccncia de una temprana containinación, en el siglo xvtt, de la ígermania» y dela lengua gitana. La existencia de palabras gitanas en el »calci» o ijcri gonza» de los dclincucntes >le Méjico no cs prueba bastante, y habria que estudiar cuicladosarmntc el caudal de voces gitanas en los libros pu lilicados sobre Ijs jergas dclincucntes los iinpre-. sos del siglo xix, hasta ahora asequible es una breve lista. . de palabras procedente de un manusento de la Bibljoteca Nacionál de Madrid que se considera"3ěr< Véase cómo se caracteriza a «El Torero» de principios del xix: T. Rodriguez Rubí, en Los espaňoles pintados por si mismos, Madrid, 1851,)p. 3, escribe: «El torero siempre es andaluz: es cualidad indispensable cuya sola posesión asegura al neófito un puesto delante de la fiera, y ser reputado desde luego como apto y conveniente para el oficio. Con ser andaluz se adelanta la mitad del Camino; porque la santa costumbre ha vinculado este ejercicio entre los garbošos hijos del Betis, y por eso los valencianos, manchegos, mtucanos o exiremeňos que se dedican al toreo, lo primero que hacen es olvklarse del pais en que nacieron: adop-tan, además del uniforme de plaza, el trage más común en los andaluces: imponerse en la jerga de los compaes...» ;/compárese también en la mis-ma obra, p. 213 y ss., lo «andaluz» de lá caracterización de «La Maja» por M. de Santa Ana. En muclios de los textos citados más abajo puede comprobarse cómo el habla de los «cliulos» de Madrid se háce «caló». El prestigio de «lo andaluz» en el siglo xix ha sido, en conjunto, destacado por J. Ortega y Gasset, Teória de Andalucía {Obras completas, VI, Madrid, 1947, p. Ill): «Durante todo el siglo xix, Espaňa ha vivido sometida a la iiilluencia hegemónica de Andalucía. Ľmpieza aquella centuria con las Cortes de Cadiz ; termina con el asesinato de Cánovas del Castillo, ma-laKiicľio, y la exaltación de Silvela, ňo menos malagueňo. Las ideas dominantes son de acento andaluz. Se pinta Andalucía: un terrado, unos lirHloH, ciclo aztil. Se lee a los escrifores meridionales. Se habla a toda horu de In tlierra de Maria Santísima». El ladrón de Sierra Morena y rl (onlľiibamlista son heroes nacionales. Espaňa siente jusiificada su rxiitriiľiii p «r cl honor de incluir en sus flancos el trozo andaluz del planetu.» »» A. Mnchudo Alvarez (Demófiló), Estudios sobre literatura popular, en tíiblioltca de las tradiciones populäres espafíolas, V, Sevilla, 1884 , ESTUDIO SOBKĽ LOS G1TAN1SMOS IM'-L ESI'AŇOL 23 cia entraron en estrecho contacto con el pueblo y convi\ leron intimamente con él. «Flamenco» se identificó, desde antiguo, con «pícaro», y luego, con «gitano» 31. Y «flamenco» es tmo de los nombres que viene caracterizando las manifestaciones .artisticas populäres de Andalucía. La confusion entre los tres lárminos, «andaluz», «gitano» y «flamenco», persiste, pese a los esfuerzQs de algunos en delimitarlos y distinguirlos32. El uso los puso en circulación sin discriminar demasiado, tra-tándose como se trataba de algo que se imponia como moda, p. 1)5, expoue, en resumen, lo que debía ser creencia del grupo de «folk-loristas» sevillanos:« Nacidos muchas veces en la taberna, y en tll.i casi siempre, y por plazas y campos repetidos/ son los cantes flamencos una mezcla de elementos heterogéneos aunque afines; un resultado del-«on tacto en que vive la clase baja del pueblo andaluz con el misterioso y des-conocido pueblo gitano...» Véase también del mismo Demófiló, la citada Colección de cantes flamencos, Sevilla 1881. Esta idea ha seguido repi-tiéndose: F. Rodriguez Marin, Ensaladilla, Madrid, 1903, p. 10; R. Can-sinos-Assens, Evolución de los temas literarios, Santiago de Chile, 1936, p 75, etc. 31 Véase H. Schuchardt, ob. eh., p. 251 y ss., sobre la identifica-ción de «flamenco» y «gitano», que toma como punto de partida la Colección de cantes flamencos de Antonio Machado. Sobre la identification de «flámenco» y «pícaro», véanse también las observociones, iiidependien tes entre si, de A. R. Nykl, Pícaro, en RHi, LXXV1II, 1924», p. 183 : W. Mulertt, Frankospanische Kulturberiihrungen, en VKR, III, 1930, p. 145 y ss.; y G. J. Geers, Pícaro-Flamcnco-Pichclingue, en Melanges de Philologie offerts á J.-J. Salverďa de Grave, La Haye, 1933, p. 132 y ss. Compárese la disidente opinion def"M. J. Kahn, La cuestión de los judíos sefarditas, en Hora de Espaňa, núm. 3, 1937, p. 24: «El sobrenombre de cante flamenco lo erearon los hebreos secretos de Espaňa para des'gnar con él los cantes que sus corre'.igionarios emigrados a Flandes (Holaii-da) podían ejecutar sin miedo a los esbirros de la Inquisición...»^J 32 Véase, por ejemplo, el siguiente texto de un supuesto buen cono-cedor del problema, E. Noel, Scňoritos, chulos, fenómenos, gitanos y flamencos, Madr.d, 1910, p. 250: «Separemos, desde luego—aunque, des-graciadameníe, no se dé asi en la realidad—lo andaluz de ló flamenco y lo gitano. Supongamos, abstraído de tllos, el substrato: lo andaluz íqué es? Grácia. Ahora bien: iqué significa lo gitano? Grácia también. ^Y lo flamenco? Grácia asimismo. Su unidad de origen es, por tanto, in-cuestionable...» JÉn el reciente libro, f alto de todo rigor y autoridad, de F. Fernandez de Castillejo, Andalucía. Lo andaluz, lo flamenco, lo gi- 70 24 CARLOS CLAVKBiA desde íuera, al resto de la Peninsula, y como algo que venia ya mezclado e indefinible de la región de origen. Encontra-mos, en efecto, en The Zincali, de Borrow^ testimonios de «aficionados» que, en su trato con ios gitanos, habían llegado a conocer perfectamente stis costumbres y maneras y hast^ a emplear su lengua con mayor pureza que ellos. La «spurious poetry» de los gitanos, documentada por George Borrow, era producto de los que hablaban un «caló» más cerŕado que los propios gitanos, cuya lengua liabia entrado en pleno proceso de descomposición y no era ya más que una lengua mixta. Schuchardt, en su citado estudio sobre los «cantes flamencos», pudo dar pruebas evidentes de la «gitanizaciön» de muchos cantares, es decir, ide cómo el enUisiasmo por los gitanos llevó también a traducir"al «caló» muchas de las coplas populäres que se cantaban en Andalucia. En la «afición» '■—nonv bre genérico que se dió a todos est'os entusiastas de los gitanos que convivian en el pueblo andaluz— vi ó Schuchardt uno de los más importantes elementoš de integración del «gita-nismo» en el «folk-lore» y lenguaje de los andaluces. No bay-q«e olvidar-tampoco que el interes moderno por lo «folk-lórico» en Espafia se inicia en Andalucia. Primero, Fernán Caballero. Luego, el grupo sevillano capitaneado por Antonio Machado Alvarez, Demófilo, precisamente editor de los Cantes flamencos, que orienta con caŕácter científico los estudios de «folk-lore», y que publica su BibHoteca de las -tano, Buenos Aire?, 1944,1 se eneuentran afirmaciones como és'.as que nos dan, sin embargo, la semántica vulgar de los términos: «Existe un i gran confusion en los no conocedores de Andalucia, al oir las palabras andaluz, flamenco y gitano. Para buena parte de éstos, los dos ůHimos coneeptos son uno mismo y hasta hay quien cree que lo tipico andaluz es lo gitano...» (p. 10O) ; «Pero el término «flamenco» quedó, y hoy expresa, ž.y, con esto. lo que de «flajnen^^pudie- 3S bi. Véase A. Guichot y Sierra, Noticia histórica del folklore. Ori-genes en todos los fatses hasta 1890. Desarrollo en- Espaňa hasta 19S1, Sevilla, 1922, especialmente p. 161 y ss. s» En numerosas ocasiones a lo largo de los cirrco volúmenes (Sevilla, 1881-82) se ve obligado Rodriguez Marín a aclarar y explicar voces gitanescas que se dan ěn los cantares andaluces ; véase también otro libro suyo, El alma 'de Andalucia en sus mejores coplas amorosas, Madrid, 1929, en donde háce lo propio. Rodriguez Marín sintíó y hasta se rebeló en coiitra de la invasion del «gitanismo» en el «folk-lore» de su tierra. Véase, en p. 8 del ultimo libro citado, estos versos de su alter ego el Bachiller Francisco de Osuna: iCuándo fueron los cantos populäres de la Bética insigne ese flamenco que se vende a extranjeros paladares? I Sinónimo andaluz es de gitano ? (O es que el café cantante impone leyes y borra lo genuino, lo paisano? 33 »i» Véase N. Alonso Cortés, Salvador Rueda y la poesia de su tiempo. en Artículos histórico-íiterarios, Valladolid, 19S5, p. 152 y ss. ;' véase también la lista VHiográfica de obras escritas a imitación de los cantos populäres por poetas de fines del xix y prineipios del xx en la citada obra de F. Rodriguez Marín, El alma de Andalucia, p. 15. \~~s* G. Diaz-Plaja, La poesia Urica espaňola, Barcelona, 1937, p. 185 y siguiente»»-^ 26 CARLOS CLAVERÍA ra.haher-en-éJ, y las voces y-lérmiiios populäres entre los que se fiitraban cieríaS-palabras..de-j«calá». El «caníe» lu consti-tuído siempre constante punto de referencia en la elaboration de los temas y formas a que los poetas «neopopulares» ha-bían dado nueva vida. Y el «cante jondo» y su poesía ha se-guido también, por su lado, sus tradiciones hasta nuestrcs días, siendo constante objeto de interes para los espafioles to-dos que han absorbido en él «namenquismo», «gitanismo», con mayor o menor asiduidad, con mayor o menor entusias-mo, según cada caso particular. Eejco ha. habidß. atias-iamuis~ík ..expresioii 4Uerar.ia.pxa-bablemente más, erkacei-eii-la,.difusión del usq 4e -Vüces .de. prigen giUUO- El gusto por las costumbres populäres que >. venían de Andalucía dió lugar también a una literatura dra-mática costumbrista, que ponía en escena a andaluces y gita-nas_co.n su.peculiax manera. de.-hablar, con dialectalismos y términos gitanescos. Hemos visto que Ids gitanos que apare-opn en In litprahira.fsparjnla^nf'gna, tantn en el teatro como en la novela, no ofrecian más característica linguística pro-pia que la del «ceceo». Ahoxa, Iqs gitarjos, aLcalQr del flCflS-tnmhrisnínM, van a hablar mucliasvecescomo los aíaiihablar los autoresfamiliaxizado&-««i.«us-jcüstuaihres y su leugua en las tiudades. y pueblos andaluces. No es que los gitanos ha-yan quedado reducidos en la literatura espaňola a figuras de la galéria «picaresca» primero, o a elementos pintorescos de «andalucismo» después. Habría que hacer un estudio, como los que existen sobre otras Hteraturas 35, sobre la intervention y función de los gitanos en la literatura espaňola, y compro-bar asi que tampoco faltó en la nuestra el rasgo idealizador en la caracterización de tipos gitanos y el romántico miste- ss Véase, por ejemplo, W. Ebhardt, Die Zigeuner in der hochdeut-sthen Literatur, Allendorf. 1928; F. Baldenspergetr, Ľ entree pathétique des Tsiganes dans les lettres occidentales, en Revue de Littérature Com-parée, XVIII, 1938, p. 587 y ss. ; W. Boas, Die Zigeuneromautik im englischen Roman, Erlangen, 1939, y H. Wright, Influence of George Borrow in Norway and Sweden, en Modern Language Review, XXIX, 1934, p. 297 y ss. . ESTUDIO SOBRÉ LOS GITAMSMOS DHL KSI'ANOL 27 rio con que se rodeó siempre a ese pueblo. El caso de La Gi-tanilla, de Cervantes, y el hecho de que haya gitanos en las obras dramáticas más destacadas del Romanticismo espaňol, Don Alvaro, del Duque de Rivas, y El trovador, de Garcia Gutierrez, son buenas pruebas de ello35 bi". Pero, desde el punto de vista estrictamente lingüistico, esta literatura dra-rnática regional andaluza de la primera mitad del siglo xix tiene exceptional importancia. Laiaexistencia hasta ahora.de estudios £ug,e5tablezcari de manera precjsa cuáles son los pri* meros préstamos gitanos de la «germania» y del dialecto an-daluz nos hace aýn andar a ciegas en muchos puntos. Los más famosos sainetes del siglo xvm, los de don Raraón de la Cruz, en que hay gitanos, no parecen todavía ofrecer huellas de la influencia del habla. genuina propia del «gitanismo». Pero si los del autor dramático gaditano Juan Ignacip Gpnr 3ä bis Los estudios especiales sobre La gitanilla han tratado de polier de relieve la idealización del tipo de la protagonista y del medio de la novela; véase W. Wurzbach, Die Prcsiosa des Cervantes, en Studien zur vergleichenden Literaturgeschichte, I, 1901, p. 391 y ss. ; E. Fey, Das literarische Bild der Preciosa des Cervantes, en RHi, LXXV, 1929, p. 459 y ss.; H. Meier, Personenhandlung und Geschichte in Cervantes' Gitanilla, en Romanische Forschungen, LI, 1939, p. 125 y ss., etc. El interes romántico por los gitanos en el siglo xix podía tener otras causas distintas a las del costumbrismo y «flamenquismo» espaňol. En los casos de Garcia Gutierrez y el Duque de Rivas habría que tener en cuenta paralelos europeos estudiados en las obras citadas en la nota anterior, aunque la tradición espaňola y las aficiones tandaluzas» no fue-lan ajenas tampoco a la utilizacióii de los gitanos como personajes dra-máticos. En otros casos, como en Espronceda, por ejemp'.o, su compa-sión e interes por las clases infimas de la sociedad y el pintoresquismo. castizo y el «caló» de alguno de los cantos de El diablo mundo habrá de relacionarse tamb'én con características generales del romanticismo europeo: véase el ideal «bohemio». es decir, «gitano», de vida de los artistas románticos, en M. Kunath, Boheme, Bohhnien und Gesellschaft, en Zeitschrift für französische Sprache und Literatur, L. 1937, p. 470 y ss.; véase la importanc'a de los individuos del hampa en la literatura romántica, por ejemplo, en M. Ley-Deutsch, Lc gueux chez Victor Hugo, Paris, 1930; véase también cómo usán el «argot» o lengua de los ma-leantes los autores románticos, en N. E. Taube, Etude sur ľemploi de la langue des malfaiteurs chez les auteurs romaniiques, Uppsala, 1917, etcetera. 18 CARLOS CLAVtRÍA zálež del-Castillo, que, a fines del xvm, recoge en sus obras, mticho del pintoresco ambiente de su ciudad natal16, pululan-te entonces de gitanos y de gentes, nobles y plebeyos, que los tratan y fraternizan con ellos. En los .sainetes de Juan Igna-:io Gonzalez del Castillo encontramos palabras gitanas incor-poradas usnalmente al lenguaje de los tipos populäres y locales que él pone en escena. Posiblemente el mismo Gonzalez del Castillo no distinguia lo propiamente gitanesco y la «germania» de los bajos fondos andakices en que generalmente, :omo en el Cadiz de entonces, predominaban los gitanos37. 3* Véase, por ejemplo, cómo intervienen gitanos en los sucesos de principios del siglo xix. en A. dc"Castro, História de Cadiz y su provin, cia, Cadiz, 1858, p. 589 y s. Véase lo que dice un personaje de uno de los sainetes de J. I. Gonzalez del Castillo, El lugarcno en Cádis (Obras completas, II, Madrid, 1914, p. 56): i Válganos Dios, que zuidad jermosa ! Aqui hay flamencos, moros y otras mil naciones, que al hablar parecen perros... Puede verse cómo los gitanos inspiraron a este sainetero en el «Discur-iOD de A. de Castro, en su edición de Sainetes de D. Juan del Castillo, IV, Cadiz, 1846, p. XXV: «Para escribir El maestro de la tuna le bastó ver en casa de su nmigo y discipulo D. Juan Nicolas Bohl que un gita-lo le enseňaba el manejo de la capa grana, usada por cuantos sefioritos le esta ciudad asistian a la fiesta de toros.» A esta costumbre «flamenca» lace alusión Castillo en otro sainete, El día d c toros en Cadiz: «Déjame joner la capa a lo caló...» (Obras, I, p. .'!59). E! breve estudio de N. Gon-tález Ruiz & R. Gómez Ortega, Juan Ignacio del Castillo y el teatro bopular del siglo XVIII, en Bulletin of Spanish Studies, I, 1924, p. 135 f ss., no aborda estos problemas. 37 Véase en Obras completas, T, Madrid, 1914, p. 111. el siguiente pásaje de Los caballeros desairados: Marques Cabal; y ahora he mandado a Sevilla por un maestro de lengua germana. Mariano i Bueno ! Y usia la hablará con mucha grácia. Marqcks Vaya, di una palabrita. Mariano Pues diga usia conrpigo: Sosnabelar. Marotís (Repitiéndolo.) Ya está dicho: Sosnabelar. Mariano Prajandi maripor. ESTUDIO SOBRE LOS GITANISMOS DEL ESPAŇOL 29 Pero eĽléxkft gitano .e,a ^^lmndant£._eja_siis^hxas38. JEstos sainetes de Gonzalez del Castillo y otros tgxiQsüterarios, to-davia poco explorados, jjodriaji contijbuir^aJLestudio .del yjj-CatjularioMieriox, enalgunos decenios, al documentado por Borrow en The Zincali, corrigiendo o ampliando sus observa-ciones30. Las historias del téatro espaňol del siglo xix nos dan, aqui y alia, indicacioaes_.de. cóma prosperó el género «flamenco» en las tablás'". Fl "r:t" •%*, nicy*""' de estas abxas teatrale&E.cara.o 4as,dp.Jnsf, Sana Béum, y otros de sus con- 38 Los gitanismos son abundantes a lo largo de todas sus obras; endiiiar, bucht, najarse, jachares, camelar, chanelar, jonjanas, jonjabar, gachí, gaché, mengues, etc. Castillo tenia ya la consciencia de que el auténtico ambiente «flamenco» de Cadiz iba a perderse en contacto con la población forastera; véase Obras, II, p. 77: Los extranjeros son causa de que eti Cadiz se aniquile la majeza... 39 Se trata de un terreno virgen. Los «entremeses» publicados por E. Cotarelo Mori en NBAE pueden reservar aun sorpresas, aunque, a primera vista, no se encuentren gitanismos. En una copia de Cotarelo, que he podido consultar en la «Colección teatraU de D. Arturo Sedó, de Diego de Torres Villarroel, Sainete de los g'.tanos (Sevilla, 1744), encuentro, entre palabras de «germania», algunas frases con probables gitanismos: «Vaya de eso que me mar o...,. Sin haber hecho ninguna investigadón especial en este punto, he visto en Sayncte vuevo intitula-do: El gitano Canuto Morraja, o El diu de toros en, Sevilla, Valencia, 1816 (hay otra edición de 1817), en que puede apreciarse la convivencia de los gitanos y no gitanos y la imitación de aquéllos por éstos («Déxa-me poner la capa a lo caló...t): Hay gitanismos como gaché, churí. Otro Sainete nuevo titulado: Juan luye y la propietaria, Valencia, 1818, que contiene otros: tnuy, dinar. Una hoja suelta, sin aňo, pero proba-blemente de los primeros aňos del siglo xix, Nueva Relation del Gitano de Cartagena por un ingenio cordobés, Valladolid, Imprenta Santarén, tiene otrós: jaluchar, charlar. 40 Véase en E. Cotarelo y Mori, História de la zarzuela, Madrid, 1934, p. 205 y ss., sobre el éxito de las «zarzuelas de estilo andaluz» entre 1832 y 1848; p. 290 y ss., sobre las bailarinas de género espaňol, de 1842 a 1849. Véase también N. Diaz de Escobar, História del teatro espaňol, Barcelona, s. a. ; y M. Muňoz, História de la zarzuela y el género clrco, Madrid, s. a., p. 132 y s. ; p. 224 y ss. ; y las multiples alusiones de la reciente obra de J. Deleito y Pinuela. Origen y apogeo del género chico, Madrid, 1949. 30 CARLOS CL.WERÍA temporáneos, familiarizados con cl ambieme y el lenguaje de los barrios gitanos de Cadiz, Malaga, Sevilla, Cordoba y otras ciiidades andaluzas, pusieron en circulacion gran numero de gitanismoa xiiasla recogieron el «caló» cerrado, que todavia se hablaba por algunos, en ciertos sitios, valiéndose de él como recurso cómicoi'. Hasta los autores de más nombradía *i Véase sobre el éxito de Sanz Pérez las memorias de L. Montoto y Rautcmstrauch, .£« aquel ticmpo...,, Madrid, 11)2», p. 189: «Se ve en su teatro el retrato de cuerpo cntero de una clase social que, aunque limitado a las capas más infimas, ha influido lo bastante para tener imi-ladores en olras esferas más elevadas donde estuvo de moda el flomen-quismot. F. Sanchez del Areo, otro conocido cultivador del género, da abundantes ejemplos de cómo pódia usarse el «caló» cerrado para pro-ducir situaciones cómicas. Muchos no entendian el lenguaje de los «flamencos»: Diego, en /Es la thachiU! (2.» ed ). Cadiz, 1847, p. 10, dice a quien le habla como los «gachés»: «Si quieres conmigo hablar / ha de ser en castellano... / que ese lenguaje villano / me ha de hacer deses-perar». En p. 29, enlre Antonio y Carolina, se da una situáciou pareci-da. Hay una canción en caló que se traduce después: Trincho lo sos te camelo. Que te quiero de modo jiril de orchi, dueňo del alma, so enrén poste terelo que aqui dentro del pecho yes caňami, tengo una fragua. En otra de sus obras, La sal de Jesus, Cadiz, 1847, p. 17, se da el si-guiente oialogo: Jos. Tu atiende que el manrolen sára, borbora sora sos tie canlen. Franc. Que...? Jos. Que aunque duro, el pan duro más vale que no ninguno. Kn otra, Tal para cual o Lola la Cadilana, Cadiz, 1851, p. 23. se canta una cnpla que se traduce también más tarde: los caňises guiyabando I.as gallinitas cantando urdiflan pele: j chipé I ponen los guevos, chipé I y In» rumises cayando y las mujeres callando urilillaii jingle de olé. ponen los... comprendes, pues ! COmpAifM J. Sanz Pérez, El tlo Caniyilas o El mundo nuevo de Cádi; (8.1 td i. Madrid, 1864, p. 17: Si me dicas en la olicha ne-me pendela un divé, majanales de los tarpes abiyelan sonsi-ré. ESTUDIO SOBKE LOS CITA.NISMOS DEL I Sl'AKOI. SI y mérito literario, como Breton de los líerreros, que protestó del «gitanisrnoa_imperante, parece haber acabado por usar laTvoces de «caló» que los autores teatrales de su epoca ha-bianlanzado4*. Pero el publico que babia aprendido algunas d£^£sas pälabras en las obras de ambiente andaluz debia se-guir absarbiendo el lenguaje del «gitanismo» en otras. La uiiamenq"iy.-icit'im_de. los barrios bajos madrileňos y el trJUQ-fo de la «chuleria» en la eseena coutriEuyerön tambiéu, desde " C. Le Gentil, Le poete M. Breton de los Herreros et h sociélč espagnole de 1830 á I860, Paris, 1009, p. 190, observa: «Un autre danger le menac,ait: ľabus de la langue verte... Ramón de la Cru» avait copié en artiste les incorrections madrilénes. avec mesurc toutefois. car il res-pecle le plus souvent la forme usuelle des mots. Lea contemporains de Bretón, nioiiis serupuleux, raffolent du patois uiidalous. Le Solitaire colKc tionne les hizaireries pittoresqnes. 'ť»paris.é Júvntój J):ir Andueza, Rodriguez Kubi. Manuel de Azara, ses disciples. On se pique, raffincnient (|iii cevait enchanter G. Borrow ou Prosper Mérimée de s'iiiteresser ä ľéco lě~*3es BmirrnlťlIg.fTe caló devint un regal de lcttrésAĽimpeccable Š"ô-moza^oubliant seá prlnřjpfs, compose un rjwájue^gtoine^co^ Cette passion subite allaiit causer tels ravages au theatre... que Breton, rencon-tran't sur son chemin 1'opérette aprěs ľ opera, fut l'un des premiers á se déchainer contre le flamenquisme encombrant». L.« Gentil cita, en efec-to, un texto significativo de Breton: Mostrad una y dos veces y catorce que sin caló y sin erápula y desgarro sohra la ática sal a nuestra gentc Habla de mis abuelos, rica y noble, limpia, sonora. | oh. cómo te pervierte la atrevida ignorancia a paso dobk I I .a jerga gitanil, | oh. dura suerte I, y de Paris la frase o de Grenoble, conspiran de consuno a darte muerte. Pero, pese a ello, Bretón parece haber sucumbido a los usos reinantes I.e Gentil, p. 107, nota .'t, dice: «Je n'ai relevé, chez Bretón, comnie-emprunt á la langue des gitanos. que morroňo dans le sens de gato*. Pero W. J. Knapp, en su citada biografia de Borrow. I. p. -'ÖS, observa que en la poca conocida obra de Bretón, La indite***»'*?- h«» una serie íle pälabras gitanas que, con su pasión por su liiografiado, hace originär en el vocabulario de The Zincali. Tamblén Bretón cayó en el «gitanismo» lingüistico jergal en algunas de >us poesías escrltas al estilo «flamenco» o «chulesco»: Véase Obras, V. Madrid, 1884. p. 220 y ss. 32 CARLOS CLAVERÍA mediados de siglo, a-diiuadiUas gitanismos entr» np p»hl^.» mu^afkionado a este tipo de teatro costumbrista madrileňo. Los «ohulos»43 de los sainetes de Lopez Silva, de Carlos Arni-ches y muchos otros, casi en nuestros dias, tienen una larga genealógia en el siglo xix44. J^ajgQtajiené mucho de gi-_tanesco_«, tanto por la contribución «flamenca» como por los 43 Sobre la semántica popular, un tanto arbítraria, de chulo, y su relation con los gitaiios, véase el capítulo IV, sobre «manolos y chulos» de F. de Sales Mayo, La chula (2.* ed.), Madrid, 1872, p. 23 y ss.: *Chu-lo es una palabra tomada del gitano. No es fácil fijar la época en que la palabra chulo se aplicó a los toreros, pero debió ser desde el tiempo en que terminada la brutal persecution contra los gitanos, diestros caballis-tas y listos corredores, comenzaron a tomar parle en la lidia de los toros... Pero posteriormente. y sin que en ello hayan intervenido los gitanos, se ha llamado chulo al antiguo rufián... En cualquiera de las dos significaciones, como diestro de plaza, como querido de ramera, | qué diferencia tan notable entre el moderno chuio y el antiguo manolo 1». La identification o confusion entre los usos «andaluz» y «madrilefio» de «gitano», «flamenco», «manolo», «chulo», y sus femeninos, y las acepcio-nes de «rufián», «matón», «coima», etc., se hacen evidentes en algunos textos: Compárese P. Escamillo, Por lo flamenco..., Madrid, 1875, p. U y ss.: «Esas hembras necesitan / un hombre de corazón... / que se tercie la paňosa... y cante por lo flamenco / con honra y tapada voz... / Creo que vengo flamenco / y que el traje no está mal... / | Viva la grácia y la sal ! / si del calaňé y la capa, / y este aire de calavera / se forma un mozo de chapa»; R. Sepúlveda, Las botas, Madrid, 1876, p. 170: «La manola de hoy es chula / muy terrible si se amosca; / domina el cante flamenco / y habla caló a todas horas...a ; L. Esteso, Diálogos y entremeses (4.a ed.), Madrid, s. a.: «Ya estamos en la plaza: muy ceňíos, muy chulos y con mucho m'edo...» (p. 15); «Ahí están juntos la grácia / madrileňa y el salero / de las mujeres gitanas» (p. S8); «la chulapa más gitana del barrio» (p. 55); «Los dos somos chulapos / de Ia calle de Toledo / de los que no tienen miedo / ni a los valientes trás guapos» (p. 61); etc. El «andahicismo» de la «chuleria» madrilefia lo veía hasta en su fonética J. Cejador, Cintarazos, II. Madrid, 1927, p 49: «Dé Andalucia, tierra de los chulos, vino a Madrid, tierra de, los chulapos y de las majas, que hay que considerar como una rama na-cida en aquel tronco recio...» Salillas, en los libros y lugares citados, intentó ya explicar estos contactos e identificaciones. 44 Véase el esludio sobre Lopez Silva en N. Alonso Cortés, Que-vedo en el teatro y otras cosas, Valladolid, 1930, p. 45 y ss. 43 Recuérdese el texto citado en nota 43 de R. Sepúlveda, Las botas, en que se dice que los chulos habian «caló». Compárese lo que ESTUDIO SOBRE LOS GITANISMOS DEL ESFAŇOL 33 gitanismos que habian penetrado en la jerga delincuente y carcelaria que hablaban los golfos y granujas de la Corte. Si en ssa pintaresra literatura dratnática se reflejó y recogió mu cho de ese «argot», el dominio y el virtuosismo de lo jergal y lo «flamenco» por parte de autores como Lopez Silva y otros, no půdo menos de influir en el lenguaje de las clases populäres, y hasta gn,.el._yc!cabulario...de. todos los .espafioks46. La persistencia de estos tipos y de estos temas en las tablas (gitanos andaluces y chulos madrikfios) hasta nuestros dias y el constante favor que les ha dispensado el publico, pueden con-tribuir a explicar por que las voces de origen gitano han penetrado tan profundamente en el espanol hablado y hasta en expresiones de una literatura más digna de tal nombre que la dice J. Lopez Silva, La Musa del arroyo, Madrid, 1911, p. HI: «No eres chulo porque digas / en tu rufianesco argot...» Las palabras que dice« los chulos son casi todas de origen gitano. Véase también lo que el propio Lopez Silva, Los Madriles, Madrid, 1896, p. 6, dice en su «autobiografia»: «Soy, porque Dios lo quiere, / madrileňo hasta la mé-dula, / pero me cargan los chulos / y lo can! me revienta...» ** En el estudio citado sobre Lopez Silva de N. Alonso Cortés, p. 79 y s., se observa: «Respecto al lenguaje empleado por los chulos de Lopez Silva, aunque en este punto hubo en realidad muchos que no desmintieron al poeta, antes bien fueron más allá en lo pintoresco del léxico, bien podemos afirmar que aquí hubo influencia reciproca. Lopez Silva tomó de boca del pueblo frases, modismos y timos, y los llevó a sus versos, aumentándolos con muchos de su propia cosecha, que a su vez pasaban al pueblo». En p. 114 y s. recoge juicios de Cejador y Gómez de Baquero sobre el mismo particular. Este ultimo escrib:ó: «En realidad ha habido un flujo y un reflujo. Los chulos de sainete han infhiído én el lenguaje popular... ; mas el sainetero, al esti-lizar y al caricaturizar a veces la jerga popular urbana de los barrios bajos, tomaba de la realidad la primera materia. El colorido de un ha-t>la escénica estaba formado con ingredientes populäres». Habria que estudiar el lenguaje de otros dramaťurgos y saineteros; véase, por ejemplo, las tentativas de E. Pérez, Algunas voces sacadas de las obras 4e los Alvarez Quintero, en Hispánia. XII, 1929, p. 47» y ss.; y F. Lopez Estrada, Notas del habla de Madrid. El lenguaje en una obra de Carlos Arniches, en Cuadcrnos de Literatura Contemporánca, ft-lfl, 1945, p. 261 y ss. Muchas de las observaciones generates sobre su lenguaje y vocabulariö podr'ian aplicarse al problema de la incorporac'ón de gila-nismos al espanol popular. 3 34 CARLOS CLAVERÍA del mero teatro cómico. La abundancia de textos del siglo xix y contemporáneos sobre esos asuntos y con esos términos que he utilizado en mis estudios viene a demostrarlo. Habria que tomar en consideración otras muestras del gé-nero_«cogtumbrista» para documentar la aficion alo «flamen-co» j seguir paso a paso la presentación de los gitanismos. Los fccuaďřos de costumbres»| pueden constituir un buen fon-do de materiales. Las Escenas andalmas, de Serafín Estéba-nez Calderón, escritas por un buen conocedor de los medios «flamencos» y en un momento favorable al «andalucismo», čontienen voces gitanas, pese a ser su autor un eštilista cui-dadoso y un gran conocedor e imitador de los clásicos47. Pero otras colecciones de «cuadros» pueden proporcionar igualmen-te gran riqueza de vocablos gitanescos con que los escrito-res querían ambientar los «cuadros» y hacían gala de poner en boča de los tipos sociales que presentaban o describían e! lengtiaje propio de los mismos 4S. La prosa -y el verso al- 47 Véase lo que acerca del «gitanismo» de El Solitario se recoge en mis estudios Gitano-andaluz tDevel, Undeveh y En torno a una frase en icaló» de Don Juan Valéra. 48 Se impone una exploración sistemática de las colecciones cata-logadas por C. M. Montgomery, Early Costumbrisia Writers in Spain mo-mil), Philadelphia, 1»31; y W. S. Hendrix, Notes of Collections of Types, a Form of tcostumbrismo», en Hispanic Review, III, 1933, p. 213 y ss. Véase también el resumidor artículo de E. Correa Calderón, Los costumbristos espaňoles del siglo XIX, en Bulletin Hispani-que, LI, 1949, p. 291 y ss. ; y el discurso de S. Gonzalez Anaya, Los ' costumbristos malaguefws, Malaga, 1948. En una de esas colecciones^ \Los espaňoles pintados por si mismos por varios autores, Madrid, 1851 ,k por ejemplo, se encuentran pruebas de ello. En El torero por Tomáš Rodriguez Rubí; en El presidiario por Bonifacio Gómez; en La gitana por Sebastian Herrero ; y en El calesero por J. Martinez Villergas, hay abundante vocabu'ario gitanesco mezclado con la jerga del hampa. Véanse algunos pasajes: «Lez conzedez muy poca chichi» ; tmaz zoni-che... naide žabe los zecretoz del d vel» (La gitana, p. 119); «Y pa que sea el quelar completo, yo poquínelo el resto... se va a asinar una cha-(|iieta muy varil que sinela laché» ; «No hay que tenelar duca. Llegue yo a sicobar y luego birgindelen correlos ; que os puedo chivar mejor que c! porésq;:ero. Sobre tó el que sea mamis que se pirel conmigo» (El p'-esiUario, p 120 y 128) ; «a una já con su gaché» (El calesero, p. 241). ESTUDIO SOBRE LOS GITANISMOS DEL tSPAŇOL 35 ternaban en muchas de esas colecciones, y también una poe-sía de tipo narrativo y ambiental se desarrollaba al margen de los «cantares» escritos por aquellos que seguían la tradi-ción de los populäres andaluces. Las Poesías andaluzas, obra juvenil de Tomáš Rodriguez Rubí, publicadas en 1841, son tal vez el ejemplo más conocido y renombrado en esa direc-ción, pero el género debió encontrar gran difusión y éxito en hojas volanderas y pliegos de cordel que divulgaban por calles y plazas los cantables de las zarzuelas «flamencas», «romances» andaluces y otras composiciones similares 49.\Asi-mismo la novela recogió en ocasiones el costumbrismo «flamenco» y utilize su ambiente y el lenguaje de aquel medio, poniendo también en circulación palabras gitanas50.,Y el to- 4» Véanse algunos ejemplos: El zúano (num. 19), Reus, 1849: «Si menda llega a dicar / algun currío, algun bato / que le pene con boa-to / y le gaga esmerelar / men le rayará la fila / cuando mulé no le diňe / que a menda sólo sodifia / la chabona del lugar» ; Colección de canciones sandungueras (núm. 222), Madrid, 1857: «Me las guillo de vm boleo /y me najo a otro lugar» (El capeador de toros); «Vaya jembra es mi (rumC/ (El mosito del barrio) ; Colección de canciones andaluzas (núm. 219), Madrid, 1856: «He de zacar mi curri / zi Dioz lo contrario manda / para romper la chichi / al desventurado randa / que camela a mi rumí» (La sal de la canela); Colección- de canciones modernas (numero 234), Madrid, 1854: «Too lo dica la Gitana / chachipé ! / venga el unto y el parné» (Graciosa canción de la gitana) ; Colección de canciones populäres (núm. 204), s. 1., s. a.: «Lo que fiasco bien lo suo ; / vivo y jalo sin parar; / ...que dispués de esta faena / quio contigo chanelá...» (£1 salinero andalus). En el librito del costumbrista andalu« f R. Franquelo,'Curttioi, mentiras y exageraciones andaluzas, I, Madrid, 1853,\ p. 13, se lee la siguiente nota: «Como algunos escritos han dado en la mania de desfigurar el dialecto andaluz apropiándole palabras del gitano que de ningún modo le pertenecen, debo advertir que las formas cuyo significado oscuro explico en estas notas, son usadas comúnmente por el pueblo de Andalucía, y ajenas de todo punto al dialecto gitano que no es de este lugar». Pero en sus poesías hay gitanismos: jachares, lacha, gachan, etc. 1/ so Véase, por ejemplo, M. Fernandez y Gonzalez, Toros y caňas. Novela flamenco, Madrid, 1885. Sobre el vocabulario que en ella se em-plea es significativo el siguiente texto: «Se soltaron exclamaciones cu-ya« palabras no se encuentran en el diccionario, palabras lanzadas sir» miedo, y oídas sin extraňeza, lo flamenco, en fin, de lo flamenco» (pá- 36 CARLOS CLWEKÍA reo, la fiesta «flameiica» por excelencia, no sólo hizo popular el «flamenquismo», sino que contaminó con «caló» el es-tilo y los tecnicismos empleados por la critica taurina51. Una rebusca aim más intensa de materiales en el comple-jo conjunto de expresiones del «flamenquismo» no podria lleg-ar a darnos más que una idea parcial y pálida de la in-fluencia de čste. Pálida, porque mucho de esa literatura se ha perdido, o nos resulta inasequible, y lo que se ha conser-vado, o podemos estudiar, constituirá sólo una pequefiísima parte de lo que contribuyó a difundir los términos gitanes-cos. Y parcial, porque aquello con lo que contamos para rehacer y reconstruir las aficiones «flamencas» y el vocabula-rio de los gitanos, y de los que de éstos aprendieron, es simple reflejo de lo mucho que en la realidad cotidiana sucedia, aunque, en ocasiones, fuera también Camino de expansion de esas mismas aficiones «flamencas» y nn buen medio de difusíón de voces gitanas. Lí^.taila4iUo>jd^ulo&Txaíés,caJ3u tantes, el baile, el toreo, el «cante jondo», Jas juergas-aLes-lü.Q..ajidaluzT el copeo-eH-taUernas ycoimados, elteatro-cos-tumbrijta^.y.todas las demás manifestaciones literarias que docjirnfintan«. representajcuo .xeŕlejan. -el. ambiente- andalttz^-o-el. de la Igo xix. Pérez Galdós ha dejado, e,n víno. de sus Ej>isodios 38 CARLOS CLAVERÍA Naciottíiles, un cuadro vivo de esas aficiones y entusiasmos, que él conocía a través de las fuentes de la época. Se trata de mj&ížiSfldio» -en-tp&Jaž-tmwas- reales», isabdJJLjL.«!.,, bfírmanar son prPjpntarias en medio del ambiente de la Re-y. gencia de Espartero. La móda andajnza- ha llegado hasta Palacio. Estamos en octubre de 1841: Con algunos personajes que por razóu de su proximídad a las reales personitas las trataban con relativa confianza, subsis-tió la travesura de los apodos después de conocidos los nom-bres, y en este caso se hailaba el gentilhombre don Mariano Díaz de Centurion, a quien pusieron el mote de Don Chepe, que habian aprendido en unos versos andaluces de Rubí v An-dueza. Hállabase entonces muy en boga el género andaluz, es-cenas de mujerío, guapezas de contrabandistas, amores y na-vajazos, con ceceo y habla macarena. Las niňas sabían de memoria trozos de esta literatura, y en ella encontraron el Chepe, que aplicaron a una persona ceceosa, dicharachera y un poquito cargada de espaldas..,i4S> j TiR Tnfqnta ft-n;rn «rrtta 4t memoria nno Hf» \^ jr^m^a^ xea^xeceosos, y Centurion promete traerle otro. El mismo Centurion es un buen ejemplo de «seňorito» que «se había pasado la juventud, sin sentirlo, en los ocjos corruptores de las villas andaluzas : zambras y jaleos, peladuras de pava, ca-ňas y toros, meriendas y timbas.» Estas aficiones no debian morir^ Ya vimos cómo las his-torias del teatro indican un constante interes por esos temas. Otros testimonios invocados revelan asimismo que las gen-tes escuchaban, leían o veían cantares adaluces, novelas y poemas y obras dramáticas de ambiente «flamenco» en los anos sucesivos^ Hnría J860; el «andalucismo» debia triunfar de nuevo. El poeta fogé /farrilla. que había escrito también, siguiendo la moda de la época, algún poema como El Corur trabandista, huye de un Madrid «flamenco» y «chulo», en el que se ahoga^j — " Los AyacHchos (Episodios Nationales, 3.» serie), Madrid, 192», p. 27 y ss. í ESTUDIO SOBKE LOS GITMilSMOS DĽL liSPANOL 39 El 27 de septiembre de 1882, harto de andar en Madrid tras de mi todavia no acordada y prometida pension ; harto de zar-zuelas sin música y sin poesia, de toros muertos a volapié después de diez pases de pecho, diez de telón, diez arrastrados y diecisiete incalificables, por celebridades taurómacas. para quie-nes fueron niftos de teta desde Romero y Costillares hasta Mon-tes y el Chiclanero ; harto de los berridos de gaßotillo, los me-neos de lupanar y los salvajes pataleos de lo que se llama cante y baue flamenco; harto de todo el gárrulo ruido de discursos y guitarreos y del ardillesco movimiento y bárbaro tecnicism> de lo chulo que hoy priva, y harto, en fin, de espadistas y rate-ros sueltos, todo lo cual ccnipone la espuma del vicio tolera do por la justicia y miinado, celebrado y caído en grácia, cons tituye la base del carácter de miestro pueblo y que los espafio-les soraos el más gracioso del universo, me acordé... *'. i El mismo Zorrilla, en sus Rccuerdox dcl.ücmpn u\t>,jn, rer-nnstriiye \ň HiffOfin dp iw, rnuditrtpuln A urr.ljn Ricn de ^ Oropesa, un caso típico de la época. En 1878 vuelve, después de muchos aňos, a ver a ese viejo amigo. T.p menta su vida y milag-ros Los toros y la lotéria, las «dos únicas flaquezas» de Aurelio, le han puesto al borde de la ruina y se han con-vertido en obsesión y locura. A.Iq laxga-.df su xoftver^ación í^L^lífieXaj^jeraerdj.^u^näo ibj._a_la_p.laM de. toros.de Ma-qViri con Zorrilla y ntrns amigns-.itp.ratňs.. y también cómo Í4lá. e.mpegrajndo en sus «aficiones» hasta llegar a los extre-mQA_en que se ha__Ls_to: Y la verdad es que a los toros era imposible dejar de ir, porque el Enano traía unos articulos tan llenos de sal como de novedades ; y cometizaba a Uamar a la res cornúpeto, y ale-luyas a los caballos y barbianes a los chulillos, y hablaba de guasa y de camelo, y de qué sé yo cuántas cosas que no en-contraba yo en los diccionarios que tú dejaste, y que me di-jeron que eran todos oriundos de Malaga; de modo que yo tenia ya envidia hasta de los que volvían de aquél presidio, porque entendían aquella jerigonza. Pues anda que después . vino lo flamenco, y los cantores, y los zapateadores, y los palmeaores y los pateaores, y j olé ! fué Madrid la hospedería de la risa y el almacén de la alegría y el ruido del universo. " «Prólogo del autor» a El contar del romero (Obras eompletas), II, Valladolid, 1943, p. 287. i 40 CARLOS CLAVERÍA Ž2JXÍUaJljiU£^eia-íiqiiĹÄi£a.testiaiaiiQ de «aflauiencamiair tru> dp ,las_ca&tumbr£S. y. de la «gitaaización» del yocahulario dri «flamenquistno», termina achacando la culpa de todo ello a que «tómamos por expresión de la gloria y del carácter nacionál, el espectáculo de los toros, y por arte, lo flamenco»54. jAlgo más tarde, el catedrático de la Universidad de Ovie-do, dori Lfopnldn Alas, hace un breve viaje a Madrid. , pXeacupada por.la decadencia. .del teatro -espaáol, escribe, en..1886, con desconsuelo, sus impresiones de ese viaje: | CuaiMlo yn, me-marché -de-Madrid hace třes aňos pfřilr.mj. Jiaha, si no en el arte, dnni1ŕ-detiiera-^star-el_ad£>-.<>l génern flamenco; en los carteles de los teatros se leía: j Eh, eh, a la plasa!, Torear por lo fino, y cosas asi, todoasunto de-cuer. Jjfís^-chulos -ju.cantf; vengo ahora y me encuentro con cante, cliulos y cuernos; los carteles dfcw: _}.-Vija-eL-fcoreaJr.+01é tu .niare !, y gracias por el estílo ss. La epQca.de la Re^U«ra6Ío»_4)aľ£.ce.hjib_ej..yiyido_Jia_iiuer Ym£uacimieato del «íLatnenquismo» en todos sus aspectos. Hablando del «donjuanismo», propio de la época, doňa Bianca de los Ríos Lampérez escribe:; Además de tenerse muy en cuenta que el flamenquismo taurófilosentimental y la cfoulaperia romántica, abigarrado arna-sijo de todas Ins formas degenerativas de nuestra espaňoleria andantesca, estaban entonces en su apogeo, el valor legenda-rio resolvióse en bravuconería y matonismo ; las orgías de los *« O bras completes, II, p. 2.027 y 2.034. " U" viaje a Madrid («Folletos llterarios», l\ Madrid, 1800, p. 20. J. Deleito y Pinuela, ob. cit., p. 463, dice: uTorear por lo fino —ya lo indica su nombre^- era una contrlbución más a la epidémia flamenco-tauromáquica que, siendo erónica en nuestro pais, estaba singularmente agudizada por la década del 80, como dije en capítulas anteriores». En p. 45i», refiriéndose a *ilľh!... ;A la Plasa!», habla áň- primer cuadro de la obra como de «una critica de la «flamencomanía» que del 80 al 90 estuvo en todo su auge en Madrid», y en p. 458, atríbuye uno de los moťvos cle su éxito a: «el exhibirse. bien dosifieados, los mismos ele-mentos flamencos y taurinos que se pretendían satirizar, pero los cuales ofrecíanse a un publico que se pirraba por ellos». ESTUDIO SOBRE LOS GITANISMOS DEL ESÍAŇOL 41 melenudos degeneraban en juergas de colmados; las Jarifas esproncedianas en liembras de paňolón, a la espada caballe:il sustituiase la navaja canallesca, a la lira, la guitarra ; a la es-trofa, el jipio; y en todo, en el traje, en el aire personal, en • el habla introdiijose y abrió surco la avenida flamenco-tauro-máquica, que constituyó género en el teatro por horas y «n cuadritos y panderetas de los que pagan los itigleses. El flamenquismo era, pues, moda, fiebre, sugestión de aquellos dias y venia a ser como el espaldarazo —más propiamente—, la alternatíva en donjuanismo..:5«. ' Un«, bum tipQ.ik e^tQxJ^nüQ..4uarie^,«flamencosj>,no^4iin.-' ta, a las puertas de la Restauración, Benito Eérez .Galdó.s, pp su novela pnvfjiímt^ j., fsifjrfn jj»^;^ Santa Cruz pasó por la enfermedad de la época, que iba, sin embargo, a de-jar en su carácter de nifio mimado bastantes resabios: La perspicacia de la madre ereyó dsscubrir un notable cam-bio en las costumbres y en- las compaňías del joven fuera de casa, y lo deseubrió con datos observados en ciertas inflexio-nes muy particulares de su voz y lenguaje. Daba a la eile el tono arrastrado que la gente baja da a la y consonante ; y se le habían pegado modismos pintorescos y expresiones grose-rás' que a la mamá no le hac'ian maldita g/ach... Y lo que Barbarita no dudó en calificar de eneanalLmiento, empezó a manifestarse en el vestido. El delfín se encajó una capa de esclavina corta con mucho ribete, mucha trencílla y pasama-neria. Poniase, por las noches el sombrerito pavero, que, a la verdad; le caía muy bien, y se peinaba con los mechones ahuecados sobre las sienes. Un día se presentó en la casa un sastre con facha de sacristan, que era de los que hacen ropa ajustada para toreros, chulos y matacliines; pero doňa Barbara no le dej ó sacar la cinta de medir y poco faltó para que el pobre hombre fuera rodando por las escaleras... Santa Cruz rc.cpnjitn.iyri hi£go_.durante su-viaje de novios, Iy virla miticrmo de ese periodo de su yidu ..que. ianto inte-^ resaba a su madre. EL_diuero-4argo: de Jiianito $ su amigo Yillaloriga se gasta en «juergas ycaňas» con Izquierdo y Uli picador, y. alii no se bacia otra-cosa que «beber, palmo-tear, tocar la guitarra, venga ahi, comer magras». El efec- Madrid goyesco (Obras completas., V), Madrid, 1912, p. 12. ^ »" CARLOS CLAVERÍA to de unas cafias de manzanilla, bebidas en Triana, durante ^ su luna de miel, sueltan la lengua del «delfín» sobre su cora- j— portamiento con «la Pitusa». «Estaba encanallado —dice a Jacinta—; era yo muy cam..., eso quiere decir gitano, vida mí a.» fin la rnnfp«irin Hp gn pagadn cp PnH-ptnPTY-lan, rnn pí tgcaexdQ^ los, tértninns ^itanesrns, qhp, qitonres .dehían-ser vála, najahao, camhri...s qiif drmu-žfitrítn hi?n řl pfttUKimifn tß_ d& üaldos-iiel-voGabwlftrie-^iMfBencÄ»_4£-U£x^.sßfixi£itas 'La móda «flamenca» se extendió por toda Espaňa. Ejnj.-tift Parfo Tfo^fl rfvplfl ffí una de sus novelas, jnsajflcié*, CÓmO esas COStnmh,rPiJ_y_4iuda .üjakta y la trascenrlpnria dp 1ns tprminng de! itflanienquismo,» hasta las safaris Mi ek&ajal^.' Estas, al parecer, justas observaciones de Valéra acerca de cómo se entreveraba «lo flamenco» y lo extranjero en las costumbres v el lenguaje de la alta socjedad madrileňa, que él tan bien conocía, pueden referirse no únicamente al rao-mento que eso escribe. Seguramente este hecho se dió lo mismo al terminar el siglo xix que decenios antes. Un buen ejemplo de cómo pudieron entremezclarse en el «argot» de los seňoritos madrileííos expresiones «aflamencadas» y ex-tranjerizantes encontramos en un caso típico presentado por el Padre Luis Coloma, en su novela Pequeňeces, en que sa-tirizó, con conocimiento de causa, costumbres de entonces. El que va a ser luego marido de Currita Albomoz, el marques de Villamelón, fué un libertino, como eran libertinos otros muchos de sus contemporáneos: Su libertinaje era aquel otro libertinaje tan común en Es-paňa entre los jóvenes de alta alcurnia ; mezcla extrafia tipo hibrido del manolo y del sportmen, del gitano y del muscadin, que se diría nacido del antitético matrimonio de un tóro anda-luz con una Soubrette parisiense. Harto al cabo de chulas y de lorettes, de toros y de handicaps, de manzanilla y de champagne, de callos y de foie-gras, resolvió a los treinta aňos dar fin; esto es, casarse... •'. •o Obras completas, Madrid, s. a., XXX, p. 210 y ss. ; y XLIIL p. 78. Valéra aludió en varias ocasiones a la incľnación al «flamenquis-mo» de los espaňoles y al exagerado «andalucismo» en la literatura: «Es ínnegble que nosotros mismos con nuestra afición, fingida a veces, y exagerada siempre, a lo flamenco, a lo chulo, al toreo y otras cosas tlel mismo jaez...» (OC, XLIII, p. 225) ; «Los toros, los toreros, los nsos y costumbres de los majos y majas de Andalucía, etc., etc., son ya tan irillados y mnncsendos asuntos que para tratarlos con alguna novedad... se requ'ere no poco ingenio...» (OC, XLIV p. 44). El ha-bla de los protagonistas de la novela a que se refiere aquí (Cartucherito de A. Reyes) le parece «chula, ŕlamenca, mája. o sobrado vulgar y ar-chiandahiza». •' Pequeňeces (7.a ed.), Bilbao, 1904, p 40. Compárese el texto de Bretón citado en nota 42. ESTUDIO SOBRE LOS G'TAMSMOS DEL ESPAŇOL 45 Invoca también Valéra en los textos citados el nombre de Lopez Silva, «que sobresale y se gana la simpatía del publico», en sus referencias a las obras dramáticas de ambiente «chulapo». El era el símbolo y el poŕtávoz de este gusto por lo popular, ftuhéri Darin, en el viaje a Espaňa que hizo des-pués de lá catástrofe' de 1898, lo corfbbbra al hablar del «gé-nero chico»: . t^W >S" f"n S11s rppjonte«; itffw/)%, inrlnyg pntrp ans recuerdos juveniles, noticias interesantes acerca del comple-jó prniiipin^ rlpi wflgmpriq^sTn"« y de la difusión de sus ma-nifestáciones por toda la Peninsula a fines del siglo pasado y principios de éste: •2 Espaňa contemporánea {Obras completaš, XIX), Madrid, s. a., pf 162. Läs protestas eran muchas; véase, por éjemplo, J. Ixart, £1 arte escénico en Espaňa, II, Barcelona, 1896, p. 72, hablando del «lea-tro por horas», dice: «Trajo a las tablas las costumbres, los dichos y los trajes de lo que llamaría un purista «gente del hampa» de Madnd, más o menos falsificada por el arte del teatro, y por aquí influyó poderosa-mente en los gustos y- aficiones de las masas populäres de toda Espaňa» ; J. Romero Lopez, Decadencia y flórecimiento de nuestro teatro, Malaga, 1905, p. 23, hablando del fracaso de la regeneración del teatro, comprobaba: «Sigue imperando el género chico con sus chulos inde-centes, sus matones de oficio, sus odiosas faces, sus amores callejeros, sus palabras óbscenas, sus chistes indecorosos...» E. Noel, El flamen-quistno y las corridas de toros, Bilbao, 1912, p. 36; «Si en el teatro un chulo o un similar aplica ma! las palabras y las mutila o las empon-zoíia, nos reimos hasta perder los sentidos... Sin embargo, nuestros ingeniös modernos lo han entendido bien; el flamenquismo es una mina, un venero, un filón inagotable...» La figura popular de D. Jose Lopez Silva era un símbolo en el Madrid de principios de siglo: V. Ruiz Albéniz, i Aquel Madrid! (1900-19V,), Madrid, 1944, p. 159, escribe: «Al otŕô, el maestro de todos los maestros, el sucesor directo de Ricardo . de la Vega, sus patillas de «bocacha», los tufos que mal cubren su ya acusada calva, su apostura ŕlamenca, le' delatan...» 46 CARLOS CLAVERÍA Hntre el aluvión de canciones extranjeras y mi sinfín de operetas traducidas y de otras zarzuelas. espaňolas, aparecie-ron los tangos gaditanos. Yo oí cantar alguno de ellos a un sargento acompaňándose con la guitarra, en un cafetucho don-de se jugaba al biliar y a la bola. Con aquellas canciones se inició el flamenquismo en los pueblos del Norte de Espaňa... Las de asuntos torero y picaresco corrían por toda Espaňa y las fregonas se dedicaban a ellos con delectación. La música de tangos era casi siempre la misma, con ligeras variantes; en general, una habanera con ritmo más agitanado y flamenco que las habaneras antiguas... Toda Espaňa se dedicaba por entonces a la gitaneria con fruición. En Madrid habia varios • cafes cantantes... Los habia en Valencia, en Barcelona, en Bilbao, y en donde no existian éstos... los estudiantes y los comisionistas, al volver de Madrid a sus pueblos, se hician cantando: «Graná estará orguUosa con el Frascuelo...». El flamenquismo era casi un honor; por lo menos, una grácia... *3. Por lo vistO, nn falran. tPstimnning riistnrirnc Ar pyrrý. tQres_jnjQderilQ5_que, al margen de él, tiivWnn rnnscicnna Af h imp^rtunda dfl ffinonwm y de stí, trap^nriffnrifl fn ft cajBT2Q,.,del lfngnaja. Los «flamencos» de toda Espaňa a fines del siglo xix, lo mismo que los andaluces que imitaban a los gitanos a finales del xviii y en la época en que Borrow andaba por Espaňa, mostraron especial complacencia en la jerga que caracterizaba y singularizaba la manera y estilo de vivir a que sus aficiones les arrastraban. Pero si los gitanos y los delincuentes que adoptaron el «caló» padian encontrar en su lenguaje el reducte que supone siempre una «lengua es- •s Final del siglo XIX y principios del XX (tMemorias», III), Madrid, 1945, p. 22 y ss. En otro de los volúmenes, Reportajes (tMemo-riasi, VI), Madrid, 1948, p. 88, insiste: «El caso es que apareció [el tango] en la ultima mitad del siglo xix, que tuvo un gran éxito popular y que corrió por toda la peninsula.... La corriente que lo impulsaba era el flamenquismo» ; véase p. 151 y ss. sobre las canciones de Sebastián-Iradier. En el volumen III, p. 54, háce alusión a una paralela influen-cia del gitano: «La influencia gitana fué grande en la vida del hampa, como ha sido siempre, mezclándose lo gitano con la germania... Algu-nas palabras medio gitanas tomaron también posesión del idioma con un sentido un poco vago, y se habló de cosas que eran chanchis, demente que estaba majareta...» ESTUDIO SOBKE LOS GITANISMOS DEL ESPAŇOI. 47 pecial», una «Sondersprache», el «flamenquismo» más bien abrió aľwcaló» las puertas del lenguaje popular, y el virtuo-sismo de muchos de los que dominaban la jerga de los me-dios «flamencos» no hizo más que contribuir a la vulgariza-ción de las voces gitanescas64. Los tex.tn& últirnarnenrp ri-tad^SJlQ^kjiUlJugax-iL.dUflas. fir .que. £l «Jamenquism.&!l lue eLgxan-J£hkulfl_de difuaiáa_jde palabras gitanas^-parle.-ile un vocabulario ulebeyo, que_una. jjeraisteoie moda_ jjoßulaxi-saÍJa_-de:.xQnlÍQuti—Iadas_laa_AS4J£Cíi3i,{le la vida. espaňala S£_ Yl'eron. influidns.piir_e^..mürla^Y...todas las dases- soeia-le£_ajH£üdier-ari.y.uaarmixcurio.pfopios.sus términos *5. A eso 5jg dehp que hny pi ranrlal Hp palahras gitana s del e&pafial sea mnrhn más rjuantiosQ.,.que el -de-4os otros idiamas euro-Bexisi?, y que-además fayď traspasarla los 1imites.de una-^kn-ca.ililuirse en el lenguaje popular .y_MXaigar ** Compárense las observaciones sobre un fenómeno distinto, pero que algunos paralelos puede ofrecer entre el «apachisme» y la pasión y afectación «flamencas» de las altas clases sociales espaňolas, y el pre-ciosismo en el empleo del «argot» y del «caló», de L. Spitzer, Zum Pro biem des französischen Argot, en Romanische Stil- un Literaturstudien, II, Marburg, 1931, p. 268 y ss. •' Véanse, entre otros. aparte de los de Valéra, los siguientes de nunciadores textos: E. del Palacio, Cuadros vivos, Madrid, 1891, p. 49: ' «Observen ustedes cómo penetra el lenguaje taurino en las conversa-ciones familiäres, y aun en la política y en la diplomacia. De la literatura' en general no hablo, porque ya es literatura berrenda en flamen co, y chorreá en taurino...»; E. Noel, Piel de Espaňa, Madrid, 1917, p. 36: «El Sr. Villaurrutia quiere llevar a la Academia este estilo, los términos de la flamenquería» ; E. Gutierrez Gamero, Goto a gota el mar se agota, Barcelona, 1934, p. 122, recoge, en sus memorias. una ex-clamación significativa de cómo el «ca'.ó» habia penetrado en el natural vocabulario de las clases altas: «jl.íi chipén !, acabó el general Men-doza, muy adicto a la família Rivas» (sobre el hijo del Puque, Marques de Bogaraya); E. Noel, El flamenquismo y las corridas de toros, Bilbao, 1912, p. 28: «El flamenquismo tiene su lenguaje, inflexiones rari-simas del caló, del andaluz', del gitanismo que saltan del periódico a la calle, al arroyo, a la casa, al lenguaje del nifio» ; etc. »» Hace unos afios escribia el gitanólogo finlandés A. Thesslef, Stockholms förbrytarssprdk och lágre slang (1910-1912). Stockholm 1912, p 3: «Det förhaller sig nämligen sä egendomligt, efter hyad jag med vishet anser mig ha konstaterat, att zigenarsspräket ingenstädes i värl- 48 CARLOS CLAV ER] A pcoíuadamcule.en. «H". Ne se trata de nadá esporádico y li-mitado simplemente al «argot», y no son sólo las manifes- ten lili den gra inträngt i nagon siads slang som i Stockholm.. Ľl des-conoeimiento de la iniportancia del «llamenquismo» cspaňol le hizo atri-buir al «slang» de Kstocolmo la priniacia en canlidad de voces gitanas emre todas las jergas del mundo, ľero pese al sorprendente numero de voces gilanas con que cuenia el lcnguajc coloquial sueco, nada hay comparable al íenómeno espafiol. Hn cl sueco, lo mismo que en otras len-guas europeas, las palahras gitanas penetraron exclusivamente a travěs del lenguaje de las clases inferiores de la sociedad que conocian y adop-taban el vocabulario de malhcchores y delincuentes. Véase el citado libro .; etc. Como es natural abundan los gitanismos en los vocabularios del dialecto andaluz; véase M. de Toro y Gisbert, Voces andaliixas (o usadas por autores andaluces) que faltan en el Diccionario de la Academia Espailola, en RHi, XLIV, 1920, p 813 y ss.; y A. Alcálá Veiiceslada, Vocabulario anäalus, Andújar, 1933. El estudio, citado repetidas veces, de H. Schuchardt dió ya a co-nocer la importancia del elemento gitano en las hablas del Sur de Es-paňa. W. Giese, Nordost-Cádi*. Ein kultunvissenschaftlicher Beitrag sur Erforschung Andalusiens (tBeiheftc tur ZRPh,, LXXXIX), Halle, 1937, p. 227, sólo documents, sin embargo, dos palabras gilanas (mui, paňí) en la zona explorada. M. L. Wagner, en su estudio citado de RFE, XXV, 1941, p. 168 y s., ha demostrado que la voz gilana lacha puede documenťarse hasta en los dialectos del Norte de Espaňa. Queda también por clarificar la cuestión de la diíusión de los gitanismos en la America de habla espaňola. M. L. Wagner, en su citado estudio sobre Mexikanisches Rotwelsch, demostró la existencia de gitanismos en el lenguaje de los delincuentes de Méjico. Pero la gran difusión de los gitanismos en el lenguaje popular espaňol de la peninsula parece haber tenido lugar después de la inclependencia de los paises de la America espaftola. No creo que un detenido examen de las obras de A. Malaret, Diccionario de americanismos (2.' ed.), San Juan 1931; y F. J. Santa-maria, Diccionario General de Americanismos, Mexico, 1942, dé gran-des resultados a ešte respecto. Los intentos de buscar etimologias gi'a-r.as a voces crlollas han resullado vanos: véase V. Rossi, Etimolojio-manla. Sobre el vocablo gaucho (tFolletos lenguaraces*. Íl, Rio de la Piata, 1927, contra la opinion de Lehmann-Nietzsche de que gaucho procede de gachó; véase también B. Caviglia, tGauchot de mgarrucho,, separata de la revista Uruguays Etimos, 1933, reflriéndose al estudio de J. Costa Alvarez, Treinta etimologias de tgauchot, en Nosotros. 1980 y 1927. Rossi, p. 8 y s., observa en general: «Las dos o tres voces de cola que circulan en el Plata, se deben al género teatral llamado «zar-zuela chxa» que en todas- sus evoluciones mantuvo en su escena repre-sentantes del orillerismo madrileňo-andaluz, y que por varios afios, hace ya tiempo, estuvo en pleno gitanismo con obritas toreras y flamencas o 4 50 CARLOS CLAVERÍA raluaL,-pu£ika ..afuu^xJiuellaä. id juflujö gitano so.bre_eL xor. cabulario espaúol. Lqs gitaao,y-&us..cflstuinbres. y au lenguaje, por tradición «flamenca» o andalucista, o por especial in-clinación de algún escritor, mieden «er- todavia materia -de elaboración pQétka-Y-literaria..íilián de medios expresivos_ü__