72 bre dado por sus autores a ciertos diccionarios, catálogos y antologfas'. Si prescindi-mos de catálogos y antologías, utilizados sin dudá incorrectamente como sinónimos de diccionarios, ^qué clase de diccionario es un tesorol No debemos^£nfundir su sig-nificado actual con el que tuvo en épocas pasadas (recuérdese el fesoro de Covarru-bias, de 1Í5ÍÍ), cuandp serviapara designar diccionarios que pretendían ser generales y de carácter enciclopédico y etimológico. El tesoro es, en principio, un diccionario que abarcaría la totalidad del léxico de una lengua, Por tanto, necesariämente tiene carácter historko. Ha quedado dicho que el vocabulario íntegro de una lengua es imposible de abarcar, a la vista de los me-dios de que disponemos hoy por hoy. Poner en practica una empresa semejante su-pone una tarea enorme, para la que el moderno instrumental electrónico sólo pres-taría una pequeňa ayuda49. Ya Uegamos al final. He ido siguiendo el hilo de las definiciones del DRAE, que nos han conducido a unas conclusiones particulares. Es posible que de haber seguido otros caminos los resultados hubieran sido muy distintos50, pero nos confirman el equilibrio interno que mantiene el diccionario oficial, y por ende sus redactores, asi como su enorme valor y precision incluso en los aspectos más técnicos de la meta-lengua. Espero que tras estas páginas quede clara la existencia de varios tipos de diccionarios: Iíngiiísticos y no iingth'sticos, monolingiies y plurilingües, generales y espe-cíficos; y la existencia, también, de una serie de obras de carácter lexicográfico, salvo una (la enciclopedia), que se pueden encuadrar bajo alguno de los sentidos de diccionario: la enciclopedia, el léxico, el vocabulario, el glosario, las concordancias, y el tesoro. Palabras no han faltado. Ojalá ahora sepan ocupar el lugar que merecen dentro de nuestra conciencia de hablantes, y denlro, por supuesto, de las obras lexicográfi-cas, de los diccionarios. Que asi sea. 49 Cfr. mi Proyecto, pág. 42. 50 Como me ocurrió al redactar mi Proyecto, págs. 14-21. Véanse, también, las distintas ti-pologias de diccionarios que se han hecho, citadas algunas de ellas antes y en el primer capítu-lo de ešte libro. La misma pregunta que sirve de título a estas páginas fue formulada por Howard Jackson en su trabajo «What's in a Bilingual Dictionary?», en Modern Languages, 56, 2, 1975, págs. 85-89 y contcstada de una mancra muy distinta a la que yo he seguido. 5. El diccionario, texto cerrado. I m], •■■• ', í" _. { ,» . t f ,'- La enumeración de los caracteres del diccionario que hacen Jean y Claude Dubois' contiene dos que obligan a una reflexion, pues sus explicaciones no son del todo convincentes. Dicen, en primer lugar, que el diccionario es una obra literaria como lo puedan ser otras obras literarias, y, por otro lado; que también es un texto, estcí es, un discurso finito, de donde se desprende que es una obra. Ambas afirmaciones requie-ren una meditación por cuanto asi expuestas no son muy fácilmente aceptables. Para-ellos, por ser el diccionario una obra literaria, está impregnado de las estructuras ideo-lógicas dominantes en una época, a la vez que participa en el mantenimiento de la ideológia. Y por ser el diccionario un discurso, la lexicografia es una actividad dirigi-da hacia la producción de ese texto, definido por las reglas de la retórica, el conteni-do de los mensajes y el tipo de comunicación que se produce entre el autor y los lectures. Si, el diccionario es un mensaje, y en ese sentido es en el que debemos conside-rarlo como texto. Ahora bien, es un mensaje de unas caracteristicas especiales, pues sólo se produce en un sentido, del autor hacia el lector, de manera que éste solamente recibe instrucciones inapelables; no hay comunicación posible en la dirección lector -» autor. Por ello mismo, el diccionario es_un_textoJinita,.Tceriado: todj)Jo_^jue_eLau-tor quiere decir está en él. En este sentido, el texto del diccionario participa de las caracteristicas generales de cualquier texto. Sin embargo, definirlo como texto literario tal vez sea demasiado pretencioso si lo ponemos frente a lo que tradicionalmente se viene considerando como texto u obra literaria: no hay comparación posible. Dicen los Dubois que es una obra literaria del mismo modo que lo son otras obras didácti-cas. Pero es que una obra didáctica no tiene por qué ser literaria. Es un texto en el cual el autor ha dejado dicho cuanto creia conveniente comunicar, nadá más. Fernando Lázaro Carreter ha escrito que «tras una novela extensa igual que tras un poemilla breve, late un sistema lingüistico aparte, constituido todo él por «anor-malidades», si por anormalidad entendemos el hecho de que el escritor ha abando-nado sus registros habituales de hablante y ha adoptado otro nuevo, en el cual incluso las palabras y los giros más comunes, por haber ingresado en otro sistema, han cambiado de valor, según enseňa uno de los más importantes principios estructura-les»2. El diccionario no es una obra literaria, por más que en él encontremos multi-tud de «anormalidades». En la obra lexicográfica esas anormalidades surgen por tra-tarse de una obra metalingíiística, no por ser literaria. Y, evidentemente, es un texto, aunque de caracteristicas especiales, pues no sólo habla de la lengua (contiene 1 Introduction ä la lexicographic: le dictionnaire, Paris, 1971, en especial las págs. 8-9. 2 En «Lengu , literaria frente a lengua común», apud Estudios de lingühtica, Barcelona, 1980, pág. 205. 74 informaciones sobre el signo), sino también del mundo extralingiiístico, y, lo que es más sorprendente, de si mismo, con continuas referencias a lo encerrado en él. A nadie sorprende hoy que las definiciones lexicográficas puedan establecerse mediante un sinónimo: damasina se define en el DGILE3 como 'damasquillo'. Otros diccionarios, además, nos facilitan una information suplementaria: el DRAE4 o el DUE5, mediante el empleo de una tipografía adecuada, nos hacen saber su preferencia por el término que aparece en la definición. Sin embargo, el juego de caracteres de imprenta resulta redundante por cuanto el lexicógrafo, desde el momenta en que no ofrece una definición, deja bien claras sus preferencias. Otra cuestión es que a tra-vés del cambio de letra se nos esté comunicando que no nos hallamos en una definición lexicográfica, sino ante una simple equivalencia sinonímica. De todos modos, és-tas me parecen Unas cuestiones muy sutiles para que puedan ser apreciadas por el común de los usuarios. Lo que si es cierto es que tales definiciones o equivalencias son un tipo de referencias internas que dejan bien claro el carácjgrde texto cerradq que posee el diccionario. Esas mismas referencias internas aparecen de un modo ex-plícito cuando en la nomenclatura figuran formas irreguläres de algún paradigma y en lugar de la definición se envía a la forma canónica de la palabra, o cuando en el interior de un artículo se remite a otro artículo, a un cuadro, a una ilustración, etc. En ocasiones, es necesario incluir en la definición alguna información suplementaria para evitar ambigtiedades o interpretaciones erróneas de algún término em-pleado; unas veces porque existen varios homógrafos, otras porque en el mismo con-texto caben distintos significados, conviniendo uno solo. Asi, por ejemplo, la segunda acepción que proporciona el DRAE para la primera entrada campano es 'esquila V pues existen hasta tres entradas esquila; la segunda acepción de esquila 2 es 'accíón y efecto de esquilar 2 [...]', ya que también existen tres artículos esquilar, etc. Esta ma-nera de presentar los materiales, que domina perfectamente la Academia, es incó-moda y peligrosa. Incómpda porque obliga-ailecioxa jrde unjutícuLa ajítro (inclu-so de un torno a otro), y peligrosa porque cujilquiewainbiaj?niiLÍist^^^^ al preparar unajiueva_edídón._de^ las definiciones, pues esirřípensableque se tengan.a,notados. todQs.los^artXcuJos en que se ha emple^do_.uria^voz6. En este sentido, me parece mucho más útíl la solución adop-tada en el DGILĚ: hacer una breve aclaración, entre paréntesis, del significado con que se emplea el término. De este modo el esfuerzo del usuario queda recompensa-do y sólo en unas pocas ocasiones tendrá que ir a buscar en otra parte del diccionario. Asi, por ejemplo, desgalgar es 'despeňar (precipitar)', pues despehar tiene dos acepciones; encaňarse es 'tomar cafla (trago)', ya que caňa tiene veinte acepciones distintas; lo mismo sucede con hombre cuyo segundo significado es 'varón (del sexo masculino)'; y cuando define canecillo pone 'can (cabeza de viga y modillón)' porque existen dos entradas can, una de las cuales tiene ocho significados, de los cuales sólo 3 Diccionario general ilustrado de la lengua espaňola (Vox), Barcelona, 3" ed., 1973. Todas mis citas, mientras no indique otra cosa, proceden de esta obra y edición. 4 Real Academia Espaňola, Diccionario de la lengua espanola, 20* ed., 2 vols., Madrid, 1984. 5 Maria Moliner, Diccionario de uso del espaňoL reimpr., 2 vols., Madrid, 1975. 6 La incipietite infonnatización de los diccionarios ayudará mucho en csta tarea en el future. / 75 dos convienen al canecillo. Todos los ejemplos aducidos son referencias al contenido del propio diccionario. Bajo esa misma forma se presentan también informaciones extralingilisticas que no deben confundirse con las que vengo tratando, como, siem-pre en el interior del DGILE, panecillo, 'pan pequeňo (la mitad de una libreta)'; o penonomeňo, 'de Penonomé, cap. de la prôv. de Coclé (Panama)'. El diccionario no sólo se limita a informar sobre la lengua, sino también sobre el mundo, unas veces por necesidad de aclarar la definición, otras por el afán de acu-mular saberes enciclopédicos, otras por tradición, descuido ..., e incluso por la difi-cultad misma de definir, siendo necesario el recurso a la descripción más o menos anecdótica para que el usuario llegue a entender la voz definida y lo designado por ella. No de otro modo se pueden explicar ciertas definiciones del DGILE: anamú es una 'planta [...] que huele a ajo, y lo mismo la leche de las vacas que la comen', y del Diccionario manual de la Academia, donde perm es un 'mamífero [...] con la cola de menor longitud que las patas posteriores, una de las cuales suele alzar el macho para orinar'7. La definición no es el único lugar en que el lector puede hallar este tipo de informaciones, pues también figuran en los ejemplos, como en las voces cenete, cenhe-gí o monfí del DGILE, por seňalar unos pocos ejemplos8. Regresemos a nuestro Camino. El diccionario es un texto, y como en cualquier texto el autor obliga a una lectura que al usuario puede parecer redundante, inútil, innecesaria. Valga como ejemplo anastomizarse, que remite a anastomosarse, y ésta a su vez obliga a acudir al artículo anastomosis. No se trata de aburrir al lector con idas y venidas, sino de proporcionarle un abundante caudal de informaciones, por más que él sólo desee una; y es que el lexicógrafo no puede atender necesidades individuates, sino que debe transmitir todo a todos, explicándose asi también el afán tota-lizador, enciclopédico, del diccionario. El trabajo del lexicógrafo se vuelve, en ocasiones, contra él, tendiéndole no pocas trampas en su imposible deseo de darlo todo, y es entonces cuando aparecen las pistas perdidas9, cuando el dicionario como texto cerrado, acabado, se rompe, obligando a pasar a otras obras. Hasta la saciedad se ha repetido que en la definición no puede figurar el término definido, sobre todo si pensamos en el sistema aristotélico de ínclusiones lógi-cas a través del género proximo y la diferencia especffica. El diccionario, en este caso, habría de ser ejemplo modélico, y sin embargo nos encontramos con definiciones como: cóctel, 'reunion de personas en la cual se sirven cócteles' dolicocéfalo, 'dícese de las personas o razas de cráneo dolicocéfalo' flamenco, 'idioma flamenco' impreso, 'formulario impreso [...]' hongo, 'cualquier planta de la clase de los hongos' malacopterigio, 'die. de los peces del grupo de los malacopterigios' página, 'lo eserito o impreso en cada página' 7 Real Academia Espaňola, Diccionario manual e ilustrado de la lengua espaňola, 2a ed., 8* reimpr., Madrid, 1980. Lo anecdótico ha sido eliminado en la 3" ed., 6 vols., Madrid, 1983. 8 C/r. a este propósito mi «Diccionario y gramática», recogido en este libro. 9 Véase Fernando Lázaro Caneter, «Pisias perdidas en eí diccionario», BRAE, LJľl, 1973, págs. 249-259. 76 pastel, 'pintura al pastel' totem, 'símbolo o representation de un totem' universidad, 'edificio destinado a una universidaď vaca, 'carne de vaca o de buey'; 'cuero de la vaca después de curtido' vidrio, 'objeto de vidrio' Podría aumentar la muestra a lo largo de muchas páginas, pero es innecesario. Antes de continuar he de advertir algo: en todos los ejemplos que acabo de citar he tornado definiciones, no reraisiones internas. Hago esta aclaración pues una entrada del diccionario puede ser un elemento de una expresión multiverbal explica-da en otro lugar de la obra, según sucede, por ejemplo, en la voz cellar, donde el DRAE envia a hierro cellar, o en contia, donde manda a papel de estraza. ^Por que los diccionarios se permiten la contradicción de introducir el definido en la definition? La contestation a la pregunta parece sencilla, aunque no siempre se sabe: el diccionario es un texto que ha de ser leído secuencialmente, al menos en el interior de cada artículo, que se convierte asi en un texto de dimensiones menores, en un capitulo10, también acabado. Por este motivo, y desde el punto de vista actual, la presencia en la definition de una voz no definida, a su vez, en el diccionario no es grave11. Esa lectura secuencial es la que explica los ejemplos aducidos: cóctel es la 'reunion de personas en la cual se sirven cócteles' porque en la definition anterior se ha dicho que es la 'mezcla de varios licores'; flamenco puede definirse como 'idioma flamenco' porque la primera de sus acepciones es '[pers.] De Flandes, reg. de Bélgi-ca'; o universidad es el 'edificio destinado a una universidad' porque antes se ha ca-racterizado como institution de enseňanza. La lectura del texto del artículo ha de ser completa, y a ello está obligado el usuario para no detenerse en significados que sólo podrían valer de una manera in-completa a sus intereses. iCuántas malas traducciones se han hecho por no mirar con atención la totalidad del artículo de un diccionario! Y pues el lector está obligado a enterarse de cuanto le dice el diccionario, no extraňará saber que algunas de esas definiciones que remiten a otras en el interior de un mismo artículo, no se refieren a acepciones leidas, sino a las que están por venir, lo cual no deja de ser sorprendente. De este modo un hongo es 'cualquier planta de la clase de los hongos' en la primera de sus acepciones porque en la ultima, la quinta, se dirá que en masculino y plural es una clase de plantas talofitas; y malacopterigio tiene la definition aducida porque después se dirá que es un grupo de peces teleósteos. La referencia de una acepción a otra puede hacerse, también, mediante demos-trativos o posesivos referidos a parte o a la integridad de la definition anterior, e in-cluso por medio de la elision de algún elemento ya nombrado. Abacá es en su terce-ra acepción 'esta misma fibra', y la primera 'planta musácea [...] de cuyas hojas se obtiene una fibra textil'; caspa es 'la que forman las herpes o queda de las hinchazo-nes o llagas' porque antes se ha definido como escamilla; catita tiene una definition con caracterfsticas comunes a muchas de las que se pueden hallar en la obra nebri-sense: 'otra especie de loro pequefio', que sorprende más por cuanto la anterior es 10 El conjunto de todas las informaciones de una acepción serfa el equivalente del párrafo. 11 No es este el lugar para traiar la cuestión de si todos los elementos definidores han de estar definidos; depende de la extension y tipo de diccionarios. 77 'especie de čata o catarinita (ave)', sin que en ella se diga que es un loro, y sólo en catarinita se nos hace saber que se trata de un periquito; la segunda acepción de es-camonea es 'esta misma gomorresina' ya que en la anterior podemos leer 'planta [...] de la que se obtiene una gomorresina [...]'; farisaismo es primero 'secta de los fari-seos' y después 'sus costumbres y espíritu', de la misma manera que folklore es 'con-junto de tradiciones, leyendas, creencias, costumbres y proverbios populäres' y 'su estudio'; onomatopeya resulta ser el mismo vocablo tras haber leído la primera acepción: 'imitation del sonido de una cosa en el vocablo que se forma para significarla'; verdemontaha es el 'color verde claro hecho de este mineral' ya que antes se define como 'verdé de montaňa', y en el artículo verde figura la construcción verde de mon-taňa definida como 'carbonato de cobre terroso, de color verde claro'; y vulpino puede definirse como 'que tiene sus propiedades' ya que antes se ha puesto la acepción 'relativo a la zorra'. El usuario de diccionarios no sólo puede encontrar referencias que envían de una acepción a otra, sino también, en el interior de un sólo artículo, una definición que remita a lo dicho en el apartado dedieado a la etimología; por ejemplo, en la voz percherón la única acepción que aparece es 'die. esp. de una raza de caballos proce-dentes de aquella región [...]', sin que antes se haya hablado de ninguna región, salvo en la etimología: «de la Perche, ant. prôv. de Francia». Y más sorprendente aún es encontrar en la etimología referencias a la voz de la entrada, o a su definición; por ejemplo, al explicar el origen de olopopo el DGILE pone tan sólo «onomat. de su gri-to», enigma que se resuelve si leemos la definición: 'especie de mochuelo [...]'. Más arriba he hablado del afán totalizador del lexicógrafo, pretension que le juega malas pasadas en las definiciones. Pero no es ése el único lugar en que sucede; por ejemplo, en el Pequeňo Larousse Ilustrado12 aparece la imagen de la salangana, pero no el artículo correspondiente. En el Gran diccionario de la lengua espaňola13, en el ejemplo de la acepción sexta de la voz faltar no aparece la palabra ejemplifica-da: «fue a clase la semana pasada». En el DGILE, en ocasiones, se remite a ilustra-ciones inexistentes, pues se eliminaron al preparar la ultima edición, sin que se corri-giera el texto; puede comprobarse en el artículo brazo o en el de sonido, donde remitc al cuadro sonidos, eliminado, como el de brazo, al pasar de la segunda a la ter-cera edición. Por fortuna para los diccionarios, y para sus usuarios, esos hechos no son habituales, como tampoco lo son las erratas y errores tipográficos14. En estas počas ocasiones el texto del diccionario queda roto, abierto, incompleto. En resumen, es difícil admitir la calificación de obra literaria para los repertorios léxicos, por más que participen de las caracterfsticas de un texto. Son, eso sí,texlns cefrados^acabadejs, cuyo contenido sólo puede aquilatarse tras la lectura integra de cada unp de sus articulos.Jii la lectura de cuanto contienen no se efectúa de manera completa, lo que el lexicógrafo desea transmitir al usuario quedaría inoperante. Por ello, debemos saber que hay en el diccionario, que es lo que puede darnos, y a partir de ese momento estaremos en condiciones de pedir más, de formulár nuestras críti-cas, o de cerrarlo, una vez satisfechos en la búsqueda que nos ha llevado hasta él. 12 Manejo la edición de Barcelona, 1986. 13 SGEL, Madrid, 1985. 14 Cfr. lo que expuse en «Ante la vigésima edición del DRAE», recogido más adelante.