Capitulo 6 CRÍTICA FEMINISTA Escritoras y lectoras siempre lo han tenido difícil. Aristoteles afirmó que «la mujer lo es debido a una falta de cualidades» y santo Tomáš de Aquino creía que la mujer era un «hombre imperfecto». Cuando Donne escribió «Air and Angels» aludía (pero sin refutarla) a la teória aquinia-na por la que la forma es masculina y la sustancia femeni-na: cual dios, el superior intelecto masculino imprime su forma sobre la maleable e inerte sustancia femenina. An-tes de Mendel, los hombres creían que el esperma e r an las semillas activas que daban forma al óvulo que, carente de identidad, esperaba hasta recibir la impronta masculina. En la trilógia de Esquilo, La Orestiada, Atenea otorga la victoria al argumento masculino, expuesto por Apolo, de acuerdo con el cual la madre no era progenitora de su hijo. La victoria del principio masculino del intelecto aca-ba con el reinado de las sensuales Erinias y confirma el patriarcado por encima del matriarcado. La crítica feminista a veces reúne la fúria de las Erinias con el fin de mo-dificar las complacientes certezas de la cultura patriarcal >' crear un clima menos opresivo para escritoras y lectoras. En ocasiones, las feministas han desplegado su inge-nio para «deconstruir» modos de percepción masculinos. Mary Ellman, por ejemplo, ha sugerido que podríamos considerar. el óvulo atrevido, independiente e individualista (en lugar de «apatico») y el espermatozoide conformista y aborregado (en lugar de «entusiasta»). La fantasía de Woody Allen del espermatozoide preša del pánico, espe-rando con pasividad el inicio del viaje hacia lo desconoci-do, es lo menos heroico que una feminista podría desear en relación al terna de la inseminación. TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA PROBLEMAS DE LA TEORlA FEMINISTA 153 Algunas feministas no desean abrazar ninguna «teória*. Hay muchas razones para ello. En las instituciones académicas, la «teória» es con frecuencia masculina, in-cluso machista: es lo difícil, lo intelectual, lo vanguardista de los estudios literarios. Las principales virtudes de rigor, propósito esclarecedor y ambición desenfrenada se encuentran mejor en el seno de la «teoría» que en el a me-nudo delicado arte de la interpretación crítica. Las feministas han expuesto muchas veces la fraudulenta objetivi-dad de la ciencia masculina. Las teorías de Freud han sido censuradas por su sexismo manifiesto: por ejemplo, la pretension de que la sexualidad femenina está marcada por la «envidia del pene». Gran parte de la crítica feminista de-sea escapar de las «fijaciones y determinaciones» de la teória y desarrollar un discurso femenino que no pueda ser vinculado conceptualmente a una tradición teórica re-conocida (y por lo tanto producida por el hombre). De to-dos modos, las feministas se han sentido atraídas por las teorías postestructuralistas de tipo lacaniano y derridia-no, quizá por su rechazo ante la afirmación de una autori-dad o una verdad «masculinas». Las teorías psicoanalíti-cas sobre los impulsos instintivos han sido especialmente valiosas para las feministas que han intentado articular la resistencia subversiva y en apariencia amorfa de algunas escritoras y críticas ante los valores literarios dominados por el hombre, aunque algunas feministas hayan consegui-do imaginar las posibles estrategias de resistencia femenina sin elaborar teorizaciones. En El segundo sexo (1949), Simone de Beauvoir estable-ce con claridad meridiana las cuestiones fundamentales del feminismo moderno. Cuando una mujer intenta defi-nirse, empieza diciendo «soy una mujer». Ningún hombre puede decir lo mismo. Este hecho revela la asimetría bási-ca entre los términos «masculino» y «femenino». El hombre define lo humano: la mujer, no. Y este desequilibrio se RAMAN SELDEN remonta al Antiguo Testamento. Dispersas entre los horn-bres, las mujeres no tienen una história separada, no po-seen una solidaridad natural; no se han unido como otros grupos oprimidos. La mujer está relegada a una relación descompensada en relación al hombre: él es el Uno, ella el Otro. La dominación masculina ha asegurado un clima ideológico de conformidad: «Legisladores, sacerdotes, filó-sofos, escritores y científicos se han esforzado en demos-trar que la posición subordinada de la mujer viene decidi-da por el cielo y es ventajosa en la tierra.» Beauvoir documenta su razonamiento con gran erudición. Las mujeres han sido hechas inferiores: una opresión agravada con la creencia masculina de que las mujeres son inferiores por naturaleza. La noción abstracta de «igualdad» recibe mucho jarabe de pico, pero la exigencia de una igualdad real chocará normalmente con resistencia. Son las mujeres mismas, no los hombres comprensivos, quienes están en la mejor posición para evaluar las verdaderas posibili-dades existenciales de la feminidad. En la mayoria de las discusiones sobre la diferencia sexual aparecen cinco aspectos principales: biológia experiencia discurso el inconsciente condiciones económicas y sociales Los razonamientos que consideran fundamental la biológia y minimizan. la socialización han sido utilizados prin-cipalmente por los hombres para mantener a las mujeres en su «lugar». El dicho «Tota mulier in utero» («La mujer no es más que un utero») resume esta actitud. Si el cuerpo de la mujer es su destino, todos los intentos por cuestio-nar roles sexuales atribuidos se esfumarán ante el orden natural. Por otro lado, algunas feministas radicales cele-bran los atributos biológicos de las mujeres como fuente de superioridad antes que de inferioridad. Cualquier razonamiento extremo sobre la naturaleza especial de las mujeres corre el riesgo de ir a parar, por un camino diferen- TEORtA LITERARIA CONTEMPORÁNEA 135! te, a la misma posición que la ocupada por los machistas. También corren este riesgo aquellas voces que reivindican la experiencia especial de la mujer como origen de valores femeninos positivos en la vida y el arte. Puesto que sólo las mujeres, continúa este razonamiento, han pasado por esas experiencias vitales especificamente femeninas (ovu-lación, menstruación o parto), sólo ellas pueden hablar de la vida de una mujer. Más aún, la experiencia de una mujer incluye una vida perceptiva y emocional diferente: las mujeres no ven las cosas del mismo modo que los hombres y poseen diferentes ideas y sentimientos acerca de lo que es importante y lo que no lo es. El estudio de la represen-tación de estas diferencias en la literatúra de mujeres ha recibido el nombre de «ginocritica». El tercer punto, el discurso, ha recibido mucha atención por parte de las feministas. En Man-Made Language, Dale Spender conside-ra, tal como sugiere el titulo, que un lenguaje dominado por el hombre ha oprimido fundamentalmente a las mujeres. Si aceptamos la afirmación de Foucault según la cual la «verdad» depende de quien controle el discurso, resulta razonable creer que la dominación masculina de los dis-cursos ha encerrado a las mujeres dentro de una «verdad» masculina. Desde este punto de vista, tiene más sentido contestar el control de los hombres sobre el lenguaje que retirarse simplemente a un gueto de discurso femenino. El punto de vista contrario es el mantenido por la sociolin-güista Robin Lakoff quien cree que el lenguaje femenino es realmente inferior ya que contiene modelos de «debili-dad» e «incertidumbre», se centra en lo «trivial», lo frivolo y lo no serio, y hace hincapié en las respuestas emociona-les personales. El discurso masculino, sostiene esta autora, es «mas fuerte» y debería ser adoptado por las mujeres si quieren lograr una igualdad social con los hombres. Las feministas más radicales afirman que las mujeres han sido sometidas a un lavado de cerebro por este tipo de ideológia patriarcal que produce los estereotipos del hombre fuerte y la mujer debil. Las teorías psicoanaliticas de La-can y Kristeva han proporcionado un cuarto punto de atención: el proceso del inconsciente. Algunas escritoras feministas han roto por completo con el biologismo y aso- RAMAN SELDEN cfan lo «femenino» con aquellos procesos que tienden a so-cavar la autori dad del discurso «masculino». Se considera «femenino» aquello que anima o admite un juego libre de significados y evita lo «cerrado». La sexualidad femenina es revolucionaria, subversiva, heterogénea y «abierta». Este enfoque corre un riesgo menor de marginación y de convertirse en un cliche puesto que se niega a definir la sexualidad femenina; si existe un principio femenino, éste es sencillamente permanecer al margen de la definición mas-culina de la mujer. Virginia Wool f fue la primera crítica que incluyó una dimension sociológica (el quinto punto) en su análisis de la literatúra de mujeres. Desde entonces, las feministas marxistas, en especial, han intentado relacio-nar los cambios en las condiciones económicas y sociales con los cambios en el equilibrio de poderes entre los se-xos. Coinciden con otras feministas en el rechazo de la no-ción de una feminidad universal. Kate Millett y Michele Barrett: feminismo politico Con el libro de Kate Millett Sexual Politics (1970), el feminismo moderno alcanzó un estadio importante. Millett utilizó el concepto de «patriarcado» (gobierno del padre) para describir la causa de la opresión de las mujeres. El patriarcado subordina la mujer al hombre o la trata como un hombre inferior. El poder se ejerce directa o indirecta-mente en la vida civil y doméstica para constreňir a las mujeres. A pesar de los avances democráticos, razona Millett, las mujeres han continuado sometidas por un sistema sexista al que se ven sometidas desde la edad más tempra-na. Millett toma de la sociológia la importante distinción entre «sexo» y «genero». El sexo se determina de modo biológico, pero el «genero» es una noción psicológica que se refiere a la identidad sexual adquirida culturalmente. La antropológa Margaret Mead demostró que en las socie-dades no occidentales los atributos asignados para hom-bres y mujeres llegan a ser bastante diferentes: los hom-bres pueden ser amantes de la paz y las mujeres guerreras. Millett y otras feministas han atacado a los so- TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA 157 ciólogos que tratan como naturales las características «fe-meninas» culturalmente aprendidas (pasividad, etc.). Re-conoce que, en mismo grado que los hombres, las propias mujeres perpetúan semejantes actitudes a través de las re-vistas femeninas y la ideológia familiar. Desde su punto de vista, los «roles» sexuales tal como se reproducen en la so-ciedad son represivos. Millett llama «politica sexual» a la exteriorización de roles por medio de la desigual relación de dominación y subordinación. En la primera fase de la producción feminista moderna sobre literatúra (Kate Millett, Germaine Greer, Mary E1I-mann), el énfasis fue con bastante frecuencia politico en el sent i do de que las escritoras expresaban furiosos senti-mientos de injusticia y estaban comprometidas en el naci-miento de una conciencia «politica» de la opresión por parte de los hombres. Es interesante destacar las similitudes entre este tipo de feminismo y otras formas de radica-lismo politico. Las mujeres, en tanto grupo oprimido, po-dían compararse —y asi se hizo— a los negros y a la clase obrera. Sin embargo, como seňala Simone de Beauvoir, a diferencia de los negros, las mujeres no son una minoría y, a diferencia del proletariado, no son un producto de la história. Se ha dicho que la categoría más oprimida de to-das era la de las obreras negras. Los razonamientos de to-dos los grupos oprimidos adoptan formas similares: se concibe al opresor comportándose de modo consciente para mantener de forma indefinida la opresión mediante la ideológia (racista, burguesa o patriarcal); todos los grupos defienden a sus miembros contra la desfiguración y caricaturización en la ficción y los medios de comunica-ción; y todos llevan a cabo una lucha «politica» para hacer surgir la conciencia entre los oprimidos y efectuar un cambio radical en las relaciones de poder entre opresor y oprimido. En tales teorias toscamente políticas, la ideológia queda reducida a un arma unidimensional de dominación. Para Millett, según Cora Kaplan, «la ideológia es el garrote fálico masculino con el que los hombres de todas las clases se dedican a golpear a las mujeres». Los hombres proyectan sobre las mujeres los atributos de debili-dad y masoquismo, lo cual hace caso omiso de los proce- 158 RAMAN SEi.L>EN TEORlA LITERARIA CONTEMPORANEA 159 sos psicologicos inconscientes de formacion de generos y los motores sociales y economicos, mas impersonales, de la opresion de las mujeres. tComo afecta esto a la literatura? En primer lugar, las convenciones y los valores literarios han sido conforma-dos por los hombres y las mujeres han luchado a menudo para expresar sus propias preocupaciones en lo que bien han podido ser formas inadecuadas. En narrativa, por ejemplo, las convenciones moldeadoras de aventura y per-secucion romantica tienen un estimulo y una intencionali-dad «masculinos». En segundo lugar, un escritor se dirige a sus lectores como si siempre fueran hombres. La publi-cidad ofrece ejemplos paralelos obvios en la cultura de masas. El anuncio televisivo de una ducha con calentador de agua electrico presenta a una mujer que se tapa seduc-toramente con una toalla justo lo bastante tarde como para que el espectador (masculino) pueda vislumbrar su cuerpo desnudo, excluyendo de forma descarada a la es-pectadora femenina. Sin embargo, esta claro que la espec-tadora puede actuar comb complice en esta exclusion y ver «como un hombre». Del mismo modo, la lectora puede encontrarse (de modo inconsciente) coaccionada para que lea como un hombre. Con el fin de resistir este adoctrina-miento de la lectora, Kate Millett, en Sexual Politics, expo-ne las representaciones opresoras de la sexualidad presen-tes en la ficcion masculina. Al situar deliberadamente en primer piano el punto de vista de una lectora, pone de ma-nifiesto la dominacion masculina que impregna las des-cripciones sexuales de las novelas de D. H. Lawrence, Henry Miller, Norman Mailer y Jean Genet. Censura, por ejemplo, un pasaje de Sexus de Miller («me arrodille y en-terre mi cabeza en su manguito», etc.) y afirma que «tiene el tono... de un macho que, con vocabulario masculino, le cuenta a otro una hazafia sexual». Describe el acto central de Un sueno americano de Mailer en el cual Rojack asesi-na a su esposa y sodomiza luego a la doncella Ruta como «una guerra emprendida» contra las mujeres «en terminos de asesinato y sodomia». El libro de Millett realizo una po-derosa critica de la cultura patriarcal, pero algunas femi-nistas creen que su seleccion de autores fue demasiado poco representativa: otras opinan que no ha acabado de entender el poder subversivo de la imaginacion en la ficcion. Millett omite, por ejemplo, la naturaleza profunda-mente desviada del Diario de un ladron de Genet y, en el mundo homosexual descrito, solo ve supeditacion y degra-dacion implicitas de la mujer; concibe la dominacion y su-bordinacion entre homosexuales como otra versi6n mas del opresivo modelo heterosexual. En Prisionero del sexo (1971), Norman Mailer lanzo un agresivo ataque contra Millett y consiguio marcarse algunos tantos contra los erro-res de esta autora por tener demasiado en cuenta el con-texto ficticio de pasajes concretos. Segiin Millett, los autores masculinos, en razon de su sexo, se hallan compe-lidos a reproducir en sus ficciones la opresiva politica sexual del mundo real. Este enfoque, no haria justicia, por ejemplo, al tratamiento que hace Joyce de la sexualidad femenina. No solo Mailer, sino tambien algunas feministas han considerado que Millett mantiene un punto de vista unidimensional de la dominacion masculina: trata la ideo-logia sexista como un manto de opresion que todos los es-critores masculinos fomentan ineludiblemente. Millett y Shulamith Firestone (La dialectica del sexo, 1972) consideran la dominacion masculina primaria y bastante independiente de otras formas sociales y economicas de opresion. El objetivo teorico de Firestone es sustituir la clase por el sexo como principal determinante historico. La propia «lucha de clases» es un producto de la organiza-cion de la unidad familiar biologica. Michele Barrett ha afirmado que la nocion de «patriarcado» tal como la utili-zan Millett y Firestone sugiere una dominacion universal sin origenes ni variaciones historicos. Al hacer caso omiso de la articulation de patriarcado y capitalismo, sostiene Barrett, simplifican un complejo proceso. Hay varios ele-mentos que deben reiacionarse: la organizacion economica de los hogares y la consiguiente «ideologia familiar*: la division del trabajo en el sistema economico, los sistemas de educacion y el Estado; los procesos culturales en los cua-les hombres y mujeres son representados de modo dife-rente; y la naturaleza de la identidad sexual y la relacion entre sexualidad y reproduccion biologica. 160 RAMAN SELDEN TEORlA LITERARIA CONTEMPORÄNEA 161 Barrett presenta un análisis marxista feminista de la representación de los generös sexuales. En primer lugar, aplaude el razonamiento materialista de Virginia Woolf según el cual las condiciones bajo las que hombres y muje-res producen literatúra son materialmente diferentes e in-fluyen en la forma y el contenido de lo que escriben. No podemos separar las cuestiones de caracterización sexual de las condiciones materiales históricas. Es to significa que la liberación no vendrá únicamente a través de cam-bios culturales. En segundo lugar, la ideológia sexista afecta a la forma en que se lee la literatúra de autores de ambos sexos y al modo en que se establecen los cánones de excelencia. En tercer lugar, la crítica feminista debe te-ner en cuenta la naturaleza ficticia de los textos literarios y no ceder al «moralismo desenfrenado» que supone con-denar a todos los autores masculinos por el sexismo contenido en sus obras y aplaudir a las escritoras por plantear los problemas relacionados con el sexo. Los textos no tie-nen significados fijos: las interpretaciones dependen de la situación y la ideológia del lector. No obstante, las muje-res deberían intentar hacer valer su influencia en el modo en que se define y representa culturalmente el sexo. Literatúra de mujeres y ginocrítica El libro de Elaine Showalter A Literature of Their Own (1977) examina las novelistas inglesas desde las Bronté to-mando el punto de vista de la experiencia de las mujeres. Según esta autora, aunque no exista una sexualidad o una imaginación femeninas prefijadas o innatas, existe sin embargo una profunda diferencia entre la literatúra de las mujeres y la de los hombres; afirma, además, la existencia de toda una tradición literaria abandonada por la crítica masculina: «el continente perdido de la tradición femenina ha surgido como la Atlantida en el mar de la literatúra in-glesa». Divide esta tradición en tres fases. La primera, la «fase femenina» (1840-1880) incluye a Elizabeth Gaskell y George Eliot. Las escritoras imitan e interiorizan los modelos estéticos masculinos dominantes, lo cual exige que las escritoras sigan siendo damas. La principal esfera de sus obras es el circulo social y domestico inmediato. Estas autoras se sienten culpables a causa del «egoista» compromise con la condicion de escritoras y aceptan ciertas limi-taciones en la expresion, evitando las groserias y la sen-sualidad. No obstante, me atrevo a afirmar que incluso la un tanto puritana George Eliot se las arreglo para plasmar una gran cantidad de sensualidad implicita en El molino junto al Floss. En cualquier caso, las groserias y la sensualidad tampoco se aceptaban facilmente en la ficci6n de los hombres: el polemico Tess d'Urberville de Hardy tuvo que recurrir al sobreentendido y a las imagenes poeticas para expresar la sexualidad de la heroina. La «fase feminista» (1880-1920) incluye a escritoras como Elizabeth Robins y Olive Schreiner. Las feministas radicales de este periodo abogaban por Utopias separatis-tas al estilo de las amazonas y por hermandades sufragis-tas. La tercera fase, la «de las amazonas* (a partir de 1920), heredo caracteristicas de las fases anteriores y de-sarrollo la idea de una escritura y una experiencia especi-ficamente de mujeres. Rebecca West, Katherine Mansfield y Dorothy Richardson son, segun Showalter, las primeras novelistas importantes de esta fase. En la misma epoca en que Joyce y Proust estan escribiendo extensas novelas so-bre la conciencia subjetiva, la extensa novela de Richardson Pilgrimage tiene como tema la conciencia femenina. Los puntos de vista de esta autora sobre el acto de escribir anticipan las teorias feministas recientes: se inclina por una suerte de capacidad negativa, una «receptibilidad multiples que rechaza opiniones y puntos de vista defini-dos, a los que llama «cosas masculinas». Showalter escribe que «tambien racionalizo el problema de sus "profusio-nes amorfas" con la elaboracion de una teoria que consideraba la falta de forma como la expresion natural de la empatia de la mujer y la existencia del modelo como el signo de la unilateralidad de los hombres». Intento pro-ducir voluntariamente frases elipticas y fragmentadas con el fin de expresar lo que ella consideraba la forma y la es-tructura de la mente femenina. A partir de Virginia Woplf y, en especial, con Jean Rhys, entra en la ficcion de las mu- 162 raman selden teoria literaria contempora.nea 163 jeres una nueva sinceridad en relacion a la sexualidad (adulterio, lesbianismo, etc.). Se trata de una nueva gene-racion de mujeres universitarias, que ya no siente la nece-sidad de manifestar descontentos femeninos y que incluye a A. S. Byatt, Margaret Drabble, Christine Brooke-Rose y Brigid Brophy. Sin embargo, a principios de los setenta se produce un desplazamiento hacia tonos mas airados en las novelas de Penelope Mortimer, Muriel Soark y Doris Les-sing. Virginia Woolf escribio mucho sobre mujeres escrito-ras y, como Richardson, es una importante precursora de la critica feminista moderna. Aunque nunca adopto una postura feminista, no dejo de examinar los problemas re-lacionados con las mujeres escritoras. Creia que las mujeres siempre habian encontrado obstaculos sociales y eco-nomicos ante sus ambiciones literarias. Ella misma era consciente de la restringida educacion recibida (no sabia griego, por ejemplo). Al adoptar la bloomsburiana etica sexual de la «androginia», acepto una serena retirada de la lucha entre sexualidad masculina y femenina: esperaba conseguir, por medio del rechazo de una conciencia feminista, un equilibrio entre autorrealizacion «masculina» y autoaniquilacion «femenina». Los repetidos ataques de lo-cura y el suicidio sugieren que fracaso en la lucha por es-tar por encima de la sexualidad. Deseaba que su femini-dad fuera inconsciente para que pudiera «escapar a la confrontacion entre feminidad y masculinidad» (A Room of One's Own). A'pesar de este borrascoso compromiso con la androgi-nia, mostro una gran conciencia de la diferencia de la lite-ratura de mujeres. Su estudio de la excentrica duquesa de Newcastle llama ingeniosamente la atencion sobre la muy «femenina» creatividad de esta escritora del siglo XVII: ...aunque su filosofia es futil, sus obras de teatro intole-rables y la mayoria de su poesia aburrida, el vasto volu-men de la obra de la duquesa esta impregnado de un estilo verdaderamente igneo. No podemos evitar seguir el sefiue-lo de su encantadora y erratica personalidad mientras vaga y se mueve con rapidez pagina tras pagina. Hay en ella algo noble, quijotesco y fogoso y al mismo tiempo chiflado y casquivano. Virginia Woolf parece estar diciendo que la aburrida obra «masculina» de la duquesa de Newcastle («vasto vo-lumen») se encuentra iluminada por una alegre fantasia «femenina» («erratica», «vaga»). La ultima frase es espe-cialmente reveladora; «noble y quijotesco» parecen atri-• butos masculinos mientras que «chiflado y casquivano» | parecen femeninos. Al combinar las connotaciones con- trastadas, se lanza en pos de una especie de neutralidad androgina. El en say o sobre escritoras mas interesante y el que ha tenido una mayor influencia es «Professions for Women*. Virginia Woolf consideraba que su propia carrera estaba I obstaculizada de dos modos. En primer lugar, como mu- chas escritoras del siglo XIX, se encontraba prisionera en la ideologia de la condicion femenina: el ideal de «el angel de la casa» pedia que las mujeres fueran comprensivas, al-truistas y puras; crear tiempo y lugar para escribir le su-ponia a una mujer utilizar lisonjas y ardides femeninos. En segundo lugar, el tabu de la expresion de la pasion fe-i menina le impidio «contar la verdad sobre experiencias propias en tanto cuerpo». Nunca superb en su vida o en su produccion esta negacion de la sexualidad femenina y del inconsciente. En realidad, no creia en el inconsciente fe-menino, sino que pensaba que las mujeres escribian de modo diferente porque su experiencia social era distinta, no porque fueran psicologicamente distintas de los hom-I bres. Los intentos de escribir sobre las experiencias de las ! mujeres eran conscientes y estaban dirigidos al descubri- 1 miento de modos lingiiisticos de describir la confinada 1 vida de las mujeres. Estaba convencida de que cuando las mujeres consiguieran por fin la igualdad economica y social con los hombres nada les impediria desarrollar libre-; mente sus talentos artisticos. El primer texto ginocritico que me impresiono viva-mente fue el libro de Mary Ellman Thinking about Women (1968). Esta autora pertenece a la temprana fase «politica» 164 RAMAN SELDEN TEORÍA LITERARIA CONTEMPORANEA 165 del feminismo moderno, pero anticipa desarrollos más su-tiles. Ataca con agudeza la «critica falica», se burla de la absurda noción de Walter Pater de la «virilidad en arte» que él definió como una habilidad plenamente consciente, una «tenacidad de intuición y propósito, el espíritu de construcción en tanto opuesto a lo literariamente incohe-rente o a punto de deshacerse en pedazos, y en oposición a lo histérico o a lo que se rige por el azar». A diferencia de Showalter, Ellman no tiende a identificar el texto feme-nino con la experiencia femenina, pero lo relaciona con ciertos estilos literarios. Las escritoras, afirma, suelen es-tablecer de modo subversivo una perspective diferente al socavar la precisión de juicio y la estabilidad del centro de atención. Las novelas de Ivy Compton-Burnett reducen a digresiones marginales los puntos de vista «definidos» y se les niega la autoridad de los «juicios» masculinos. Esta clase de texto produce con frecuencia un efecto de estasis cómico en el cual los juicios se anticipan y las conclusio-nes no se alcanzan. En opinión de Ellman, no todas las escritoras adoptan un estilo de escritura femenino: Mary McCarthy escribe con demasiada autoridad y Charlotte Brontě con demasiado compromiso y gravedad. Por el contrario, esa sutil y demoledora preciosidad estilística que Ellman valora se halla en Oscar Wilde y, podría aňadirse, en Joe Orton, dos autores sexualmente heterodoxos. Ellman Hama la atención sobre el libro Dos damas muy serias de Jane Bowles (1943), una extraňa novela cómica sobre dos mujeres que caen en un submundo de libertinaje al tiempo que mantienen una desenvuelta propiedad de lenguaje y comportamiento. Las mujeres celebran, sin nin-gún asomo de timidez, los sutiles placeres de la indepen-dencia femenina. La novela constituye una espléndida ex-ploración temprana de la Subversion femenina de los valores masculinos. Frieda Copperfield anhela un confor-table hotel en Panama, país que visita con su marido. Él prefiere gastar el dinero en «objetos» que duřen y, cuando Frieda no se muestra de acuerdo, se enfada: —Si esto te hace tan desgraciada, iremos al Hotel Washington — dijo el seňor Copperfield. Perdió de pronto la compostura. Los ojos se le nublaron y un temblor se hizo perceptible en los labios. —Pero allí lo voy a pasar muy mal. jSerá tan mortal-men le aburrido! Era igual que un niňo y la seňora Copperfield se vio obligada a consolarlo. Con sus malas artes la hacía sentirse culpable. Sólo una mujer novelista podia tomarse una venganza tan perversa sobre la dignidad masculina y su « espíritu de construcción». Bowles utiliza a sus protagonistas para ex-plorar una conciencia y un sistema de valores femeninos. Se sienten atraídas por lo prohibido porque desafía la autoridad masculina, buscan felicidad y «paz interior* de modo despreocupado e irresponsable. Christina Goering abandona su respetabilidad de clase alta y se convierte en ocasional prostituta de categoría. En el curso de su «decli-ve» observa las extraňas defensas y contradicciones de sus admiradores masculinos. El padre de Arnold, que compite de inanera descarada con su hijo a la hora de cortejarla, se refiere de pronto a sus esperanzas de que ella esté «a mi lado». Ella pregunta: «^Que es lo que eso implica?» Él contesta: «Implica... que sea usted una verdadera mujer. Simpática y dispuesta a probar todo lo que yo diga o haga. Y al mismo tiempo dispuesta a regaňarme un poco.» A la maňana siguiente, en un intento de alejar las preocupacio-nes del matrimonio con un desinterés bohemio, aparece con el cuello de la camisa abierto, con el pelo alborotado, y declara, sin darse cuenta de sus inconsistencias: «La be-lleza del artista reside en la puerilidad de su alma.» En su búsqueda de la «santidad», Christina se plantea al final la pregunta masculina: «<;Es posible que alguna parte de mí misma, oculta a mis sentidos, esté acumulando pecado tras pecado tan de prisa como la seňora Copperfield?» La narradora concluye fríamente: «Esta ultima posibilidad le pareció de un interés considerable a la seňorita Gosring, pero no de gran importancia.» Dos damas muy serias apunta hacia una crítica feme-nista que trasciende la violenta polémica de Kate Millett y, sin embargo, socava sutilmente todos los valores y este-reotipos «masculinos». Por ejemplo, la seňora Copperfield 166 raman selden teorIa literaria contemporanea 167 declara: «Siempre he sido una adoradora del cuerpo... pero eso no quiere decir que me enamore de personas con cuerpos bonitos. Algunos de los cuerpos que me han gusta-do eran feos.» Aquí lo que los hombres podrían considerar como una ocurrencia femenina se halla silenciosamente traducido en instructiva diferencia femenina. TEORÍA CRÍTICA FEMINISTA FRANCESA El psicoanálisis y, en especial, la reelaboración de La-can de las teorías de Freud (véase capítulo 4) han influido profundamente en el feminismo francés. Al hacerse eco de las teorías de Lacan, las feministas francesas han supera-do la hostilidad hacia Freud compartida por la mayoría de las feministas. Con anterioridad a Lacan, las teorías freu-dianas, en especial en Estados Unidos, habían sido reduci-das a un crudo nivel biológico: la niňa, al ver el órgano masculino, se reconoce a sí misma como hembra porque carece de pene. Se define negativamente y sufre una inevitable «envidia del pene». Según Freud, la envidia del pene es universal en las mujerés y es la responsable del «com-plejo de castracion» que resulta de considerarse a si mis-mas «hommes manques» en lugar de un sexo positivo por derecho propio. Ernest Jones fue el primero que definió como «falocentrica» la teoria de Freud, un término social-mente adoptado por las feministas a la hora de discutir la dominación del hombre en general. Juliet Mitchell, en Psicoanálisis y feminismo (1975), de-fiende a Freud diciendo que «el psicoanálisis no es la reco-mendación de una sociedad patriarcal, sino el análisis de una sociedad de este tipo». Según ella, Freud describe la representation mental de una realidad social, no la reali-dad misma. Muchas feministas han encontrado poco con-vincente esta defensa del concepto freudiano de la envidia del pene y de otras nociones sobre la diferencia sexual. La rehabilitación que hace Mitchell de Freud le debe algo a Lacan aunque, como muestra Jane Gallop, Mitchell no se compromete con la utilización estratégica que hace este autor de la lingüistica saussureana. De modo inevitable, las feministas han reaccionado cáusticamente contra la vision de la mujer como ser «pasi-vo, narcisista, masoquista y con envidia del pene» (Eagle-ton), una imagen que no es propia, sino producto de una comparación con una norma masculina. Sin embargo, al-gunas feministas francesas han subrayado que el concepto freudiano de «pene» o «falo» es un concepto «simbolico» y no una realidad biológica. La utilización que hace Lacan del término se acerca a las antiguas connotaciones del falo en los cultos de fertilidad. La palabra también se emplea en la literatúra teológica y antropológica haciendo referencia al significado simbólico del órgano: poder. Las feministas han encontrado muy útil uno de los dia-gramas de Lacan para seňalar la arbitrariedad de los roles sexuales: ÁRBOL SEŇORAS CABALLEROS El primer signo es «icönico» y describe la correspon-dencia «natural» entre palabra y cosa. El signo resume la vieja nociön presaussureana del lengüaje segün la cual las palabras y las cosas aparecen unidas de modo natural en un significado universal. El segundo diagrama destruye la vieja armonia: los significantes «senoras» y «caballeros» estän asignados a puertas identicas. De la misma manera, «mujer» es un significante, no una hembra biolögica. No existe una correspondencia simple entre un cuerpo especi-fico y el significante «mujer». Sin embargo, esto no signifi-ca que si suprimimos la distorsionadora inscripciön del significante, vaya a salir a la luz una mujer «real» y «natural», tal como lo habria sido antes del inicio de la simboli- 168 RAMAN SELDEN TEORfA LITERARIA CONTEMPORANEA 169 zacion. No podemos apartarnos del proceso de significa-cion para pisar un terreno neutral. Cualquier resistencia feminista al falocentrismo (el dominio del falo como signi-ficante) debe provenir del seno del proceso de signification. Como vimos en el capitulo 4, el significante es mas poderoso que el «sujeto», que se «marchita» y sufre «la castracion». «Mujer» representa una posicion de sujeto desterrada a la oscuridad exterior («el continente oscuro») por medio del castrante poder del falocentrismo y, en rea-lidad, puesto que semejante domination se realiza a traves del discurso, por medio del «falogocentrismo» (el dominio mediante la logica del falo). Para Lacan, la cuestion del falocentrismo es inseparable de la estructura del signo. El significante, el falo, ofre-ce la promesa de la presencia plena y el poder que, como es inalcanzable, amenaza a ambos sexos con el «complejo de castracion». El complejo esta estructurado exactamen-te del mismo modo que el lenguaje y el inconsciente: la en-trada del sujeto individual en el lenguaje produce una «divisions como resultado de la sensacion de perdida del sujeto cuando los significantes no cumplen la promesa de una presencia plena (capitulo 4). De diferentes modos, tan-to hombres como mujeres carecen de la sexualidad integral simbolizada en el falo. Los factores sociales y cultura-les, tales como los estereotipos sexuales, pueden acentuar o disminuir el impacto de esta «carencia» inconsciente, pero el falo, al ser un significante de presencia plena y no un brgano fisico, sigue siendo la fuente universal del «complejo de castracion»: la carencia que promete suplir no podra ser llenada nunca. Lacan llama alguna vez a este insistente significante el «Nombre-del-Padre» para enfati-zar asi su modo de existencia no «real» y no biologico. To-dos los seres humanos organizan sus relaciones de amor y odio alrededor de la cuestion de la presencia o ausencia del falo. Este enfasis en un modelo universal es tipicamen-te estructuralista. Tambien se privilegia el papel del padre en el proceso que conduce a la formation de individuos plenamente se-xuados. La lectura que realiza Lacan del complejo de Edi-po freudiano describe tres fases: 1. El niflo se identifica completamente con la madre y desea de modo inconsciente, completarla en todo lo que le falte. Entonces se identifica con el falo, el objeto del deseo de la madre, y al actuar de este modo se presenta a si mismo como un simple vacio. 2. El padre prohibe tanto la identification del niflo con el falo como la posible aceptacion de la madre de esta identificacion. Asi, el niflo se encuentra con la Ley del Padre que lo amenaza con la «castracion». 3. EI nino se identifica entonces con el padre, en tanto aquel que «tiene» el falo (en realidad nadie puede tenerlo) y forma una sensacion de su propia identidad como aquel que un dia ocupara el lugar del padre. El nino reprime el deseo original y en su lugar acepta la Ley (lo que Freud llama el «principio de realidad»). El nino unicamente alcanza una sensacion de identidad entrando en el orden «simbolico» del lenguaje, que esta compuesto de relaciones de similaridad y diferencia. Solo aceptando las exclusiones (si esto, entonces no aquello) im-puestas por la Ley del Padre podra el nino penetrar en el espacio sexuado asignado para el por el orden linguistico. Es esencial reconocer la naturaleza metaforica del papel del padre. Se halla instalado en la posicion de legislator no solo porque tiene una funcion procreadora superior (aunque la gente haya creido esto en el pasado) sino sim-plemente como un efecto del sistema linguistico. La madre reconoce el discurso del padre porque tiene acceso al significante de la funcion paternal (el «Nombre-del-Padre») que regula el deseo de una forma civilizada (esto es, repri-mida). Solo mediante la aceptacion de la necesidad de la diferencia sexual o del deseo regulado puede un nino «so-cializarse». Las feministas han objetado a veces que, aun cuando adoptemos un punto de vista estrictamentee «simbolico» del falo, la posicion privilegiada en la signification que se le otorga en las teorias de Lacan es bastante desproporcio-nada. Segun Jane Gallop, la aplicacion de las categorias la-canianas a la diferencia sexual parece implicar ineludible-mente una subordination de la sexualidad femenina. EI hombre resulta «castrado» al no conseguir la plenitud to- 170 RAMAN SELDEN TEORlA LITERARIA CONTEMPORANEA 171 tal prometida por el falo, mientras que la mujer lo es por no ser un macho. El paso de la hembra por el complejo de Edipo se encuentra menos perfilado. En primer lugar, debe transferir su afecto desde la madre hasta el padre antes de que la Ley de este ultimo pueda prohibir el incesto y, en segundo lugar, como ya esta «castrada», es dificil ver que es lo que reemplaza la castration que, en el caso del hombre, constituye la amenaza al desarrollo. <-Que la obli-ga a la aceptacion de la Ley? A pesar de todo, la ventaja del enfoque de Lacan es el abandono del determinismo biologico y la conexion (mediante el lenguaje) del psicoa-nalisis freudiano con el sistema social. Tal como ha senalado Jane Gallop, Lacan tiende a pro-mocionar un discurso «feminista» antilogoc^ntrico. Aun-que no conscientemente feminista, es «coqueto», jugueton y «poetico», se niega a afirmar conclusiones o a establecer verdades. Cuando recuerda la no contestada pregunta de Freud: «<;Que desea la mujer?» (Was will das Weib?), con-cluye que la pregunta debe permanecer abierta ya que la mujer es «fluida» y la fluidez es «inestable». «La mujer nunca habla pareil (similar, igual, parecido). Lo que emite es fluido (fluent). Enganoso (Flouant).* Aqui corremos de nuevo el peligro de deslizarnos hacia el sistema falocentri-co que relega las mujeres a los margenes y las rechaza por inestables, impredecibles y tornadizas; pero el privilegiar positivamente esta franqueza impide semejante recuperation de la «franqueza» femenina por parte del sistema patriarcal. La sexualidad femenina esta directamente aso-ciada con la productividad poetica, con los impulsos psico-somaticos que desbaratan la tirania del significado unita-rio y el discurso logocentrico (y, por lo tanto, falocentrico). Los principales teoricos de este punto de vista son Julia Kristeva y Helene Cixous. La obra de Kristeva ha tornado con frecuencia como concepto central el de una polaridad entre los sistemas ra-cionales «cerrados» y los perturbadores sistemas irracio-nales «abiertos». Esta autora considera la poesia como el «lugar privilegiado» del analisis, porque se encuentra sus-pendida entre los dos sistemas; y porque en ciertas epocas la poesia se ha abierto a los impulsos basicos de deseo y miedo que operan fuera de los sistemas «racionales». Ya hemos comentado (capitulo 4) su importante distincion entre lo «semiotico» y lo «simbolico», fuente de muchas otras polaridades. En la literatura de vanguardia, los pro-cesos primarios (tal como se describen en la versi6n laca-niana de la teoria de los suenos de Freud) invaden la orde-nacion racional del lenguaje y amenazan con trastornar la unificada subjetividad del «hablante» y del lector. El «su-jeto» ya no es visto como productor de significado sino como lugar del significado y puede, por lo tanto, sufrir una «dispersion» radical de identidad y una perdida de co-herencia. Los «impulsos» experimentados por el nino en la fase preedipica son parecidos a un lenguaje pero todavia no estan ordenados como tal. Para que este material «se-miotico» se convierta en «simbolica» debe ser estabiliza-do, lo cual conlleva la represion de los impulsos ritmicos y fluyentes. La expresion hablada que mas se aproxima al discurso semiotico es el «balbuceo» preedipico del nino. Sin embargo, el mismo lenguaje conserva algo de este flu-jo semiotico y el poet a se halla en condiciones especiales para utilizar dichas resonancias. Puesto que los impulsos psicosomaticos son preedipicos, estan asociados con el cuerpo de la madre: el libre y flotante mar del utero y la envolvente sensualidad del seno materno son los primeros lugares de la experiencia preedipica. De este modo, lo "semiotico» se halla inevitablemente asociado al cuerpo de la mujer, mientras que lo simbolico esta ligado a la Ley del Padre que censura y reprime con el fin de que el discurso pueda llegar a ser. La mujer es el silencio del «inconscien-te» que precede al discurso. Es el «Otro», que permanece fuera y amenaza con interrumpir el orden consciente (racional) del discurso. Por otro lado, al ser la fase preedipica sexualmente indiferenciada, lo semiotico no es ine-quivocamente femenino. Podria decirse que Kristeva rei-vindica en nombre de las mujeres este flujo no reprimido ni represor de energia liberadora. El poeta o la poetisa vanguardista penetra en el Cuerpo-de-la-Madre y resiste el Nombre-del-Padre. Mallarme, por ejempio, cuando sub-vierte las leyes de la sintaxis, subvierte la Ley del Padre y se identifica con la madre por medio de la recuperation 172 raman sľldľn TEORlA LITERARIA CONTEMPORANEA 173 del flujo semiótico «maternal». Kristeva concibe esta revo-lución poética de un modo íntimamente ligado a la revolu-ción política en generál y a la revolución feminista en par-ticular: el movimiento feminista debe inventár una «forma de anarquismo» que se corresponda con el «discurso de vanguardia». El anarquismo es inevitablemente la posi-ción política y filosófica adoptada por un feminismo re-suelto a destruir el dominio del falocentrismo. Cierto numero de feministas francesas (entre las que se cuentan Chantal Chawaf, Xaviére Gauthier y Luce Iriga-ray) han sostenido que la sexualidad femenina es una enti-dad subterránea y desconocida. El ensayo de Helene Ci-xous «The laugh of the Medusa» es un célebre manifiesto de la literatúra de mujeres en el que hace un llamamiento para que las mujeres pongan sus «cuerpos» en su literatúra. Asi, mientras Virginia Woolf abandonó la lucha de ha-blar del cuerpo femenino, Cixous escribe con éxtasis sobre el hormigueante inconsciente femenino: «Escribios a voso-tras mismas. Vuestro cuerpo tiene que oírse, sólo entonces brotarán los inmensos recursos del inconsciente.» No exis-te una mente femenina universal; por el contrario, la ima-ginación femenina es infinita y hermosa. La escritora ver-daderamente liberada, cuando exista, dirá: Reboso, mis deseos han inventado nuevos deseos, mi cuerpo conoce canciones desconocidas. Una y otra vez... me he sentido tan liena de torrentes luminosos que habría podido estallar, estallar en formas mucho más hermosas que las que se enmarcan y venden por una enorme fortuna. Puesto que la literatúra es el lugar en donde el pensa-miento subversivo puede germinar, es especialmente ver-gonzoso que la tradición falocéntrica haya, en la mayor parte, conseguido impedir que las mujeres se expresen. La mujer debe no censurarse y recuperar «sus bienes, sus ór-ganos, sus inmensos territorios corporales que han sido mantenidos bajo siete seilos». Debe deshacerse de su culpa (por ser demasiado fogosa o demasiado frígida, dema-siado maternal o demasiado poco maternal, etc.). El nú-cleo de la teória de Cixous es el rechazo de la teória: la literatúra feminista «siempre superará el discurso que regula el sistema falocentrico». Cixous se opone a la especie de bisexualidad neutral abrazada por Virginia Woolf y aboga, en su lugar, por lo que llama «la otra bisexualidad», la que se niega a «anular diferencias y las fomenta». El trabajo de Barthes sobre Sa-rrasine (véase capítulo 4) es un perfecto ejemplo de bisexualidad narrativa. De hecho, la vision de Cixous de la sexualidad femenina a menudo recuerda la descripción de Barl ties del texto vanguardista. «El cuerpo de una mujer, con sus mil y im umbra les de ardor... hará que la vieja y rutinaria lengua materna reverbere en más de un lengua-je», escribe Cixous. Está hablando de la «jouissance» que, en Barthes y Kristeva, combina connotaciones del orgas-rao sexual y del discurso polisémico; el placer del texto, al abolir todas las represiones, alcanza una intensa crisis (la muerte del significado). Esta t ran s gre s ión de las leyes del discurso falocentrico es la tarea especial de la mujer escritora. Como ha operado siempre «desde el interior* del discurso dominado por el hombre, la mujer necesita «inven-tarse un lenguaje en el que introducirse». El enfoque de Cixous es visionario, imagina un lenguaje posible en lugar de describir el existente. Corre el riesgo que han corrido otros enfoques ya comentados, el de con-ducir a las mujeres hasta un oscuro refugio inconsciente donde el silencio reinante se vea interrumpido únicamente por el «balbuceo» uteri no. Kristeva ha comprendido bien este peligro ya que ve a las escritoras, más bien al estilo de Virginia Woolf, atrapadas entre el padre y la madre. Por un lado, en tanto escritoras, chocan de manera inevitable con «el dominio fálico, asociado a la privilegiada rela-ción padre-hija, que produce la tendencia a la supremacia, la ciencia, la filosofia, las cátedras, etcetera...». Por otro lado, «huimos de cualquier cosa considerada "fálica" para encontrar refugio en la valorización de un silencioso cuerpo subacuático y abdicamos de esta manera a cualquier entrada en la historia». Espero que nuestra descripción del feminismo y de la teória literaria haya sugerido el alcance y la variedad de aproximaciones desarrolladas en los Ultimos tiempos. Ha 174 RAMAN SELDEN TEORiA LITERARIA CONTEMPORANEA 175 resultado dificil para las feministas desarrollar teorias sin recurrir a teorizaciones masculinas. Algunas mujeres han afirmado que una teória feminista adecuada sólo puede surgir desde el interior de la experiencia femenina y desde su inconsciente: las mujeres deben producir su propio len-guaje y su propio universo conceptual, que puede no pare-cer racional a los ojos de los hombres. Sin embargo, Helene Cixous, la profetisa de la Palabra femenina, se inspira de modo significativo en las teorias de Barthes y Lacan. Cualesquiera que sean las dificultades, las mujeres tienen derecho a afirmar sus propios valores, a explorar su inconsciente y a desarrollar nuevas formas de expresión acordes con sus valores y su conciencia. A medida que el equilibrio de poder cambia entre críticos y críticas y la cuestión del sexo cobra mayor importancia en los debates teóricos, se hace includible revalorar y reformar los cáno-nes literarios del pasado. La critica que tiene en cuenta el sexo nunca será capaz de recurrir a un cuerpo teórico universalmente aceptado. En un libro reciente, Terry Eagleton sostiene que el movimiento de las mujeres ha conseguido desarrollar la más honrada y estimulante uni-ficación entre acción política y cultural. Toda teória critica es «politica» en el sentido de que busca siempre con-trolar el discurso. De modo bastante consciente, las feministas están intentando arrebatar a los hombres su parte de poder discursive Todas las estrategias teóricas que conduzcan a este fin son válidas; por esta razón la teória črítica feminista es un microcosmos de todo el universo teórico, donde la lucha por el poder continúa vi-gente. BlBLIOGRAFlA SELECCIONADA Textos bdsicos Abel, Elizabeth, ed., Writing and Sexual Difference, Harvester Press, Brighton, 1982. Aparecio originalmente en Critical Inquiry. Beauvoir, Simone de, The Second Sex, Bantam Books, Nueva York, 1949, 1961; Penguin, Harmondsworth, 1974. (Trad, cat.: El segon sexe, 2 vols., Edicions 62, Barcelona.) 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