Capítulo XXVII LA DECONSTRUCCION I. INTRODUCTION Al hablar de deconstruccion hay que distinguir lo que es la deconstruccion como actitud filosófica y lo que es la deconstruccion como corriente de teória literaria inspi-rada en aquella filosofia. En cualquier caso, el origen está asociado al nombre de Jacques Derrida, filósofo de cuya teoría se nutre principalmente todo lo que se agrupa bajo el nombre de deconstruccion. Jacques Derrida se integra en la corriente filosófica del siglo XX empefiada en el desmontaje de la metafísica, y al mismo tiempo está estrechamente vinculado con la van-guardia del estructuralismo francés de los aňos 60, como veremos al estudiar sus prime-ras publicaciones. Esta vinculación con la nouvelle critique puede explicar el interes que la teoría literaria sintió por la crítica filosófica practicada por Derrida. Además, desde los primeros escritos del mentor de la deconstruccion, ocupan un lugar importante los que se consagran a temas relacionados con el lenguaje y la lingiiística. No es extraňo que en la presentación de Jacques Derrida que hace Julia Kristeva, previa a la entrevista que con el título de Sémiologie et grammatologie abre la importante colección de trabajos titulada Essays in semiotics. Essais de sémiotique (1971), diga, refiriéndose a tres de los libros que hasta entonces había publicado el filósofo {Ľécriture et la difference, De la grammatologie, La voix et le phénomene, todos del aňo 1967), que "abren un nuevo espacio de reflexion sobre el signo, sus presupuestos y sus procedimientos, y por consiguiente, sobre la semiología lo mismo que sobre la ciencia en general" (Derrida, 1971: 11). Por lo que se refiere a la teoría literaria de la deconstruccion, ésta se identifica, en sentido estricto, con la llamada Escuela de Yale, integrada por un grupo de profesores de dicha universidad estadounidense que tienen conocimiento de las teorías de Jacques Derrida a finales de los aňos 60 y que buscan apoyo en conceptos desarrollados por el francés para sus novedosas propuestas acerca de la literatura, la interpretación o la lectu-ra de los textos. Los componentes de ešte grupo son Paul de Man, Geoffrey Hartman, J. Hillis Miller, y Harold Bloom, aunque este ultimo mantendrá unas relaciones especia-les con la deconstruccion, según se vera. El auge de la escuela se da en los aňos 70, y puede decirse que se mantiene en primera linea hasta la muerte de Paul de Man en 1983. La deconstruccion adquirió en Estados Unidos una popularidad que desbordó el campo de la teoría literaria para convertirse en una teoría de casi todo. Especialmente cuando se integra con propuestas procedentes de otras corrientes y autores (feminismo, teológia, psicoanálisis, marxismo, antropológia, lingiiística; M. Foucault, J. Lacan, R. Barthes, F. Lyotard, J. Kristeva), dentro del movimiento general del postestructura-lismo; entonces empieza la fase que Kneale llama de la deonstrucción aplicada (Adamson, 1993: 30; Kneale, 1994: 188-191). Detalles de esta expansion son, por ejemplo, el que la International Union of Architects publica una guía de la decons- 410 José Domínguez Caparrós tucción para estudiantes, editada por Jorge Glusberg (1991), donde junto a las referen-cias arquitectónicas se encuentra un resumen de la fílosofía de la deconstrucción, con atención especial a Derrida; o que una de las ultimas peliculas de Woody Allen, Desmontando a Harry, se inspire en la deconstrucción, lo que indica el grado de popu-laridad en ciertos ambientes, al menos neoyorquinos. En una presentation general que quiere centrarse en las teorias consideradas clásicas de la deconstrucción literaria, hay que hablar de los cuatro críticos de Yale antes men-cionados, pero antes hay que referirse a Jacques Derrida, padre indiscutido de este movi-miento. II. SIMPOSIO INTERNACIONÁL SOBRE LOS LENGUAJES CRÍTICOS Y LAS CIENCIAS DEL HOMBRE (1966) La celebration del simposio international sobre Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre tiene lugar en el Centra de Humanidades Johns Hopkins entre el 18 y el 21 de octubre de 1966. Destaca, entre los más de cien humanistas y sociólogos asistentes, la participation del grupo parisino de la École Pratique des Hautes Etudes -una de las gran-des instituciones del estructuralismo del siglo XX en los más diversos campos-, que, en palabras de los editores de las actas, "dio a los encuentros un sabor inequivocamente francés". Las actas, editadas por R. Macksey y E. Donate se publican en 1970 y fueron tra-ducidas al espafiol sorprendentemente pronto, por la Editorial Barral de Barcelona, en 1972. Es un caso comparable al de la temprana traduction del manifiesto de H. R. Jauss de 1967. Jacques Derrida participa en la reunion con su trabajo sobre La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences humaines, texto que se publica en francés, antes de aparecer las actas de la reunion, en el libro Ľécriture et la difference (1967). Son tres las traducciones del texto de Jacques Derrida al espafiol: en las actas de la reunion (1972), en la traduction (1989) de Ľécriture et la difference, y en un folle-to editado por Anagrama con el titulo de Dos ensayos (1972). Pues bien, este escrito de Jacques Derrida tuvo una enorme influencia en Estados Unidos. En su história de la critica de este periodo, Frank Lentricchia (1980: 164) dice, refiriéndose a este texto, que "[...] ha despertado tal entusiasmo entre los seguidores norteamericanos de Derrida, que su consideration puede considerarse sacrosanta -con la dis-torsión interpretativa que estas consagraciones siempre acarrean ". Y asi, a partir de la teória del descentramiento de la estructura alii expuesta, se saca la consecuencia del libre juego sin condiciones de la significación, o la idea de que la interpretation no es mimesis pasiva, antes bien se habla de violencia hermenéutica en que una cadena de significantes se sustituye por otra cadena de significantes (Lentricchia, 1980: 164-165). Explica también F. Lentricchia (1980: 158) cómo la atención norteamericana a Derrida se ha concentrado en obras de menor extension ("Freud et la scene de ľécritu- Teoría de la literatura 411 re", "La différance", "La mythologie blanche", "Les fins de ľhomme", y sobre todo "La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences humaines"), porque los libros son traducidos a finales de 1976, De la grammatologie; en 1978, Ľécriture et la difference; y el que se tradujo en 1973, La voix et le phénoměne, está demasiado cen-trado en cuestiones técnicas husserlianas como para interesar a una amplia audiencia. También K. M. Newton destaca la importancia del texto que Derrida presentó en el Simposio de 1966 -que puede considerarse como el momento de la aparición del pos-testructuralismo-, hasta el punto de calificarlo del texto postestructuralista mejor cono-cido y uno de los más impostantes para el terna de la interpretation (Newton, 1990: 76). La colaboración de Eugenio Donato publicada en las actas del simposio que venimos comentando se titula Las dosformas de expresión de la crítica (Macksey, Donato, 1970: 105-113) y plantea muy bien, según F. Lentricchia (1980: 158), dos cuestiones esencia-les que obsesionan a principios de los setenta a los demdeanos y a sus oponentes: la estructuralidad de la estructura, es decir, su descentramiento; y la interpretáciou como sustitución de cadenas de significantes. De ahí que el discurso crítico no sea transparente, y no se puedan separar literatura y crítica. Este es el contexto teórico general en el que se va a hacer una somera presentación de algunos de los temas y conceptos de la deconstrucción. Hay que empezar, como es lógico, por la obra de quien está en el origen de toda esta corriente de filosofía crítica, Jacques Derrida. III JACQUES DERRIDA (1930) La deconstrucción se identifica con la labor teórica del filósofo francés Jacques Derrida, nacido en Argelia y afincado en Francia desde fines de los afios 50. En los aňos 60 está vinculado con la vanguardia teórica del grupo Tel Quel -su famosa conferencia de 1968 sobre La différance es publicada en el volumen colectivo del grupo que lleva el titulo de Theorie ďensemble (1968), antes de ser incluida en el libro Márgenes de la filosofía, 1912-, al tiempo que desarrolla su trabajo en los más prestigiosos centres de ense-ňanza superior franceses, en Paris: la Sorbona, École Normale Supérieure, École des Hautes Etudes en Sciences Sociales. De 1975 a 1985, coincidiendo con el periodo de mayor protagonismo de la deconstrucción en teoría literaria, da un seminario anual en la Universidad de Yale; y desde 1986 en la Universidad de California, Irvine. Su labor aca-démica se despliega a ambos lados del Atlántico. Jacques Derrida ha dado conferencias por todo el mundo y es uno de los filósofos actualmente más famosos, si no el que más. Director del College International de Philosophie, fundado en 1983, Jacques Derrida interviene públicamente también en defensa de causas concretas -contra el apartheid, por ejemplo-, siguiendo una tradition de intelec-tual europeo. Puede leerse su curriculum vitae, hasta 1990, en G. Bennington (1991: 325-334), libro, por otra parte, que constituye una magnifica introduction a la vida, la obra y el pensamiento de Jacques Derrida. Vease también C. de Peretti (1989: 185-187). En una resefia reciente de dos publicaciones de J. Derrida, en el suplemento dedicado a los libros en el periódico francés Le Monde (16-XI-2001), Roger Pol-Droit destaca lo para-dójico en la figura del filósofo: "Pensador apartado, pero figura publica. Intelectual comprometido, pero según modalidades originales. Autor considerado oscuro, pero frecuentemente claro. Filósofo mundialmente célebre, pero poco comprendido". 412 José Domínguez Caparrós 1. El proyecto filosófico de la deconstrucción Todo el quehacer teórico de Jacques Derrida obedece a una actitud bien definida frente a la tradition de la filosofia occidental; actitud que desemboca en el proyecto general de deconstrucción. John Lechte (1994: 105-110) hace una síntesis muy útil, por clara y precisa, de las posiciones filosóficas de Derrida, y nosotros lo resumimos en este punto. El intento mayor de Jacques Derrida es, según J. Lechte, subvertir la dependencia de la tradition filosófica occidental respecto de la logica de la identidad (sus leyes son las de: la identidad, contradiction y tercero excluido). Esta coherencia logica presupone una realidad esencial -un origen- a la que las citadas leyes se refieren. Queda, pues, exclui-da, en la tradition filosófica occidental, la complejidad, la mediation y la diferencia (que se relaciona con "impureza" o complejidad). Se instituye un proceso de exclusion en un nivel general, metafisico, en el que un sistema de conceptos (sensible-inteligible; naturaleza-cultura; ficción-verdad; habla-escritura, etc.) gobierna la operation del pensamiento, y llega a institucionalizarse. La deconstrucción trata de investigar la naturaleza de la metafisica occidental y su base en la ley de la identidad. Esta tradition se muestra, después de la investigation "deconstructora", plagada de paradojas y aporías lógicas (enunciados que contienen una inviabilidad de orden racional). No hay forma, pues, de escapar a la impureza y a la subversion de la autopresencia. Todo origen tiene en su misma condition la posibilidad de un no-origen. Junto a esta fase de constatación de la imperfección del pensamiento filosófico, la fase de creatividad filosófica va asociada a la difference -con a, para distinguirla de difference, aunque en francés suenan igual-, concepto creado en 1968 a partir del comen-tario a F. de Saussure, para quien la lengua es un sistema de diferencias. Como en este sistema no hay términos positivos -todos se definen por la diferencia respecto de los otros- la diferencia se convierte en el prototipo de lo que escapa a la metafisica occidental. La différance es al mismo tiempo distinguir (diferenciar) y posponer (diferir), y nos ayuda a comprender toda una serie de términos que tienen importancia en la teoría derrideana: phármakon (veneno y antídoto), suplemento (sobra y adición necesaria), himen (dentro y fuera). En espaňol pueden leerse dos buenas introducciones al pensamiento filosófico de Jacques Derrida en los trabajos de dos profesores que, además, han traducido algunas de sus obras, al tiempo que han ayudado a dar a conoccr la deconstrucción entre nosotros. Se trata de Cristina de Peretti (1989) y de Patricio Pefialver (1990). 2. Obras Entre sus abundantes publicaciones, damos los títulos de los trabajos más importan-tes de Jacques Derrida para comprender la deconstrucción, especialmente en sus aplica-ciones a la teoría literaria. En el afio 1967 aparecen tres importantes libros de Derrida: - De la grammatologie [De la gramatologia, 1971] - Ľécriture et la difference [La escritura y la diferencia, 1989] - La voix et le phénoměne. Introduction au probléme du signe dans la phénoméno-logie de Husserl [La voz y elfenómeno. Introducción al problema del signo en la fenomenología de Husserl, 1985]. Teoría de la literatura 413 Del ano 1972 es la publication de dos colecciones de trabajos en forma de libro: - La Dissemination [La diseminación, 1975] - Marges de la philosophic [Márgenes de lafilosofía, 1989]. Aňadiríamos a los anteriores títulos el del libro que recoge las třes conferencias pro-nunciadas, en 1984, poco después de la muerte de Paul de Man, en las universidades de Yale y California (Irvine), publicadas en inglés en 1986 con el titulo de Mémoires for Paul de Man [Memorias para Paul de Man, 1989]. Es De la gramatología una de las obras mayores de Derrida, donde desarrolla una teoría de la escritura (gramatología), como crftica del logocentrismo, presencia de la voz, metafísica de la escritura fonética. Saussure, por ejemplo, sitúa en la palabra hablada el objeto de la lingüistica, y no en la palabra hablada y la palabra escrita (1967a: 41, de la traduction). De las dos partes del libro, la primera, centrada en el análisis de teorías lin-giiísticas del signo y de la escritura, "esboza a grandes rasgos una matriz teórica, seňa-la determinados puntos de referenda históricos y propone algunos conceptos criticos". Estos conceptos son puestos a prueba en la segunda parte en lo que constituye "una lec-tura de lo que tal vez podríamos llamar la época de Rousseau" (1967a: 3, de la traduction). Comenta el Ensayo sobre el origen de las lenguas, de Rousseau. La escritura y la diferencia es recopilación de distintos trabajos, entre los que hay que destacar: Freud et la scene de ľécriture, publicado antes en la revista teórica de la vanguardia intelectual francesa, Tel Quel (1966); La structure, le signe et lejeu, confe-rencia del famoso simposio de 1966 en Johns Hopkins University (Baltimore), que tanta repercusión tuvo en Estados Unidos. La voz y elfenómeno se centra en realizar el trabajo de deconstrucción de la metafísica en la fenomenología husserliana; para ello analiza fundamentalmente su idea de signo en términos que aparecen también en otros trabajos de este momento: escritura, diferancia, presencia... En La diseminación se recogen trabajos tan clásicos de la obra de Derrida como el análisis de la teoría de la escritura en Platón: La farmácia de Platón, cuya primera version había sido publicada en Tel Quel en 1968; o el que da titulo a la colección y a uno de los conceptos más derrideanos, La diseminación, publicado antes en una primera version en 1969, que integra numerosos fragmentos citados de la obra de Philippe Sollers, Números. Lease el siguiente fragmento, para hacerse una idea del estilo -tan proximo al literario-, en que se suele expresar Derrida, y del término diseminación: "Germination, diseminación. No hay primera insemination. La simiente es primero dispersada. Huella, injerto cuyo rastro se pierde. Se trate de lo que se denomina "lenguaje" (discurso, texto, etc.) o de insemination "real", cada término es un germen, cada germen es un término. El término, el elemento atómico, engendra dividiéndose, injertándose, proliferando. Es una simiente y no un término absoluto. Pero cada germen es su propio término, tiene su término no fuera de si, sino en si como su limite interior, formando ángulo con supropia muerte" (1972a: 453-454, de la traduction). Márgenes de la filosofia es también una recopilación de trabajos publicados antes, entre los que se encuentran algunos tan conocidos como La différance, o La mitología blanca. O la deconstrucción de la teoría de los actos de lenguaje de Austin que se encuen-tra en la sección final del trabajo Firma, acontecimiento, contexto. 414 José Domínguez Caparrós 3. Nueva actitud en las investigaciones humanisticas Aunque es evidente que no es el lugar de plantear, y mucho menos discutir, ni siquie-ra uno de los muchos problemas que Derrida plantea en su abundante producción teóri-ca, no parece injustificado dar alguna noticia de lo que trata en el trabajo que tan famo-so lo hizo para la deconstrucción americana. Porque, además, no es mal ejemplo del pro-ceder general de Derrida en su constante labor de desmontaje de la metafisica occidental. Pasemos, pues, a resumir Estructura, signo y juego en el lenguaje de las ciencias humanas. Tradicionalmente la estructura, en su estructuralidad, ha sido neutralizada por el proceso de "darle un centro o referirla a un punto de presencia, un origen fijado" (cita-mos por la traduction de este trabajo en Macksey y Donato, 1970: 269. En adelante sólo se da la página, que siempre se refiere a esta traducción.) De esta forma se limitaba "el libre-juego de la estructura" (269). Pero, al mismo tiempo, el centro, "punto en el que la sustitución de los elementos o términos ya no es posible", escapa a la estructuralidad, y por eso el pensamiento clásico "podia decir que el centro está, paradójicamente, en la estructura y fuera de ella". [De esta manera se critica, en una operación típica de la deconstrucción, una idea clásica -aquí la de estructura-, que, contra lo que se cree, no es coherente, sino contradictoriamente coherente. Bien claro lo dice Derrida en lo que sigue.] La paradoja es la siguiente: "El centro está en el centro de la totalidad, y aun asi, como el centro no pertenece a la totalidad (no es parte de ésta), la totalidad tiene su centro en otro sitio. El centro no es el centro. El concepto de estructura centrada -aunque representa la misma coherencia, la condición del episteme comofilosofía o ciencia- es contradictoriamente coherente" (270). El centro en la história de occidente recibe diferentes formas o nombres, metáfo-ras y metonimias cuya história es la história de la metafisica. Su matriz es la determination de estar como presencia: "Sería posible mostrar que todos los hombres rela-cionados con los fundamentos, príncipios o centro, siempre han designado la constante de una presencia eidos, arche, telos, energeia, ousia (esencia, existencia, sustancia, sujeto) aletheia, trascendencia, conocimiento o consciencia, Dios, el hombre, y asi sucesivamente" (271). Notese que los conceptos tradicionales enumerados por Derrida constituyen una lista de conceptos que en sus discusiones siempre van asociados a la metafisica de la presencia, objetivo principal de su proyecto de cntica filosófica, de desmontaje y deconstrucción. Esta vision tradicional sufre una ruptúra cuando empieza a pensarse "la estructuralidad de la estructura ", pues entonces el centro no es pensado como un ser-presente, sino como una función, "una especie de no-lugar en el que un numero infinito de sustitucio-nes-signo entran en el juego". Es lo que ocurre cuando el lenguaje invade todos los problemas, cuando todo se háce discurso -sin centro, ni origen-, "[...] cuando todo se convirtió en un sistema, en el que el significado central, el significado original o trascendente, no está nunca enteramente pre-sente fuera de un sistema de diferencias. La asusencia del significado tras-cendental se extiende al dominio y a la acción de la significación ad infinitum" (271). Nietzsche y su crítica de la metafisica, Freud y su cntica de la auto-presencia, y Heidegger con su crítica de la determinación del ser como presencia, son los nombres Teoría de LA literatura 415 que da Derrida para autores en cuyos discursos el suceso de la noción de estructurali-dad de la estructura "ha mantenido, casi, su formulation más radical" (271). Plantea seguidamente Derrida la dificultad del trabajo de destruction de la metafisi-ca, desde el momento en que no hay más remedio que emplear conceptos de la metafísi-ca para atacarla. Por ejemplo, el concepto de signo. Ejemplifica, por lo que atafie al len-guaje de las ciencias humanas, con el caso de la etnológia y los textos de C. Lévi-Strauss. En ellos se muestra que la utilización de la oposición naturaleza / cultura, oposición congenita a la filosofía ya antes de Platón, es necesaria, pero es imposible hacerla aceptable. Por ejemplo, la prohibición-del-incesto contradice la oposición porque es universal (y por tanto natural) y al mismo tiempo está sometida a normas (y por eso es cultural). Este ejemplo le sirve a Derrida para afirmar que "el lenguaje lleva en si la necesi-dad de su propia crítica" (275). Pero más que cuestionar sistemática y rigurosamente la história de estos conceptos (naturaleza y cultura en el caso comentado), es mejor utili-zarlos, aunque "se exponen aquíy allí sus límites", y "[...] no se les atribuye ningún valor verdadero; hay una disposición a abandonarlos si se hace necesario, por presentarse otros instrumentos que parecen ser más utiles. Mientras tanto, se explota su eficacia -relativa- y se emplean para destruir la vieja maquinaria a que pertenecen y de la que ellos mismos son piezas. Asi es como el lenguaje de las ciencias humanas se crítica a si mismo" (276). Pasamos por alto la detallada discusión de cómo Lévi-Strauss da ejemplo de ešte servirse de conceptos tradicionales al tiempo que se le somete a crítica, y de su idea bricolage como método -que Genette propone trasladar a la critia literaria-. Más impor-ta ver cómo parte del problema de la totalization, inútil e imposible, por cuanto que un sujeto o un discurso finito nunca llegaria a alcanzar la riqueza infinita. Ahora bien, esta no-totalización puede verse, determinarse, desde el punto de vista del libre-juego. El campo observado no puede ser abarcado en una totalización, no porque sea infi-nito, sino porque por su naturaleza (el lenguaje y un lenguaje finito) es el del libre-juego, es decir, "un campo de sustituciones infinitas en el marco de un conjunto finito". "Finito" quiere decir carente de centre Lease el siguiente fragmento, donde está perfec-tamente explicado el juego libre de significaciones y donde aparece un concepto que se repite en la deconstruccion, el de suplemento (con la significación doble de "suplir una deficiencia" y "proporcionar algo adicional"): "Este campo permite asi estas sustituciones infinitas solamente porque es finito, es decir, porque, en lugar de ser un campo inagotable, como en la hipó-tesis clásica, en lugar de ser demasiado grande, le falta algo: un centro que retenga y fundamente el libre-juego de las sustituciones. Uno podría decir -utilizando rigurosamente aquella palabra cuya escandalosa significación siempre se oblitera en francés- que este movimiento del libre-juego, permiti-do por la suerte, la ausencia de un centro u origen, es el movimiento de suple-mentariedad. Uno no puede determinar el centro, el signo que lo suplemen-ta, que toma su lugar en su ausencia -porque este signo se aňade, se suma, por encima y arriba, viene como un suplemento. El movimiento de significación aňade algo, que termina con el hecho de que siempre hay más, pero esta adi-ción es flotante porque viene a realizar una función delegada, a suplir una falta por parte del significado" (282). 416 José Domínguez Caparrós [Notese que en el párrafo citado encuentra base una de las características de la practica interpretativa que se asocia a la deconstracción: no hay un significado firme, desde el momenta en que el movimiento de significación es "sustitución" y "adición", suplementariedad, en un libre juego de sustituciones infmitas, en las que lo que se da es una cadena de significantes.] Sigue comentando la obra de Lévi-Strauss, y termina con unas observaciones sobre la interpretación, que explican muy bien la actitud de la deconstracción, y lo que de nuevo y radical hay en sus planteamientos: "Hay asi dos interpretaciones de la interpretación, de la estructura, del signo, del libre-juego. Una trata de descifrar, sueňa con descifrar, una verdad o un origen que es libre, respecto al libre-juego y al orden del signo, y vive como un exilado la necesidad de la interpretación. La otra, que ya no se diri-ge hacia el origen, afirma el libre-juego y trata de ir más alia del hombre y del humanismo, siendo el nombre del hombre el nombre de aquel ser que, a lo largo de la história de la metafísica y de la metaontología (en otras palabras, a lo largo de la história de toda su história), ha soňado con la presencia com-pleta, elfundamento reasegurador, el origen y elfin del juego" (286; aunque, a la vista del original francés se háce alguna pequeňa corrección, sobre todo en la puntuación.) Pero, al final, en un juego típico de la actitud filosófica que trata de no caer prisio-nera de la metafísica, no tiene más remedio que no aceptar la necesidad de plantear la cuestión de elegir entre ellas, y proponer una tarea de pensar la différance de esta diferencia irreductible. Son muchos los elementos de ešte trabajo, característicos de la deconstracción, que se irán aclarando e ilustrando con algo de lo que vayamos comentando. Con todo, en el diá-logo que siguió a la exposición de J. Derrida, éste hace una precision, en su respuesta a Lucien Goldmann, sobre lo que entiende por deconstrucción, que es oportuno recordar: "En todas partes he utilizado la palabra déconstruction, que no tiene nadá que ver con la destrucción. Quiero decir: es simplemente una cuestión de (y esta es una necesidad de la crítica en el sentido clásico de la palabra) estar alerta a las implicaciones, a la sedimentación histórica del lenguaje que utilizamos; y eso no es la destrucción. Creo en la necesidad de un trabajo científico en el sentido clásico, creo en la necesidad de todo lo que se está haciendo, incluso de lo que usted está haciendo, pero no veo por qué yo ten-dría que renunciar a la radicalidad de una obra crítica, bajo el pretexto de que pone en peligro la esterilización de la ciencia, de la humanidad, el pro-greso, el origen del significado, etc. Creo que el riesgo de la esterilidad y la esterilización siempre han sido elpremio a la lucidez" (292). Simplificando quizá, podría decirse que la deconstrucción es una crítica radical de las adherencias metafísicas que la história ha dejado en nuestra forma de emplear el lenguaje para pensar. Evidentemente, hay que partir de una actitud de sospecha que lleva a descubrir las paradojas expresivas del lenguaje, como manifestación de las contradiccio-nes intrínsecas a todo sistema. El análisis minucioso y la actitud crítica (sospechosa) jus-tificarían la consideración de la deconstracción como una hermenéutica inmanente. En esta linea está la relación que frecuentemente se ha establecido entre la deconstracción literaria y la lectura atenta (close reading) de los New Critics estadounidenses, hasta He- Teoría de la literatura 417 gar a considerar que se está frente a la ultima gran manifestation del formalismo del siglo XX. Pero el mismo Derrida ofrece continuos ejemplos de análisis lingüistico-interpreta-tivos extremadamente minuciosos de toda clase de textos (literarios o filosóficos) que justificarían la mencionada relación. 4. Algunos conceptos Ante la imposibilidad de una discusión de la riqueza de conceptos desplegada por Derrida en su abundantisima producción, pensamos útil al menos la mención de algunos de los más destacados. No resulta fácil, ni aceptable desde un punto de vista deconstructivista, la selection de unos conceptos que pudieran representar la rica actividad crítica llevada a cabo. Maxime, si uno piensa que el mismo Derrida está lejos de identificar su actividad con el lema deconstrucción. Lease lo que dice a propósito de la misma: "Para mi era una palabra en una cadena con muchas otras palabras como: huella, différance, y además en todo un trabajo que no se limita simplemente a un léxico, si se quiere. Ocurre -y ello merece ser analizado- que esta palabra que sólo he escrito una o dos veces, ni siquie-ra me acuerdo muy bien dónde, ha saltado de pronto fuera del texto y otros se han apo-derado de ella y le han otorgado la importancia que ya saben ustedes y respecto a la cual yo he tenido que justificarme, explicarme, bandearme; pero esta palabra, por las connotaciones técnicas y, cómo decir, negativus que podia tener en ciertos contextos, por si misma me molestaba" (en C. de Peretti, 1989: 166). Sirva el comentario de Derrida como advertencia acerca de la arbitrariedad de la siguiente lista, y sobre la imposibilidad de reducir la deconstrucción a los términos que se van a comentar. a) Logocentrismo La idea de que el habla es primera respecto de la escritura, como piensa, por ejem-plo, Saussure, pero también Platón, y tantos otros en nuestra cultura, o que está más cerca del significado, es un ejemplo de logocentrismo. En su sentido general muestra la meta-física de la presencia en la forma de pensar de nuestra tradition. Todo significante, y en primer lugar el significante escrito, sería derivado. Este es el logocentrismo, que es también un fonocentrismo: "[...]proximidad absoluta de la voz y del ser, de la voz y del sentido del ser, de la voz y de la identidad del sentido" (Derrida, 1967a: 18, de la traduction). Cristina de Peretti, en su claro y muy útil libro sobre Jacques Derrida, caracteriza asi el logocentrismo: "El privilegio de la presencia como conciencia que se establece por medio de la voz (relación necesaria e inmediata que la tradición occidental pretende establecer entre el pensamiento -logos- y la voz -foné-) y en detri-mento de la escritura, la ilusión de transparencia absoluta del significado trascendental (sentido previo y absolutizado, complemento de la presencia, de la interioridad) que se esconde detrás de todos losjuicios, metas y aspiracio-nes de la metafisica: es tos mitos que funcionan, en el pensamiento occidental, con toda la fuerza fanática y ciega de los engaňos es lo que Derrida denomi-na el logofonocentrismo del discurso de Occidente" (Peretti, 1989: 31-32). 418 José Domínguez Caparrós Véase también el preciso artículo de V. Cunningham (1993). Traducimos la siguiente caracterización general del logocentrismo: "Se refiere a la postura de que palabras, escritos, ideas, sistemas de pensamiento son fijados y sostenidos por alguna autoridad externa a ellos cuyo significado, validez y verdad llevan". b) Difference La difference, concepto presente desde los primeros libros de Derrida (en De la grammatologie o en La voix et le phénoméne, por ejemplo), teoriza lo que es la consti-tución de un sistema como el lingiiístico basado en la diferencia, según explicaba Saussure, y de esta manera llega a representar el modo por excelencia de lo contrario a una metafísica de la presencia. El significado es diferente y también continuamente retardado, diferido en una infinita posposición. Copiamos la traduction que hace Cristina de Peretti (1989: 76) de un fragmento de la famosa conferencia de Derrida (1968) en que se trata de caracterizar la différance: "La différance es lo que hace que el movimiento de la signification no sea posible más que si cada elemento llamado "presente ", que aparece en la escena de la presencia, (se) rennte a otra cosa que a si mismo, al tiempo que conserva la marca del elemento pasado y se deja ya seňalar por la marca de su relation con el elemento futuro, dado que la huella no se refiere menos a lo que se llama el futuro que a lo que se llama el pasado y constituye lo que se llama el presente por esta relation misma con lo que no es él: con lo que no es él en absoluto, es decir, con lo que no es ni un pasado ni un futuro como presentes modificados". En teória literaria, la idea de différance ha proporcionado una base a las propuestas de interpretation infinita, de interpretaciones no sometidas a la presencia de una autoridad; su relación con la escritura y la diseminación asi lo ilustra, como comenta Cristina de Peretti (1989: 78): "La total y absoluta independencia semiótica de la escritura (los signos escritos existen y actúan con independencia de los agentes individuales o colectivos -autor / lector; emisor / receptor- pero también de una intention significativa concreta -significado o referente- dado que pueden repetirse en otros contextos) funciona asimismo para el habla, pues si los signos hablados son fisicamente dependientes del emisor, sólo funcionan como significaciones en tanto que son signos escritos, esto es, con absoluta independencia semiótica. La posibilidad de iterabilidad del signo produce, a su vez, su perpetua alteration. De akí que todo signo sea polisémico. Esta polisemia universal, dictada por la différance, es lo que Derrida denomina diseminación". Es un concepto clave en la deconstrucción, pues si différance (en los dos sentidos que la palabra escrita con a en francés quiere destacar) es lo contrario de la presencia, está claro su papel de protagonista en una tarea que como la deconstructiva está empe-fiada en la critica de la metafísica de la presencia. c) Escritura Acabamos de ver cómo la escritura, manifestation que mejor ejemplifica la différance, es el modelo de funcionamiento también del habla, y de ella trata la gramatolo- Teoría de la literatura 419 gia. La escritura, o archi-escritura, abarca el campo general de los signos, según explica Cristina de Peretti (1989: 81), a quien seguimos en este momento. Lo que destaca esta consideración de la escritura como condition de la comunicación es la exterioridad o dištancia intrínseca a todo lenguaje. El lenguaje es escritura porque comparte los rasgos que tradicionalmente se atribuyen a la misma. Estos rasgos, según explica J. Derrida -en el pásaje del trabajo Firma, acontecimiento, contexto, incluido en Márgenes de la filosofia, que traduce Cristina de Peretti (1989: 82-83)-, son: - un signo escrito es una marca que permanece y que "puede dar lugar a una iteration en ausencia y más alia de la presencia del sujeto empíricamente determi-nado que la ha emitido oproducido en un contexto dado"; - un signo escrito, en su misma estructura, "comporta unafuerza de ruptúra con el contexto, es decir, con el conjunto de las presencias que organizan el momento de su inscription"; - un signo escrito tiene en su constitution un espaciamiento, "que lo separa de los otros elementos de la cadena contextual interna [...], también de todas lasformas de referente presente"; este espaciamiento es el que posibilita la ruptúra con el contexto. La importancia de estas caracterfsticas del signo escrito va más alia incluso del lenguaje, pues se encuentran "en la totalidad de la 'experiencia'", como explica el mismo J. Derrida: "lAcaso no los [tres predicados antes enumerados] encontramos en todo el lenguaje, por ejemplo en el lenguaje hablado y, en ultima instantia, en la totalidad de la "experiencia " en tanto que no se separa de este campo de la marca, es decir, en la rejilla del borrarse y de la diferencia, de unidades de iterabilidad, de unidades separables de su contexto interno o externo y sepa-rables de si mismas, en la medida en que la iterabilidad misma que constitu-ye su identidadno les permite nunca ser una unidadde identidad a si mismas? Lease todo el apartado que lleva por titulo Escritura y telecomunicación -obsér-vese el juego con la palabra telecomunicación, que destaca la dištancia (y différance) inherente a toda comunicación- en el trabajo antes citado (en páginas 351 -362 de la tra-ducción espaňola de Márgenes de la filosofia). Notese el énfasis antimetafísico de la negation de la unidad de identidad a si mismas. En su comentario a este pásaje de Derrida, seňala muy bien Cristina de Peretti (1989: 85-86) la amplitud del concepto de escritura, entendida como articulation de toda experiencia: "Desde este punto de vista Derrida extiende la denomination de escritura a la totalidad del lenguaje-experiencia, a lo que también llama texto general, global, que carece de fronteras y en cuya interpretation el hombre está implicado continuamente. La escritura, la archi-escritura o el texto designan, de hecho, toda una época o cultura y, por ello, Derrida puede afirmar que "no hay nadafuera del texto", de un texto que es asimismo la história". Por la breve presentation que acabamos de hacer, se habrá observado: la imbrication de unos conceptos en otros, y la imposibilidad de aislar un nucleo originario del supues-to "sistema filosófico de la deconstrucción". Es obvio que esto es imposible en una empresa que como la deconstrucción se propone analizar y hacer explicitas las contra- 420 José Domínguez Caparrós dicciones del pensamiento que se basa en la metafísica de la identidad y la presencia. Recordemos que el mismo Derrida no quería reconocer el término "deconstrucción" como identificador de su quehacer. Se habrá observado, igualmente, que hay otros conceptos que han aparecido en las explicaciones anteriores. Por ejemplo: huella, diseminación, suplemento, libre-juego, etc. Ni que decir tiene que la presentación del pensamiento derridiano podría haber partido igualmente de la concesión del protagonismo a estos términos. Es la forma de no conce-der del privilegio de "central" a ninguno de ellos. IV. LA DECONSTRUCCIÓN EN TEORÍA LITERARIA. LA "ESCUELA DE YALE" Independientemente del eco que las ideas de Jacques Derrida tengan en otros cnticos, el tiempo ha ido trabajando en el sentido de considerar como representación clásica de la deconstrucción en teória literaria a la Escuela de Yale. Conocemos la importancia de algu-nos hechos históricos como el Simposio de 1966, el magisterio de Jacques Derrida en uni-versidades estadounidenses, la amistad de Paul de Man, a quien conoce en 1966. No puede extraflar que compafieros franceses de la vanguardia teórica de los 60, como Roland Barthes, compartan análisis y puntos de partida con Jacques Derrida. Por eso no es raro encontrar a alguien como H. Felperin (1985: 107) que no dude en incluir al ultimo Barthes en la deconstrucción. 1. El "manifiesto" de 1979 A los hechos anteriores hay que afiadir la publicación en 1979 de un volumen titula-do Deconstruction and criticism. Además de reunirse alii trabajos de autores claramente identificados con la escuela de Yale -Harold Bloom, Paul de Man, Jacques Derrida, Geoffrey Hartman y J. Hillis Miller-, hay que sefialar cierta voluntad de manifiesto, si no en un sentido clásico, si en el de "manifestar" una serie de problemas compartidos, como dice al principio del prólogo Geoffrey Hartman. En dos grupos de cuestiones concreta seguidamente Hartman lo que se comparte: la situación de la misma crítica, y la importancia -ofuerza- de la literatura. Y cuando sigue comentando cómo se puede descnbir la fuerza de la literatura, hace una presentación de lo que es la teória literaria deconstruc-cionista, que merece la pena traducir: "Hay muchas maneras de descnbir la fuerza de la literatura. La priori-dad del lenguaje sobre el sentido [meaning] es sólo una de ellas, pero desem-peňa un papel crucial en estos ensayos. Expresa lo que todos nosotros senti-mos acerca del lenguaje figurado, su exceso sobre cualquier sentido atribui-do, o, dicho de forma más general, la fuerza del significante ante el significa-do (el "sentido") que trata de encerrar. La deconstrucción, como ha llegado a llamarse, rechaza identificar la fuerza de la literatura con cualquier con-cepto de sentido incorporado y muestra cuán profundamente tales perspecti-vas logocéntricas o encarnacionistas han influido en la forma en que pensa-mos acerca del arte. Aceptamos que, por el milagro del arte, la "presencia de la palabra " es equivalente a la presencia del sentido. Pero también se puede sostener lo contrario: que la palabra acarrea con ella cierta ausencia o inde- Teoría de LA literatura 421 termination de sentido. El lenguaje literario pone en primer término al mismo lenguaje como algo irreductible al sentido: abre igual que cierra la dispari-dad entre símbolo e idea, entre signo escrito y sentido atribuido" (Varios Autores, 1979: VII-VIII). No hay que entretenerse en explicar el eco del pensamiento de Derrida en afirma-ciones como las que se acaban de leer. 2. Miembros del grupo Aunque la lista de nombres incluidos en esta publication es la que constituye la de los componentes clásicos de la deconstrucción literaria, hay que notar que no hay unani-midad respecto al grado de deconstruccionismo en la obra de cada uno de ellos. Asi, en el prólogo de Hartman a que acabamos de referirnos, éste dice que Derrida, de Man y Miller son deconstruccionistas puros, mientras que Bloom y el mismo Hartman apenas lo son, e incluso llegan a escribir en contra en alguna ocasión (Varios Autores, 1979: IX). Asi se explica, por ejemplo, el que Harold Bloom no esté representado con un trabajo en la colección de lecturas seleccionadas por Manuel Asensi (1990) sobre la deconstrucción, trabajo utilisimo para el publico espafiol. Joseph Adamson (1993: 29) puede decir de G. Hartman que "ha sido más un explicador de Derrida como un escritor imaginativo que un adherente a la deconstrucción", e insiste en que ni Hartman ni Bloom han sido, estrictamente hablando, deconstruccionistas. J. Douglas Kneale (1994: 188) no incluye tampoco a Harold Bloom entre los deconstruccionistas. 3. Relaciones problemáticas entre deconstrucción y teória literaria Antes de entrar en el breve comentario de unos pocos detalles del quehacer critico de cada uno de los autores menciodados, conviene referirse a una cuestión en la que insiste Manuel Asensi (1990) en el estudio introductorio de su selection de lecturas: el carácter conflictivo, paradójico y liminar de la union de deconstrucción y teória literaria. Por una parte, no puede construirse un método o un sistema conceptual cerrado que identificaran a la deconstrucción. Por otra parte, la deconstrucción se opone a cada una de las corrien-tes críticas, sean temáticas, estilísticas o formalistas; asi como a las estructuralistas -recor-demos el famoso trabajo de Derrida que resumimos antes-, pues nunca analizará un texto como totalidad, y además piensa que el sentido es interminablemente alegórico. Piensa M. Asensi (1990: 74-75) que la deconstrucción desestabiliza la crítica literaria: "El conflicto entre la deconstrucción y la teória literaria surge, como hemos tenido ocasión de comprobar, por la desestabilización que aquélla pro-voca en el marco general de ésta. Esa desestabilización ha conducido a una utilization afirmativa y negativa de las diversas variantes de teória y crítica literarias. En todos los casos, asistimos a un desplazamiento operado en los principales conceptos que la sustentan (terna, forma, metalenguaje, texto, con-texto, coherencia, etc.) y a una reinscripción de esos mismos términospara lle-var a cabo un tipo de practica textual que conocemos como deconstrucción". En definitíva, la practica textual deconstructiva -pues no hay en realidad una crítica literaria deconstructiva- funciona como lo otro de la crítica literaria. 422 José Domínguez Caparrós 4. Paul de Man (1919-1983) a) Obras El belga Paul de Man emigra a Estados Unidos en 1948, ensefia en la universidades de Cornell (1960-66), Johns Hopkins (1967-70) y Yale (1970-83), y su obra, sobre todo la de su ultima fase, está asociada a los mejores logros de la critica deconstructiva. De su época belga hay que destacar la polémica desatada después de su muerte por la publication de unas colaboraciones periodisticas en las que se ha destacado una comprensión hacia el hitlerismo y cierto anti-semitismo. El libro que recoge estos artí-culos se titula Wartime Journalism. 1939-1943 y apareció en 1988. Lease el amplio comentario de Derrida sobre esta cuesuon, publicado en Critical Inquiry, y que se tra-dujo al espaňol en el mismo volumen de Memorias para Paul de Man. Hay que destacar, en la producción de Paul de Man, dos obras por su importancia para la teória literaria: la recopilación de trabajos publicada en 1971 con el titulo de Blindness and insight. Essays in the rhetoric of contemporary criticism, de la que se publica una segunda edición ampliada en 1983 [Vision y ceguera, 1991]; y Allegories of reading: figural language in Rousseau, Nietzsche, Rilke, and Proust, 1979 [Alegorias de la lectura, 1990]. Si la primera de ellas denota ya la influencia de Derrida y es la cumbre de su etapa anterior a Yale, Alegorias de la lectura es considerada la obra donde se percibe un mayor impacto de las posturas derridianas y la cumbre de la etapa deconstruccionista, que llega hasta el final de su vida. En el trabajo sobre Paul de Man que Frank Lentricchia (1980: 265-294) titula Paul de Man: la retórica de la autoridad, seflala que los primeros ensayos del que considera "padrino" del grupo de Yale -siguiendo la metafora de William Pritchard cuando los llama "la mafia hermenéutica"- están bajo el dominio de conceptos existencialistas, y es evidente la influencia de J. P. Sartre. Es una fase metafisica, que se abandona a finales de los 60 y principios de los 70 con la adhesion a los postulados derridianos. Vision y ceguera, pues, denota un clima teórico postestructuralista, pero la unidad de este clima "se ve repetidamente amenazada por la resaca metafisica de los tiempos existencialistas del autor" (1980: 278). Cynthia Chase (1994: 196) habla de una primera fase, en que las categories criti-cas son las de conciencia, intencionalidad y temporalidad; y otra posterior, donde las categories son lingiiisticas y retóricas: símbolo, alegória, irónia, metafora, metoni-mia, prosopopeya, catacresis, funciones constativas y performativas del lenguaje. b) La crítica deconstruccionista de Paul de Man La forma de abordar los textos que adopta Paul de Man en su etapa más formalista, la deconstruccionista, está asociada a la retórica, mejor dicho, al funcionamiento de los tropos en el texto. Hasta el punto de que se puede identificar con una lectura retórica, pues deconstruye el texto mostrando las estructuras tropológicas que están detrás de sus supuestas intenciones; la literatura, asi, se identifica con la retoricidad de un texto (Chase 1994: 194-195). Frecuentemente se centra en un tropo para analizar la alegória del texto, que para De Man es "la conciencia que el texto tiene de si mismo como un sistema de figuras" (Kneale, 1994: 189). Teoría de LA literatura 423 Esta retoricidad intrínseca al texto impide una lectura que quisiera parar el sentido del mismo, pues lo que produce es "un efecto de desplazamiento continuo", ya que "[...] el tropo se desdobla sin césar y por esa razón la lectura, que atiende siempre a uno de los pliegues posibles de la epífora, es una dinámica entre 'vision'y 'ceguera'" (Asensi, 1990: 54). c) Vision y ceguera Veamos más concretamente algo de lo que el mismo Paul de Man dice, para lo que damos unas notas sacadas del capítulo de Vision y ceguera traducido en M. Asensi (1990: 171-216). La crítica, sostiene Paul de Man, es una metafora del arte de leer y este arte es en si inagotable. El critico dice algo que la obra no dice, e incluso dice algo que él mismo no quiere decir. Todo texto, asi, se deconstruye él mismo, como afirma Paul de Man cuan-do propone llamar literario "[...] a todo texto que implícita o explícitamente signifique sobre supro-pio modo retórico y prefigure su propia malinterpretación como correlato de su naturaleza retórica, de su 'retoricidad'" (210). La ceguera es el correlato necesario de la naturaleza retórica del lenguaje literario; los textos literarios son ellos mismos críticos, pero ciegos, y la lectura de los críticos intenta deconstruir la ceguera (pág. 215). La aberraciones de lectura, por lo demás, son el fundamente de la história literaria (pág. 216). d) Alegorías de la lectura Las notas siguientes se refieren al capítulo 1 de Alegorías de la lectura, que lleva el título de Semiología y retórica. En típica actitud deconstructiva, dice Paul de Man que quiere superar la oposición dentro / fuera que está presente en la oposición de actitudes críticas inmanentes (forma-listas) frente a las extrínsecas (referenciales). Partiendo de la semiología francesa y el uso que hace de la retórica y de la gramática, va a demostrar cómo se da una tension entre ellas poniendo unos ejemplos texuales. Asi, en la pregunta retórica el significado literal pregunta por el concepto cuya existencia es negada por el significado figurado: "La retórica suspende de manera radical la lógica y se abre a posibili-dades vertiginosas de aberración referencial" (1979: 23. Citamos siempre por el texto de la traduction.) La potencialidad figurativa y retórica del lenguaje es igual a la literatura misma. Un ejemplo de lectura: el verso de Yeats, en su poema Among School Children, que dice "i Cómo distinguir la danzarina de la danza?", se interpreta como expresión de la uni-dad potenciál entre forma y experiencia, entre creador y creación, para negar la discre-pancia entre signo y referente. Pero puede leerse este verso en sentido literal como si preguntara: "icómo podemos establecer las distinciones que nos protejan del error de identificar lo que no puede ser identificado?" (1979: 25). La primera lectura puede ser deconstruida según los términos de la segunda, lo que le lleva a afirmar: 424 José Domínguez Caparrós "Esta indicación debiera bastar para sugerir que es posible hacer que dependan de una sola linea de texto dos lecturas enteramente coherentes y enteramente incompatibles entre si, dos lecturas cuya estructura gramatical está desprovista de ambigüedad, pero cuyo modo retórico transforma tanto el talante como el modo de todo el poema, poniéndolo del revés" (1979: 25). Las dos lecturas se enfrentan, pero no se puede decir cuál debe prevalecer sobre la otra, ni la una puede existir sin la otra. El tropo, la literatura, es la clave de la crftica de la metafisica que lleva a cabo Nietzsche. La critica es la "deconstrucción de la literatura, la reducción de las mistifi-caciones retóricas a los rigores de la gramática". Una de las observaciones que háce a modo de conclusion, después de analizar un pásaje de Proust, resume bien la teória de Paul de Man: "La lectura no es "nuestra" lectura, puesto que tan sólo emplea los ele-mentos lingüisticos que suministra el mismo texto; la distinción entre autor y lector es una de las falsas distinciones que la lectura pone en evidencia. La deconstrucción no es algo que hemos aňadido al texto, sino que es algo que está constituido en primer lugar en el texto. Un texto literario afirma y niega simultáneamente la autoridad de su propio modo retórico y, leyendo el texto tal como lo hemos leido, tan sólo tratábamos de aproximarnos a la condición de lector riguroso que el autor ha de asumir para escribir la frase en su primem inštancia. La escritura poética es el modo más avanzado y refinado de deconstrucción; puede diferir de la escritura critica o discursiva en cuanto a la economia de su articulación, pero no en cuanto a su especie" (1979: 31). En el párrafo anterior pueden leerse afirmaciones que tienen que ver con muchas de las cuestiones que antes se han presentado como caracteristicas del pensamiento demaniano. En definitiva, la tesis más Uamativa es la que sostiene un acercamiento inmanente a un texto que se deconstruye a si mismo. Derrida, comentando a De Man, lo dice claramente: "Es otro modo de decir: hay ya siempre deconstrucción, en obra en las obras, especialmente en las obras literarias. La deconstrucción no se puede aplicar, post facto y desde el afuera, como un instrumento técnico de la modernidad. Los textos se deconstruyen a si mismos por simismos, basta con recordarlo o con remitirlos a simismos" (1986: 128, de la traduction). 5. J. Hillis Miller (1928-) J. Hillis Miller es uno de los miembros del grupo de Yale que sigue más apegado a los presupuestos de la deconstrucción literaria. Doctor por la universidad de Harvard (en 1952), ha ensefiado en ésta y otras prestigiosas universidades (Johns Hopkins, Yale y California at Irvine). Su teória deconstruccionista se basa mucho en el concepto de mise en abyme, en el juego infinito del lenguaje -donde un signo se sustituye por otro sin fin-. Puesto que el texto se deconstruye a si mismo desde el interior, no se puede hablar de un método apli-cado exteriormente, sino más bien de una buena lectura atenta {close reading). Todos los textos, literarios y críticos, pueden ser deconstruidos (Kneale, 1994: 188). Su defensa de la deconstrucción como forma de lectura, incluso en tiempos en que parece que han pasado de móda los acercamientos formalistas a favor de una considera- Teoría de LA literatura 425 ción preferente a los aspectos extrínsecos, queda patente en las siguientes palabras, que traducimos del inglés: "Desde que "leer" en ešte sentido [en el de análisis retórico paciente y alerta] es indispensable a cualquier preocupación responsable por las rela-ciones de la literatura con lo que estáfuera de ella, sería una catástrofe para el estudio de la literatura si las agudezas [insights] de la deconstrucción, junto con las del New Criticism y las de críticos como William Empson y Kenneth Burke, hubieran de ser olvidadas o relegadas a una etapa superada en un imaginario "desarrollo" histórico, hasta el punto de no tener que ser tenidas en cuenta en el trabajo actual del estudio de la literatura hoy dia. Yo iria tan lejos como hasta decir que, parafraseando a de Man, "la tarea de la critica literaria en los aňos venideros" va a ser la mediación entre el estudio retórico de la literatura -del que la "deconstrucción" es con mucho el más riguroso de los Ultimos tiempos- y el ahora tan irresistiblemente atractivo estudio de las relaciones extrínsecas de la literatura" (1989: 104). Un trabajo famosisimo de J. Hillis Miller es el que publica en el numero 3 de la revista Critical Inquiry (Chicago), ütulado El crítico como anfitrión, recogido en una version más amplia en el "manifiesto" de 1979 (Varios Autores, 1979: 217-253). Resumimos la primera version (Asensi, ed. 1990: 157-170). Partiendo de la oposición de la lectura deconstructiva como parasite (asi la llama W. Booth) de una lectura supuestamente obvia y unívoca, háce una "deconstrucción" -basándose en la etimología y en el sentido de las palabras- de pará-sito y anfitrión. Este detallado análisis demuestra "la gran complejidad y equívoca riqueza del lenguaje aparentemente obvio o unívoco", incluso el de la critica, que es "continuation del lenguaje de la literatura". Complejidad que se basa en el hecho de que "[...] no hay expresión conceptual sin figura, y de que no hay entrelaza-miento entre concepto y figura sin una história, narración o mito implicados, en este caso la história del extraňo invitado en el hogar. La deconstrucción es una investigation de lo que implica esta inherencia de la figura, del concepto y de la narration presente en cada uno de ellos. La deconstrucción es, por tanto, una disciplina retórica" (164). Tanto la lectura obvia como la deconstructiva son invitados parásitos; y la lectura obvia tiene siempre una deconstructiva en calidad de parasite encriptado, y al mismo tiempo la lectura deconsrtructiva no logra librarse de la logocéntrica a que quiere opo-nerse. El poema, ni anfitrión ni parasite, es comida que ambas necesitan; además "el parásito está siempre presente dentro del anfitrión, el enemigo dentro de la casa" (167). Tras otro ejemplo de deconstrucción de la palabra regalo, observa que el regalo siempre obliga a hacer otro regalo "igual que un poema invita a una secuencia sin fin de comen-tarios que nunca logran aprehenderlo totalmente" (168). El poema es regalo ambiguo, comida, victima, cosumido por críticos expertos e inex-pertos, y también es parasitario de poemas anteriores, como estudia Harold Bloom. La ley del anfitrión y del enemigo se aplica lo mismo a textos críticos y a los textos de que tratan. Las palabras finales del tabajo resumen muy bien, en nuestra opinion, sus tesis: "El poema, como todos los textos, es "ilegible", si por "legible" se entien-de "abierto a una interpretation única, definitiva y unívoca". De hecho, ni la lectura "obvia" ni la "deconstructiva" son unívocas. Cada una contiene, en si misma y necesariamente, su enemigo, cada una es a la vez anfitrión y parásito. 426 José Domínguez Caparrós La lectura deconstructiva contiene la obvia y viceversa. El nihilismo es una extraňa presencia inalienable dentro de la metafíscia occidental, a la vez en los poemas y en las críticas de lospoemas" (170). A la vista de las notas anteriores parece que J. Hillis Miller representaria una her-menéutica extremadamente textual, y más que hablar de impasse de la interpretacion a propósito de su teória, como hace A. Berman (1988: 229), habria que pensar en la interpretacion infinita, no desconocida de los santos padres de la tradición cristiana cuando hablan de la Biblia (Domínguez Caparrós, 1993). 6. Geoffrey H. Hartman (1929-) Nacido en Alemania, emigra de nifio a Estados Unidos, se doctora en la Universidad de Yale. Es un reconocido especialista en el romanticismo, especialmente en William Wordsworth, sobre el que trata precisamanete su colaboración en el "manifiesto" decons-truccionista de 1979. Los textos biblicos es otro de los campos de su quehacer cientifico, y ahí está, junto a la deconstrucción de los aňos 70, una de las fuentes de su interes por el comentario (Leboreiro, 1992: 13). Hartman no es un deconstruccionista dogmático; hay aspectos de la deconstrucción que le atraen especialmente, como son "la más grande libertad interpretativa para el comentario y el comentarista, la legitimáciou de un estilo crítico creador, las nuevas técnicas para comprender el lenguaje literario y, sobre todo quizás, la necesidad de la misma teória" (Kneale, 1993: 354). Le selección de textos traducidos por Xurxo Leboreiro Amaro, asi como la introduction que el mismo traductor hace a Geoffrey H. Hartman, proporciona un material utilísimo para el conocimiento de este crítico. A esta antológia pertenecen los textos con que ilustramos seguidamente algunas de las ideas más conocidas de Hartman. La frontera borrosa entre texto original y comentario crítico, lo que lleva a pre-conizar una consideración de la crftica como creación, no es algo nuevo: "Los rabinos y los Padres de la Iglesia, asi como los Ultimos cabalistas, incluso cuando pensaban estar respetando el sentido literal de la Escritura, estaban produciendo interpretaciones llenas de inventiva, ajustes ingeniosos de la verdad recibida y autorizada bajo la presión de los acontecimientos coti-dianos que no podían ser fácilmente reconciliados con la verdad. Se aferra-ron al texto: era parte de su sagrado matrimonio". Obras de crftica moderna, como las de Derrida (en Glas) o Roland Barthes ( en S/Z), tienen una afinidad con esta tradición exegética antigua, según Hartman, porque funden "lafiierza expresiva del comentario interpretativo con lafuerza inspiradora y en algunas ocasiones desorganizadora de la obra de arte que es objeto de comentario" (1992: 250). La deconstrucción, que para Hartman es un método de lectura atenta (1992: 256), está perfectamente descrita en el siguiente fragmente: [...] lo que los deconstruccionistas hacen es leer tan atentamente que un texto se obre de nuevo y revela tanto las energias temibles o alegres del lenguaje como los trucos que lo clausuran. Estos trucos pueden ser internos, las defensas propias del artista, o externos, la asimilación prematura de un libro por el comentario normativo" (1992: 262). Teoría de LA literatura 427 Irónia y dištancia; residuos materiales y metafóricos; resonancias complejas, hiatos y equívocos del significado, son otras tantas maneras de cuestionar la "vida monológica de un texto" (1992: 262). 7. Harold Bloom (1930-) Nacido en Nueva York, se forma en las universidades de Cornell y Yale, donde se doctoró en 1955. Desde ese aňo enseňó en Yale, y después en New York University. En el quehacer de H. Bloom distingue Donald E. Pease (1994) dos etapas, segun quién sea el objetivo de su oposición: entre 1954 y 1967, se opone a T. S. Eliot y los New Critics, apoyándose en N. Frye; después, a Derrida y la deconstrucción. Especialista en poesía romántica, se interesa por la tradición viva de la imaginación visionaria, que desarrolla en su libro de 1961 -que conoce una segunda edición revisada en 1971- The visionary company (traducido al espafiol en 1974). Sus contactos con el psi-coanálisis le inspiran su teória sobre la influencia, que desarrolla en cuatro libros: The anxiety of influence (1973), A map of misreading (1975), Kabbalah and criticism (1975) y Poetry and repression (1976). Frank Lentricchia (1980: 297-320) subtitula su trabajo sobre Bloom con la frase Un ánimo de venganza, pues nunca ha dej ado de criticar a sus antecesores, los New Critics. Asi su obra se convierte en un ejemplo de influencia: por sus ataques y por su depen-dencia de N. Frye para la consideración de las dimensiones arquetípicas y míticas. Si en el caso de los New Critics se trata de un enfrentamiento paterno, en el de los nuevos críticos franceses, los estructuralistas y los postestructuralistas se asiste a un enfrentamiento fraterno. Pero, observa Lentricchia (1980: 302) "sigue cautivo de la postura a que se enfrenta, perfecta ilustráciou viviente de su propia teória". Lentricchia, que se centra fundamentalmente en el análisis de la tetralogía sobre la influencia, mientras desiaca la reintegración de la poesía a la história que lleva a cabo Bloom, y las posibili-dades de su teória de la influencia en una nueva história literaria, sefiala la debilidad de su teória de la interpretación - "elaborar un poema crítico que entre en competencia con el texto supuestamente considerado" (1980: 319)-, para terminar diciendo que repre-senta lo más valioso y lo más retrógrado y antiintelectual: el deseo de ser un teórico original (1980: 320). Claro que antes pueden leerse referencias al "borrascoso tono general" (pág. 314) de la tetralogía, al "énfasis retórico y tonal de su escritura", llegando a calificarlo de "el más espantable y solitario titán de la crítica contemporánea". La obra de H. Bloom que interesa en relación con la deconstrucción es fundamentalmente su tetralogía sobre la influencia. Lentricchia (1980: 311-312) observa que, a pesar de los ataques a Derrida, da la impresión de que Bloom quiere unírsele, precisa-mente por su teória de la interpretación crítica como mala lectura, tema que apunta The anxiety of influence, cobra importancia en A map of misreading y predomina ya en Kabbalah and criticism. No debe extraňar entonces que la aportación de H. Bloom al "manifiesto" de 1979 sea precisamente una presentacion general de su labor crítica centrada en esta teória. De The breaking of form sacamos la siguentes notas. Dice Bloom que él hace "teória de la poesía" -su objeto es "el concepto de la naturaleza yfunción del poeta y la poesía" (1979: 2), y no la técnica de la composición poética-. Central en esta teoría considera la cuestión de "las fuentes de los podereš de la poesía", que están en los podereš de otros poemas ya escri-tos, o mejor, ya leídos. Un mito proximo al del poeta sobre sus orígenes es el romance de família, en el sentido de Freud, es decir, "la interpretación fantástica de sus padres que 428 José Domínguez Caparrós háce el niňo". El poeta se ve como un niňo cambiado, lo que le da una enorme libertad, libertad en el poema, libertad de sentido, que se manifiesta especialmente cuando se ejerce contra la tradición y contra el lenguaje. En cuanto al lenguaje poético, cabe adoptar una teória mágica (como hacen los cabalistas, y muchos poetas), o el nihilismo lingüistico de la deconstrucción. Cualquiera de las dos posturas son aceptables, pero no un compromiso entre ellas, pues lo imprescindible es la lucha, el agon. Un buen poeta siempre es combati-vo. El sentido se arranca en un combate de sentido contra sentido; combate que es un encuentro de lectura. El arte de la guerra poética es conducido por una clase de lectura fuerte que se llama mala lectura {misreading). Las ficciones y los poemas se defmen como obras que tienen que ser mal leídas, es decir "troped by the reader" (tropeadas / figura-das por los lectores). Pues la lectura, en contra del mito de su inocencia, es desidealizada en propuestas como las de la gnosis y la cábala, que ofecen "modelos drásticos de lectura creativa y escritura critica". Todo acta de interpretation, como la exegesis gnóstica de la Escritura, es un acto de "violencia textual"; la cábala ilustra muy bien esa violencia inter-pretativa. Sigue Bloom diciendo que no hay textos sino interpretaciones, como ya han dicho otros antes -entre ellos el rabino provenzal del siglo XHI, Isaac el Ciego-. El poeta es un lector, y un poema sólo se conoce en una lectura, propia o de otro. En una afirmación, frecuentemente recordada, de la introduction a su A map of misreading, dice Bloom: "Influencia, como yo la entiendo, significa que no hay textos, sino sólo relaciones entre textos" (1975a: 11, de la traduction italiana). Las palabras se refieren sólo a otras palabras, en un juego retórico continuo. Para Nietzsche cada palabra es un clinamen (mala interpretation), y por tanto: "Lo único que siempre hay es sesgo, inclinación, prejuicio, desvio; lo único de siempre es la lucha verbal por la libertad, y la lucha es continuada no con decir la verdad, sino con palabras que mienten contra el tiempo" (9). La libertad y la mentira llevan a la evasion, en poesia, de la necesidad de morir. El estudio de la poesia también es una evasion, que lingiiísticamente constituye el tropo. El tropo es concebido, en sentido muy amplio, como ratios revisionistas {revisionary ratio), que, en numero de seis, son explicadas en The anxiety of influence. Todo crftico emplea tropos (metafora, metonimia, sinécdoque, irónia,...) en la lectura de un poema. Después de la referencia a dos escuelas antiguas de interpretation (la de Alejandría, inspirada en Aristoteles, se funda en la analógia y cree en un sentido fijo, como los New Critics; frente a la de Pérgamo, inspirada en los estoicos, se funda en la anomália, y emplea la alegória en su interpretation, como hacen los deconstructivistas) afirma que la production de sentido por la ruptúra de la forma se explica a partir de tropos de raíz psicológica. El ego del psicoanálisis es el si mismo {self) poético, que se defiende frente al ello (el precursor). En la misma onda psicológica, hay que decir que la auténtica alusión de un poema a otro anterior sólo se hace por lo que no dice, lo que reprime. Relaciona, asi, el tropo con el concepto freudiano de defensa, después de naber explicado que todo conocimiento poético es necesariamente conocimiento por tropos, experiencia de emotion por tropos y expresión por los tropos que llevan a cabo la revision. Es difícil leer un poema en sentido "propio". El resto del trabajo es un comentario de un poema de John Ashbery, a partir de estas propuestas. La presentation resumida que hace H. Bloom de su critica, en el trabajo que acaba-mos de reseňar, da cuenta de los temas principales de su teória por la época de la hegemónia critica de la escuela de Yale. Sólo vamos a enumerar las seis ratios revisionistas, tal y como las presenta en The anxiety of influence, y llamar la atención sobre el capítu- Teoría de la literatura 429 lo intermedio de este mismo libro, titulado Un manifiesto por la crítica antitética, que ilustra de forma precisa sobre su teoría literaria de las influencias. Las seis ratios, cuyos términos están tornados del lugar que se indica entre paréntesis, son: - clinamen (Lucrecio): mala lectura o comprensión poética; - tessera (cultos de misterios antiguos): completar y antítesis; - kenosis (San Pablo): repetition y discontinuidad; - daemonization (neoplatonismo): contra-sublime; - askesis (presocráticos): purgation y solipsismo; - apophrades (regreso de la muerte a los atenienses): retorno de los muertos. Véase la clara explication de cada uno de estos conceptos que Ueva a cabo Cristina Alvarez de Morales (1996) en su útil introducción a la teoría poética de Harold Bloom. En el capitulo sobre la crítica antitética, afirma Bloom que la crítica es antitética por cuanto que consiste en una serie de "desvíos bruscos a imitation de actos únicos de malentendidos creadores"; es decir, lo mismo que hace la imagination del poeta: malin-terpretar a los anteriores poetas leídos (1973: 109, de la traduccion). Es imposible una crítica directa, por decirlo asi; es necesario concocer, en la poesia, su romance familiar (sus discípulos, críticos o poetas). La história de la poesia es la história de cómo los poetas, en su calidad de poetas, han sufrido a otros poetas. Por eso, la ultima frase de este manifiesto dice que "la crítica es el arte de conocer los caminos secretos que van de poema a poema" (1973: 112). Lo que Bloom escribe como resumen es una síntesis perfecta de sus tesis: "Resumen: Todo poema es la interpretation errónea de un poema padre. Un poema no equivale a la superación de la angustia, sino que es esa angus-tia. Las malas interpretaciones de los poetas o poemas son más drásticas que las malas interpretaciones de los críticos o críticas; pero se trata solamente de una diferencia de grado y no de especie. No hay interpretaciones, sino solamente malas interpretaciones, y, por lo tanto, toda crítica es poesia en prosa " (1973: 110-111). Quede en estas notas la presentation breve de las tesis más conocidas de Bloom en la época en que se relaciona con la escuela de Yale. Representa una teoría de la intertex-tualidad y de la história literaria. Los trabajos posteriores de Bloom parecen prescindir de la dosis de relativismo implicito en su idea de la crítica, para buscar un canon indis-cutible de "autoridades de nuestra cultura", que concreta en veintiséis escritores y al que se entra por fuerza estética (dominio del lenguaje metafórico, originalidad, poder cogni-tivo, sabiduría y exuberancia en la diction (1994: 11,39). Aunque sus ideas de la influen-cia no estén ni mucho menos negadas, si llama la atención la defensa feroz del individualismu frente a todas las corrientes postestructuralistas: "La originalidad se convierte en el equivalente literario de términos como empresa individual, confianza en uno mismo y competencia, que no ale-gran los corazones de feministas, afrocentristas, marxistas, neohistoricistas inspirados por Foucault o deconstructivistas; de todos aquellos, en suma, que he descrito como miembros de la Escuela del Resentimiento" (1994: 30). Al leer este párrafo no hay que insistir en las cualidades que F. Lentricchia atribuia al estilo de H. Bloom, según comentamos al principio. 430 José Domínguez Caparrós V. VALORACIONES DE LA DECONSTRUCCIÓN Pocas corrientes críticas del siglo XX habrán despertado más polémica que la deconstrucción, incluso con repercusiones públicas. De lo que debieron de ser las resis-tencias y luchas internas en las universidades americanas, y en general en las universi-dades del mundo anglosajón, a todo lo que tuviera que ver con la "deconstrucción", nos da idea la polémica desatada en la Universidad de Cambridge con motivo de la conce-sión del doctorado honoris causa a Jacques Derrida, en 1992. Finalmente, en una votación del 16 de mayo de 1992, Derrida gana por 336 votos contra 204. Pero de la polémica se hacen eco periódicos de gran prestigio (Times, Newsweek o Le Monde); las acusaciones contra Derrida son las de charlatanismo, de ininteligible y de nefasto. (Vease Le Monde des Livres, 5-VI-92.) En general, las presencia de la deconstrucción en las discusiones y publicaciones teó-ricas de los aňos 80 y 90 son abundantísimas, sobre todo en el mundo cultural de habla inglesa. El tono de la resistencia que despierta en quienes no participan de sus teorías nos lo pueden dar algunos ejemplos de personalidades de prestigio. René Wellek (1982: 102), gran defensor de las posiciones del New Criticism, afirma: "El New Criticism se ha convertido en víctima del ataque general contra la literatura y el arte, de la "deconstrucción" de los textos literarios, de la nueva anarquía que permite una total libertad de interpretación, y también de un autoconfesado "nihilismo " ". En el mismo numero de la revista Critical Inquiry (3, 1977) en que aparece el famo-so artículo de J. Hillis Miller, El crítico como anfitrión, y precediendo inmediatamente a ešte trabajo, se publica un artículo del muy conocido historiador de la literatura, M. H. Abrams, con el expresivo título de The Deconstructive Angel. Allí se leerá un detallado análisis de sus diferencias respecto a las teorías de J. Hillis Miller, que Abrams resume para discutirlas. El punto cracial del desacuerdo con Miller está, dice Abrams, en que no se conforme con la afirmación de "que alguna vez, o siempre, yo estoy equivocado en mi interpretación, sino en que yo -como otros historiadores tradicionales- nunca puedo acertar en mi interpretación" (1977: 427). Está claro que esto es muy difícil de aceptar por parte de un historiador. El terna de la deconstrucción no deja de preocupar a M. H. Abrams en los aňos siguientes, como muestran los trabajos recogidos en la sección cuarta de su recopila-ción de 1989 (Doing things with texts: theories of newreading), entre los que el titula-do Construing and deconstruing (1989: 297-332) -conferencia de 1983, publicada en 1986- constituye su análisis más sistemático de la deconstrución y su uso en la crítica. Otro ejemplo de crítica del movimiento deconstructivista procedente del ambiente nor-teamericano es la de John M. Ellis (1988). Resume Ellis la deconstrucción en los siguientes puntos: el discurso deconstructivista mina el estatuto referencial del lengua-je que va a ser deconstruido; se cuestiona las ideas sobre el signo, el lenguaje, el texto, el contexto, el autor, el lector, la interpretación y la crítica; revisa completamente el pensamiento tradicional; no hay objetividad fuera de uno mismo; "deconstruir" un discurso es mostrar cómo mina la filosofía que afirma; el texto rehúye cualquier lectura como privilegiada; la deconstrucción es lo contrario de cualquier forma tradicional de crítica. J. M. Ellis hace una valoración negatíva, después de razonar las contradiccio-nes y debilidades del movimiento deconstructivista. En los escritos de un autor muy difundido últimamente entre nosotros, donde se le ha concedido un premio Principe de Asturias, George Steiner, no es raro encontrar desa- Teoría de la literatura 431 cuerdos fundamentales con la deconstrucción. Asi, en Presencias reales, en el contexto de su defensa de una interpretación vivida, una ética de la recepción como encuentro cor-tés con la inmanencia del arte o una defensa de la crítica como auténtica creación, fren-te a un excesivo prestigio del cientificismo en las humanidades, o el triunfo de lo secun-dario (el comentario del comentario cada vez más alejado del texto primario), la deconstrucción es juzgada en términos muy apasionados: "Quiero referirme aqui, de una vez por todas, a la jerga con frecuencia repulsiva, al oscurantismo artificial y a las engaňosas pretensiones de tecni-cismo que hacen ilegible la mayor parte de la teoría y de la practica postestructuralista y deconstructiva, en particular entre sus epígonos académicos" (1989: 145) Estas palabras están al final del capitulo que precede al que resume los postulados de la deconsrucción (1989: 145-158) y al que recoge la crítica de la deconstrucción (1989: 158-166). Por no alargar la relación, nos vamos a referir, en ultimo lugar, a la opinion de un teórico de la literatura tan significativo en la história de la crítica como es Tzvetan Todorov. En la parte de su libro L'homme dépaysé (1996) que habla de los Estados Unidos, hay un capitulo dedicado a la crítica literaria, y una sección del mismo consa-grada al postestructuralismo, que fundamentalmente trata de la deconstrucción. Si la crítica americana hasta el ano 1968 trataba de responder a la pregunta de "i,que significa un texto?", la crítica postestructuralista americana, según Todorov, hace que esta pregunta carezca de interes porque cada una de las dos corrientes en que puede dividirse esta época de la crítica {deconstrucción y pragmatismó) la vacía de contenido con sus respuestas: el texto no significa nadá (deconstrucción) o el texto significa cualquier cosa (pragmatismó). La deconstrucción, según Todorov, puede caracterizarse por tres tesis correlativas: 1) No se puede acceder al mundo, sólo existe el discurso, que envía a otros dicursos. 2) El discurso es incoherente, como demuestra el trabajo del deconstruccionista cuando demuestra que el texto se contradice en su interior, que sus intenciones no tienen que ver con su realidad. 3) No hay una razón para preferir un discurso a otro, ni para elegir un valor f rente a otro. Reducida a estas tres tesis, empieza el comentario de Todorov en el sentido, por ejemplo, de que llama la atención el dogmatismo de la tesis de la incohe-rencia de los textos; lo forzado de la tesis de la inaccesibilidad del mundo; el asimilar todos los valores a valores religiosos o al "poder", con lo que no se diferencia entre fe y razón, y se justifica un refugiarse, sin mala conciencia, en una aceptación del orden existente. Todorov adopta la calificación de "escepticismo dogmático" para la deconstrucción, con los inconvenientes de los dos excesos. Es un escepticismo, pero al mismo tiempo un dogmatismo, pues decide por adelantado qué es lo que dice un texto: "nadá". Poniendo en paralelo la afirmación de Hillis Miller (por cualquier camino el lector siempre llega a una contradicción flagrante) con la de San Agustín (cualquier camino seguido por el interprete es bueno si llega al reino de la caridad, el dogma cristiano), concluye Todorov: "Este aspecto dogmático explica sin duda el extraordinario éxito de la deconstrucción en la institución universitaria: bašta con aplicar la receta a una materia nueva y se obtiene una exegesis "original" (1996: 190). Llama la atención que lo que empezó como una crítica de las certezas metafísicas acabe en las certezas menos prestigiosas de un dogma. 432 José Domínguez Caparrós De todas maneras, la cantidad e importancia de los comentarios que suscita dan una idea de la magnitud del fenómeno. Y en cualquier caso, parece que siempre sera un modelo la sutileza y libertad con que se desentraňa el poder significativo de un texto, por no limitarse más que a lo que el texto, sin ninguna censura previa, puede decir. M. Asensi (2000) destaca cómo el textualismo de la deconstrucción, su defensa del acto de lectura, es uno de los rasgos que la distingue de otras corrientes del post-estructuralismo -o hete-rismo, como prefiere llamarlo-. Y aquí volvemos a encontrar otro rasgo llamativo: quizá lo que aporta la deconstrucción sea lo que más la une a la manera formalista de leer los textos en el New Criticism. Otra vez lo nuevo acaba en viejo. En Espafia la deconstrucción en teória literaria no ha tenido ni tiene el protagonismo y la vigencia que en los países de habla inglesa. Con todo, no faltan quienes analizan sus aspectos teóricos (Asensi, Nicolas, Pozuelo, Lynch) o la incluyen en su practica textual (Asensi, Blesa). REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ABRAMS, M. H.: 1977 "The Deconstructive Angel", Critical Inquiry, 3, 425-438; también en 1989: 237-252. — 1989 Doing things with texts. Essays in criticism and critical theory, edited and with a Foreword by Michael Fisher, New Yor, London, Norton, 1991. ADAMSON, Joseph: 1993 "Deconstruction", "Différance I difference" en Makaryk, Irena R. (ed.), 1993: 25-31, 534-535. AGUIAR E SILVA, V. M. de: 1986 "Para uma leitura deconstrutivista da poesia de Rosalia de Castro", en Actos del Congreso Internacionál de estudios sobre Rosalia de Castro e o seu tempo, Santiago de Compostela, Universidad, II, 183-191. 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