Jean-Francois Lyotard (1924-1998) ( |< >NDICIÓN POSTMODI-RNA deslegitimación En la sociedad y la cultura contemporáneas, sociedad postindus-iii.il, cultura postmoderna, la cuestión de la legitimación del saber se tea en otros términos. El gran relato ha perdido su credibilidad, cual sea el modo de unificación que se le haya asignado: relato es-ulativo, relato de emancipación. Se puede ver en esa decadencia de los relatos un efecto del auge de técnicas y tecnologías a partir de la Segunda Guerra Mundial, que ha puesto el acento sobre los medios de la acción más que sobre sus fines; o bien el del redespliegue del capitalismo liberal avanzando tras su re-pliegue bajo la protección del keynesismo durante los aňos 1930-1960; auge que ha eliminado la alternativa comunista y que ha revalorizado el disŕrute individual de bienes y servicios. Estas búsquedas de causalidad siempre son ilusorias. Supóngase que se admite una u otra de esas hipótesis. Queda por explicar la corre-lación de las tendencias invocadas con la decadencia de la potencia unificadora y legitimadora de los grandes relatos de la especulación y de la emancipación. El impacto que la recuperación y la prosperidad capitalista, por una parte, el auge desconcertante de las técnicas, por otra, pueden te-ner sobre el estatuto del saber es ciertamente comprensible. Pero antes es preciso reparar en los gérmenes de la «deslegitimacion» y del nihilis- 501 mo que eran inherentes a los grandes relatos del siglo xix, para com-prender cómo la ciencia contemporánea podia ser sensible a esos im-pactos desde bastante antes de que tuvieran lugar. El dispositivo especulativo en principio encubre una especie de equivocación con respecto al saber. Muestra que éste sólo merece su nombre en tanto se reitera (se «apoya», hebt sich auf) en la cita que hace de sus propios enunciados en el seno de un discurso de segunda clase (autonómia) que los legitima. Que es lo mismo que decir que, en su in-mediatez, el discurso denotativo con respecto a un referente (un orga-nismo vivo, una propiedad química, un fenómeno fisico, etc.) no sabe en realidad lo que cree saber. La ciencia positiva no es un saber. Y la especulación se nutre de su supresión. De este modo, el relato especulativo hegeliano contiene en sí mismo, y según el testimonio de Hegel, un escepticismo con respecto al conocimiento positivo. Una ciencia que no ha encontrado su legitimidad no es una ciencia auténtica, desciende al rango más bajo, el de la ideológia o el de ins-trumento del poder, si el discurso que debía legitimarla aparece en sí mismo como referido a un saber precientífico, al mismo título que un «vulgär» relato. Lo que no deja de producirse si se vuelven contra él las reglas de juego de la ciencia que cse saber denuncia como empírica. Sea el enunciado especulativo: un enunciado científico es un saber si y, solamente si, se sitúa a sí mismo en un proceso universal de gene-ración. La cuestión que se plantea con respecto a él es: češte enunciado es en sí mismo un saber en el sentido determinado por él? Sólo lo es si puede situarse a sí mismo en un proceso universal de generación. Y puede. Le bašta con presuponer que ese proceso existe (la Vida del espíritu) y que él es su expresión. Esta presuposición es incluso indispensable para el juego de lenguaje especulativo. Si no se hace, el len guaje de la legitimación sería en sí mismo legítimo, y, como la ciencia, quedaría sumido en el sinsentido, al menos si se cree al idealismo. Pero se puede comprender esta presunción de un sentido total-mente distinto, que nos aproxime a la cultura postmoderna: define, se dirá, desde la perspectiva que hemos adoptado anteriormente, al grupo de reglas que es preciso admitir para jugar al juego especulativo. Se-mejante apreciación supone primeramente que se acepta como modo generál del lenguaje de saber el de las ciencias «positivas», y en segun-do lugar, que se considera que ese lenguaje implica presuposiciones (formales y axiomáticas) que siempre debe explicitar. En términos dife-rentes, Nietzsche no hace otra cosa cuando muestra que el «nihilismo europeo» resulta de la autoaplicación de la exigencia científica de ver-dad a esta exigencia. De ese modo se abre paso la idea de perspectiva, que no está lejos, al menos según esta consideración, de la de los juegos de lenguaje. Se tiene ahí un proceso de deslegitimación que tiene por motor la exigencia de legitimación. La «crisis» del saber científico, cuyos signos se mul-tiplican desde fines del siglo xix, no proviene de una proliferación for-tuita de las ciencias que en sí misma sería el efecto del progreso de las técnicas y de la expansión del capitalismo. Procede de la erosión interna del principio de legitimidad del saber. Esta erosión es efectiva en el juego especulativo, y es la que, al relajar la trama enciclopédica en la que cada ciencia debía encontrar su lugar, las deja emanciparse. Las delimitaciones clásicas de los diversos campos científicos quedan sometidas a un trabajo de replanteamiento causal: disciplinas que desapa-recen, se producen usurpaciones en las fronteras de las ciencias, de donde nacen nuevos territorios. La jerarquía especulativa de los cono-cimientos deja lugar a una red inmanente y por asi decir «plana» de in-vestigaciones cuyas fronteras respectivas no dejan de desplazarse. Las antiguas «facultades» estallan en instituciones y řundaciones de todo tipo; las universidades pierden su řunción de legitimación especulativa. Despojadas de la responsabilidad de la investigación que el relato especulativo ahoga, se limitan a transmitir los saberes considerados es-tablecidos y aseguran por medio de la didáctica más bien la reproduc-ción de los profesores que la de los savants. Es en este estado en el que Nietzsche las eneuentra, y las condena. En cuanto al otro procedimiento de legitimación, el que procede del Aufklärung, el dispositivo de la emancipación, su potencia intrínse-ca de erosión no es menor que la que opera en el discurso especulativo. Pero lleva a otro aspecto. Su característica es rundar la legitimidad de la ciencia, la verdad, sobre la autonómia de los interlocutores com-prometidos en la practica ética, social y política. Pues esta legitimación crea de golpe un problema, como hemos visto: entre un enunciado denotativo con valor cognitivo y un enunciado preseriptivo con valor práctico, la diferencia es de pertinencia y, por tanto, de competencia. Nada demuestra que, si un enunciado que deseribe lo que es una realidad es verdadero, el enunciado preseriptivo que tendrá necesariamen-te por efecto modificarla, sea justo. Sea una puerta cerrada. De La puerla está cerrada a Abrid la puerta, no hay conseeuencias en el sentido de la logica de predicados. Los dos enunciados se refieren a dos conjuntos de reglas autónomas, que deter-minan pertinencias diferentes, y por ello competencias diferentes. Aquí, el resultado de esta división de la razón en cognitiva o teórica por una parte, y practica por otra, tiene por efecto atacar la legitimidad 50,' 503 del discurso de ciencia, no directamente, sino indirectamente revelando que es un juego de lenguaje dotado de sus propias reglas (cuyas condi-ciones apriori de conocimiento son en Kant un primer planteamien-to), pero sin ninguna vocaciön de reglamentar el juego präctico (ni es-tetico, por lo demas). Se pone asi en paridad con otros. Esta «deslegitimaciön», si se la persigue aunque solo sea un poco, si se amplia su alcance, lo que hace Wittgenstein a su manera, y lo que hacen a la suya pensadores como Martin Buber y Emmanuel Levinas, abre el Camino a una importante corriente de la postmodernidad: la ciencia juega su propio juego, no puede legitimar a los demas juegos de lenguaje. Por ejemplo, el de la prescripciön se le escapa. Pero ante todo no puede legitimarse en si misma como suponia la especulaciön. En esta diseminaciön de los juegos de lenguaje, el que parece disol-verse es el propio sujcto social. El lazo social es lingüistico, pero no esta hecho de una ünica fibra. Es un canamazo donde se entrecruzan al menos dos tipos, en realidad un numero indeterminado, de juegos de lenguajes que obedecen a reglas diferentes. Wittgenstein escribe: «Se puede considerar nuestro lenguaje como a una vieja ciudad: un labe-rinto de callejas y de plazuelas, casas nuevas y viejas, y casas ampliadas en epocas recientes, y eso rodeado de bastantes barrios nuevos de Calles rectilineas bordeadas de casas uniformes.» Y para demostrar que el principio de unitotalidad, o la sintesis bajo la autoridad de un metadis-curso de saber, es inaplicable, hace sufrir a la «ciudad» del lenguaje la vieja paradoja del sorites, preguntando: «iA partir de cuantas casas o Calles una ciudad empieza a ser una ciudad?» Nuevos lenguajes vienen a anadirse a los antiguos, formando los barrios de la ciudad vieja, «cl simbolismo quimico, la notaciön infinitesimal». Treinta y cinco afios despues, se pueden anadir los lenguajes-maquinas, las matrices de teoria de los juegos, las nuevas notaciones musicales, las notaciones lögicas no denotativas (lögicas del tiempo, 16-gicas deönticas, lögicas modales), el lenguaje del cödigo genetico, los grafos de las estructuras fonolögicas, etc. Se puede sacar de este estallido una impresiön pesimista: nadie ha-bla todas esas lenguas, carecen de metalenguaje universal, el proyecto del sistema-sujeto es un fracaso, el de la emancipaciön no tiene nada que ver con la ciencia, se ha hundido en el positivisimo de tal o tal otro conocimiento particular, los savants se han convertido en cientifi-cos, las tareas de investigaeiön desmultiplicadas se convierten en tareas divididas en parcelas que nadie domina; y por su parte, la filosofia es-peculativa o humanista solo anula sus funciones de legitimaeiön, lo que explica la crisis que sufre alli donde pretende asumirlas todavia, o iIik t Ion al estudio de lögicas o historias de las ideas alli donde ha de- llltido por realismo. Esc pesimismo es el que ha alimentado a la generaeiön de comien-tits di' siglo cn \'icn.i: artistas, Musil, Ki.uis. HoIni.innsih.il. Loos, - nberg, Broch, pero tanibien iilösofos como Mach y Wittgenstein. Sin > lnd.i han llcvado tan lcjos como era posible la ciencia y la respon-ibilidad teörica y artistica de la deslegitimaciön. Se puede decir hoy «ine ese trabajo ya ha sido realizado. No va a reiniciarse. Fue la fuerza de Wittgenstein para no salir del aspecto del positivismo que desarro-llab.i el Circulo de Viena y para rastrear en su investigaeiön juegos de lenguaje, la perspectiva de otro tipo de legitimaeiön distinto a la per i......atividad. Con ella se las debe entender el mundo postmodemo. I ,i nostalgia del relato perdido ha desaparecido por si misma para la mayoria de la gente. De lo que no se sigue que esten entregados a la barbarie. Lo que se lo impide es saber que la legitimaeiön no puede venu de otra parte que de su practica linguistica y de su interaeeiön co-iiumicacional. Ante cualquier otra creencia, la ciencia «que se rie para ius adentros» les ha ensenado la ruda sobriedad del realismo. 505 504