NATURALEZA, CONVENCION Y TEÓRIA DEL GÉNERO* Bernard E. Rollin Umversidad del Estado de Colorado I Pocas veces se ha observado que la noción de «teória del género» entraňa una ambigüedad fundamental, ambi-güedad que, cuando se ignora, debe inevitablemente de-sembocar en dificultades de tipo lógico. En primer lugar, «leoría del género» puede referirse a la elaboración o pos-tulación de categorías según las cuales pueden clasificarse las obras de literatura, o más fundamentalmente, según las ( uales una serie de enunciados o inscripciones pueden o no identificarse como literarios. En ešte sentido, la teória del género debe presumiblemente contener descripciones o ex-plicaciones de las categorías postuladas de modo lo suficien-temente claro y explícito como para hacerlas capaces de ser aplicadas de manera coherente y (en la medida de lo posi-ble) sin ambigüedades a los textos objeto de clasificación. Es esta actividad la que ha ocupado la atención de un ex-traordinario numero de críticos, los cuales han formulado categorías tales como lírica, épica y drama, y han intenta-do explicar las características que las dehnen por innume-rables y tortuosos caminos (Hernadi 1972): la lírica opera entre la fe y la desesperanza, la épica entre la acción y la pasión, el drama entre la crisis y la serenidad (Bovet; véa-se Hernadi 1972), la lírica ve el mundo desde el interior Título original: «Nature, Convention, and Genre Theory», publi-cado en Poetics 10, 1981, págs. 127-143. Traducción de Eugenio Con-Ireras. Texto traducido y reproducido con autorización del autor. * Quiero expresar mi agradecimiento a Carol Cantrell, Doug Collins, Lynne Kesel, Morris Nellermoe, Jacques Rieux, Linda Rollin, Maria-Laure Ryan y Howard Smokier por los diálogos mantenidos con ellos acerca de algunas de las cuestiones tratadas en este trabajo. 130 BERNARD E. ROLLIN de un individuo; la épica lo ve desde el exterior; el drama desde el interior de varios individuos (Hirt; véase Herna-di 1972); etc., ad infinitum y ad nauseam. Otros críticos re-chazan esta tríada tradicional y ofrecen otras categorías; por ejemplo satira, história y romance, designaciones categóncas que se basan en el hecho de si la obra de literatura describe un mundo que es peor que el mundo de la experiencia, igual a él o mejor que él (Scholes 1974). Tales ejemplos proliferan con facilidad: la mayor parte de la bibliografia sobre teória del género consiste en la alegre e interminable formulación de tales teorías. Es precisamente la cantidad desconcertante de estos es-quemas categories lo que deberia llevar al individuo re-flexivo a un segundo y más fundamental sentido de «teória del género». En este sentido, la teória del género no es la elaboración de clasificaciones, sino la investigación de la lógica de tales clasificaciones; se trata de una actividad metodológica que se ocupa de responder a preguntas tales como por que hay necesidad de elaborar clasificaciones de las obras literarias, cómo se elaboran dichas clasificaciones, cómo se decide entre sistemas de clasificación alternativos y cómo se pone a prueba un sistema que se propone. Desde un punto de vista filosófico, este segundo sentido de teória del género es infmitamente más interesante que el prime-ro, puesto que las respuestas a estas preguntas son lógica-mente anteriores a la elaboración de aparatos categóncos, y cada elaboración debe en ultimo término enfrentarse a estas preguntas. En la medida en que un sistema de clasificación no presuponga o proporcione, explícita o imphci-tamente, respuestas a estos problemas, tal sistema habra demostrado su falta de interes, por el hecho de que es m-capaz de explicar por que ha de preferirse a la mezcolanza de los otros sistemas que también se han propuesto. Por consiguiente, abogo por la primacía lógica de nues-tro segundo sentido de teória del género, para el cual re-servaremos a partir de ahora el término de «teória del género», sobre nuestro primer sentido, que a partir de ahora llamaremos «clasificación de generös». Esta distinción que hemos establecido corre pareja con una distinción similar que debe establecerse con objeto de elimiriar las ambigue-dades inherentes al concepto de taxonomía en la ciencia bio- MATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 131 logica, concepto que utilizaremos en el curso de nuestra dis- < usión para arrojar luz al problema del género literario. Taxonomía, como ha seňalado G. G. Simpson (1961), es un término que se ha usado para referirse tanto al sistema que empleamos para clasificar organismos como a los prin- < ipios que fundamentan, explican y justifican nuestra elec-(ión de dicho sistema. De esta manera los animales podrían < lasificarse como voladores, nadadores, reptantes o corre-(lores; o podrían clasificarse en función de sus predileccio-nes alimentarias, como herbívoros, carnívoros, omnívoros, cle; o podrían clasificarse en función del habitat, distin-guiendo entre los que establecen su morada en los pantanos, en el desierto, en el agua, etc.; o bien podrían clasificarse en función de sus capacidades reproductoras y origen evolutive A esta actividad Simpson la llama «clasificación». Él reserva el término «taxonomía» para el estudio de la logica de la clasificación. Hay aquí, no obstante, una ambigüedad que hay que icsolver. No queda claro en la formulación de Simpson si cxiste una taxonomía para todas las clasificaciones o si las diferentes clasificaciones se basan en diferentes taxonomias. Ciertamente, distintos sistemas de clasificación tendrán dis-lintos presupuestos lógicos y metodológicos, implícitos o ex-plícitos. Pero, probablemente también, se puede identifi-car una serie de preguntas y problemas que se aplicarán a cualquier sistema de clasificación además de a sus pro-|)ios problemas metodológicos. Dichas preguntas son, por ejemplo, éstas: ^Depende toda clasificación de una teória? (;Son todas las clasificaciones igualmente válidas? <;Cómo emitir un juicio entre diferentes clasificaciones? <; Admiten las clasificaciones la prueba de falsedad? De este modo, se pueden distinguir tres estratos en este terreno: (1) Un sistema de clasificación, esto es, la manera de ordenar los organismos (y el hecho en si de clasificar los organismos); (2) La taxonomía de ese sistema, esto es, los presupuestos lógicos y metodológicos inherentes al sistema concreto de clasificación; y (3) Los problemas metodológicos que se dan dentro de cada sistema y entre todos los sistemas de clasificación. 132 BERNARD E. ROLLIN Es la categoría 3, desde luego, la más profundamente filosófica. Volviendo al problema del género, podemos afin ar más nuestro anterior análisis y distinguir las clasificaciones de generös, los aspectos lógicos y metodológicos de estas clasificaciones, y lo que hemos llamado teória del género, esto es, el estudio de aquellas preguntas que se aplican a todas las clasificaciones de generös y que pueden proporcionar-nos los principios de enjuiciamiento entre clasificaciones de generös, o bien darnos una explicación fundamentada ló-gicamente de por qué tal enjuiciamiento es imposible. II De acuerdo con lo que llevamos discutido hasta ahora, es evidente que todas las clasificaciones de generös deben vincularse lógicamente a algún compromiso de teória del género, tanto si es implícita como explícitamente. Ya que, históricamente, la abrumadora mayoría de los clasificadores de géneros no han hecho explícitos sus compromisos filo-sóficos y metodológicos, se debe intentar una reelaboracion racional de sus posibles soportes conceptuales. El hecho mis-mo de que los clasificadores hayan ignorado la teória por completo nos da una pista del esquema conceptual que deben haber acogido y asumido. Sólo hay, me parece a mi, una posibilidad que puede servir como soporte teórico para las clasificaciones tradicionales, mientras que también explica el hecho de que casi ninguno de los clasificadores adoptara explícitamente una metodológia o postura teóri-ca. La explicación debe ser que dichos teóricos han dado por supuesto implicitamente el dualismo clásico entre no-mos y physis, entre lo que es natural y convencional, real y arbitrario, de facto y de jure. Si los clasificadores de los fe-nómenos literarios no se remiten en absolute a las preguntas de la teória del género debe ser a causa de este implici-to compromiso metafísico/epistemológico. iQué fundamento existe para afirmación tan audaz? De nuevo la história de la clasificación biológica nos propor-ciona una pista. La clasificación biológica tradicional, como la clasificación literaria tradicional, comienza con Aristoteles. Aristoteles elaboró un sistema de clasificación para NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 133 los animales en sus obras biológicas, asi como un sistema de clasificación para la literatura en sus disertaciones sobic la tragédia y la comedia. Aristoteles, de hecho, aportó un marco filosófico para el ordenamiento de todo lo exis-tente en la naturaleza, con su compromiso metafísico hacia Lis clases naturales, las esencias y las definiciones reales. Según la corriente más influyente dentro del pensamiento aristotélico, que sigue a Platón, el mundo se organiza na-luralmente en divisiones, siendo la labor del sabio articular cstas divisiones lingüisticamente de un modo sistemático. Los pájaros, los peces y las tragedias son tipos determina-dos de cosas por naturaleza, tienen esencias, y el hombre, como sabio, está hecho de tal modo que es naturalmente (apaz de captar estas esencias. De este modo, como se ha observado con frecuencia, para Aristoteles no hay problema de conocimiento: el mundo existe para ser conocido y el hombre existe para conocerlo. El vehículo definitivo para obtener conocimiento es la percepción; mediante la percepciou refinada por la dialéctica uno pasa desde la consciencia de los particulares a la captación intuitiva de sus rasgos co-munes y esenciales y de ahí a la articulación lingüistica de éstos. Lo fundamental es que las cosas pertenecen a clases por naturaleza, no por convención o artificio, y conocemos estas clases por naturaleza, por significación natural, no por leorización arbitraria. Desde los mismos comienzos de la lilosofia griega, con los sofistas y los physikoi, el dualismo entre lo que era verdad por naturaleza y lo que era verdad por convención había sido interminablemente debatido, aceptando todos los participantes el hecho de un dualismo y expresando solamente su desacuerdo acerca de lo que ha-bia de ser entendido como natural y lo que había de ser entendido como convencional. Esta, por tanto, representa una fundamentación meta-física y epistemológica plausible para los clasificadores de géneros que no adoptan una teória del género. Si todo lo que hay en el universo (un universo helado, estático y que no evoluciona) —obras de literatura incluidas— pertenece realmente a alguna clase natural, clase que puede ser cap-lada por el nous, por una captación intuitiva basada en la observación y en la inducción, todo lo que supone el de-lerminar las clases es observar un numero suficiente de 134 BERNARD E. ROLLIN individuos y captar y articular sus rasgos comunes. La teona del género desde esta perspectiva no necesita anteponerse a la clasificación porque la clasificación es fundamentalmen-te un proceso natural; la única teória del género que se requiere es la metafísica y la epistemología aristotelicas. (iConsidérese el rechazo de Aristoteles de la evolución con el argumente de que el conocimiento resultaría imposible!). Podemos, por tanto, sugerir que la teória implícita aco-gida por una gran cantidad de teóricos del género es un realismo aristotélico, una creencia de que están viendo y registrando lo que realmente existe y, en correspondent, lo que debe existir. Asi como al observar a los ammales reconocemos sus afinidades naturales con otros del mismo tipo hasta que, habiendo observado un numero suficiente, identificamos los generös y especies, del mismo modo pro-cederemos con las obras de literatura. El teónco de la literatura resulta entonces ser más bien un naturalista hte-rario una persona que ha penetrado en muchas obras de literatura, y que por tanto ha captadc sus rasgos esencia-les, y puede articular sus clases, como hizo Aristoteles con la tragédia. Estas clases también proporcionan normas para el juicio cualitativo de una obra de arte, puesto que el éxi-to de una obra puede medirse por su aproximación a la esencia en cuestión. El problema con ešte planteamiento naturalista del género es evidente. Čada individuo, al enfrentarse al mundo de los objetos, literarios o de otro tipo, puede partir de un conjunto diferente de categories, como la história de la cri-tica demuestra claramente. La inducción aristotélica parece venirse abajo, pues varios individuos diferentes que abor-den los mismos dates no captan el mismo conjunto de prm-cipios universales o archai, y ven diferentes esencias es-condidas en lo que viene dado. Del pluralismo proviene el escepticismo, como los sofistas y los pirrómcos defendian en la antigüedad; una sensación de que quizá no todos com-partimos el mismo mundo, y de que las esencias que des-cubrimos se encuentran más en nosotros que en la natura-leza Asi, la base teórica de la clasificación aristotélica se tambalea como consecuencia del incumplimiento de su re-sultado predicho: el acuerdo entre los observadores racio-nales respecto del orden de las cosas. NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEÓRIA DEL GENERO 135 El problema es más profundo que la simple falta de acuerdo, pues es cierto que el pluralismo por si solo no es suficiente para aportar una fundamentación adecuada para el escepticismo. Si yo veo el mundo de una manera y tú de otra, esto en si mismo no quiere decir que los dos estemos en lo cierto o que ninguno de los dos lo esté. De-lender este punto de vista es cometer un craso error lógi-co. Pero la dificultad fundamental es que el naturalismo del tipo descrito no aporta ningun procedimiento de decision para enjuiciar y resolver dichos desacuerdos. Si se puede demostrar que no hay y que no puede haber ningún mo-do racional para resolver nuestros desacuerdos, entonces caemos de lieno en el escepticismo. Se supone que, enfren-lados a los mismos datos, debemos captar la misma estruc-lura básica del mundo. Si no lo hacemos, debemos con-cluir o bien que nuestras percepciones son tan radicalmente diferentes que se vuelven inconmensurables («de gustibus non disputandum est») o bien, de manera igualmente nihilista, que no hay tal estructura básica que captar. Con el fracaso del naturalismo como soporte metafisi-co para la clasificación surge un inevitable viraje hacia el polo opuesto. Si algo no es natural, es que debe ser con-vcncional, artificial, arbitrario. No hay terreno intermedio. Si no physis, nomos. No hay captación universal de las clases naturales entre los observadores racionales porque no hay clases naturales que captar, sólo hay en el mundo individuos mudables que son ordenados de diferentes mane-ras por diferentes sabios, sin ser ninguna clasificación más correcta —o incorrecta— que otra. El conocer —y el cla-sificar— se convierte en una función no del modo en que son las cosas, sino del modo en que las hacemos. «Por con-vención (nomos) existe lo dulce y lo amargo, lo frío y lo ca-liente, por convención existe el color», concluye Demócri-lo en una de sus más tempranas y sucintas formulaciones de su postura metafísica (Kirk y Raven 1964:422). Una manzana que para mi es dulce para ti es amarga — ^quién puede decir cuál de los dos está en lo cierto? — no existe im modo en que las.cosas son, sólo existe el modo en que elegimos hacerlas, bien como culturas, bien como socieda-des, bien como individuos dependiendo del momente... 136 BERNARD E. ROLLIN III El desarrollo historko de la clasificación biológica do-cumenta elocuentemente la oscilación del naturalismo al convencionalismo. Desde la antigüedad hasta el Siglo de las Luces la clasificación estuvo dominada por el enfoque naturalista de Aristoteles y Teofrasto. El momento culmi-nante de la história del naturalismo aristotélico es el siste-ma de clasificación de Carlos Linneo, el Systerna Naturae, publicado en 1758, que clasiťicó una naturaleza fija c inmutable creada por Dios desde el punto de vista de las esen-cias aristotélicas. Aunque el mismo Linneo era consciente de que gran parte de su sistema implicaba valerse de ca-racterísticas «artificiales» de las cosas vivientes con el fin de proporcionar un metodo para la clasificación practica de los organismos, lo que en ultimo término ha de preten-derse con el «método natural» (que Linneo admitió no naber conseguido todavía por completo) es una captación de las esencias que se encuentran realmente en el mundo. En el siglo XVIII, donde el rechazo al aristotelismo no sólo se aceptaba sino que además estaba de móda, las ob-jeciones convencionalistás a Linneo en particular y al naturalismo en general se aprestaban a surgir. ^Cómo decide uno cuándo ha captado las esencias? ť;Cómo se puede emitir un juicio entre sistemas alternativos que pretendan aportar codificaciones de esencias? Uno de los eríticos más elocuentes de Linneo fue Buffon, cuyo rechazo de las esencias le llevó (al menos en una etapa de su pensamiento) a rechazar las clasiíicaciones de género y especie como irreales, como constructos convencionales y arbitrarios, srn mayor correspondencia con la realidad que la que tienen las líneas longitudinales en un mapa. Según Buffon, que de-dicó una parte considerable de su disertación a ešte terna en las primeras páginas de su História Natural en el capítulo titulado «De la Maniere D'Étudier Et de Traiter ĽHis-toire Naturelle», cualquier intento de encontrar una defi-nición «natural» de especie representa «un error de meta-física» (Buffon 1749). Resulta irónico que la rectificación de Buffon de ešte «error» radique en su adhesion a la tradición que también NATURALEZA, CONVENCION Y TEÓRIA DEL GÉNERO 137 tiene sus raíces en Aristoteles, en lo que Arthur O. Love-joy ha denominado «el principio de continuidad». A pesar del compromiso de Aristoteles respecto de las clases naturales, Buffon también propuso en sus eseritos una Weltanschauung dramáticamente opuesta, por la cual el universo de-bería considerarse, en la afortunada expresión de Lovejoy, como una «Gran Cadena del Ser», compuesta de... un infmito numero de eslabones alineándose en orden jerár-quico desde la clase más diminuta de seres existentes, que apenas se libran de la no existencia, pasando por «todos los posibles» grados hasta alcanzar el ens perfectissimum (Lovejoy 1936:59). Fue el esencialismo aristotélico el que domino el pensamiento y la clasificación en biológia desde Teofrasto hasta Linneo, muy probablemente debido a que parecía ser el que se mostraba más en consonancia con el sentido común y la observación, pero, como ha seňalado Lovejoy, la tradición de la continuidad persiste como terna durante el pensamiento medieval. Se manifiesta en biológia como una ereencia en una gradación infmita de los organismos indi-viduales en Buffon, probablemente en parte debido a que Buffon había tradueido las Fluxiones de Newton, era un new-loniano neto y por ello estaba sin duda comprometido con la continuidad en la naturaleza. Otro origen de esta idea era muy probablemente la desconíianza metafísica de los ernpíricos del siglo XVIII respecto de los universales y, en correspondencia, respecto de las especies. En cualquier caso, para Buffon, cualquier intento de imponer un orden taxo-nómico a un continue es «arbitrario», «relativo», una «abs-Iracción», si bien es una ficción útil que nos ayuda a estu-diar la naturaleza. La sustitución efectuada por Buffon del naturalismo por el convencionalismo en el terreno de la clasificación se re-llejó en otros biólogicos del siglo xvin y de comienzos del xix, incluyendo a Charles Bonnet y aj. B. Lamarck. Para I Kimarck, al igual que para Buffon, lo único que es real son los individuos, y la clasificación es artificial y arbitraria: Los agrupamientos... tan alegremente establecidos por los naturalistas, son completamente artificiales, como tam- 138 BERNARD E. ROLLIN bién lo son las divisiones y subdivisiones que ofrecen. Per-mítaseme repetir que no se encuentra en la naturaleza nada por el estilo... Podemos, por tanto, tener la segundad de que entre sus producciones la naturaleza no ha formado clases, órdenes, familias, géneros, ni especies constantes, sino sólo individuos que se suceden unos a otros y que guardan semejanzas con aquellos de los que proceden (Lamarck 1963:20-2). En resumen: la história de la clasificación biológica hasta 1800 revela una aceptación implícita (y a menudo explíci-ta) de un dualismo entre naturaleza y convención. El pen-samiento biológico oscila entre dos polos: la idea de las clases naturales o esenciales que han de ser captadas por la mentě investigadora, y la idea de un mundo de individuos in-diferenciados, donde cualquier agrupamiento o clasificación es arbitrario, convencional y artificial. Merece la pena re-saltar que este cisma refleja un dualismo metafisico: las cosas son de una manera o de otra, no hay terreno intermedio. Es más, la dišputa entre naturalistas y convencionalistas no puede resolverse de ningún modo puramente empírico, pues ^qué importancia decisiva tendrían los datos u observacio-nes a favor o en contra de uno u otro de estos polos? Los casos fronterizos que no encajan facilmente en algun siste-ma de clasificación aceptado, por ejemplo, son compatibles con el naturalismo, pues el naturalismo sólo tiene que de-cir que el sistema es imperfecto, no que no hay clases naturales. Dichos casos son desde luego compatibles con el convencionalismo, puesto que el convencionalista puede sos-tener que habrá y que siempre debe haber tales casos, por muy refmado que sea el esquema de clasificación. Y de este modo la dišputa no puede sino desencadenarse. IV Podemos ahora volver a la cuestión del género literario, teniendo presente nuestra breve disertación sobre la tax'onomía biológica. Los dos temas están, por supuesto, históricamente conectados. La biológia siempre fue la metafora básica del pensamiento aristotélico. Asi como la teória biológica ha estado tradicionalmente dominada por el rea- NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 139 lismo naturalista aristotélico, lo mismo podemos afirmar de la teória del género (Wimsatt y Brooks 1964). En efecto, como han seňalado Wellek y Warren (1956:219), la pala-bra «género» dentro del estudio literario sólo se impone en el siglo XIX; en el siglo XVin el término comúnmente em-pleado fue el término biológico... j«especie»! Pero, como hemos indicado antes, el naturalismo del tipo aristotélico está plagado de dificultades y nos lleva al escepticismo y a disputas irresolubles, tanto en la teória literaria como en la teória biológica. En literatura, de hecho, hay un germen aňadido de escepticismo que no se manifiesta con tanta cla-ridad en el reino de los seres vivientes. Mientras que el or-den de la vida parece prima facie fijo y estable (aunque, por supuesto, la biológia ha invalidado esta intuición), el reino del arte parece menos rígidamente determinado. El arte, después de todo, es resultado de la creatividad hu-mana, que es por naturaleza innovadora y espontánea. Nuevas formas son constantemente creadas, y desde el pun-to de vista histórico, se hace cada vez más difícil acomo-dar, sin artificialidad, todas las obras de literatura en los sistemas existentes de clasificación. ^Dónde, por ejemplo, había de clasificarse la novela cuando nació? No es ni urica, ni épica, ni drama. Es importante percatarse de que, mientras el nacimiento de nuevas formas es compatible desde el punto de vista lógico con el naturalismo, al menos con el naturalismo aristotélico de las versiones platónicas, pues siempre puede uno defender la eternidad de los géneros aun cuando sus primeras manifestaciones se produzcan en al-gún punto concreto del tiempo histórico, desde el punto de vista psicológico este hecho es catastrófico para la plausibili-dad del naturalismo. Esto indica que los géneros han sido normas artificiales y prescripciones para el terreno literario, no descripciones esenciales de su naturaleza intrínse-ca. Indica que si hay géneros, éstos son reglas hechas por nosotros en momentos específicos del tiempo, susceptibles de cambio y sustitución. Indica que si hay géneros, éstos son convenciones que crean sus propios casos, no codifica-ciones de la manera en que las cosas deben ser, o, lo que igualmente reviste crucial importancia, de la manera en que las cosas deberían ser. De este modo, no sorprende el hecho de que se pue- 140 BERNARD E. ROLI.IN dan encontrar en la história de la teória literaria analogías precisas del convencionalismo, que hemos visto que surge en biológia como reacción al naturalismo. Un rechazo de las clases naturales hace oscilar el péndulo hacia el otro polo del dualismo, hacia un convencionalismo y nominalismo extremes que reconoce sólo la realidad de los individuos, y considera las «clases», «especies» y «generös», en el me-jor de los casos, como ficciones utiles, y en el peor de los casos, como traviesas quimeras. Se puede encontrar, por ejemplo, la denuncia de Giordano Bruno respecto de la aceptación de la realidad de los generös cuando declara que Las reglas no son el origen de la poesia, sino la poesia es el origen de las reglas, y hay tantas reglas como poetas auténticos (Sparshott 1963:171). Pero el locus classicus para un nominalismo literario que considera los generös como elaboraciones artificiales per-niciosas es la Estética de C roce: Una clasiíicación de expresiones de la intuición... no es filosófica: los hechos expresivos individuales no son más que individuos, ninguno de los cuales es intercambiable con otro (1939:68). Según G roce, uno de los errores fundamentales al abor-dar el estudio del arte es tratarlo como ciencia, buscar universales en los particulares, para intentar «hacer que la especie resplandezca en el individuo» (1939:33). Esta es la intrusion más perniciosa del intelectual en lo estético: El mayor triunfo del error intelectualista reside en la teória de las clases artísticas y literarias, que todavía está de móda en los tratados literarios y perturba a los eríticos y a los historiadores del arte (1939:35). El vacío existente entre la expresión individual que se manifiesta en la obra de arte y las nociones universales es de indole logica, vacío que no puede llenarse. Además, en la medida en que las clases taxonómicas sirven de ideales eríticos, constrifien la expresión artística y dan como re-sultado la condena de las obras de arte que no encajan en estos moldes arbitrarios. NATURALEZA, CONVENCION Y TEÓRIA DEL GENERO 141 De la teória de las clases artísticas y literarias se deri-van esos erróneos procedimientos de juicio y erítica, gra-cias a los cuales, en lugar de preguntar frente a una obra de arte si es expresiva y qué es lo que expresa, si habla, o tartamudea, o si está en completo silencio, preguntan si obedece las leyes de la épica o la tragédia... Aunque ver-balmente simulan estar de acuerdo o rendir una fingida obediencia, sin embargo, los artistas en realidad siempre han hecho caso omiso de las leyes de las clases. Toda auténtica obra de arte ha violado alguna clase establecida y ha desconcertado a los eríticos, quienes se han visto de ešte modo obligados a ampliar las clases, hasta que final-mente incluso la clase ampliada ha demostrado ser dema-siado limitada, debido a la aparición de nuevas obras de arte, seguidas naturalmente de nuevos eseándalos, nuevos desconciertos y nuevas ampliaciones (1939:36-37). Un planteamiento similar viene expresado en los eseri-tos de muchos de los teóricos del siglo xx conocidos como los «Nuevos Críticos», cuyo interes vuelve a ser nomina-lista, interes consistente en examinar la obra de literatura en su particularidad, no en sus aspectos genéricos o universales. Reaccionando en parte en contra de la excesiva intelectualización de las obras de arte, estos eríticos consi-deran las clasificaciones de géneros como convenciones utiles. Asi, Richard McKeon afirma que la definición de... tragédia [no es una] formulación de la esencia de [una] «cosa natural», sino más bien de la for-mación de [una] cosa que puede cambiarse por decision y elección humanas (McKeon 1952:219). Y William Wimsatt, identifieado específicamente con la tradición convencionalista y nominalista de Guillermo de Occam, con respecto a las entidades literarias: Que no se multipliquen las categorías; definiremos el concepto esencial de poema, una obra de arte verbal, e in-sistiremos en que se aplica de manera siempre diferente a un numero indeterminado de casos individuales. Los nombres de las especies (trágico, cómico, lírico) serán tér-minos deseriptivos neutrales de gran utilidad, pero no esen-cias estéticas distintas ni tampoco puntos de referencia para distintos conjuntos de reglas deíinibles (Wimsatt 1954:54). 142 BERNARD E. ROLLIN V Vemos, por tanto, que en la teória del género, como en biológia, hay una dialéctica histórica y conceptual de na-turaleza y convención basada en un dualismo entre nomos y physis que ha permanecido virtualmente indiscutida des-de los presocráticos hasta nuestros días (Rollin 1976a, b). Las cosas son o naturales o convencionales, siendo estas dos categorías universalmente abarcadoras de todas las posibi-lidades, a la vez que mutuamente excluyentes. Dado ešte presupuesto dualista, no es difícil experimentar la atracción de ambos polos en la clasificación biológica y en la litera-ria. El sentido común, la experiencia compartida, el Rea-lismo Ingenuo, la creencia instintiva de que vivimos en un mundo parte de cuyos ingredientes son los perros y los ga-tos y las tragedias y las comedias, atraen hacia el naturalisme Por otro lado, la relatividad de la percepción, las diferencias socioculturales relativas al lenguaje y a la con-cepción del mundo, el fracaso en alcanzar un acuerdo por parte de los clasificadores racionales y la ausencia de un procedimiento de decision para resolver el desacuerdo, y la desconfianza hacia los entes abstractos atraen hacia el convencionalismo. ^Está, por consiguiente, el problema del género destinado a sufrir un perpetuo vaivén entre estos dos polos? Si, siempre y cuando el dualismo naturaleza-convención permanezca firmemente instalado en nuestro aparato categórico. En otros trabajos (Rollin 1976a), he dedieado gran atención a negar la validez del dualismo de naturaleza y convención, centrándome primero en el supuesto dualismo de signifieado natural y convencional, y luego generali-zando los resultados fuera del terreno del signifieado. He tratado de demostrar que mientras que se puede en efecto establecer una distinción entre naturaleza y convención, esta distinción no es un dualismo. La diferencia es ésta: un dualismo proporciona dos categorías tales que todas las enti-dades del mundo, o de algún ámbito del mundo, deben encajar plenamente en una o en otra. Como ejemplo tene-mos el tradicional dualismo cartesiano de mente y materia. Otros dualismos son la bifurcación de juicios entre he- NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL CÉNERO 143 cho y valor o a priori y a posteriori, la escisión religiosa entre lo sagrado y lo profano, etc. No hay casos fronterizos entre los términos de un dualismo y puede darse un criterio claro para distinguir lo que cae dentro de cada categoría. Por otro lado, una distinción no establece una bifurcación en un terreno dado; prevé un numero indeterminado de puntos intermedios entre los dos extremos, y se pueden encontrar numerosos casos que muestran elementos de ambos extremos, o que no muestran una clara afinidad a nin-guno de ellos. Un ejemplo simple es, claro está, frío y ca-lor. Mientras que los dualismos establecen una diferencia metafísica, o una diferencia de clase, las distinciones pueden ordenarse gradualmente. En cualquier caso, lo primero que he seňalado es que no se pueden aportar pruebas para justificar un dualismo entre naturaleza y convención. Si, por ejemplo, se afirma, como se ha hecho, que lo que es convencional es lo que puede alterarse por voluntad humana y lo que es natural no puede tener este mismo tipo de alteración, es fácil com-probar que esto da origen a absurdos, pues con esta defi-nición la altura del Everest es convencional. También he seňalado que otros intentos más sofistieados de especificar los fundamentos del dualismo acaban por presuponer el dualismo en cuestión, o por usar un polo para definir el otro. Por ultimo, he mencionado varios casos fronterizos que no encajan plenamente en el dualismo tradicional de naturaleza y convención, donde el fenómeno en cuestión muestra elementos tanto de naturaleza como de convención, demostrando que el supuesto dualismo no funciona intui-tivamente para dividir el mundo en dos de una manera pre-cisa, aun pasando por alto nuestra incapacidad para pro-porcionar una relación detallada de los criterios para el dualismo. La gran variedad de procedimientos tradicionales para intentar delimitar el dualismo —convencional es aquello que puede alterarse por voluntad humana, no asi lo que es natural; convencional es aquello que implica intencionalidad o acuerdo humanos, no asi lo que es natural; lo que es natural implica relaciones o procesos causales, no asi lo que es convencional; lo que es convencional es un produeto social o un produeto cultural, lo que es natural no lo es; lo 144 BERNARD E. ROLLIN que es convencional varia de grupo a grupo, no asi lo que es natural— sirven de vectores para decidir dónde situar algo en el espectro natural-convencional, pero no sirven como argumentos concluyentes y bifurcadores para un dualisme No sorprende el hecho de que muchos fenómenos significativos, que tradicionalmente se han coneeptuado en términos dualistas como naturales o convencionales, se con-sidere ahora que implican una mezcla de ambos. Asi, por ejemplo, he sefialado que el fenómeno de la enfermedad, considerado en la actualidad paradigmáticamente natural por la ciencia biomédica y por la sociedad en general, en-cierra en realidad muchas dimensiones convencionales, muchas diferencias culturales y valorativas. De hecho, el coneepto de salud (y por consiguiente el coneepto de enfermedad) es en si mismo valorativo y variable culturalmen-te, sin que hay a un único coneepto de salud empiricamente demostrable como correcto (Rollin 1980). Para mencionar un ejemplo simple, si una sociedad considera las verrugas como una enfermedad que hay que tratar, mientras que otra las considera como propiedades estéticas deseables, <;cuál de las dos está en lo cierto? La perniciosa influencia del dualismo naturaleza/convención ha hecho que conside-remos cualquier cosa biológica como natural, y que pase-mos por alto las dimensiones socio-culturales de la enfermedad, con trágicas consecuencias. En correspondencia, he sefialado que la misma ciencia biológica, considerada en la actualidad como paradigmáticamente natural, se apoya en supuestos que sólo pueden llamarse convencionales y, por ello, también constituye un fenómeno mixto (Rollin 1981). Existen conclusiones sorprendentes para aquellos que permanecen aferrados a la ideológia del dualismo. VI Si el dualismo natural-convencional representa una di-cotomia insostenible, ^qué relación guarda esto con el problema del género literario? Para contestar a esta pregunta debemos volver de nuevo a la cuestión de la clasificación biológica que, como hemos visto, ha vacilado a lo largo de la história entre el polo naturalista y el convencionalista. NATURALEZA, CONVENCION Y TEORÍA DEL GÉNERO 145 No deja de ser interesante que dicha vacilación haya deja-do de estar a la orden del dia, pues en el curso de los Ultimos cien afios aproximadamente, el problema se ha resuelto debido al triunfo de la teória evolutiva. Ahora es axiomá-tico que la llamada teória sintética de la evolución, la teória neodarwiniana emparejada con los avances producidos en la teória genética constituyen la piedra angular de la biológia moderna. No hay rama de la ciencia biológica a la que esta teória no afecte, y la taxonomía no constituye una excepción. Como sefiala una importante obra de taxonomía botánica, «después de Darwin, la clasificación se vol-vió manifiestamente evolutiva en su aspiración» (Ďavis y Hey wood 1963:31). Aunque todavía hay diferencias y de-sacuerdos entre los taxonomistas —por ejemplo, sobre si hay que dar prioridad a la genealógia o a las semejanzas genéticas— todos están trabajando dentro de un marco teó-rico filogenético (Mayr 1969; Simpson 1961). Y lo que es más importante aún, todos los taxonomistas, con indepen-dencia de aquello a lo que den prioridad, estando unidos bajo un mismo marco teórico, aceptan la misma evidencia empírica como argumento a favor o en contra de la clasificación de una especie dada en un lugar determinado dentro de la jerarquía taxonómica. Asi pues, cada vez más, todos los taxonomistas biológicos aceptan como evidencia pertinente no sólo la evidencia fósil y la evidencia morfo-lógica, sino también la evidencia serológica obtenida a partir de ]a interacción proteica, el emparejamiento del ADN y otras comprobaciones bioquímicas que demuestran afini-dades filogenéticas (Mayr 1969:203). La clave es ésta: la teória evolutiva sirve para indicar al clasificador qué ca-racterísticas (tanto si son directamente observables, como en el caso de los rasgos morfológicos, como si no son directamente observables, como en el caso de los rasgos bio-químicos) que son sernejantes entre distintos organismos son pertinentes para la clasificación. De ešte modo, para mencionar un ejemplo simple, la teória evolutiva no tiene en cuenta la capacidad de volar como semejanza pertinente entre los murciélagos y las aves, o la forma del cuerpo como semejanza pertinente entre los tiburones y las mar-sopas. Como todos los que están interesados en la clasificación de organismos están guiados por la misma teória, 146 BERNARD E. ROLLIN tienen (al menos en gran medida) que aceptar la misma evidencia como pertinente. <;Cómo se relaciona esto con el dualismo natural-con-vencional? Muy simple, por el hecho de que la biológia y la clasifícación biológica en esencia han resuelto el dilema del naturalismo extremo y del convencionalismo extremo. Por un lado, no podemos aíirmar que la clasifícación es pu-ramente convencional, arbitraria y artificial, puesto que la teória evolutiva nos indica cuáles características han de con-siderarse pertinentes y cuáles no. El mismo concepto de es-pecie, como esencia no fija e inmutable, es consecuencia directa de la teória evolutiva. Hay miliares de clasificacio-nes que quedan excluidas debido simplemente al esquema conceptual evolutivo que todos los clasificadores biológicos aceptan. Por otro lado —y esto es quizá menos evidente— la taxonomía evolutiva no es tampoco «natural» en el sen-tido tradicional. Por una parte, no proporciona o postula esencias hjas. Pero más importancia tiene el hecho de que las clasificaciones están basadas en la teória evolutiva, y las teorias son al menos en parte lo que tradicionalmente se denomina convencional. Las teorias no son parte de la na-turaleza, son productos del ingenio humano destinados a interpretar y explicar la naturaleza. Por su misma natura-leza, las teorias hacen referencia a entidades y procesos que no son «natural» y directamente observables, cosas que no-sotros nunca incluiríamos en los ingredientes del universo, por mucho cuidado que pusiéramos en catalogar el universo observable, si no fuera por la elaboración de las distintas teorias. Los electrones, las moléculas, las cargas y los genes son ejemplos de tales entidades teóricas. No son descubiertas por el sentido común ni forman parte de la experiencia con-tidiana, sino que son posluladas a fin de explicar dicha experiencia. Cualquier conjunto dado de datos o experiencias observables puede ser explicado por un numero indetermi-nado de teorias, y la elección entre ellas no es un asunto que dependa simplemente de la observación, sino que im-plica toda suerte de criterios que han sido objeto de decision por parte de la comunidad científica y que, como la história de la ciencia demuestra suficientemente (Burtt 1954; Feyerabend 1978; Kuhn 1959, 1970), están sujetos a la aceptación, cambio y revision con arreglo a una diversi- NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 147 dad de factores: algunos lógicos, otros culturales, otros es-téticos (por ejemplo simplicidad y elegancia) y otros que son consecuencia del curso que la ciencia ha seguido his-tóricamente (por ejemplo, la cuantificabilidad). Las teorias son lenguajes elaborados para explicar la realidad, lenguajes para los cuales existen o pueden imaginarse alternativas, y en términos del dualismo tradicional, las teorias, como todos los lenguajes, son, al menos en parte, «convencio-nales». Partiendo de nuestro ejemplo biológico, podemos aven-turar alguna especulación metafísica. El dualismo tradicional de naturaleza y convención nos fuerza a considerar el mundo o bien como un ámbito de clases establecidas, o bien como un ámbito de partículas atomísticas arbitrariamente y, en ultimo término, falsamente organizadas por nosotros en categorias. La postura que he expuesto, como indica el caso de la clasifícación biológica, niega estos dos extremos y adopta un terrero intermedio que podria denominarse neokantiano, en el sentido de que nuestra comprensión sis-temática y nuestra experiencia del mundo se convierte en un producto tanto de lo que existe como de nuestro marco teórico para asimilar lo que existe. Hay características para todos los individuos del mundo, por un lado, y por otro lado, estas características pueden agruparse mediante un numero indeterminado de procedimientos distintos. Por ejemplo, es posible agrupar a los animales por el color, por el habitat, por la conducta, por sus hábitos alimentarios, o por su tamaňo o su forma, pues ciertamente las características y las semejanzas existen para ser agrupadas. Por otra parte, hace falta una teória, un marco intelectual, para elegir una de estas agrupaciones y para aplicarla de forma coherente, e incluso los agrupamientos reflejados en el lenguaje corriente y los realizados por el sentido común con-tienen algunos principios teóricos conductores implicitos, que pueden variar de cultura a cultura (Whorf 1969). Asi, en esencia, toda cognición (y por tanto toda clasifícación) implica algún compromiso teórico con el fin de permitir al investigador valerse de algunas características del mundo e ignorar otras. Por otro lado, no todos los marcos teóricos son igualmente utiles y valiosos para hacer prediccio-nes, para estudiar la naturaleza, para impetrar a Dios o 148 BERNARD E. ROLLIN incluso para sobrevivir. El juicio entre esquemas teóricos alternatives vendrá determinado por toda suerte de consi-deraciones teóricas de rango superior, por restricciones ló-gicas, estéticas, religiosas, pragmáticas y prácticas, por ejemplo. Evidentemente, esta disertación metafísica es en cierto modo inexcusable, pues origina una mezcolanza de temas cuyo tratamiento por separado exigiria un tratado para cada uno. Pero se nos perdonará que volvamos a poner los pies en la tierra con unas cuantas intuiciones provechosas. Lo importante que hemos de tener presente es que el caso his-tórico de la clasiflcación y la taxonomía biológicas refuer-za nuestro escepticismo acerca de una dicotomía naturaleza-convención. Nos dice que la clasiflcación biológica es una amalgama inseparable de naturaleza y convención. Dado el esquema conceptual («convencional») teórico de la moderna biológia evolutiva, determinadas clasiflcaciones se revelarán como «naturales», y podrán comprobarse las hi-pótesis de clasiflcación con innumerables e ingeniosos mé-todos empíricos «naturales» dictados por la teória'. Podemos volver ahora a la cuestión de los generös lite-rarios. Si es correcto lo que hemos venido diciendo, y a no háce falta tener la sensación de estar situados entre el Es-cila del naturalismo y el Caribdis del convencionalismo, pues la misma logica que resolvió el problema de la clasiflcación en biológia es aplicable, mutatis mutandis, a la literatura. Es de primordial importancia darse cuenta de que, por un lado, el escepticismo total acerca de las clases lite-rarias es infundado, pero, por otro lado, también lo es el intento de realizar una lectura direeta de estas clases a partir 1 Como comentario marginal, merece la pena observar que en la bibliografia biológica se puede encontrar un uso del término clasiflcación «natural» y «artificial» distinto al emplcado en este trabajo. Como indican Davis y Heywood, con el término clasiflcaciones artificiales se ha querido hacer referenda a veces a aquellas clasiflcaciones que em-plean como criterios sólo unas pocas caracteristicas, mientras que las clasiflcaciones naturales son aquellas que clasifican partiendo de todas las semejanzas que puedan encontrarse. Desde nuestro punto de vista, las clasiflcaciones «naturales» en este sentido seguirian implicando un compromiso teórico, ya que, evidentemente, no se consideran todas las semejanzas existentes entre los organismos. NATURALKZA. CONVENCIÓN Y TEÓRIA DEL GÉNERO 149 de la naturaleza. El error fundamental de la mayoria de los teóricos del género ha sido el abordar las obras litera-rias mediante inducciones simples y ponerse a la espera de los rasgos pertinentes como si ellos mismos fueran a manifes-tarse por si solos para ser captados por la mente. Nuestra conclusion es que la clasiflcación de los generös sólo se da cuando viene guiada por una teória, teória que quede por cn-cima de la escisión natural-convencional. En cuanto que ha habido históricamente clasiflcaciones de generös, los cla-sificadores han tenido que guiarse por algunos principios teóricos implícitos, aunque sólo sea porque el valerse de unas semejanzas e ignorar otras exige principios, del mis-mo modo en que los biólogos pre-evolutivos (e incluso el sentido común) han tenido que guiarse por principios ru-dimentarios. Lo que es necesario para que la teória del género alcance su mayoria de edad, es que la teória que esté detrás de la clasiflcación se articule y se defienda, del mismo modo en que la teória evolutiva fue articulada y defendi-da. Sin una teória, la clasiflcación literaria es algo análogo, en el mejor de los casos, a la história natural en biológia, el reconocimiento al azar de semejanzas entre particulares. (Hasta cierto punto, por supuesto, la teória clásica del género estaba basada en una teória que no estaba bien articulada y que no resultaba adecuada para examinar los procesos literarios reales, esto es, las formas literarias enu-meradas por Aristoteles, siguiendo presumiblemente su pro-pio metodo inductivo). Pero <;cuál es el análogo literario de la teória evolutiva? ^No es utópico esperar que exista dicho análogo? Cuando se desarrolló la teória evolutiva <;no habia al menos criterios meta-teóricos existentes para las ciencias, de manera que uno era capaz de saber lo que se podia considerar una buena teória para la biológia, qué condiciones tenia que cumplir dicha teória, qué cosas habia que explicar, que formas tenian que adoptar las explicaciones para considerar-se explicaciones, etc.? En suma ^no hay disparidades bási-cas entre biológia y literatura, pues al menos en el caso de la biológia sabíamos qué aspecto tendria una teória, pues-to que teníamos otras teorías cientificas como modelos, te-niamos una lógica de las teorías o una teória de las teorías, mientras que en literatura no tenemos dicha lógica, 150 BERNARD E. ROLLIN no sabemos en realidad qué aspecto tendría una teória li-teraria? Hay algo de justificación en esta postura escéptica, y como todo escepticismo extremo, es difícil de rebatir. Pero puede ciertamente matizarse. En primer lugar, como han argumentado los filósofos de la ciencia como Paul Feyera-bend (1978), es erróneo afirmar que tengamos una idea pre-cisa de los criterios de las teorías científicas antes de que estas teorías surjan realmente. Si se le pidiera a alguien el modelo meta-teórico de una teória científica anterior a Darwin, sin duda los ejemplos habrian provenido de la fisica y de la química: la mecánica de Newton o la teória cinéti-ca de los gases. Pero si éste fuera el caso, si estas teorías hubieran efectivamente establecido la norma para las teorías científicas j la evolución no se habría aceptado como teória científica! Pues hay al menos tres aspectos impor-tantes en los cuales la teória evolutiva es totalmente dis-tinta a las teorías de la física y de la química. En primer lugar, no es predictiva: explica lo que ha sucedido, pero no nos dice lo que sucederá ni siquiera de manera aproxi-mada. Las teorías de la física y de la química consideran la predicción y la explicación de acontecimientos pasados (retrodicción) como idénticas. En segundo lugar, la evolución parece no tener leyes, y parece ocuparse sólo de los acontecimientos históricos datados (v. gr. la evolución del caballo), mientras que las teorías de la física y de la química explican leyes y hacen aseveraciones atemporales. En tercer lugar, y lo que quizá es más perjudicial, la evolución no puede ser sometida a la prueba de falsedad em-pírica. (iQué es lo que se considera, por ejemplo, como evidencia en contra de la supervivencia de los mejor adap-tados? Si un tipo de organismo sobrevive, entonces por de-finición está adaptado. Uno no pude siquiera imaginär, y mucho menos encontrar, un caso que sirva como prueba de falsedad, es decir, un tipo inadaptado de organismo su-perviviente. No puede someterse a la prueba de falsedad, viola el criterio más fundamental de una teória científica. Lo importante es esto. Nadie sabía realmente cómo séria una teória biológica adecuada hasta que apareció la teória evolutiva. Si hubiera sido sometida a los criterios a priori de las teorías científicas, habría sido rechazada. No fue re- NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 151 chazada porque nos ayudó a comprender los organismos, su história y clasificación mejor que antes. Nos indicó dónde y cómo dirigir nuestra atención para resolver preguntas acerca de la conducta, supervivencia, estructura, función y distribución de los seres vivientes. De manera que aun-que no dispusiéramos de un modelo preciso para una teória biológica antes del advenimiento de la teória evolutiva, ello no nos impidió tener unas ideas aproximadas de cuándo nos hallábamos en mejor posición que antes. Sabemos que la naturaleza era más ordenada, más compren-sible y más coherente tras la aparición de la teória evolutiva, aun cuando no hubiéramos podido decir por adelantado con ningún detaile qué aspecto tendría una teória biológica adecuada. En gran parte lo mismo podríamos decir con respecto al caso de la teória literaria. Hasta que no dispongamos de una teória literaria que al menos intente hacer con la literatura lo que la evolución hace con los seres vivientes, no podemos tener la esperanza de disponer de una explicación coherente de los géneros literarios, a lo sumo podemos tener solamente «historias naturales». ^Podemos decir cómo sería dicha teória? Creo que si, hasta cierto punto. Para la mayoría de los que abordamos el estudio de las obras de literatura, lo que procuramos comprender es el significado de dichas obras. Es por esta razón, por ejemplo, por lo que rechazamos una explicación puramente genéti-ca o causal de las obras literarias, una «teória evolutiva» literaria. Pues mientras que el significado es inaplicable a los organismos biológicos, parece ser el rasgo distintivo de las obras literarias. De ešte modo, fuera cual fuera el aspecto que tuviera una teória literaria general, tendría que ser una teória del significado literario, una teória que nos diga cómo ir extrayendo el significado de una obra literaria. De dicha teória provendrán los conceptos de género que pueden servir para clasificar las obras de literatura. Mencionemos un ejemplo. Supongamos, por ejemplo, que alguien desarrollara una teória del significado literario ba-sada en el concepto de intención por parte del autor. (Las teorías filosóficas del significado basado en la intención son bastante comunes en el siglo XX). Parece evidente supo-ner que una clasificación genérica de las obras sería con- 152 BERNARD E. ROLLIN secuencia natural de dicha teória, basada en la semejanza de intención del autor. De hecho, una teória general del significado literario con esta orientación general ya ha si-do desarrollada por Hirsch (1967) y ello en realidad lleva implicita una teória del género. No es nuestro cometido elaborar o defender dicha teória literaria, ni siquiera indicar cómo sera. Ya que no hay modelos meta-teóricos para la literatura, de la misma ma-nera en que no los había para la biológia, no se puede es-pecificar por adelantado lo que se considerará una teória aceptable, y probablemente vendrá determinada, como en el caso de la evolución, por toda suerte de variables no-lógicas, sociales y culturales que se encuentran dentro de la comunidad de estudiosos literarios y dentro de la socie-dad en general, Y, de hecho, no se puede descartar la po-sibilidad de que el acuerdo con respecto a dicha teória sea algo difícil de alcanzar, y puede que nunca se alcance, te-niendo en cuenta incluso que el acuerdo sobre lo que se considera una teória social-científica no se ha alcanzado, en parte porque, a diferencia de la situación con las cien-cias fisicas, no hay acuciantes exigencias de tipo práctico para una unificación teórica. En las ciencias fisicas, las exigencias de la tecnologia a menudo fuerzan una unificación teórica. Los ingenieros, por ejemplo, han de formarse en una sola fisica. No hay, claro está, una urgencia analoga para una unificación de la teória literaria; el mundo sigue funcionando perfectamente con una pluralidad de enfoques respecto de la crítica y enseňanza literaria. Nuestro empe-no ha sido sehalar que sin tal base teórica unificada entre los estudiosos literarios, la busqueda de los generös literarios ha de ser necesariamente infructuosa. REFERENCIAS BUFFON, L. L. Comte de. 1749. Histoire naturelle. Paris. BlJRTT, E. A. 1954. The metaphysical foundations of modern science. New York: Doubleday. CROCK, B. 1939. Aesthetic. (Translated by Douglas Ainslie). London: Vision Press. Peter Owen. NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 153 DAVIS, P. H. and V. H. HEYWOOD. 1963. Principles of angiosperm taxonomy. Edinburgh: Oliver and Boyd. FEYERABEND, P. K. 1978. Against method. New York: Schocken. HernaDI, PAUL. 1972. Beyond genre. Ithaca, NY: Cornell University Press. HIRSCH, Jr., E. 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