DICCIONARIOS DE LENGUA MANUEL ALVAR EZQUERRA J DICCIONARIOS DB LENGUA MANUEL ALVAR EZQUERRA Untversklad de Malaga EI producta lexlcográflco por excelencia es el dlcclonarlo, según figura en la prlmera acepclón de lexkogrujki en el dlcclonarlo académico1: 'técnlca de componer léxlcos o dlcclonarlos'. La lndeflnlclón que cabe entrever en esas palabras (■léxlcos o dlcclonarlos"). nos permite afirmar que el dlccionario no es un producta únlco, y que la lexicografía puede dar lugar a diverses tlpos de obras. Por otra parte, ya no es sólo la producelón de diccionarios el objeüVo de la lexicografia, pues ahora su cometl-do es más amplio y se ocupa de establecer el lnventarlo y análisls de las formas y de los slgnlflcados de las unldades l&dcas, observadas en sus empleos y conslderadas en sus impll-caclones más ampllas2. La dlversldad de dlcclonarlos es de sobra conoclda por los usuarlos. y ha sldo anallzada por los estudlosos. Bruno Mlgliori-nl lo dijo de una manera bten simple cuando escrJbló que los hay desde los muy ampllos que pretenden registrar todo el lexlco de una lengua en todas sus varledades. y con la mayor documenta-clon poslble. hasta los que poseen un volumen menor, según los fines que persiga el autor3. Por otra parte, cuando anallcé la dellnlclón del DRAE para la palabra dictfonario en un trabajo que ya tlene bastantes anos. lntenté caracterlzar las obras que 1.- Real Academia Espanola, Dlcckmario de la lengua espaňola, 20" ed., 2 vols., Madrid. 1984 (DRAE). 2.- Bernard Qucmada, "Notes sur lexicographic et dicttonnahlque", en Carters de Lexlcdcgie, 51, 1987. págs. 229-242. y en especial la pag. 235. Vcasc tamblcn lo que expone en "La nouvcllc lexicographic", apud Teresa Cnbrč (coord,). La Itngulstíca aplícada. Noves perspectives/noves professions/noves oríentaclons, Barcelona. 1990, pags. 55-78. 3.- Bruno Migllorlnl. Che cos'e un vocabolarlo?. 3* ed., Florencia, 1961 119511, pags. 3-4. 38 MANUEL ALVAR EZPUERRA habltualmente reclben esa denomlnación4. Para nuesíra Academia, y en la edlción vlgente del DRAE, el dlccionario es el libro en que por orden comunmente alfabétlco se contie-nen y explican todas las dicciones de uno o más küomas, o las de una denria, facultad o materia determlnada y también es el eatálogo nutneroso de noticias lmportantes de un mlsmo género ordenado alfabcticamente. La aparente sencUlez de las definiciones del dlccionario offcial encierra una serie de distinciones que creo conveniente recordar para que no pasen desapercibidas. En primer lugar, esas dos acepciones separan to que habltualmente conslderamos diccio-narto de lengua y dicdonario de knguajes espedales (a bs que se refiere la primera), y cuyos comentaiios se limitan a asegurar la comprensión de los términos consignados y su empleo en el discurso5, de los repertorios de todo tipo que no dan cuenta de elementos lingüisticos, ni siguen métodos lexicográflcos, por más que también puedan recibir el título de dicdonario (a los que se refiere la segunda acepción). El diccionario de lengua tiene como fln proporcionar una información relativa a las pala-bras consideradas como signos lingüisticos, esto es, a las condi-ciones y particularidades de uso en el discurso, naturaleza y género, forma gráfica y fónica, relaciones y restricciones sintác-ticas, pertenencia a los diferentes niveles de lengua, relaciones con otras palabras, origen e história de la voz, etc.8 4.- Cfŕ. Manuel Alvar Ezquerra, «tQué es un dicdonark)? Al hilo de unas definiciones académicas», en UngOSstica Espaňoia Actual II, 1980, págs. 103- 118. 5.- Cfr. Bernard Quemada, Les dkHonnatres dujroncaís modeme 1539-1863, Paríš, 1968, päg. 14. 6.- Véase luden CoUignon y Michel Glaügny, Les dldionnaires. brdUatian á la lexkxxjraphle, Paris, 1978, pág. 33. Su concepdôn no está muy alejada de to que dedan tos primeroa académicos en el «Prólogo» del Dicdonario de Auioridades: y no era decente a noaotros, que logrando la fortuna de encontrarla en nuestros dias tan perfecta, no eternizassemos en lasprensas su memoria, formando un Dlccionario al exempb delas dos celebradissimas Academias de Paris y Florencia. Crecía ešte deseo al passo que se conslderaba era poco aire de nuestra Nation estar sin este adorno, quando de ešte género de Übros, en que se expllcan las voces delas lenguas nauvas, se lnslnuan sus origenes, y se apropnan las phrases» (pág. XI). «Estas conslderadones produxeron la resoludön de que k> primero que en la Academia se tratasse, fiiesse ordenar un Dlccionario, abun-dante de voces, autorJzadas con exemptos de tos mejores Autores, claro en la ex-pUcadón, ßdl en el uso, y que supltesse lo que en Covarrubias faltasse» (pág. MI). rucaoNARios de lengua 39 Las definiciones académicas aducidas no sólo sirven para difereneiar lo que son diccionarios de la lengua y tos diccionarios especiales, sino que también valen para distinguir las obras monolingůes de las phirüingües, pues dice «se contienen y esqjli-can todas las dicciones de uno o más idiomas». Del mismo modo que son muchas las obras que pueden recibir el nombre de dicdonario también son muchos los diccionarios monolingües, pese a que la costumbre nos hace pensar habltualmente en los diccionarios monolingües generales de lengua. No se olvide, pues, que los diccionarios de correcctón, de uso, de sinónimos, de crucigramas, dialectales. técnicos, etc., son también diccionarios monolingües. Sigulendo la costumbre, aqui me voy a ocupar tan solo de los diccionarios de lengua generales monolingües. En el dlccionario de lengua las entradas léxicas, las no grama-ticales, se refieren tanto al concepto que permtte utilizar al sjgno para designar a un referente como al signo mismo. En él la palabra que da entrada a un artículo lexicográfico tiene un empleo muy diferente al que normalmente se hace de ella en el discurso7, pues su función en el diccionario no es la de nombrar la realidad extralingüisüca, sino la de hablar de un elemento de un sistema de signos que sirve para descrlbir al universo. Esto es, tiene una clara y evidente función metalingüistica, pues si en el discurso sustituyéramos las palabras por sus definiciones, resultaria un enunciado absurdo en el que se perdena parte de la función de la lengua: la de designar al mundo. En el diccionario la lengua häbla de si misma, nadá más, y por eso el diccionario, como la gramática, es una obra metalingüistica, en la que aparece la autonimia, ya que los signos se nombran a si mismos, no a la realidad extralingüisüca8. La autonimia se produce en la palabra de la entrada, pues no es la menclón de una forma cualquiera del discurso, sino de una bien precisa, elegida para 7.- En reladón con lo que expongo aqui, véase Ramón Trujiflo, íníroduodón a la semánäea espaňola, Madrid, 1988, pag. 18, donde dice que un diccianark) que sólo defina o descrlba usos no represents la competencia lingüisüca de nlngún hablante, y sóto servirá para Hmltar la capaddad creatlva del usuario, cuando ,no para desarrollar un purismo lnsano. 8.- Para lo tratado aquí puede verse el libro diado de Luden Collignon y Michel Glaügny, Les dlctkmnaires. Initiation ä la íexicographie, Paris, 1978, págs. 48-49. 40 MANUEL ALVAR EZQĽERRA descrfbir el lédco; el metalenguaje aparece en las Informaciones que slguen a la entrada9. El dlcclonario de lengua se presenta como un conjunto de mensajes independlentes, cada uno de los cuales con dos partes: el sujeto del mensaje, que es la entrada del articulo, y to que el lexicôgrafo dice de la entrada, que es el predicado, o, mejor dicho, un conjunto de predlcados que constltuyen la informa-clón del articulo10. Asi, si consultants cualquier dicclonario podremos ver una entrada -el sujeto del mensaje- a la que slgue una serie de informaciones -el conjunto de predicados-, que hablan tanto del slgnificado del signo (cualquiera de sus acep-ciones) como del signo mismo (que se trata de una voz de una categoria gramatical determtoada, to cual determlna el carácter de signo nombrante de la entrada; que procede de cierta lengua, normalmente el latin; que puede serutilizado en tal nivel de lengua; que tiene un uso restringldo en una acuvidad cualquiera o en una zona de la lengua; que puede participar en unas construcciones especiales; etc.). El dicclonario de lengua se caracteriza por11: 1.- Abundancia de informaciones sobre el signo, que no sue-len figurar ni en los vocabularios de especialidad, ni en las enciclopedias, ni en los diccionarios enciclopédicos. Es posible que aunque no sea necesario, y figuren en el interior de un articulo del dicclonario de lengua todos los tipos, clases, instru-mentos, etc., de la cosa nornbrada (lo que es propio de la enciclopedia), aparezcan las indicaciones sobre el uso del signo en cuestión. 2.- El diccionario de lengua utiliza la palabra en cuantos contextos cree necesarios (citas, ejemplos, frases, construcciones, sintagmas, lexias, refranes, etc.), pues pretende explicar las reglas de su empleo, dando a la palabra su sentido contextuali- 9.- Josette Rey-Debove, Etude linguisrique et sémiotique des díctíbnna.lres ßancais contemporains, La Haya-Paris, 1971, pág. 49. Véase de la misma autora, he métalangage. Etude linguistique du discows sur le langage, Paris, 1972, en especial los capítulos 3 y 4. 10.- Josette Rey-Debove, Etude linguistique et sémibtijue, cltado, päg. 43 y si- gulentes. 11.- Collignon y Glaögny, op. cit, págs. 50-52. ucaoNAmos de lengua 41 zado, y no fuera de ä como obliga la organización de los materia-les en la obra lexfcográfica. Por elto, algunos articulos del diccionario pueden resultar más largos que los de una enciclopedia pese a describir cosas distintas. 3.- El dicclonario de lengua es más o menos norrnaüVo, pues es lo que necesita el usuario generalmente. No obstante, los diccionarios modernos -en los que los criterios enunciados por la linguistics estructural están presentes- tienden a ser algo más descriptive«, pero no mucho, ya que entonces se entraría en los terrenos de los vocabularios de especialidad. La lexicografía actual tiene uno de sus grandes problemas aqui, pues pretende ser más deseriptiva que la anterior, proporcionando no sólo abundantes modelos de uso, sino también una buena copia de voces, con lo que se introduce el lédco especializado o de uso restringido dentro de lo que es el diccionario general12. Según Josette Rey-Debove13 el diccionario de lengua es un diccionario general (recordemos que también lo son las enciclopedias, los de pronunciación, los etimolôgicos, etc.) con dos estrueturas: en su nomenclature aparecen voces de todas las categorias gramaticales, cuya diversidad obliga a informar también sobre la funetön (asi, en la entrada ctndar. se nos díra que se trata de un verbo tatransiuvo). En este caso estamos ante tos signos nombrantes. Pero, por otro lado, el diccionario de lengua presenta definiciones, lo cual lo distingue de los otros diccionarios generates y de los plurilingües (si bien estos son, en buena medida, diccionarios de lengua). Quiero aqui recordar que, gené-ticamente, los diccionarios monolingües actuales son resultado de los plurilingües, no sólo porque aparecieron más tarde, sino porque los diccionarios bilingües tenian una breve definición en la lengua de la entrada a la que seguía el equivalente, y hasta que no se diferenciaron esos dos elementos no surgió la lexico-grafia moderna; es más, el equivalente en latín tardó tiempo en desaparecer de los diccionarios monolingües espaňoles: en el DRAE persistió hasta el siglo XLX. 12.- Compárese, por ejemplo, el contenido de la úluma edlción del DRAE con la ultima del Diccionario general ilustrcudo de la lengua espaňola (Vox) (DG1LE), nueva redacción, Barcelona, 1987, o con el Diccionario actual de la lengua espaňola (Vox) (DALE), Barcelona, 1990, y se vera cómo en éstos son mucho mas abundantes los térmlnos procedentes de lenguajes especiales. Véase lo que expuse en el «Prologo de la nueva redacción» del DGILE, págs. XXXVIII-XXXIX. 13.- Etude tlnguisOque, citado, pag. 32. 42 MANUEL ALVAR EÜQUEBRA Además de los elementos que acábo de enumerar, el dicciona-rio de lengua, en cada una de sus manlfestaciones. queda enrlquecido con otros elementos, algunos de los cuales son constantes en la mayoría de las obras. SI aparte de los signos nombrantes aparecen lnformaciones sobre la cosa nombrada, no estaremos ante un diccionario de lengua, slno en presencia de un dlccionarlo enciclopédico. Un diccionarlo de lengua es ante todo un diccionario de palabras que se caracteriza por una manera limitativa de apre-hender el signiflcado, independientemente del numero y natura-leza de las entradas contenidas en la obra. De ešte modo, hay diccionarios de lengua generates (en el sentido expuesto más arriba) y diccionarios de lengua especlalizados (como puedan ser los de pronunciación, de sinónimos, etc.), siendo una oposicion semejante a la que existe entre los diccionarios de lengua y ciertos repertorios de términos técnicos. Diccionarios generates de la lengua actuales En nuestra centuria son pocas las novedades lexicográflcas que se pueden resenar14 con respecto a los grandes cambios que se produjeron durante el siglo XDfc la aparicion. entre otros, de los diccionarios ideológicos y de los diccionarios enciclopédicos, ambos tipos a remolque de b que se habia iniciado, respecüva-mente, en Inglaterra y en Francia. La Real Academia Espanola La obra mas conocida de la Academia es su diccionario, el diccionario por antonomasia, el que tenemos presente cuando nombramos al diccionario. Es el diccionario normativo de la lengua. que ha ido cambiando y actualizando su contenido desde que en 1780 la Institución publico una ediciôn resumida del llamado Diccionario de Autoridades, sin las citas que lo ca-racterizaban. Esa es la primera edición de la obra que vio la luz por ultima vez en 1984 (20s ed.)ls. 14.- Cfr. Manuel Seco, «Medio siglo de ledcografia espanola., Revista de Ba-chfllerato, 10, abril-junio 1979, págs. 2-7; y Manuel Alvar Ezquerra, Lexkdogta y lexicograßa. Cuta blbllográfica, Salamanca, 1983. 15.- Sobre esta edición, véase lo que expuse en mi resena «Ante la vigesima edición del DRAE>, en Ubros, 42-43, agosto-sepOembre 1985, págs. 3-10. acaoNARios de lenguŕ 43 Con frecuencia se oMda que éste es un diccionario de la lengua, y no de las hablas espanolas, por más que en su interior haya constancia de la rica variedad léxica de nuestra lengua. En sus páglnas se atesora, o deberia atesorarse, el lěxico general el comun a todos los hablantes, o, al menos, a un gran numero de ellos. Por eso no es tan restrictivo y selecuvo como sus detracto-res quieren hacer ver, aunque muchos términos y acepciones tarden anos en llegar a las páglnas de la obra. Quien se acerque al diccionario académico debe saber que recoge la lengua general, por más que aun queden fuera muchas voces que deseariamos ver incluidas pues son de uso corrlente, como también faltan voces habituales que no tienen cabida, y seguramente tarden mucho en tenerla, ya que son creaclones de otras lenguas, o derivados de esas voces. Al lado de los términos de uso general aparecen no pocos tecnicismos, más o menos extendidos, y muchos regionalismos (peninsulares, insulares y americanos), si bien no están todos: es imposible. Por el contrario, tiene muchas voces que ya no se emplean, e incluso que dejaron de utilizarse háce siglos, algunas de las cuales (por ejemplo, ancila) se había desechado como anticuada en 1780. Todo ello háce que el diccionario oficial sea enormemente rico, pese a los defectos y ausencias, y que para muchos usuarios sea el diccionario ideal, pues sirve para decodificar la lengua actual y la de épocas pasadas, aunque en ningún caso sea exhaustivo. Una de sus mayores riquezas son las abundantes frases hechas, locuciones, giros, modismos, y, en general, expresiones plurtver-bales en que se presenta la palabra, pese a foliar, como en todos los diccionarios espanoles, los siempre necesarios y didácticos ejemplos. Por el contrario, para mí siguen siendo inexplicables los abundantes nombres que hay en su interior, la mayoría relatives a la astronómia: Ceres, Ertdano, Escorpio, Pegaso, Sa-tumo, Venus, etc., aunque también los hay de personas y de lugares. El diccionario académico es recomendable no sólo por ser el diccionario oficial de la lengua, sino iguaknente por la cantidad de voces del pasado que incluye, y algo menos por el reflejo que nos proporciona de la situación actual de la lengua. Los diccionarios Vox Dentro de la lexicográfía del espanol contemporáneo ha veni-do ocupando un lugar fundamental el DGILE, que vio la luz por 44 MANUEL AhVAR EZBMERRA prlmera vez en Barcelona en 194516. Desde entonces la obra ha tenldo varias edJciones, supervisadas por don Samuel Gill Gaya en 195317 y en 1973, y otra más que ha aparecido en 1987, realizada bajo mi dirección18. En su conjunto, el DGILE ha pasado de algo más de 58,000 entradas en la primera edición, a algunas más de 72,000 en la segunda, a las aproximadamente 80,000 de la tercera, y a las 89,165 de que consta ahora, el mayor numero en un repertorlo de sus características. Antes de hacerme cargo de la nueva redacción, había escrlto que «el diccionario Vax es una de las mejores y más completas obras lexicográflcas del espaňol actual. No podemos calificarlo como un simple diccionario, pues la presencia de los cuadros gramaticales, las explicaciones de los términos metalingüästicos, la inclusion de nombres propios, paradigmas y otras cuesüones gramaticales, y las listas finales de nombres geogräficos y genti-licios asi como de voces y locuciones laünas y extranjeras, junto a la abundancia de ilustraciones, hacen de él algo más que un diccionario»19. Por ello, en la revision que se me encomendó puse especial interes en renovar la obra, y los cambios que se llegaron a introducir fueron tantos, y de tal alcance, que ahora se puede aflrmar sin miedo que se trata de un diccionario nuevo, diferente del que le sirvió de punto de parüda, si bien se respetó el texto anterior al mantenerse muchos elementos que, desde un punto de vista teórico estricto, no son propios de un diccionario de lengua. El DGILE pretende ser un repertorio de carácter selectivo -no puede incluir la totalidad de palabras que pueden consignarse en espaňol-, pero a la vez es extensivo y pretende reflejar la lengua espaňola de nuestros dias. Intenta conjugar un doble carácter por atender las necesidades de los usuartos: por un 16.- Edltado por PublScaciones y Edleiones Spes, s. a. 17.- A parür de esta edición los publica Biblograf, s. a 18.- Además de las edleiones reseftadas, el diccionario ha tenido numerosas reimpresiones, algunas de las cuales se han anunciado por la editorial como ediciones diferentes. 19.- Lexkohgía y lexkxgrqfia. Čula biHibgrá/lca, Almar, Salamanca, 1983, pág. 197. acaoNAFios de lenglia 45 lado es normativo y por otro es deseriptivo. Es normativo, y hasta prescriptlvo, pues incluye numerosas indicaciones sobre el uso correcto de las palabras consignadas, cuadros de infor-mación gramatical, voces o acepciones condenadas, etc. Pero a la vez intenta ser un diccionario deseriptivo, con la inclusion de voces extranjeras aclimatizadas o de uso más o menos ůeeuen-te, con la incorporación de términos procedentes de Jergas (la droga, el lenguaje juvenil), de lenguajes técnicos y hasta de hablas dialectales. Uno de los mayores logros del DGILE, ya desde su primera edición y ahora generalizado, es la marcación en las deflniciones del contomo20, esto es, de los elementos que son necesarios para establecer la defínición, para hacerla comprensible, y que no pertenecen al signifieado de la voz -impiden realizar adecuada-mente en la cadena hablada la prueba de la susutución del defi-nido por el deflnidor. En 1990 la editorial ha publieado una nueva version del DGILE sin ilustraciones, con el formato que posela antes de la nueva ampliaciôn, y con un nuevo titulo, DkxionariD acäial de la lengua espaňola, cuyo contenido súpera en numero de entradas y acepciones al DGILE que le sirvió de base, adernás de haberse efectuado numerosas correcciones. Julio Casares El empeňo de una sola persona, Julio Casares, ha conseguido que uno de sus diccionarios -también fue autor de uno inglés-espanol- sea considerado como el paradigma de su género, hasta tal punto que son počas las personas que saben que existen otros de características similares. Antes de acometer su obra, dio a la luz un clariflcador estudio teórico21, y, más tarde. 20.- Véase Manuel Seco, «El «contorno» en la deflntdón fejdeográflea», en ffo-menaje o Samuel Gilf Caya (in memoriam], Barcelona, 1979, págs. 183-191, también recogido en sus Estudios de lexicografia espaňola, Madrid, 1987, págs. 35-45. Y de Ignacio Ahumada Lara, «Contomo de la definition verbal y régimen lexcmáttco: su indicaelón formal en la lexicografia hispanica>, en Amistad a lo largo. Estudios en memoria de Julio Fernandez Sevilla y Nicolas Marin Lopez, Granada, 1987, págs. 13-25. 21.- En Nuevo coneepto del diccionario de la lengua y otros problemas de text cograßa y gramática, Madrid, 1941. 46 MANUEL ALVAR EZBUERRA la obra que nos ocupa ahora, el Dicdonario ídeóíôgicď1, testimo-nto de nuestra cultura moderna y de lo que es capaz un solo hombre: seguramente sea la obra lerfcografica mas novedosa de nuestro siglo, por más que tenga antecedentes en otros dlccio-narlos espanoles, y que deba mucho al Thesaurus ingles del médico Roget23. En el Dicdonario idedlogico de Casares hay una clasificadón Ideológlca general, el esquema de la obra, que guía hacia cada uno de los cuadros de la parte sinôptica (38 en total). Los con-ceptos aparecen ordenados en dos series de términos antagôni-cos24, siempre que existan. Una vez ordenadas las palabras por su significado en la parte sinôptica. no tiene demasiado sentido volver a hacerlo en la parte analógica. Es más, en ésta el orden alfabético cumple un doble cometido, pues reúne en un solo bloque la clasificadón ideolôgica de otros dicclonarios y el índice alfabético colocado al final de ellos. De esta forma la obra de Casares puede ser utilizada como un diccionario de sinónimos, con las correspondientes precauciones25, siguiendo las ideas de Boissiere. Las voces se agrupan bajo un encabezamiento en el que figura una palabra de uso corriente. Son, justamente, las formas de los encabezamientos las que aparecian en los cuadros de la parte sinôptica. Los términos analógicos se ordenan en series de afinidades significativas, no por su forma; y si aún asi resultan largas las tiradas de voces, se agrupan de acuerdo con su categoria gramatical. Es preciso advertir que el encabezamiento de cada serie analógica es siempre un substantivo, inclu-so en aquellos casos en que no existe en la lengua, pues se crea 22.- Barcelona, 1942. Sobre este diccionario debe verse Manuel Seco Rey-mundo, «Medio siglo de lexicografia espaftola» , citado, asi como ml Lexfcologfa y lexicografia. Gula bibllográfica, Salamanca, 1983, págs. 205-214, y .Sobre la or-denación de entradas en los diccionarios», en las Actos del V7 Congreso Interna-clonal de la Asociactón de UngůistSca y Filológia de la America Latina. Phoenix, Arizona fsepöembre de 1981), Méjico, 1988, págs. 283-292. 23.- Véase a este propósito lo que expuse en «Los diccionarios ideológtaos del espaňol., en Ubros. 24, febrero 1984, págs. 14-18. 24.- Para la presencia de sinónimos y antônimos en obras anteriores a la de Casares, y en especial en la de Roget, debe verse F. J. Hausmann, «Strukturelle Wortschatzbetrachtung vor Saussure« en Romanische Forschungen, LXXXVIII, 1976, pags. 331-354. 25,- Véase la comparación que hice del Diccionario kledógko con un diccio-nario de sinónimos en mi Lexicología y lexkxxjrqfia, págs. 208-209. DICCIONARIOS DE LÉNOM 47 uno apropiado para la ocasión26; entre las voces poco usadas o nuevas podemos ver deslstimtento, tmbrlcación, indeliberaciôn, Infrecuencla, malagro, rnastícadon, retardation, zaherimlento, etc. La parte analógica de Casares. sintetJzadora de las que aparecian en los diccionarios precedentes. facilita la inclusion de la ultima parte, la que él titula «alfabética», que no es sino un diccionario general de la lengua. El autor la justlflca como índice de la parte analógica27, y como necesidad didáctica: «el lector no deberá, por tanto, utilizar como punto de arranque de su investi-gación una palabra mientras no tenga la certeza de que el significado que él le atribuye es el mismo que registran los diccionarios»28. En derta medida, la clasificación de Casares marca un hito. tal vez el final de una etapa, después de la cual no aparecen diccionarios sistemáticos del caudal general de la lengua. Maria Moliner El ultimo de los grandes diccionarios espanoles, dentro del rápido recorrido que estoy efectuando, es el de Maria Moliner29, Dicdonario de uso del espaňoL30, en el que, como en tantos otros, se respeta la tradición lexfcograßca a la vez que se incorporan innovaciones. Ha sido una de las obras más importantes de la lexicografia espaftola y continúa manteniendo un digno porte pese al envejecimiento que manifiesta por no haber tratado de limpiar impurezas. de rejuvenecer sus tejidos, y de modernizar su apariencia externa: ya ha cumplido un cuarto de sigb. edad a la que nunca ha Degado ninguna de las edldones dd diccionario académico. que, sin embargo, es objeto de unas críticas que nunca se han Ianzado contra el repertorio de Maria Moliner, 26.- Cfr. lo expuesto antes a propósito de estas creaciones ocasionales, asi como la pág. XVI del Diccionario ideológtco, y la pág. 208 de mi Lexicología y text cograßa. 27.- Me remito al «Plan de la obra», pág. XIX 28.- Ibidem, pág. XXH. 29.- Sobre su vida, véase Maria Antonia Martin Zórraquino, «Una lodcógrafa aragonesa: D' Maria Moliner», apud Günter Holtus, Georges Lüdi y Michael Metzelän (eds.), La Corona de Aragon y las lenguas románicas, Miscelánea de Yomenqfe para Germán Colon, Tubinga, 1989, págs. 423-434. 30.- 2 vols., Madrid, 1966-1967. 48 MANUEL ALMAR EZQUERRA pese a adolecer de defectos simüares, agrandados por su peculiar presentación de los materiales. Esos velntlcinco anos son muchos por cuanto la realldad extraHngüisüca, y la lengua mis-ma, han sufrido unos camblos notables que no se han rellejado en su Interior. Maria Mollner toma como modelo el diccionarlo de la Academia, si bien introduce algunos carnblos: prescinde de las voces de germania, de las variantes de palabras usuales o actuates que no son de uso ciudadano (con lo que se condenan los usos rurales), tecnlclsmos muy especlallzados, nombres de lnstitu-ciones y pueblos antiguos, americanismos sin interes especial, y los derivados no usuales. Por otra parte, intenta hacer agrupa-ciones lexemáucas, aunque no de una manera generallzada, y con frecuentes faHos o defectos, el principal de ellos la deficiente presentación tipográfica. En las deflniclones, sustituye todas las que en el repertorio académlco se establecen medlante sinóni-mos. La denomlnación de uso del diccionario condiclona dos de sus caracteristicas, el establecimiento de un sistema de sinóni-mos, y la presencia de indicaciones gramaticales sobre el regimen de muchas palabras. Medlante el sistema de sinónimos se puede conducir al lector hacia otros lugares, ya que delante de cada acepción se ofrecen las palabras que pueden sustituir a la definida en alguna ocasion (posibilidad que ya estaba, por ejem-plo, en el DGILE). Por esta razón es por la que se han suprimido los sinónimos como elemento definldor, a costa de alargar los articulos y utilizar con frecuencia la descripción en lugar de la deflnición. _ Otro de los elementos caracterizadores del diccionario son las indicaciones gramaticales sobre el uso de las palabras, que, en ocasiones, llegan a ocupar un espacio exceslvo en el cuerpo del diccionario. Entre las innovaciones debe ponerse en primer lugar la aten-ción prestada a la sintaxis no sólo por la abundancia y extension de las informaciones gramaticales, sino a través del uso que figura en el titulo de la obra. No es menos importante el intento de agrupaciones lexemátlcas, fallido en más de una ocasion. Maria Moliner pretende una renovación del repertorio de la Academia por la forma de ordenar las palabras (con las agrupa- acaoNARios de lengua 49 ciones lexemátlcas), por la manera de establecer las deflniclones (no las hay sinonimicas), y por la actualization del lexlco. Es original poner como entradas los nombres clentificos de anima-les y plantas, por más que un diccionario de lengua no sea su lugar aproplado. Con el DUE aparecen por vez primera, que yo sepa, dentro de la lexicografia monolingüe del espaňol las informaciones sobre la pronunciación, si bien no de manera generallzada, sino sólo en unas pocas palabras. El empefto de Maria Moliner fue muy merttorio en su época, pero ahora tiene un valor relauvo pues desde que aparecló el Diccionario de uso del espaňol la Academia nos ha proporciona-do dos nuevas ediciones del diccionario general y otras dos del manual, han visto la luz otros diccionarios de la lengua muy actualizados y permisivos, y se han hecho diccionarios especia-les que mejoran, con mucho, algunos de sus intentos. Los demás diccionarios generates de nuestra lengua que conocemos deben algo, mucho o poco, a los que acabo de comentar de forma tan rápida, y sobre todo al de la Academia, que es, pese a las criücas, el eje sobre el que gira la lexicografia espaňola. Y ello es asi porque el DRAE no es tan malo o imper-fecto como algunos quieren creer. Ya voy a terminar, y lo voy a hacer sin recomendar o inclinar-me por un diccionario en concreto, no porque me falte objetivi-dad (tengo razones personales más que sobradas para recomendar alguno en particular), sino porque el diccionario es un ins-trumento, y como tal instrumento debe satlsfacer las necesida-des partlculares.de cada usuario. No hay ningun diccionario que sea mejor que los demás. Por el contrario, si lo hay que se adecue a to que se precisa en un memento o para una actividad. Conocer lo que tienen en su Interior nos permítlrá hacer la elección, esto es, ser libres, que es a lo que debe aspirar el hombre: a la libertad se Ilega por el saber, no por la Ignorancia, la aceptación de la opinion aJena o la conformidad.