TEXTO 1: “MUSA MÍSTICA”: (Sancho Saldaña, Espronceda) Un espantoso fantasma vestido todo de negro, con una antorcha en la mano, se apareció en este instante. Sus ojos lanzaban llamas, su semblante era lívido y sus brazos largos, secos y descamados, semejaban a los de un desollado cadáver, mostrando todos sus músculos y ligaduras. Brillaba en medio de los relámpagos como un espectro rodeado de luz y vestido del nebuloso ropaje de las tinieblas […]...rostro pálido, y más ajado por el dolor y la penitencia que por los años, pues no parecía tener arriba de veintidós, tenía un no sé qué tan angelical y amoroso, que cautivaba y enamoraba con su ternura. Pero el sentimiento que inspiraba era más dulce y respetuoso que ardiente y apasionado, porque sin duda los pasatiempos de aquella joven no eran de este mundo y su alma ya habitaba en las celestiales mansiones de la paz y de la eterna felicidad [… ] TEXTO 2: “MUSA ROMÁNTICA”: (El estudiante de Salamanca, Espronceda) Bella y más segura que el azul del cielo con dulces ojos lánguidos y hermosos, donde acaso el amor brilló entre el velo del pudor que los cubre candorosos; tímida estrella que refleja al suelo rayos de luz brillantes y dudosos, ángel puro de amor que amor inspira, fue la inocente y desdichada Elvira […] Tú eres, mujer, un fanal transparente de hermosura: ¡Ay de ti! si por tu mal rompe el hombre en su locura tu misterioso cristal […] TEXTO 3: “MUJER CARNAL O DIABÓLICA”: (La ajorca de oro, G.A. Bécquer) Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira el vértigo, hermosa con esa hermosura que no se parece en nada a la que soñamos en los ángeles y que, sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabólica, que tal vez presta el demonio a algunos seres para hacerlos sus instrumentos en la tierra […]Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante, como todas las mujeres del mundo […]Yo rezaba, rezaba absorta en mis pensamientos religiosos, cuando maquinalmente levanté la cabeza y mi vista se dirigió al altar. No sé por qué mis ojos se fijaron, desde luego, en la imagen; digo mal; en la imagen, no; se fijaron en un objeto que, hasta entonces, no había visto, un objeto que, sin que pudiera explicármelo, llamaba sobre sí toda mi atención... No te rías...; aquel objeto era la ajorca de oro que tiene la Madre de Dios en uno de los brazos en que descansa su Divino Hijo... […]Desperté; pero con la misma idea fija aquí, entonces como ahora, semejante a un clavo ardiendo, diabólica, incontrastable, inspirada sin duda por el mismo Satanás... […] TEXTO 4: “HEROÍNA ROMÁNTICA EN EL REALISMO”: (La Fe, Armando Palacio Valdés) Sin embargo, aquella joven tan aficionada a la iglesia, tan suelta y andariega, no le era simpática. Obdulia tenía la tez pálida, extremadamente pálida, donde brillaban unos ojos negros grandes y hermosos como pocos. Sus cabellos eran negros también y abundantes, su talle delgadísimo. Todo en su persona indicaba un temperamento enfermizo. No podía llamársela con justicia hermosa, pero sí interesante y distinguida. TEXTO 5: “ÁNGEL DEL HOGAR”: (Marta y María, Palacio Valdés) Tenía puesto un enorme delantal blanco como el de las cocineras y en la cabeza una cofia también blanca. Sus ojos negros, brillantes, lucían mejor con este traje, lo mismo que sus cabellos de azabache. Había alzado las mangas del vestido y mostraba al descubierto unos brazos mórbidos y mejor torneados de lo que pudiera esperarse de su corta edad. Estos brazos anunciaban una mujer en plena posesión de todos los atractivos punzantes, de todas las graciosas curvas de su sexo: eran unos brazos blancos y tersos de virgen flamenca, firmes y macizos como los de una doncella de labor, lo mismo podrían servir de modelo a un estatuario que para arreglar una cama a las mil maravillas […] Tomó la mano de la niña, que era pequeña, pero firme y segura como la una amazona. No tenía la suavidad del raso como las de María porque los trabajos de la casa la habían curtido un poco, en cambio, ofrecía la tersura amable de una epidermis rebosando de salud y de sangre. No estaba ardorosa tampoco como aquélla, sino siempre tibia y serena, apercibida a toda molestia como las de una hija del pueblo […]Espera un poco, Martita, ponte aquí frente a este rayo de luz roja… ¡Si vieras qué semblante tan particular tienes ahora!... Pareces una gitana…, una hija del desierto […] Toda la inocencia de sus ojos, toda la pureza de sus contornos virginales se borraba bajo el poder de aquella llama maliciosa y lasciva, transformándola en un ser distinto, fiero y voluptuoso al mismo tiempo, bien lejano por cierto del verdadero […] El color azul, que es el más espiritual, el más puro y el más sublime de los colores, se adaptaba admirablemente al rostro cándido de Marta […] La línea delicada y correcta de sus facciones adquiría perfección ideal y todo su semblante se transfiguraba con una expresión angélica de beatitud […] No obstante, había cierta exageración de mal gusto en esta fisonomía arrobada y celeste que la tinta azul le prestaba. Aquélla no era la Marta verdadera, ingenua y modesta en su expresión como en sus rasgos, sino otra Marta afectada, teatral y fantástica. Ricardo concluyó por decirle que con ninguna luz estaba mejor que con la natural […] Poco a poco la cesta se iba vaciando y pasando su contenido al armario, que despedía siempre su olor punzante y un poco agrio de lencería lavada. Este olor había invadido toda la habitación y la refrescaba con un perfume de salud y de limpieza más grato que todas las esencias y pomadas. Era el perfume que acompañaba siempre a Marta, al decir de su padre, y parecía exclusivamente creado para ella […] Marta era apacible, callada, firme, circunspecta y reservada. El defecto que en su casa le señalaban era el de ser un poco terca. No era posible, pues, una antítesis más perfecta. Si así no fuese, Marta hubiera llegado a querer a Manolito, porque su temperamento repugnaba la mudanza lo mismo en los muebles del cuarto que en los sentimientos del corazón […] Marta se maravillaba sinceramente. No comprendía que un hombre tuviera que descender a estos oficios habiendo tantas mujeres en el mundo, y se informaba menudamente de las particularidades de la vida de colegio, cómo los trataban, qué comían, a qué hora se acostaban, quién les hacía las camas, les lavaba la ropa y se la planchaba, si los colchones eran duros o blandos, si bebían vino, cuántas veces a la semana les mudaban las toallas, etc… […]