iron con un quete al que que alli, en •res carnice-Dr cuyo mo-;1 matadero, donde se es- I.a perspectiva del matadero a la distancia era grotesca, llena de animaciön. Cuarenta y nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas hollaban aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias. En torno de cada res resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distin-tas. La figura mas prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripä28 y rostro embadurnado de sangre. A sus espaldas se rebulli'an, caracoleando y siguiendo los movi-mientos, una comparsa de muchachos, de negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpias de la fäbula, y, entremezclados con ella, algunos enormes mastines olfateaban, gruni'an o sc daban de tarascones por la presa. Cuarenta y tan-tas carretas toldadas con negruzco y pelado cuero se escalona-ban irregularmente a lo largo de la plava, y algunos jinetes, con el poncho29 calado y el lazo prendido al tiento"', cruzaban por 26 la mazorca: o mashorca, nomhre vulgär de la Socicdad Populär Restaura-dora, polici'a politica del regimen de Rosas, creada en 1834, y tristemente famo-sa por la dureza de su reprcsion. Su nombre proviene de un cruee paronomästi-co entre «mazorca», la espiga del mai'z, usada como si'mlxilo y tambien como instrumento de tortura, y «mäs horca» (Dicc. Mori'nigo), alusiön sarcästica a la represiön. '7 Algunos de los si'mbolos usados en su momento en 1:1 matadero permane-cen en la litcratura argentina posterior. Como muestra, quizäs sirva un detallc: es |>)sible asociar el letrero rojo de la casilla del juez, que permanecerä «hasta que lo liorre la mano del licmpo», con la pulperi'a en la que se lleva a cabo cl duelo a cuchillo (o la muertc ritual) de Dahlmann, personajc de El Sur de Borges, descrita como «l\l almaccn que, alguna vez, habl'a sido punzo, jxro los anos habfan mitigado para su bien cse color violento». 2i* chiripä: del queehua tbiripac, para el tri'o. Prenda de vcstir del gaucho pam-peano, que adaptö el uso de la manta araucana replegändola entre las piernas v sujetändola con el cinto. a modo de pantalones. *,lJ pombo: del araucano pontlm, ruana. Prenda de abrigo del gaucho v del indio americano. 100 entre ellas al tranco o, reclinados sobre el pescuezo de los ca-ballos, echaban ojo indolente sobre uno de aquellos animados grupos, al paso que mäs arriba, en el aire, un enjambre de ga-viotas blanquiazules, que habi'an vuelto de la emigraeiön al olor de carne, revoloteaban eubriendo con su disonante graz-nido todos los ruidos y voces del matadero y proyectando una sombra clara sobre aquel campo de horrible carnicen'a. Esto se notaba al prineipio de la matanza. Pero a medida que adelantaba, la perspectiva variaba: los grupos se deshaci'an, veni'an a formarse tomando diversas acti-tudes y se desparramaban corriendo como si en medio de ellos cayese alguna bala perdida o asomase la quijada de algün enco-lerizado masti'n. Esto era que, l'nter el carnicero en un grupo descuartizaba a golpe de hacha, colgaba en otro los cuartos en los ganchos a su carreta, despellejaba en este, sacaba cl sebo en aquel, de entre la chusma, que ojeaba y aguardaba la presa de achura, sali'a de cuando en cuando una mugrienta mano a dar un tarazcön con el cuchillo al sebo o a los cuartos de la res, lo que originaba gritos y explosiön de cölera del carnicero y el continuo hervidero de los grupos, dichos y griten'a descompa-sada de los muchachos. —Ahl' se mete el sebo en las tetas, la tia —gritaba uno. —Aquel lo escondiö en el alzapon —replicaba la negra. —iChe!31, negra bruja, sali'2 de aqui' antes que te pegue un tajo —exclamaba el carnicero. lietilo: tira muv fina de cuero sin curtir; sirve, en este caso, para atar el /azo (cuerda de cuero trenzado para sujetar a los animalcs) a la silla de montar. 11 Che: forma vocativa de 2.-' persona dueumentada en el Rio de la Plata ha-cia fines del siglo xvii. Puede tambit;n tener valor de interjeeeiön. Para algunos proviene del valenciano. Golxdlo, en su Oirrioriarin iMnfardo, la registra como originada en «el antiguo tse espanol, escrito ce». Mori'nigo no descarta el origen guarani del termino, llevado por el personal de scrvicio al Rio de la Plata. " sali: por «sal», ini[x-rativo de salir. rorma \ crbal corresp<5ndiente al voseo. Es] uso ilel im como pronombre de 2.a persona singular v de las tbrmas \erbales concordantes (cornente hoy en Argentina entre otras zonas de America) ya era frecuente en el habla del Rio de la Plata de aquella epoca, e inclusive alternaba con el «tu» en la lengua escrita familiär o informal. Aunquc lue el populismo fe-deral de Rosas cl que difundiö y jerarquizö su uso, no entrarä de Ueno a la lengua literaria sino mucho mäs tarde. Sin embargo, no hav que olvidar tambien el papel fundamental de la generaeiön del Y! en la defensa de una norma lingüi'stj-ca propia, lilx-rada de la tutela aeademica v pentnsular. flsa soberan/a populär 101 (acando de la es, dos enor-I de toro. La desgraciados matadero era de buena po-ta escasez de el senor juez Ln dos por tres estuvo desollado, descuartizado y colgado en la carreta el maldito toro. Matasiete colocö el matambre bajo el pellön de su recado54 y se preparaba a partir. La matan-za estaba concluida a las doce, y la poca chusma que habia pre-senciado hasta el fin, se retiraba en grupos de a pie y de a ca-ballo, o tirando a la cincha algunas carretas cargadas de carne. Mas de repenie la ronca voz de un carnicero gritö: —iAlli viene un unitario! —y al oi'r tan significativa palabra toda aquella chusma se detuvo como herida de una impresidn subi-tänea. —cNo le ven la patilla en forma de U?55. \o trae divisa en el traque ni luto en el sombrero""\ —Perro unitario. —Ls un cajetilla57. —Monta en silla^8 como los gringos. w bacer ojo lerdo: hacer la vista gorda. iJ modo: en cl «Rio de Li Plata, apero, siIIa de montar» (DRAU). 55 patilla en V: se refiere, en realidad, a la barba recortada en forma de U v sin bigote, que era de uso distintivo entre los unitarios. Como contrapartida, el gran bigote identificaba a los rederales. divisa y luto: Durantc el regimen de Kosas, era obligatorio para los funcio-narios püblicos, y en la practica para todos, el uso de la divisa puiryi, una cinta roja con el color emblemätico de la Fcderaciön, a la par que sc proscribieron los colores azul y verde que distinguian a los unitarios. A la muerte de [aicarnaciön Hzcurra (19 de octubre de 1838), mujer de Rosas, sc impuso ademäs, durante dos anos, el «luto fedcral» que consisti'a en un brazalcte con lazo negro en el brazo izquierdo y una cinta negra en el sombrero. 51 cajetilla: en el Rio de la Plata designa peyorativamente al senorito. Rosem-blat lo detine como «hombre urbano, atildado o petimetre». Scgun Gobello, sc origina por metätesis del espanol jaquetilla: chaquetilla. ittanta en silla: velada aeusaeiön de elitismo extranjcrizante; la silla o «mon- —La Mazorca con el. —iLa tijera! —Ls preciso sobarlo. —Trae pistoleras por pintarw. —Todos estos cajetillas unitarios son pintores como el diablo. —cA que no te le animas, Matasiete? —iA que no? —A que si. Matasiete era hombre de pocas palabras y de mucha aeeiön. Tratändose de violencia, de agilidad, de destreza en el hacha, el cuchillo o el caballo, no hablaba y obraba. Lo habian picado: prendiö la espuela a su caballo y se lanzö a brida suelta al en-cuentro del unitario. Era este un joven como de veinticinco anos, de gallarda y bien apuesta persona, que mientras sali'an en borlxrtön de aquellas desaforadas bocas las anteriores exclamaciones, trota-ba hacia Barracaswl, muy ajeno de temer peligro alguno. No-tando, empero, las significativas miradas de aquel grupo de do-gos de matadero, echa maquinalmene la diestra sobre las pistoleras de su silla inglesa, cuando una pechadaM al sesgo del caballo de Matasiete lo arroja de los lomos del suyo tendiendolo a la distancia boca arriba y sin movimiento alguno. —iViva Matasiete! —exclamö toda aquella chusma cayendo en tropel sobre la vi'ctima como los caranchos62 rapaces sobre la osamenta de un buey devorado por el tigre. Atolondrado todavi'a, el joven fue, lanzando una mirada de fuego sobre aquellos hombres feroces, hacia su caballo que permanecia inmövil no muy distante, a buscar en sus pistolas tura mglesa» era propia tle los senoritos, mientras que los gauchos usaban el apero criollo o recado. w pintar: o «hacer pinta», del lunlardo rioplatense, por bacer alardc, presu-mir, ostentar. pinlor: presumido, jactancioso. w Barracas: en la cptKa, zona del extrarradio portenti. Actualmente, nombre de un barrio de Buenos Aires. El termino designa, en America, los cdihcios donde se almacenan cueros, cereales, etc., destinados al träfico. (l1 unapechada: en Argentina, expresiön rural que significa empujar, midientio tuerzas, con el pecho del caballo a otro caballo con su jinete. 62 carancho: ave de rapina, carronera, de la familia de las talcönidas. 108 109 el desagravio y la venganza. Matasiete, dando un salto le salió al encuentro, y con fornido brazo asiéndolo de la corbata lo tendió en el suelo tirando al mismo tiempo la daga de la cintu-ra y llevándola a su garganta. Una tremenda carcajada y un nuevo viva estertorio6' volvió a victoriarlo64. iQué nobleza de alma! iQué bravura en los federales! Siem-pre en pandilla cayendo como buitres sobre la victima inerte. —Degiiéllalo, Matasiete: quiso sacar las pistolas. Deguéllalo como al toro. —Picaro unitario. Es preciso tusarlo65. —Tiene buen pescuezo para el violin. — locale66 el violin. —Mejor es resbalosa67. —Probemos —dijo Matasiete, y cmpezó sonriendo a pasar el filo de su daga por la garganta del caido, mientras con la ro-dilla izquierda le comprimia el pecho y con la siniestra mano le sujetaba por los cabellos. —No, no le degüellen —exclamó de lejos la voz imponente del juez del matadero, que se acercaba a caballo. —A la casilla con él, a la casilla. Preparen la mashorca68 y las tijeras. iMueran los salvajes unitarios! iViva el Restaurador de las leyes! —iViva Matasiete! —iMueran! iVivan! —repitieron en coro los espectadores y atándole codo con codo, entre moquetes y tirones, entre voci-feraciones e injurias, arrastraron al inr'eliz joven al banco del tormento como los sayones al Cristo. La sala de la casilla tenia en su centro una grande y Fomida a estertorm: torma vulgar cic cstcrtórco, que seguramcntc está usado cquivo-cadamente, por cstentóreo. w victoriar: vulgarismo, por vitorear. ss tusar: americanismo, cortar las crines a un animal. "* tocale: acentuación grave del verlio exigida por el voseo. Cfr. nota 32. " el violin, la resbalosa, nombres dados en la jerga mazorquera a formas de tor-tura que consistian en la muerte lenta por degüello. Una letrillá de la época alu-de al hecho: «Al que con salvajes tenga relación / verga por los lomos sin cucn-ta y razón, / y si se resiste, violin y violon.» ** La mashorca: cfr. nota 26. mesa de la cual no salian los vasos de bebida y los naipes sino para dar lugar a las ejecuciones y torturas de los sayones federales del matadero. N'otábase, además, en un rincón, otra mesa chica con recado de escribir y un cuaderno de apuntes y por-ción de sillas entre las que resaltaba un sillón de brazos desti-nado para el juez. Un hombre, soldado en apariencia, sentado en una de ellas, cantaba al son de la guitarra la resbalosa69, to-nada de inmensa popularidad entre los federales, cuando la chusma, Uegando en tropei al corredor de la casilla, lanzó a empellones al joven unitario hacia el centro de la sala. —A ti te toca la resbalosa —gritó uno. —Ľncomienda tu alma al diablo. —Ustá furioso como toro montaraz. —Ya le amansará el palo. —Us preciso sobarlo. —Por ahora verga y tijera. —Si no, la vela. —Mejor será la mazorca. —Silencio y sentarse —exclamó el juez, dejándose caer sobre su sillón. Todos obedecieron, mientras el joven, de pie, en-carando al juez, exclamó con voz preňada de indignación: —Infames sayones, čqué intentan hacer de mi? —iCalma! —dijo sonriendo el juez—, no hay que encoleri-zarse. Ya lo verás. Ľl joven, en efecto, estaba fuera de si de cólera. Todo su cuerpo parecía estar en convulsion. Su pálido y amoratado ros-tro, su voz, su labio trémulo, mostraban el movimiento con-vulsivo de su corazón, la agitación de sus nervios. Sus ojos de fuego parecían salirse de la orbita, su negro y lacio cabello se levantaba erizado. Su cuello desnudo y la pechera de su camisa dejaban entrever el latido violento de sus arterias y la respira-ción anhelante de sus pulmones. —cTiemblas? —le dijo el juez. —De rabia, porque no pueclo sofocarte entre mis brazos. —ť'ľendrías fuerzas y valor para eso? —Tengo de sobra voluntad y coraje para ti, infame. La resbalosa: en este caso cl autor se reťiere a la zamba o canción adoptada como emblema por los federales. 110 111