Capítulo 7 EL ELEMENTO ÁRABE EN LA HISTÓRIA LINGUÍSTICA PENINSULAR: ACTUACIÓN DIRECTA E INDIRECTA. LOS ARABISMOS EN LOS ROMANCES PENINSULARES (EN ESPECIAL, EN CASTELLANO) Federico Corriente Córdoba Universiäaä de Zaragoza 0. Datos históricos de los arabismos y su estudio' 0.1. En el aňo 711, fuerzas islámicas de mayoría étnica br., aunque con un impor-tante contingente tribal ár. dirigente, inician una rápida conquista de la practica tota-lidad de la Peninsula Ibérica que, al tener éxito en pocos aňos y causar el derrumba-miento de las estructuras políticas y sociales de la Hispánia godorromana, convierten a ésta en una nueva entidad geopolítica, Alandalús,2 cuyos habitantes van gradual-mente y en no muchas décadas adoptando no sólo la supraestructura de los conquis-tadores, religiosa y política, sino también su infraestructura, económica y social. Una mayoría iniciál de cristianos y judíos, rápidamente decreciente a causa del prestigio y otros atractivos de la conversion al Islam en la situación emergente, resistirá la asi-milación religiosa, quedando en situación de minorías, generalmente bien toleradas por la supraestructura del nuevo estado islámico, pero no a salvo de presiones de los cuatro niveles estructurales, cuando no emigran a zonas no controladas por los mu-sulmanes. 1. Utilizamos las siguientes abreviaturas: and(alusí), ant(iguo), ár(abe), br. (= bereber), cl(ásico), cs. (= castellano), ct. (= Catalan), iberorrom(ance), lt. (= latín), pt. (= portugués), y rom(ance). 2. Ésta es la pronunciación de ešte topónimo en todo el ár. occidental, como se refleja en el cs. an-daluz, correcta reproducción de la acentuación del ár. and., que conocía el acento fonémico, mientras que en los orientales, que carecen de él, y a los que se debe por mera imitación fonética de los arabistas la pronunciación supuestamente cl., oscilan entre el egipcio [aľandálus] y los restantes [aľándalusj, que no nos parece debamos adoptar al castellanizar el término, puesto que nuestros arabismos se acentúan se-gún las reglas del ár. and. 186 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA Las consecuencias sociolingüisticas de la nueva situación son las habituates en los casos de contacto de lenguas, al convivir cuotidianamente los hablantes de dia-lectos proto-iberorrom., derivados de la interferencia del bajo lt. con antiguas lenguas prerromanas y, en minima medida, con los dialectos de los invasores germánicos, con hablantes de dialectos ár. y br., si bien hay que presumir que muchos del ultimo grupo cstaban, ya en el momento de su ingreso en la Peninsula Ibérica, en vias de con-vertirse en bilingiies en br. y ár., por exigencia de su subordinación política y cultural a las estructuras arabizadas del estado islámico.' 0.2. Por otra parte, tanto los nativos del pais como los invasores ár. estaban previa-mente inmersos en situaciones de diglosia. ya que los registros altos y la expresión escrita requerian el uso del It. y del ár. cl., respectivamente, lenguas que sólo una mi-non'a dominaba. En el caso particular de la comunidad judía, se hacía además uso del hebreo, y en cierta menor medida del arameo talmudico, en actuaciones cultuales, de-sarrollando el primero una literatura primeramente sólo religiosa y posteriormente ampliada a determinados usos laicos, si bien como patrimonio sólo de los segmentos más cultos, sin uso oral normal, para el cual los judios de Sefarad siguieron utilizando dialectos iberorrom. y/o ár.4 Ese uso literario del hebreo convive con el del llama-do judeo-árabe,5 variedad comunitaria de ár. medio, o sea, un haz mal definido de fe-nómenos de interferencia entre ár. cl. y dialectal. En general, estos tres idiomas lite-rarios, propios de registros superiores y actuaciones formales, tienen escasa influen-cia en la situación de lenguas en contacto que va a caracterizar a Alandalús. 0.3. El contacto de lenguas entre aquellos dialectos iberorrom. y los dialectos ár. y br. importados por los conquistadores da lugar a una situación dominante de los ár. que genera en el uso oral dos haces dialectales, el romandalusí,6 reflejo del rom. lo- 3. La presencia del br. en Alandalús fue primeramente estudiada de modo científico por LUdtke (1965), y más recientemente por Corriente (1981), (1998) y (2002) y Ferrando (1997), siendo nuestra im-presión que, a pesar del escaso numero de berberismos transmitidos al and., y menos aun al iberorrom., esta lengua de la mayoría del primer contingente de invasores, reforzado luego por otros no menos nu-merosos, no careció de importancia en la gestación de algunos rasgos fonéticos, morfosintácticos y léxi-cos del and. y, de resultas, de los arabismos del iberorrom. 4. Con ciertos rasgos característicos de dialectos comunitarios en ambos casos, lo que es confir-mado por un estudio del judeo-espanol de Salónica (Corriente 1999b), donde se observa que sus arabismos no coinciden totalmente con los del resto del iberorrom., como consecuencia de una distínta convi-vcncia con el ár. and., que produjo eťectos apreciables todavía varios siglos más tarde. 5. Magistralmente descrito en Blau (1965). 6. Por deformation ideológica, ešte haz dialectal venia siendo llamado «(lengua) moíárabe», des-de los trabajos pioneros de Simonet (1888) hasta los más recientes de dialectología iberorrom., con una clara connotación de identificación con los cristianos de Alandalús, aunque era de todos bien sabido que lo utilizaban igualmente musulmanes y judíos hasta su extinción, e incluso con cierta tendencia a consi-dcrarlo como una especie de «espaftol antiguo» o «proto-castellano». Tales denominación y caracteriza-ción no son actualmente sostenibles, no sólo por las exigencias cíentíficas que requieren reexaminar toda conexión supuesta entre lengua y cultura, como nos enseňo E. Sapir, sino porque se conoce mejor su autonómia y relación con respecto a los rom. septentrionales, y va resultando cada vez más evidente que los EL ÁRABE EN LA PENÍNSULA (BÉRICA 187 cal, en situación de superioridad numérica durante muchas generaciones, pero de in-ferioridad social, y el and., resultante de los dialectos ár. de los invasores en interac-ción con el primero, socialmente favorecido por su prestigio en una sociedad regida por un estado islámico y que, aunque minoritario al principio, se impone numérica y socialmente en un par de siglos, genera un estándar con un espectro tolerable de variation dialectal y socioléctica y termina por hacer desaparecer al romandalusí, con independencia de la afiliación religiosa de los habitantes de Alandalús. Las fechas de consolidación de ambos haces dialectales, ár. and. y romandalusí. se pueden situar en el s. x, y las de extinción final y total del romandalusí a fines del s. xn, habiendo posteriormente una situación de monolingiiismo ár. en lo que restaba de Alandalús, o zo-nas islámicas de la Peninsula Ibérica, hasta la liquidación de éstas, con la prolongation que supone la situación lingiiística de mudéjares y moriscos, hasta la expulsion a principios del s. xvii, caracterizada por la reintroducción partial del bilingüismo con es., ct. o pt. como lenguas dominantes, de nuevo con el consabido final de extinción de la lengua dominada, en este caso, el ár., que tuvo tiempo de consumarse por do-quier, salvo en el reino de Valencia.7 0.4. Como consecuencia de dicha Situation histórico-social, las lenguas iberorrom. de la Peninsula Ibérica,8 se diferencian característicamente de las del resto de Europa, con la exception paralela de las suritálicas, por haber estado expuestas a una interferencia directa y característica del ár., junto a una influencia indirecta, comparti-da con las lenguas ultrapirenaicas, y debida tanto a las relaciones comerciales y rni-litares entre las dos orillas, cristiana e islámica, del Mediterráneo, como a los movimientos científicos de transferencia de literatura, científica y artística, protago-nizados por europeos que, conscientes de la superioridad cultural de los musulmanes a la sazón, se hicieron traducir las obras que consideraron fundamentales para pro-gresar en tal aspecto, hasta conseguir igualarla e incluso superarla ya en la Baja Edad Media y en la antesala del Renacimiento, como es bien sabido de los historiadores. no musulmanes de Alandalús participaban plenamente de la cultura de los musulmanes, salvo en ei res-tringido dominio religioso, y hasta parece documentado que el nombre de «mozárabe» designaba sólo y en principio a los cristianos de la región de Toledo, en particular tras su emigración al norte cristiano, habiendo sido anacrónicamente convertido en una etiqueta apropiada para defender ciertos postulados ide-ológicos, no compatibles con el actual nivel de conocimientos hístóricos, sociológicos y culturales acer-ca de las realidades de la Peninsula Ibérica en la Edad Media. El glotónimo que proponemos no es acep-tado entusiásticameme por todos los especialistas que, aun conscientes en su mayor parte de la necesidad de abandonar el anterior, lo tildan de prosódicamente pesado, prefiriendo «romance andalusí», lo que, sin embargo, nos priva del necesario derivado «romandalusismo», siendo asi que, en lenguaje técnico, a na-die molesta «galorrománico» o «iberorromance», con no inferior numero de sílabas. 7. V. Barceló (1984: 17). La rearabización de los moriscos expulsados al norte de Africa se hizo ya en los dialectos locales, aunque dejando ciertos rasgos de sustrato en las comunidades más compac-tas, algunos presentes hasta la actualidad, según Corriente (1992a: 35-36), Vicente (2000) y Moscoso (2003). 8. No es el caso del vasco cuyos arabismos son muy escasos, generalmente identificables con pro-cedencias navarras o cs., probablemente de resultas de la cristianización tardía, que no favoreció la inmi-gración de mozárabes, principales portadores de arabismos, junto con numerosos elementos de la civili-zación, muy superior en aquel entonces y durante algunos siglos, de las gentes del sur. 188 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA 0.5. Los dialectos iberorrom., reflejan, pues, la interferencia con el ár. a través de cuatro tipos principals de arabismos, de los que dos son directos (préstamos debidos. en una primera fase y en mayor numero, a la emigration mozárabe a los estados cris-tianos del norte de la Peninsula Ibérica, y posteriormente, a los contactos de los re-conquistadores cristianos con la población mudéjar, luego morisca, al caer las tierras de Alandalús en manos de aquellos estados, fundamentalmente Castilla, Aragon, Portugal y Navarra), y otros dos tipos indirectos, a saber, por una parte, los transmitidos por contactos, no de poblaciones locales, sino de individuos o grupos de individuos de naciones diversas, mayormente no hispánicas, que se desplazaban a tierras del Islam como comerciantes, viajeros, embajadores, peregrinos o guerreros, introduciendo en sus lenguas y, en definitiva, en las de la Peninsula Ibérica, por varias vias, tecni-cismos de sus experiencias y oficios y, por otra parte, los arabismos generados por las traducciones, por dificultad de encontrarles equivalente It. o rom. Aun existen otros dos tipos, también minoritarios, de arabismos, los introducidos por algunos literates contemporáneos, autores de relatos exóticos, y los todavía más recientes, producidos por las relaciones de Espaňa y Portugal con países norteafricanos, particularmente Marruecos, o por la prensa, al tratar de asuntos relacionados con el mundo islámico. 0.6. Las reflexiones e incluso estudios de la interferencia ár. con el iberorrom., en particular con el es., se remontan a observaciones o dates transmitidos por varios autores desde la Baja Edad Media, adquieren notable cuerpo en la Edad Moderna, con las contribuciones de los intérpretes y lexicólogos Alonso del Castillo, Lopez Tama-rid, Diego de Urrea, Guadix, Covarrubias, Aldrete y Martinez Marina, y cristalizan cientificamente con la publicación del Glossaire des mots espagnols et Portugals derives de ľarabe de R. Dozy y W.H. Engelmann en 1869,9 a partir del cual se suce-den regular y frecuentemente articulos y libros, dedicados a ešte terna y reflejados en las bibliografias,10 hasta la publicación en 1999 de nuestro Diccionario de arabismos y voces aflnes en iberorromance que, precedido de un estudio gramatical de esta interferencia, da ultima cuenta y razón de los progresos alcanzados hasta fines del s. xx en ešte campo. 1. Pancronía 1.1. Los arabismos del es. no proceden directamente del ár. cl., hipótesis metodoló-gica responsable de no pocos errores en su estudio hasta tiempos recientes, sino del 9. Estudia detalladamente esta fase Fórneas (1990), autor que ha recogido una exhaustiva bibliografia sobre esta materia (Fórneas 1981), complementable por razones cronológicas con la más escueta de Ineichen(1997). 10. Resumidos en Corriente (1999c: 67). Entre ambos hitos, han tenido particular importancia por su difusión y alcance las obras de Eguílaz (1886), Steiger (1932). Asín (1944), Corominas (1951) y Kies-ler (1994). En el aspecto lexicográfico, nuestras revisiones han sido incorporadas por las ultimas edicio-nes de los diccionarios de Maria Moliner y DRAE, en ešte ultimo caso, no totaimente actualizadas y con opciones terminológicas que no recomendamos. como hicimos constar en su momento, si bien no vedan-do por ello la utilización parcial de nuestros materiales. EL ÁRABE EN LA PENINSULA IBÉRICA 189 haz dialectal and.," en el caso de los directos, adquiridos en el suelo de la Peninsula Ibérica. o de otros dialectos del neoárabe, sobre todo los utilizados en Siria, Egipto y resto del norte de Africa, en el caso de los indirectos. En ambos casos ha habido casi siempre una fase intermedia, a cargo de bilingües, que adaptaban fonética, o gráíica-mente en el caso de traducciones y arabismos cultos o literarios, las voces ár. con un grado mayor o menor de distorsión, al que hay que sumár la introducida por los ibe-rorromanófonos monolingiies para darles fisonomía y forma fonológica normalizada en sus dialectos, las producidas por titubeos y evoluciones en los sistemas de trans-cripción seguidos, erratas de copia, ultracorrecciones eruditas o vulgares y conse-cuencias de la evolution fonética de dichos dialectos. Ésta fue particularmente fuer-te en el caso del es., en el paso de su pronunciación medieval a la moderna septentrional, con grandes alteraciones de los fonemas sibilantes apicales (/§/ y 111 > /9/) y palatales (/š/ y /g/ > /x/) y pérdida de la espirante laringal /h/, mientras que en la meridional las soluciones son /š/ y lži > /s/, y /š/ y /g7 > /h/, con ocasional confluencia de la laringal, idiolécticamente mantenida.12 1.1.1. En los arabismos directos, los transmisores, mozárabes en la primera fase y mudéjares o moriscos en la segunda, apenas alteraron fonémícamente las voces ár., puesto que esta lengua era, en su variedad and., la propia de ellos, aunque también co-nocíeran el romandalusí en el primer caso, con las oportunas restricciones dialectales, diatópicas y diacrónicas,'3 y como segunda lengua, a veces y en ambos casos, algún dialecto del iberorrom. septentrional. Las alteraciones se produjeron en el paso del and. al iberorrom. septentrional, al tener que reflejar de algún modo, más raramente 11. Steiger (1932) tue el primero en hacer hincapié en esta cireunstancia, seguido en ello por Corominas (1951). pero no por Asín (1944). lo que llevó al DRAE a repetir en ešte campo, en sus edicio-nes de la segunda mitad del s. xx, una metodológia desfasada, al no tener en consideración los avances de la lingúística y dialectología árabes, y casi limitada a buscar arabismos en los diccionarios de ár. cl.. basándose en su mero parecido fonético y semántico con voces es., como documentamos en Corriente (1999a). Por otra parte, el hecho de que no hayamos dispuesto de una deseripción del haz dialectal and., completa y metodológicamente puesta al día, hasta 1977, y de su primer diccionario hasta 1997, dificul-taba o imposibilitaba la precision en ešte terreno, cosa que hay que tener en cuenta a la hora de díseulpar ciertos errores y carencias en él. 12. A ešte respecto, debemos indicar que citamos los arabismos del es. en su ortografia actual, pero el lector deberá tener en cuenta la medieval y sus titubeos, deseritos en otros capítulos de esta obra. 13. Es bien conocida la rápida e intensa arabización de mozárabes y judíos en Alandalús, y van desvaneciéndose las pretensiones, ideológicamente sesgadas, de su prolongado y generalizado bilingtiis-mo, que no parece haberse diferenciado del de las otras dos comunidades en su gradual desaparición, ante la evidencia de que no sólo necesitaban traducciones de las Escrituras al árabe, lengua en la que también se redactaban los cánones eclesiásticos, sino que en el s. Xll los autores musulmanes, vgr., bo-tánicos, ya no encontraban mozárabes capaces de interpretarles correctamente los nombres de plantas que habían pasado del romandalusí al uso general de los arabófonos. como demostramos en Corriente (1999e). Por supuesto, incluso antes de su extinción, el romandalusí, lengua sin prestigio. dominada y de mayor lealtad sólo entre campesinos, mujeres y clases sociales inferiores, había sufrido fuertes in-fluencias del ár., no sólo en su léxico, sino en todos los niveles de su gramática, como documentamos en Corriente (1997b). 190 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA omitir, fonemas ár. desconocidos en rom., aplicar ciertos principios fonotácticos, para evitar secuencias inaceptables en él, y operar ciertas adaptaciones morfosintácticas, como la frecuente aglutinación del artículo en los sustantivos, introduction de los sis-temas de flexión y derivation léxica en el caso de los verbos, derivation de algunos adjetivos a partir de su femenino ár., defuncionalización de nexos en los pocos sintag-mas que se convierten en arabismos, evoluciones semánticas diversas, etc. 1.1.2. En los arabismos indirectos, el elemento intermedio de la transmisión al cs., es azaroso, pudiéndose tratar de ct. o aragonés, pero también de dialectos itálicos, neogriegos, provenzal, pt., francés, etc., lo que supone necesariamente dos fases de adaptation y eventual deturpación, desde el neoárabe, otras veces con fase intermedia neopersa o turca, a dichas lenguas, y de éstas al cs., por lo que su proceso de adaptación ha sido doble y debe tenerse en cuenta, y lo mismo hay que decir en los casos de arabismos que penetran a través de canales de traduction o adaptación cul-ta. donde a la procedencia, generalmente neoárabe, hay que aňadir la deturpación pro-bablemente aňadida por los adaptadores al rom.14 2. Sincronía 2.1. FONOLOGÍA 2.1.1. Las discrepancias en los sistemas fonémicos de ár. y rom. en el momento de su contacto eran notables. Prescindiendo de ciertos rasgos específicos de los llama-dos yemeníes, a los que aludiremos oportunamente, porque se reflejaron en algunos de los préstamos más antiguos, en el elenco segmental el ár. se caracteriza por un sis-tema vocálico triangular sencillo, frente al heptavocálico, tal vez ya pentavocálico en alguna zona, que se supone al proto-iberorrom., y por un elenco consonántico con doce fonemas (interdentales, uvulares, faringales, faringalizados y glotal)15 que, sobre un total de 28, eran ajenos al rom., mientras éste tenia diez, sobre un total de 24, que 14. Los arabismos más modernos y contemporáneos del cs. no se recomiendan a menudo por la excelencia de la técnica de su adoption, habiendo entre ellos palabras fantasma (cf. Corriente I999d), de-turpaciones caprichosas como alminar y alhamí, baciyélmicos adefesios (vgr., beréber, moaxaja, zéjel y jarcha) y hasta dislates cursis, como llamar gacelas a ciertos poemas, basándose en ei ár. yazal «en-decha», que nadá tiene que ver con el zoónimo yazal, que nos dio gacela. Bien es verdad que en épocas anteriores también se pusieron en circulation formas totalmente erróneas, como cénit, antimonio y Betelgeuse, que ya no osaríamos corregir ni eliminar, por su validez secular e internacionál, pero no es tal el caso de los errores de los dos Ultimos siglos. De hecho, algunos diccionarios prestigiosos, rindiéndose a la evidencia, han iniciado tan conveniente enmienda, comenzando por eliminar o, al menos, seňalar voces fantasmas, desde *abab a *zata, y a readmitir, al menos, acentuaciones correctas, como bereber, frente al disparatado beréber, tan čaro a algunos arabistas como «rasgo de escueia». 15. O sea, /& y /ô/, /q/, /y/ y /x/, /hy y /Y/, /tí, lál, Isl y 161, y /?/, cuya exacta description fonética puede verse en Corriente (1980: 21-25). En ešte capítulo utilizamos un sistema de transcription que com-bina rasgos del de la International Phonetics Association (I.P.A.), más conocido de los no arabistas, con el traditional de éstos, para evitar excesiva complication tipográfica en el caso de fonemas velarizados y faringal (marcados con punto infrascrito). EL ÁRABE EN LA PENINSULA IBERICA 191 lo son a aquél.16 En el elenco suprasegmental, aquellos dialectos ár. de los conquista-dores se caracterizaban por el ritmo cuantitativo, mientras que el proto-iberorrom. ha-bía perdido ešte rasgo que tuviera el lt. cl., y lo había sustituido por el acento de in-tensidad, evolution esta que se repitió para generar el haz dialectal ár. and., por lo que sus vocales, tónicas o átonas, se reflejaron como tales, sin dificultad ni alteración pro-sódicas. en los préstamos al iberorrom. También había algunas diferencias importan-tes de orden fonotáctico entre ambos sistemas, que comentaremos. 2.1.1.1. Por lo que se refiere al vocalismo, no hubo, sin embargo, una equiValencia inequívoca e invariable, ya que los tres fonemas vocálicos del ár., /a/, /i/ y /u/ tienen alófonos, condicionados por el entorno consonántico y silábico, los cuales, captados por el oído del romanófono y sometidos a su analizador acústico. reciben identifica-ciones fonémicas del propio sistema, de manera que /a/ puede reflejarse como tal o como Id (en entorno palatal, o simplemente no labio-velar),17 /i/ como tal, o como Id (en entorno velar o en sílaba cerrada),18 y /u/ como tal, o como /o/ (en entorno velar, sílaba cerrada, y aun en otras situaciones),19 teniendo muy en cuenta un no siempre explicable titubeo entre soluciones, debido a diferentes realizaciones dialectales del and., de la fase intermedia romandalusí, y a la perplejidad de los romanófanos que dudaban ante ellas al realizar inconscientemente su propio análisis fonémico. La situation se complica algo más por la presencia impredecible de otros fenómenos asi-milatorios, como el redondeamiento de /a/ en /o/ en entornos labiovelares,20 o la palatalization espontánea de /a/, característica de ciertos dialectos ár. y omnipresente en and. desde su consolidación a su extinción, en dos grados, uno, primero, con resulta-do Id, y otro, segundo, con resultado /i/, en rom.21 16. A saber, la bilabial lpi, la labiodental lvi, no generalizada, las prepalatales HI, Inl y /[/, las si-bilantes predorsales africadas sorda y sonora /§/ y lil, las sibilantes apicales lil y lil, y la velar /g/, aun-que ésta ultima si la tenían los llamados yemeníes, en realidad, miembros de tribus de origen sudarábigo, en proceso más o menos avanzado de abandono de su antigua lengua sudarábiga, a favor del nordarábi-go, o simplemente ár., aunque con fenómenos sustráticos y criollismos notables. 17. Vgr., cs. aceituna < and. azzaytúna, pero azabache < and. azzabág y, en cambio, del and. šatrang, el cs. ajedrez, con palatalization de las dos vocales, por asimilación a ambas consonantes pala-tales, la segunda a dištancia, por debilidad de la nasal, frente al pt. xadrez, donde no se acusa tal et'ecto sobre la primera vocal. 18. Vgr., pt. azebre, frente al cs. acinar < and. assibr, por entorno velar, y ct. mesc, frente al cs. almizcle < and. almt'sk, por sílaba cerrada. 19. Vgr., cs. almuédano < and. almuwáôôan, frente a cs. almocadén < and. almuqaäddm, por entorno velar, y cs. mozlemo < and. muslim, por sílaba cerrada, aunque son muchos los reflejos rom. lol de ár. /u/ que no responden a ninguna de tales situaciones, sino a la particular realization del fonema ár., su-ficientemente abierta como para ser percibida como lol por oidos extranjeros, cf. cs. almojarife < and. almuSrlf, cs. mojama < and. mušámmal, etc. 20. Vgr., pt. xarope, frente a cs. jarabé < and. Saráb. 21. Cf. las vars. pt. acáquia y acequia < and. assáqya, con ausencia y presencia del primer grado, y el cs. aceňa, frente al ct. sinia < and. assánya, para presencia de primero y segundo. A ešte fenómeno suele darse el nombre técnico de imälah («inclination»), lo que es impropio desde el punto de vista de la terminológia gramatical ár., cuando no se trata de una antigua /ä/, vgr., en alaqueque frente a alaqueca «cornalina» < and. allaqiqa < ár. ant. laqiqah, cs. alboaire < and. albuháyra < ár. ant. buhayrah, etc. 192 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA 2.1.1.2. Los dialectos ár. importados a la Peninsula Ibérica, según diversos testimonies irrefutables de la documentación disponible, eran aún notablemente conservado-res en la preservación de los antiguos diptongos /ay/ y /aw/, que también parecen ha-berse mantenido bien en romandalusí al recibir arabismos, como en su propio material castizo, donde sólo en fases tardías se va apreciando ereciente tendencia a la monoptongación.22 En cuanto al iberorrom. septentrional, con la excepción del galai-co-portugués, que los mantiene como /ey/ y /ow/, respectivamente, son reflejados con contracción en Id y /o/, respectivamente (cf., pt. acoute < and. ussáwt, y aldeia < and. addáy^a, frente a cs. azote y ct. assot, cs. y ct. aldea). Hay, empero, casos particula-res de preservación, debidos en nuestra opinion al mantenimiento ocasional de la pro-nunciación romandalusí más conservadora, y no a un tratamiento diferenciál de los llamados diptongos secundarios (cf. cs. alcaide < and. alqáyid < ár. ant. qaiid, cs. aceite < and. azzáyt < ár. ant. zayt, cs. albéitar < and. albáytar < ár. ant. < baytär, etc.),23 es decir, producidos en fase neoárabe. Tampoco faltan algunos casos de reduction del diptongo a vocal cerrada, /i/ y /u/ (cf. cs. almíbar < and. máyba, y cs. adula < and. addáwla)}* 2.1.1.3. El sistema consonántico ár. fue reflejado en iberorrom. por los fonemas equivalentes o más próximos del propio elenco. Salvo situaciones particulares, las labiales /b/, /m/ y /w/, la labiodental If I, las dentales /t/, lál y /n/, vibrantě /r/, lateral /l/, prepalatales /g/, /š/ y /y/, y velar /k/ son reflejadas por sus homólogos fonémicos, y transeritas según las correspondientes convenciones gráficas medievales (b, m, gu o [h]u, f o h, t, d, n, r, 1, g o j, x, i o y, c o qu, vgr., cs. albacora < and. albakúra, al-mez < and. almáys, alguacil < and. alwazír, alcahuete < and. alqawwád, alfil < and. alfll, alhóndiga < and. alfúnduq, talega < and. tďiľiqa, adalid < and. addalíl. nor[i]a < and. nďiúra, arrope < and. arrúbb, limón < and. laymún, Algeciras < and. aljizí-ra, aljofaina < and. aljufáyna, exarico < and. ťssarík, aliacrán < and. alyaraqán «ic-tericia», albayalde < and. albayád, aleuza < and. aleuza y alquiler < and. alkirá).25 Hay cierta duda sobre si el primer grado de itnátah llegó a generar un fonema /e/ en and., mientras que es obvio que el segundo grado produce el arehifonema IV pero, ante la duda, mantenemos /a/ en nuestras transeripciones del and., aunque conste la realización |el. 22. V. Corriente(1999e:220). 23. Como vemos, no siempre se trata de diptongos secundarios, es decir. resultantes de la contracción de secuencias primitivamente bisilábicas, contra la doctrina de Steiger (1932: 360). Lo que es, por otra parte, lógico, ya que los hablantes no hacen distinciones diacrónicas en su sistema ťonémico, ni las leyes fonéticas las tienen en cuenta, mientras dura su vigencia. Lapesa (1980: 146 n. 19) sugiere más ra-zonablemente, para todos los diptongos anómalamente preservados, una adopción en épocas, nosotros aňadiríamos también zonas y registros, en que no regia la monoptongación. 24. Había, pues, también en and., como en buena parte del neoárabe, una tendencia inťracorrecta a monoptongar, como lo demuestran las pseudocorrecciones, no sólo infracorrecciones (vgr., Cid < ár. sayyid), sino también algunas ultracorrecciones, vgr. es. ant. alaules «perlas», que refleja el ár. ant. \uina. 25. Estas equivalencias en grafía It. eran generalmente válidas en toda la Romania, por lo que sue-len darse también en los arabismos indirectos, pero hubo algunas originalidades y cambios, como la an-tigua transeripción de /š/ por sc, digrama que acabó evolucionando grafémicamente a x. Por otra parte, con carácter esporádico y motivos intrarromances, se han dado caídas de casi cualquiera de estos fone- EL ÁRABE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 193 Por aproximación, /6/ y lil son reflejados como /t/; Ibl y /&/, como lál; /s/ y /s/ como /s/ (grafemas c o 5, modernamente c y z) y /z/ como lil (modernamente z o c), respectivamente (vgr., ataharre < and. dafár, atabal < and. attabál, adive < and. aôôíb, nadir < and. nadir; aceňa < and. assánya. azófar < and. assúfr; azahar < and. az-záhr y aceite < and. azzáyt); lyl como /g/ (vgr., cs. aigaba < and. alyába); /q/ como /k/ (vgr., alcazaba < and. alqasába, quintal < and. qintár), mientras que /í/ y 111 no se reflejan en modo alguno (cf. cs. alarife < and. aľiaríf, alamín < and. al ft lamin)?6 y las espirantes velar, /x/, faringal, /h/ y laríngal /h/ son transeritas con el ya visto ti-tubeo entre f o h (cf. cs. alhelí < and. alxayrí, pero falleba < and. xallába, alhaja < and. alhága, pero alfoz < and. alhawz, y alf/holí < and. alhurí),21 sin que podamos afirmar que al segundo graféma correspondiera siempre en rom. un fonema con su valor histórico y cardinal. 2.1.1.4. Suprasegmentales 2.1.1.4.1. El ár. and. había perdido el rasgo fonémico de cantidad vocálica, sustitu-yéndolo por el acento28 que, más o menos tónico en los dialectos del ár. ant. y los posteriores, no tiene en ellos carácter fonémico, como lo demuestra la total ausencia de su mention por los gramáticos nativos, de insuperables dotes de observation y description de su lengua.29 La position de dicho acento, casi totalmente previsible en tér- mas, vgr, cs. ataúd < and. tabiit, muladf < and. muwalladin, taray < and. tardfa, alaria < and. ufíáridah, ajonjolí < and. atguígulán, alfanje < and. alffángar, abaiorio < alballiiri, tabique < and. tdsbik, zabra < and. zdwraq. Naturalmente, los arabismos posteriores al cambio de pronunciation del cs., exhi-ben las nuevas equivalencias de los grafemas j y g, s, c y z (vgr., jaique < and. háyik, gilí < hirrí «de la vulva», majarón < malirúm, sajelar < sahhal, etc.). 26. Ha de tenerse en cuenta que el fonema oclusivo glotal 111 no se realiza generalmente en neoárabe. También hay esporádicas transeripciones de 111 por g (vgr., algarabía < and. aKarabíyya, cf. Co-rriente 1999a: 37, n. 38), y por a rom., vgr., cs. laúd < and. aľiúd, y azamboa < and. aizanbút, debido al efecto acústico de esta consonante del ár., que los no nativos pueden identificar con /a/. 27. También hay transeripciones de Ixl por c, al parecer, según Steiger, el procedimiento más an-tiguo, vgr., cs. alcachofa < and. alxafsúfa y, en algunos casos, por motivos intrarromances, estas espirantes quedan sin reflejo, vgr., cs. badea < and. battíha, abarraz < and. habb arrás, y adarme < and. addárham. 28. EI argumente principal que demuestra esta sustitución es la frecuente eliminación, por error or-tográfico de los copistas, o por propósito intencionado de reproducir la prosodia dialectal, de las marcas de vocal históricamente larga en posiciones átonas, y su introducción históricamente abusiva en posicio-nes tónícas, vgr., and. >yugad< - lyugádl «se encuentra» (ár. cl. yugad), frente a and. >muqä$< = tmu-qásl (ár. cl. miqass), principio igualmente aplieado en el sistema grafémico and. a voces rom., vgr. >yinastah< = lyinestal «retama», pero >yinastallah< - lyinestéllal, su diminutive; v. Corriente (1977: 60-62) y Corriente (1999e: 218). Otra prueba complementaria de esta hipótesis es la conversion del sistema metri co ár. cl. Ciarud) de pies cuantitativos a secuencias en que las posiciones de sflaba larga son ocupadas por sílabas acentuables, y las de breve, forzosamente por átonas, no sólo en los poemas estró-ficos (muwaňahat clásicas y cejeles dialectales), tanto en sus partes ár. como en las llamadas haragät dialectales (en and. o romandalusí, incorrectamente llamadas «jarchas»), sino incluso en la adaptación de aquel sistema por los poetas en hebreo de Sefarad, según se explica y demuestra en Corriente (1991) y (1997b: 90-121). 29. V. Fleisch (1961: 169-171) y Birkeland (1954: 5-38). 194 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA minos de estructura silábica, y con escasa variación dialectal dentro del haz and.,10 es escrupulosamente respetada en los arabismos, lo que ha de tenerse muy en cuenta para no postular desplazamientos y hacer las oportunas deducciones: vgr., no se pue-de derivar directamente el cs. achaque del and. assakd «queja», sino que la voz es. es nombre derivado intrarromance de achacar, verbo hibrido que si contiene como base dicha voz ár.31 Son contadísimos los casos en que hay desplazamiento real, vgr., cs. tarima, que responde al granadino taríma, frente al más antiguo and. tárima, eti-mológicamente normal: puede tratarse de dialectalismos, acentuaciones orientales im-portadas por peregrinos, viajeros y eruditos e introducidas en términos técnicos, trans-misiones librescas o simples errores. Por otra parte, debido al carácter espiratorio del acento, tanto en and. como en rom., no es sorprendente la caida de vocales, e inclu-so silabas enteras postónicas, particularmente en el caso de vocablos esdrújulos, sin que haya siempre certeza de en que fase se produjo, vgr., cs. adarme < and. addár-ham (tras recibir -e paragógica y producir un esdrujuio que es evitado), marga por márfaga < and. márfaqa, azufaifa < and. azzufdyzafa, etc.32 2.1.1.4.2. La presencia de junturas, es decir, transiciones a ritmo más lento en la cadena fónica, es a veces también responsable de la forma en que aparecen los arabismos. En juntura final, el and. no admitia grupo consonántico, prejuntural ni pos-juntural, salvo en ajguna combinación con sonorante o sibilante como primera con-sonante antes de la final, mientras que el rom. admitia fácilmente e incluso prefería las que tuviesen /r/ como primer elemento, pero sólo en posición posjuntural, lo que ha producido determinadas alteraciones en los arabismos, como la fonemización de las vocales disyuntivas no fonémicas del and. (vgr., cs. alcazar < and. alqas[a]r), la adición de vocal paragógica (vgr., cs. aňazme < and. annahm, menos frecuentemen- 30. V. Corriente (1977: 64-66), de donde se desprende la obligatoriedad del oxftono en las se-cuencias CvCvC, sin que pudiese computarse como ultima vocal la disyuntiva opcional en CvC|v|C (vgr., cs. azabache < and. azzabág, pero acíbar < and. assib[a]r), asi como del paroxftono en casos en que el and. refleja antiguas estructuras de penúltima sflaba larga (vgr., cs. alférez < and. alfáris < ár. unt. juris), y una cierta opcionalidad, seguramente dialectal o de registra, en CvCCvC entre oxítono y paroxítono (vgr., cs. alacrán < and. altaqráb, pero aljófar < and. algáwhar). No alteraba la situación la adición de sufijos, salvo ocasionalmente {+í} de gentilicio, que atrai'a el ucento, como veremos, al menos en los arabismos (vgr., cs. alholva < and. alhúlba, retama < and. ratárna, almadraba < almadrába, pero márfaga < and. márfaqa , frente a cs. baladí < and. baladí, alcancía < and. alkanzíyya. Pero, precisamente, la desaparición de la cantidad vocálica impedía la predecibilidad total de la posición del acento, que deci-día el signifieado en muchos pares mínimos del and., vgr., lábid «asceta» (< ár. ant. läbid), frente a Sabíd «esclavos» (< ár. ant. lablď). 31. O bien del sustantivo alomorfo sákwa, bien documentado en ár. and., cuyo /w/ caía en la pro-nunciación romandalusí. según Corriente (1997: 348). 32. Esta tendencia debe tenerse en cuanto a la hora de afirmar, como a veces se ha hecho, que los arabismos han afectado las proporciones prosódicas del iberorrom., inerementando el numero de sustanti-vos esdrújulos y agudos, atirmación sobriamente matizada y cuestionada por Lapesa (1980: 147-148): como vemos, los arabismos esdrújulos podían sufrir las mismas cai'das de postónica que convertían en lianas a voces cs. patrimoniales, y el mismo resultado podía afectar a las agudas al recibir vocal paragógica, dot lo que hay que pensar que la integración de los arabismos no era elemento decisivo en tales preferen-;ias prosódicas, sino las tendencias del momento, lugar y registro ya dentro de los dialectos iberorrom. EL ÁRABE EN LA PENINSULA IBÉRICA 195 te -o o -a, por selección intrarromance, vgr., cs. horro < and. húrr, aiforja < and. alhúrg, pero esta adición abunda incluso cuando la consonante final era sencilla, vgr., cs. azote < and. assáwt, mozlemo < and. muslim, y alfombra < and. alhánbaľ), y al-gunas metátesis de M (vgr., cs. trujamán < and. turgumán, Trafalgar < and. tárfala-gdrr «punta čiara» y, sin perjuicio del artículo prefijado, altramuz < and. tarmús). Por otra parte, la juntura abierta interna, menos perceptible, da lugar a veces a falsas escansiones, que han ereado serias dificultades a los etimólogos, en casos como šalenia (< la+s halemas < and. halláma), alambor (nombre de fruta, explicable por el ct. eis z+ambors, < and. zanbúl, de donde también el cs. azamboa) y abacero (explicable a través del asturiano zabarced/ro. por escansión incorrecta de los z+abar-cedos < and. sáhb azzád «el provisionista»). 2.1.1.5. Las equivalencias fundamentales deseritas pueden alterarse además por mo-tivos de variación dialectal, diatópica o diacrónica en la lengua donante (ár. [and.]) o en la lengua receptora (iberorrom. o, coneretamente, cs.), fonotaxis (si se producen secuencias rechazadas o evitadas por la lengua receptora, lo que da lugar a fenóme-nos de asimilación, disimilación, haplología y metátesis) y contaminación (con secuencias semántica o fonéticamente similares), complicando considerablemente el panorama de resultados. 2.1.1.5.1. Entre las variaciones dialectales, diatópicas, diacrónicas y diastráticas más notables del ár. [and.], hay que tener en cuenta, particularmente, la importante presencia en las primeras generaciones de elementos yemeníes, que conservaban la antigua articulación lateral de lál, velar no africada de Ig/ y no palataiizada de /ä/ (vgr., cs. alcalde < ár. alqäd~i, [hjámago < ár. xamg, y fulano < ár. fiilän),33 y otras posteriores, de más difícil atribución, cronológica o geográfica, como las alteraciones vocálicas por labialización, palatalización y velarización (vgr., cs. almodón < and. almadhún y alfombra < alhánbal; cs. almijarra < and. almagárra y aljibe < and. al-júbb; aiadar < and. alliô ár y Mahoma < and. muhámmad),34 y las esporádicas tendencias a intercambiar las labiales Iml, Ibl y /w/ (vgr., cs. alb/móndiga < and. al-búnduqa, albórbola < and. alwálwala, a veces también a la labiodental, vgr., cs. aljébana = aljáfana < and. algáfna, casos todos ellos que parecen, generalmente, ha-berse producido ya dentro del rom.), las nasales Iml y lni en posición final (vgr., en alcotán < and. alqatám, y gaňán < and. Yannám),35 las sonorantes /n/, IM y M (vgr., 33. Estos casos se localizan diacrónicamente en préstamos tempranos, y diatópicamente en el norte y oeste de la Peninsula Ibérica, debido seguramente a la más temprana inmigración de mozárabes ara-bizados antes de la estandardización del and., la cual hizo desaparecer tales rasgos minoritarios. 34. Acerca de este nombre propio, cf. Granja (1968). No siempre podemos determinar si la altera-ción se produjo ya en el idiolecto donante, and. o desaparecer tales rasgos minoritarios. 35. Aunque este fenómeno ya se daba esporádicamente en and., y no había sido ajeno al ár, ant., su presencia en los arabismos del cs. suele deberse al rechazo de éste a /m/ final, preferida, en cambio, por el pt, mientras en ct. la final /n/ suele caer. 196 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA cs. nenufar < and. naylúfar, alifara < and. alihäla, alfaneque < br. afrag),i6 y las si-bilantes y prepalatales /s/, /s/, Izl y /g/ (vgr., ár. ant. sabag > and. zabág> cs. azaba-che, ár. ant. sinäb > cs. ajenabe, sólo explicable por un and. *dsšináb, y and. zanáti > es. jinete); de ellas, las sordas /s/ y /s/ asimilaban en regislros bajos a una III o /t/ que las siguiera, como se observa, vgr., en el cs. alfó(n)cigo < and. alfústuq, almáci-ga < and. almástaka, zaguán < and. astawán, etc. 2.1.1.5.2. Las reglas fonotácticas de los dialectos rom. exigen o favorecen la rees-tructuración de ciertas secuencias más o menos inaceptables que se habrían produci-do al adoptar los arabismos en su pronunciación and. o romandalusí, vgr., grupos consonánticos anormales, consonantes finales y otras secuencias anómalas. Las con-sonantes finales admitidas por el rom., si prescindimos de las sonorantes y sibilantes, oscilaron diacrónicamente, por lo que encontramos no sólo las vocales paragógicas ya mencionadas, para evitar tales junturas finales, sino también fenómenos de ensorde-cimiento, cuando no se desarrollan o, posteriormente, ensordecimiento seguido de vocal paragógica (cf. cs. arrope < and. arrúbb, alcahuete < and. alqawwád, acebuche < and. azzabúg, alfaneque < br. afrag)?1 Tampoco es raro que el rom. rechace una vocal tónica final, situación anómala fuera de los verbos, y aňada una sonorante, vgr. cs. azacán< and. assaqqá, celemín < and. damani, y alcabor < and. alqabú. 2.1.1.5.3. Por otra parte, sin causalidad fonémica, sino por preferencias secuencia-les, ya dentro del rom., se produjeron fenómenos impredecibles de asimilación, disi-milación, haplología, epéntesis y metátesis (vgr., cs. algodón < and. alqutún, acero-la < and. azzalrúra, abacero < and. sáhb azzád, albahaca < and. alhabáqa, zambra < and. zámra; batahola < and. tahawwúla) o, más sencillamente, de contamination por secuencias semántica o fonéticamente similares (vgr., el cs. real «campamento» < and. arrihál, contaminado semánticamente por el adjetivo real, con consecuencias fonéticas, y andorra (< and. haddúra «charlatana»), contaminado fonéticamente por andar, con consecuencias semánticas). 2.2. MORFOLOGÍA Los sistemas morfemáticos de lenguas en contacto no suelen ser fácilmente combinables ni intercambiables, lo que minimiza, en general, la posibilidad de inter- 36. Sus intercambios eran ya frecuentes en fases anteriores, vgr. ár. ant. ňil > and. annír, pero cs. aún aňil, and. ziwán/l «cizaňa», pero canario aún acevén; como se puede observar, se trata a menudo de fenómenos de asimilación y disimilación. 37. Dicha adición no suele ser necesaria con las sonorantes y sibilantes finales, vgr., cs. rehén < and. rihán, atabal < and. attabál y azúcar < assúkkw; almirez < and. almihrás/z, arroz < and. arrúzz, alcahaz < and. alqafáf, aunque también se da ocasionalmente (cs. alfajeme < and. alhaggám, alazano < alagháb, albadena < albadán, alborozo < alburúz), particularmente, tras grupo consonántico (acetre < asstil, alfombra < alhánbal), lo que es caso distinto. EL ARABE EN LA PENINSULA IBÉR1CA 197 ferencias a este nivel, universal lingilístico al que no es exception el caso del contacto entre ár. y rom., al menos en el caso de los dialectos septentrionales, utilizados en zonas donde el bilingüismo era exceptional, prácticamente restringido a los inmi-grantes mozárabes de primera generation. Éstos, trilingiies al cabo en and., romandalusí y un dialecto rom. septentrional, pudieron transmitir, gracias al superior pres-tigio de la cultura islámica que poseían, una masa importante del léxico ár. que había penetrado en romandalusí, pero casi ninguno de los rasgos morfosintácticos de la mis-ma procedencia, que habían hecho de éste casi una Mischsprache (cf. Corriente 1997b: 350-372), puesto que resultaban excesivamente exóticos para los hablantes de rom., que no eran, en absolute, bilingües. 2.2.1. El único morféma ár. incorporado productivamente al sistema morfológico del es. fue el gentilicio o atributivo {+í}, categoría llamada por los gramáticos ár. nis-bah, el cual aparece en su forma primitiva, vgr., cs. baladí < and. baladí, jabalí < and. gabalí («de monte»), ocasionalmente seguido de la marca de femenino (vgr., sandía < and. sandíyyah «de Sind», alcancía < and. alkanzíyya «la del tesoro»), si bien el cs. pierde entonces la conciencia de tal sufijo, que no admite morféma femenino cuando si es funcional. Es asimismo usado en creaciones muy posteriores e in-trarromances, de modo productivo (vgr., marroquí, paquistaní), aunque limitado a sustantivos relacionados con el mundo islámico (salvo, por asimilación temática, al-fonsí). En otros casos en que este morféma era átono, el cs. tampoco tiene conciencia de su presencia funcional (vgr., aloque < and. halúqi «azafranado», abitaque < and. albitáqi), asi como en los casos en que el sufijo ár., independientemente de su tonicidad, había sido romanizado con un sufijo adicional de género (vgr., baldío < and. batilí, ajevío «prestidigitador» < and. lagáyibi, y barrio < and. bárri «exterior», situación común con los citados ejs. femeninos).38 2.2.2. Un curioso caso de conciencia de las marcas morfológicas del ár. al producir arabismos, forzosamente atribuible a los mozárabes bilingües, lo constituyen algunos adjetivos,35 pertenecientes a la categoría semántica de color y rasgo físico, que en ár. suelen tener en masculino la estructura silábica {aCCaC} (vgr., ahmar «rojo», azraq «azul», asmar «mořeno», abkam «mudo», etc.), y en femenino {CaCCä?} (o sea, 38. Este alomorfo átono del sufijo atributivo ár., con reflejo rom. /-«/, parece naber estado sujeto a fenómenos de cafda (vgr., cs. albur < and. albúri, zahén < and. zayyáni), y de restitución antietimoló-gica en /-o/ (vgr., hovero < and. hubíri, murciano zarabatano < and. zarbatáni, quizás cs. citano < and. síd dáni «otro seňor»). 39. Se ha seňalado, a menudo y correctamente, la escasez de adjetivos y verbos entre los arabismos, frente a la abundancia de los sustantivos (cf. Lapesa 1980: 140): es un universal linguístico que se observa en mayor o menor medida en todos los casos de lenguas en contacto, pero sobre todo en los casos en que, simultáneamente, el contacto implica el dominio de una cultura sobre otra. como sucedió en la Peninsula Ibérica durante toda la Alta Edad Media, ya que los nuevos objetos e instituciones se im-ponen con sus nombres sustantivos en la lengua donante, mientras que para sus propiedades y acciones suele haber adjetivos y verbos aproximadamente adecuados en la lengua receptora, o bien se derivan de aquéllos. 198 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA hamral «roja», de donde Alhambra, zarqal, samräl, bakmal, etc.), es el hecho de que los arabismos resultantes se han modelado sobre el fem.,40 del que los masculi-nos son retroformaciones, vgr., zarco, masc. de zarca < and. zárqa, zambo, masc. de zamba < and. sámra, jaro, masc. de jara < and. gátra, y loco, masc. de loca < and. láwqa. 2.2.3. El préstamo de verbos entre lenguas altamente flexivas, pero genéticamente distintas o divergentes, requiere una identificación previa de un segmento léxico-se-mánticamente básico, mediante una eliminación de morfemas flexivos de la lengua donante, el cual integrará la lengua receptora en su propio sistema de flexion,41 aňa-diéndole todos los morfemas flexivos de sus propios verbos: esta complicación es un factor aňadido para comprender la relativa escasez de arabismos verbales. Mayorita-riamente, los verbos rom. de origen ár. utilizan como base el masdar o nombre verbal,42 al cual se aňaden los morfemas flexivos de la primera conjugación, siendo fre-cuente la prefijación de {a(d)+} y {en+}, vgr. adarvar «aturdir» (< *a+darb+ár, del and. dárb «acción de golpear»), engarzar (< *en+garz+ár, del and. gárz «acción de clavar»), etc.; otras veces, el segmento utilizado como base ha sido el imperativo, vgr., es. ajorrar (< *a+gurr+ár, del and. gúrr «arrastra», abarse < and. aťiád «alé-jate»),43 o el perfectivo, vgr., es. zafar (, zalmedina < and. sáhb almadína «dueňo de la ciudad»), califica-tivos (vgr., matalahúva < hábbat alhulúwwa «grano dulce», cimitarra < and. simsáma tárya «espada gitana»), con menor frecuencia preposicionales (balhurría < and. bila hurríyya «sin nobleza»), e incluso oraciones completas (vgr., aljemifao o aljimifrado < and. algamři fi ráhtu «todo está en su clase», haragán < and. hárá kán «excremento es»). Es frecuente que se simplifiquen y reduzcan a un solo elemente (vgr., cs. alhorre «erupción» < and. "sakát alhúrr «achaque del noble», y ca-nario albafar frente a valenciano quelve < and. kalb albáhr «perro de mar, tiburón»). 2.4. Arabismos semánticos y fraseológicos Como en todos los casos de lenguas en contacto, se han producido en el con-junto del iberorromance, y particularmente en castellano, casos de calco de determi-nadas acepciones de un lexema árabe por su equivalente romance más extenso y co-mún (calco semántico), y traducciones literales de determinados sintagmas (frases o modismos) de dicha lengua.52 Si prescindimos del refranero,53 donde la traducción de proverbios árabes enteros rebasa los límites gramaticales y pertenece más bien al te-rreno de la interacción intercultural, estos calcos parecen más escasos de lo que se ha propuesto a veces, seguramente por el hecho de que el arabismo en iberorromance es más bien complementario de los registros altos y técnicos del léxico que suplementa-rio de los medios e inferiores, la parte más viva y castiza de la lengua en la que sus intromisiones fueron más bien escasas, porque los bilingiies que los introdujeron en la primera y más importante fase, los mozárabes, tenían prestigio socio-cultural, pero no constituían mayoría popular que pudiese alterar masivamente el funcionamento en tales parcelas del núcleo central del idioma. Cualquier propuesta en este sentido debe ser sometida a erítica, exigiendo no sólo la identidad de datos y su coexistencia en ár. cl. y rom., sino también a) presencia en ár. and., requisite no imprescindible, puesto que sus repertorios léxicos y fraseológicos son insuficientes, pero presumiblemente cumplido cuando el segmente en cuestión sea al menos documentable en neoárabe, preferentemente, occidental. 52. Al igual que en el caso de los supuestos arabismos sintácticos, la detección, más o menos correcta, de algunos rasgos estilisticos y calcos de forma interna en iberorrom., generados por la interferencia ár., ha sido tarea abordada por algunos hispanistas y arabistas, a veces con excesivo entusiasmo, como apunta Lapesa 1980: 150-157, cuya actitud sensatamente escéptica compartimos, pues a menudo, aunque no siempre, se trata de presunciones indemostrables o meras influencias de la lengua fuente en traductores poco avezados al naciente cs. literario, que casi nunca se incorporaron al uso idiomático, aunque es honrado seňalar que Kiesler (1994: 43-57) y otros tratadistas anteriores han sido algo más recep-tivos a tales propuestas. 53. Sobre la version de buena parte del refranero ár. al cs. son fundamentales los trabajos de Garcia Gómez, en particular, 1977 (v. también Kiesler 1994: 47). 202 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA b) singularidad de esa identidad, comprobada por su ausencia en las lenguas del entorno de la recipiente, en este caso, el es. c) carácter no artificial del calco, o sea, que no sea una creación personal u ocasional, sino que hay a tenido curso efectivo en el uso idiomático. La aplicación de estos criterios nos inclina, por ejemplo, a rechazar el supuesto calco semántico de hidalgo (de Castro 1950),54 pero nos inclina a aceptar el de men-tiras («selenosis, mancha blanca en las ufias», de Pérez Lázaro 1990 I: 67),55 y a rechazar los de amanecer y anochecer,56 aceptando, en cambio, el del modismo llenar el ojo (de Wijk 1971 y de la Granja 1976) o herre que herre,57 etc. 3. Diacronia 3.1. Desde el ángulo gramatical, los arabismos, acabada su fase romandalusi, que hay que presumir en todos los locales y más antiguos, caracterizada por el bilingiiis-mo ár.-rom. generalizado de sus usuarios, e integrados al iberorrom. de las zonas no sometidas a dicho condicionamiento, se comportan como palabras rom., sujetas a la misma evolución fonética y semántica que las demás. Si prescindimos de la concien-cia, que pueden haber tenido los círeulos cultos, de que marcas como el artículo aglu-tinado o el sufijo gentilicio {-í} denunciaban un origen ár., los romanófonos no pa-recen reaccionar en modo particular ante estas palabras. 3.1.2. La total adaptación fonética supone el sometimiento definitivo a todas las le-yes fonéticas que el rom. tenia o fue desarrollando, desde la simplificación de gemí-nadas (salvo las tres sonorantes l\l, lni y M, las dos primeras con resultado palatali-zado, vgr. alloza < and. alláwza, aňil < and. anníl y arrope < and. arrúbb), reduc-ción de diptongos que aún se conservaban en dialectos del romand. (vgr., hawl+és en la fyarga A32, aún foula en gl., pero ola en cs., cf. Corriente 1997b: 299-300), y so-norización de oclusivas intervocálicas (vgr., adobe < and. attúb, azogue < and. az-záwq),K y a los diversos titubeos en el tratamiento de consonantes finales, con o sin adición de vocales paragógicas (v. 2.1.1.5.2). 54. La expresión generadora de esta hipótesis. el raro barm ľiahmäs de Dozy I 404, «quinteros», se decía de los campesinos que cultivaban el quinto de tierras, retenido por el eslado islámico como bo-tín de guerra, siendo imposible demostrar, aun admitiendo el salto de una a otra cultura, que guardasen alguna similitud con los «herederos de un algo», o sea, nobles de alguna hacienda, diametralmente opues-tos a los villanos. 55. La apostilla de Ibn Hišäm es, en este caso, la única documentación and. del cl. kad(a)hah «selenosis», cuya confusion con kaôbah «mentira» es la única posible explicación de tan extraňa acepción de esta voz cs. 56. Como en el caso de los verbos causativos con prefijo a- (v. 2.2.3.1), el argumento principal contra esta hipótesis es la ausencia en todo el neoárabe, incluido el and., del uso cl. de asbaha «amanecer» y amsá «atardecer», generador del supuesto calco, como expresiones de «devenir a cierta hora». 57. Acerca de este vulgarismo moríseo y otros ecos en cs. del ár. hir «vulva», v. Corriente 1993: 288 y Corriente 1999: 344. 58. Fenómeno muy esporádico, debido a la presencia de resistencia conservadora en algunos dialectos y al cese de su efecto en otros a partir de ciertas fechas. EL ÁRABE EN LA PENINSULA IBERICA 203 3.2. Desde el ángulo morfológico, los arabismos exhiben euriosos fenómenos de metanálisis y sustitución de sufijos (cf. Corriente (1999a: 52-55). Éstos merecen men-ción especial, que no han recibido generalmente en los estudios existentes; en efecto, siendo el ár. pobre en sufijos derivacionales, los hablantes de romandalusi, no sólo mantuvieron la riqueza del sistema rom. en este aspecto, sino que lo introdujeron en las muchas voces ár. con que enriquecían su léxico rom., y estos hfbridos a menudo se naturalizaron también en ár. and. y pudieron ocasionalmente deshacer su camino y convertirse en arabismos hibridos: tal es el caso, vgr., del cs. zahón < and. *saqún, del ár. säq «pierna» con el sufijo aumentativo rom., de tarabilla, que no consta en and., pero debió existir en romand. como sufijación diminutiva del ár. tarab «músi-ca», y de mazorca, del and. masúrqa, resultado del ár. mäsürah «tubo», con el sufijo rom. átono {-ic/ga}, etc. La abundancia de tales casos llevó a los hablantes romanófonos a detectar tales sufijos donde etimológicamente no los había, incluso alte-rando la fonética para evidenciarlos (vgr., albóndiga, alhóndiga y almáciga, del and. albúnduq, alfúnduq y almástaka, respectivamente, con alteración de la tercera vocal por suposición del sufijo átono {-ic/ga}). Esto podía Hevar a sustituirlos por otros (vgr., en cs. almodrote, del and. almatrúq «triturado», donde se ha creído detectar el sufijo despectivo y aumentativo {-ók}, que se ha sustituido por el más habitual {-ote}), o incluso a la desaparición de esos segmentos, para eliminar el matiz semántico que se les atribuía (cf. cs. majarón < and. mahrúm «desgraciado», donde se ha supuesto un sufijo aumentativo {-ón}, sustituido en majareta, y luego eliminado en ma jara). 3.3. Desde el ángulo léxico-semántico, los arabismos son susceptibles de estudio tanto como vocablos sencillamente del rom., terreno en el que escasean mucho los estudios, como por su condición genéticamente exótica, aspecto más estudiado en sus facetas sociolingiiísticas. Los arabismos han sido computados (vgr., por Kiesler 1994: 69-84) y (1996), agrupados geográficamente (vgr., por Garulo 1983), cronológica-mente distribuidos (vgr., por Maíllo 1983), y elasifieados varias veces en campos se-mánticos cuya respectiva densidad ha reflejado naturalmente las parcelas de la acti-vidad humana en que el impacto de la cultura islámica fue más fuerte, asi como han sido objeto de algunas evaluaciones de su vitalidad, ya que es innegable que desde la Edad Media a nuestros días ha disminuido considerablemente el numero de arabismos del iberorrom. en uso.59 La eliminación de arabismos es, en ocasiones, el resultado natural de la renovación técnica, que hace desaparecer el objeto con su nombre (vgr. alcandora, almajaneque, falleba, etc.), de la depreciation de vocablos, a menudo unida a falta de transparencia semántica o a modas (vgr., albéitar frente a ve-terinario, alfageme frente a barbero, alfayate frente a sastre), o de un proceso de 59. El cual nunca alcanzó los dos miliares, a menos de aňadir derivados léxicos y topónimos de origen ár., de donde pueden resultar esos cuatro o cinco mil de que a veces se habla. Por otra parte, es de sumo interes el estudio de los topónimos y antropónimos de origen ár., que proporcionan datos perŕecta-mente compaginables con los otros arabismos: en tal campo, no debemos omitir la extensa y briliante ta-rea del profesor Terés, de cuya obra abreviadamente no podemos dejar de mencionar Terés (1986) y (1990-1992). 204 HISTÓRIA DE LA LENGUA ESPAŇOLA absorción por el que todas las lenguas tienden a eliminar o enmascarar elementos he-terogéneos, a causa de su falta de transparencia semántica y anomália residual fo-nética. en třes fases sucesivas y progresivamente más eficaces: metanálisis (de que hemos dado varios ejs.), semitraducción (cf. el es. guájete por guájete < and. wáhid bi+wáhid) y calco (adelantado por almocadén < and. almuqaddám «pues-to al frente»). No obstante, existe un importante núcleo de ellos sólidamente instalado en todo el iberorrom., que es y seguirá siendo rasgo permanente suyo frente al resto de la Romania, sin exeluir los dialectos suritálicos, donde esta implantación es menos fuerte y profunda. Ese núcleo no sólo está constituido por un sector importante de vocabu-lario básico o, al menos, freeuente y no amenazado de suplantación (vgr., aceite, ace-quia, azote, ademán, adoquín, halagar, alborozo, aleachofa, alcahuete, alcoba, alcohol, algodón, aldea, alhaja, alfombra, alfiler, almacén, almanaque, almirante, almohada, alquiler, alubia, anaquel, arrabal, arrebatar, arrecife, arroz, arsenal, asesino, atracar, azar, auge, avería, babucha, baldě, café, candil, cenit, cifra, díván, droga, fulano, gacela, gandul, guitarra, haragán, jarabé, jazmín, joroba, laúd, loco, marfil, marrano, mascara, mengano, mezquino, mezquita, mohíno, momia, nácar, naipe, noria, ojalá, pato, rehén, retama, riesgo, sandía, sofa, sultán, ta bačo, tabique, taza, talco, etc.), sino que incluye sectores socialmente muy característicos (vgr., parte del lenguaje de germanías, vgr., albaire, caire y gurapas) o íntimos (vgr., el lenguaje tabu,60 como cipote, polvo, gilipichi, y sus calcos, o el lenguaje infantil y nombres de juegos, vgr., alirón, orí, recodín recodán), lo que im-plica un nivel de interferencia profundísimo y sin parangón entre el árabe y ningún otro haz dialectal en Occidente. Esto salta a la vista cuando se considera que son ara-bismos voces tan castizas y desde un milenio patrimoniales como el cs. loco, pt. lou-co, gallego ceibe y ct. nissaga. Bibliografia AsfN, Miguel (1944): «Enmiendas a las etimologias árabes del Diccionario de la Lengua de la Real Academia», Al-Ándalus, 9, 9-41. Barceló, Carmen (1984): Minorfas islámicas en el pais valenciano. História y dialecto, Madrid: Universidad de Valencia / Institute Hispano-Árabe de Cultura. Birkeland, Harris (1954): Stress Patterns in Arabic, Oslo (Informes de la Academia de Cien-cias, section histórico-filosófica, N° 3). Blau, Joshua (1965): The Emergence and Linguistic Background of Judaeo-Arabic, Oxford: Oxford University Press. Bramon, Dolors (1987): «Aglutinación y deglutinación del artículo en los arabismos del cas-tellano y del Catalan», Vox Romanica, 46, 138-179. Brockelmann, Carl (1908): Grundriss der vergleichenden Grammatik der semitischen Sprachen, Berlin (reimp. Hildesheim: Georg Olms, 1966). 60. 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No son muchas las fuentes que tenemos para estudiar cómo era la lengua romance que se hablaba en la Peninsula en el momento de la llegada de los musulma-nes, dado que la lengua de la eseritura era el latín y sólo por medio de los errores que a veces cometían los eseribas o copistas podemos saber algunos datos, como ha es-tudiado Juan Gil. También se diseuten varios aspectos de la lengua que hablaron las comunidades aborígenes que permanecieron en territorio dominado por los musul-manes, como son: ^hasta cuándo se habló romance en Al-Ándalus?, £el romance de estas comunidades era unitario o ya estaba fragmentado?, ^evolucionó o no a lo largo de los siglos? No es fácil contestar estas preguntas, pues las noticias que tenemos del romance andalusí son muy počas y a veces tardías, como veremos. Hace ya muchos aňos Menéndez Pidal (1950) estableció tres épocas: la prime-ra iría hasta el aňo 932, es la que denominó de «rebeldía, heroísmo y martirio», la segunda iría hasta el aňo 1099 —aňo de la invasion de los almorávides—, a la que llamó de «postramiento», y la tercera iría hasta el 1146 —aňo de la invasion almo-hade— a la que puso la denominación de «emigración y absorcion». Corriente (2000-2001) propone sólo dos: la de vigencia generalizada, aunque decreciente que termina con el s. x, aproximadamente con la instauración del califato, el triunfo de la arabización linguística y cultural y la emergencia del estándar dialectal and., y otra segunda, de rápida decadencia y depreciación social, que termina a fines del xii, con el éxodo o exilio de las ultimas comunidades mozárabes. (2000-2001: 99).