fyj ts> tí Uk y^tj^stjdtJ^k Capítulo Primero En qué tiempo sali de Castilla, y lo que me acaeció En el aňo de 1514 sali de Castilla en compaňía del goberna-dor Pedro Arias de Avila, que en aquella sazón le dieron la go-hcrnación de Tierra-Firme; y viniendo por la mar con buen tiempo, y otras veces con contrario, llegamos al Nombre de Dios; y en aquel tiempo hubo pestilencia, de que se nos murieron muri ios soldados, y demás desto, todos los más adolecimos, y se nos lucían unas malas llagas en las piernas; y también en aquel tiempo tuvo diferencias el mismo gobernador con un hidalgo que en ■>< ničila sazón estaba por capitán y había conquistado aquella provincia, que se decía Vasco Núňez de Baiboa; hombre rico, con quien Pedro Arias de Avila casó en aquel tiempo una su hija don-i (IIa con el mismo Baiboa; y después que la hubo desposado, se-gún pareció, y sobre sospechas que tuvo que el yerno se le que-i [a alzar con copia de soldados por la mar del Sur, por sentencia le mandó degollar. Y después que vimos lo que dicho tengo y otras iľvueltas entre capitanes y soldados, y alcanzamos a saber que era nuevamente ganada la isla de Cuba, y que estaba en ella por gobernador un hidalgo que se decía Diego Velázquez, natural de I liicllar; acordamos ciertos hidalgos y soldados, personas de call« lad de los que habiamos venido con el Pedro Arias de Avila, de i Icmandarle licencia para nos ir a la isla de Cuba, y él nos la dio de buena voluntad, porque no tenía necesidad de tantos soldados como los que trajo de Castilla, para hacer guerra, porque no babia qué conquistar; que todo estaba de paz, porque el Vasco 64 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (I) < íapuvlo ii 65 Nünez de Baiboa, yerno del Pedro Anas de Avila, lo habfa con-quistado, y la tierra de suyo es muy corta y de poca gente. Y des-que tuvimos la licencia, nos embarcamos en buen navfo; y con buen tiempo, Uegamos a la isla de Cuba, y fuimos a besar las ma-nos al gobernador della, y nos moströ mucho amor y prometiö que nos dan'a indios de los primeros que vacasen; y como se ha-bfan pasado ya tres anos, asi en lo que estuvimos en Tierra-Fir-me como lo que estuvimos en la isla de Cuba aguardando a que nos depositase algunos indios, como nos habian prometido, y no habiamos hecho cosa ninguna que de contar sea, acordamos de nos juntar ciento y diez companeros de los que habfamos venido de Tierra-Firme y de otros que en la isla de Cuba no tenian indios, y concertamos con un hidalgo que se decia Francisco Her-nändez de Cördoba, que era hombre rico y. tenia pueblos de indios en aquella isla, para que fuese nuestro capitän, y a nuestra Ventura buscar y descubrir tierras nuevas, para en ellas emplear nuestras personas; y compramos tres navios, los dos de buen por-te, y el otro era un barco que hubimos del mismo gobernador Diego Veläzquez, fiado, con condiciön que, primero nos le diese, nos habiamos de obligar, todos los soldados, que con aquellos tres navios habiamos de ir a unas isletas que estän entre la isla de Cuba y Honduras, que ahora se llaman las islas de las Guanajas y que habiamos de ir de guerra y cargar los navios de indios de aque-llas islas para pagar con ellos el barco, para servirse dellos por es-clavos. Y desque vimos los soldados que aquello que pedfa el Diego Veläzquez no era justo, le respondimos que lo que decia no lo mandaba Dios ni el rey, que hiciesemos a los libres esclavos. Y desque vio nuestro intento, dijo que era bueno el propösito que lleväbamos en querer descubrir tierras nuevas, mejor que no el suyo; y entonces nos ayudö con cosas de bastimento para nuestro viaje. Y desque nos vimos con tres navios y matalotaje de pan cazabe, que se hace de unas raices que llaman yucas, y compramos puercos, que nos costaban en aquel tiempo a tres pesos, por-que en aquella sazön no habfa en la isla de Cuba vacas ni carne-ros, y con otros pobres mantenimientos, y con rescate de .unas cuentas que entre todos los soldados compramos; y buscamos tres pilotos, que el mas pnncipal dellos y el que regia nu£stra i1 ■' Se ll^aba Anton de Alaminos, nátur,) de Palos d otm nSe d/cl* Ca,macho' de Tnana' V el ot'o Juan álvarez, el Man-quillo, de Huelva; y as. mismo recogir^ los marineros l.ubunos menester, y el mejor aparejo qUe pudimos de maromas y anclas, y pipas de agua, y todas otras CQSas M.cntes para segu.r nuestro viaje, y todo esto a nuestfa costa nnnsion. Y despues que nos hubimos jUtltado los soldados y lucron cientoy diez, nos fuimos a un pue que se decfa San .nstobal, que desde a dos anos la pasar0il adonde ahora ^ !>lada la dicha Habana. Y para que con buen fundamente fuese incaminada nuestra armada, hubimos de iW^r ^i - • . u i ■ n < c. f i nevar un clengo que estaba en la m.sma villa de San Cnstobal, qUe se decfa Mon£ Gon_ zálež, que con buenas palabras y prometimientos que le hlcimos se fue con nosotros; y demas desto elegir^os por V£edori gn nQm bre de su majestad a un soldado que se d,cia ßernardino Iňiguez, natural de Santo Domingo de la Calzad^ para que si Dios5fuc se seryido que topásemos tierras que tuviesen oro Q ,as q , ta, hubiese persona suficiente que guard^se el real intQ y pués de todo concertado y o.'do misa, enComendandonos a Dios nuestro seňor y a la virgen santa Maria, su bendita madr£ nu£s_ tra seňora, comenzamos nuestro viaje de ia m^^^,^ „ \ , ,. , 1 v 13 manera que adelan- te dire. Capitulo II Del descubrimiento de Yucatän y de un rencuentro de Q tuvimos con los naturales En 8 dias del mes de febrero del ano dp i c;i7 i- , i TT I 1- ii , e 1517 anossahrnos de la Habana, y nos hicimos a la vela en el Puerto de j se llama entre los indios, y es la banda del norte, y en doce dias Caimtulo lxxxiii 285 II.-v.iron el fardaje, y nos dieron de comer aquel dia e otro muy p|i e abastadamente. E quedarse ha aqui, y dire lo que mas pa-•,imos. Capitulo LXXXIII (.omo tertian concertado en esta ciudad de Cholula de nos ma-tar por mandato de Montezuma, y lo que sobre ello paso I labiendonos recibido tan solemnemente como habemos di-i ho, e ciertamente de buena voluntad, sino que, segün despues p.ireciö, enviö a mandar Montezuma a sus embajadores que con .....iotros estaban, que tratasen con los de Cholula que con un tdcuadron de veinte mil hombres que enviö Montezuma, que ■ntuviesen apercibidos para en entrando en aquella ciudad, que i-mIos nos diesen guerra, y de noche y de dia nos acapillasen, e I" , que pudiesen llevar atados de nosotros a Mexico, que se los IL vasen; e con grandes prometimientos que les mandö, y mu-li a s joyas y ropa que entonces les enviö, e un atambor de oro; • i Ids papas de aquella ciudad que habfan de tomar veinte de losotros para hacer sacrificios a sus idolos; pues ya todo con-jri'tado, y los guerreros que luego Montezuma enviö estaban en .....»s ranchos e arcabuezos obra de media legua de Cholula, y |tros estaban ya dentro en las casas, y todos puestos a punto con .11. .irmas, hechos mamparos en las azoteas, y en las calles ho-. I is e albarradas para que no pudiesen correr los caballos, y aun Icnian unas casas llenas de varas largas y colleras de cueros, e lortleles con que nos habian de atar e llevarnos a Mexico. Me-■l hizo nuestro senor Dios, que todo se les volviö al reves; e de-)i micros, e puesto que los veiamos que estaban muy de paz, no ilic'jabamos siempre de estar muy apercibidos, por la buena cos-liiinbre que en ello teniamos, e al tercero dfa ni nos daban de 286 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (I) i \riiuLO lxxxiii 287 comer ni parecía cacique ni papa; e si algunos indios nos veni-an a ver, estaban apartados, que no llegaban a nosotros, e rién-dose como cosa de burla; e como aquello vio nuestro capitán, dijo a doňa Marina e Aguilar, nuestras lenguas, que dijese a los embajadores del gran Montezuma que alii estaban, que man-dasen a los caciques traer de comer; e lo que traian era agua y leňa y unos viejos que lo traian decian que no tenian mai'z, e que en aquel dia vinieron otros embajadores del Montezuma, e sc juntaron con los que estaban con nosotros, e dijeron muy des-vergonzadamente e sin hacer acato que su seňor les enviaba a decir que no fuésemos a su ciudad, porque no tenia que darnos de comer, e que luego se querian volver a Mexico con la res puesta; e como aquello vio Cortés, le pareció mal su plática, con palabras blandas dijo a los embajadores que se maravilla de tan gran seňor como es Montezuma, tener tantos acuerdos, e que les rogaba que no se fuesen, porque otro dia se querian partir para verle e hacer lo que mandase, y aun me parece que les dio unos sartalejos de cuentas; y los embajadores dijeron que si aguardarían; y hecho esto, nuestro capitán nos mando juntar, y nos dijo: «Muy desconcertada veo esta gente, estemos muy alerta, que alguna maldad hay entre ellos»; e luego envió a 11a-mar al cacique principal, que ya no se me acuerda cómo se 11a-maba, o que enviase algunos principales; e respondió que esta-ba malo e que no podia venir ni él ni ellos; y como aquello vio nuestro capitán, mando que de un gran cu que estaba junto de nuestros aposentos le trajésemos dos papas con buenas razones, porque había muchos en él; trajimos dos dellos sin les hacer des-honor, y Cortés les mando dar a cada uno un chalchihuite, que son muy estimados entre ellos, como esmeraldas, e les dijo con palabras amorosas, que por que causa el cacique y principales e todos los demás papas están amedrentados, que los ha envia-do a Uamar y no habian querido venir; parece ser que el uno de aquellos papas era hombre muy principal entre ellos, y tenia car* go o mando en todos los más cues de aquella ciudad, que debia de ser a manera de obispo entre ellos, y le tenian gran acato; a dijo que los que son papas que no tenian temor de nosotros, qua 11 el cacique y principales no han querido venir, que él iría a les Uamar, y que como él les hable, que tiene creído que no hárán "iii cosa y que vendrán; e luego Cortés dijo que fuese en buen ROra, y quedase su compaňero alii aguardando hasta que vinie-•n c fue aquel papa e llamó al cacique e principales, e luego vinieron juntamente con él alaposento de Cortés, y les preguntó ■ "n nuestras lenguas doňa Marina e Aguilar, que por qué habí-iii miedo e por qué causa no nos daban de comer, y que si re- ■ Iben pena de nuestra estada en la ciudad, que otro día por la iii.in.ina nos queríamos partir para Mexico a ver e hablar al se-..... Montezuma, e que le tengan aparejados tamemes para lle- ii i 1 fordaje e tepuzques, que son las bombardas; e también, ■ľ11 luego traigan comida; y el cacique estaba tan cortado, que m' .icertaba a hablar, y dijo que la comida que la buscarían; mas >|n< su seňor Montezuma les ha enviado a mandar que no la die-.'ii. ni quería que pasásemos de allí adelante; y estando en es-i |i [iláticas vinieron tres indios de los de Cempoal, nuestros ami-11 v secretamente dijeron a Cortés que habian hallado junto V li inde estábamos aposentados hechos hoyos en las calles e cu-l" i los con maděra e tierra, que no mirando mucho en ello no »«" podría ver, e que quitaron la tierra de encima de un hoyo, que i iba lieno de estacas muy agudas para matar los caballos que .....icsen, e que las azoteas que las tienen llenas de piedras e Mi.miparos de adobes; y que ciertamente no estaban de buen ni, porque también hallaron albarradas de maderos gruesos en "Mi calle; y en aquel instante vinieron ocho indios tlascaltecas I los que dejamos en el campo, que no entraron en Cholula, y Bljcron a Cortés: «Mira, Malinche, que esta ciudad está de mala m .mora, porque sabemos que esta noche han sacrifieado a su Bolo, que es el de la guerra, siete personas, y los cinco dellos fen niňos, porque les de victoria contra vosotros; e también ha-ios visto que sacan todo el fardaje e mujeres e niňos.» Y como Iquello oyó Cortés, luego los despachó para que fuesen a sus ■ ipitanes, los tlascaltecas: que estuviesen muy aparejados si los ■ n\ i.isemos a llamar, y tornó a hablar al cacique y papas y prin-' ip.ilcs de Cholula que no tuviesen miedo ni anduviesen altera- 288 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (!) J ( AľlruLO LXXXIII 289 dos, y que mirasen la obediencia que dieron, que no la que-brantasen, que les castigaría por ello; que ya les ha dicho que nos queremos ir por la maňana, que ha menester dos mil horn bres de guerra de aquella ciudad que vayan con nosotros, como nos han dado los de Tlascala, porque en los caminos los habrá I menester; e dijéronle que sí darían asi los hombres de guerra como los del fardaje; e demandaron licencia para irse luego a los I apercibir, y muy contentos se fueron, porque creyeron que con los guerreros que habían de dar e con las capitanías de Montezuma que estaban en los arcabuezos y barrancas, que allí de muertos o presos no podríamos escapar, por causa que no po- 1 drían correr los caballos; y por ciertos mamparos y albarradas, que dieron luego por aviso a los que estaban en guarnición que hiciesen a manera de callejón que no pudiésemos pasar, y les avi-saron que otro día habíamos de partir, e que estuviesen muy a punto todos, porque ellos darían dos mil hombres de guerra; e I como fuésemos descuidados, que allí harían su preša los unos y los otros, e nos podían atar; e. que esto que lo tuviesen por cier- | to, porque ya habían hecho sacrificios a sus ídolos de guerra y les habían prometido la victoria. Y dejemos de hablar en ello, que pensaban que sería cierto; e volvamos a nuestro capitán, que quiso saber muy por extenso todo el concierto y lo que pasaba; y dijo a doňa Marina que Uevase más chalchihuites a los dos papas que había hablado. primero, pues no tenia miedo, e con palabras amorosas les dijese que les quería tornar a hablar Ma-linche, e que los trajese consigo; y la doňa Marina fue y les ha-bló de tal manera, que lo sabía muy bien hacer, y con dádivas vinieron luego con ella; y Cortés les dijo que dijesen la verdad de lo que supiesen, pues eran sacerdotes de ídolos e principa-les, que no habían de mentir; e que lo que dijesen, que no sería descubierto por via ninguna, pues que otro día nos habíamos dc . partir, e que les daria mucha ropa. E dijeron que la verdad es, que su seňor Montezuma supo que íbamos a aquella ciudad, c que cada día estaba en muchos acuerdos, e que no determina- y ba bien la cosa; e que unas veces les enviaba a mandar que si | allá fuésemos que nos hiciesen mucha honra e nos encamina-1 ■ n .i su ciudad, e otras veces les enviaba a decir que ya no era mi voluntad que fuésemos a Mexico; e que ahora nuevamente I' han aconsejado su Tezcatepuca y su Huichilobos, en quien lllos tienen gran devoción, que allí en Cholula los matasen, o ll< \ isen atados a Mexico. E que habia enviado el dia antes vein-I' mil hombres de guerra, y la mitad están ya aqui dentro des-I i i mdad e la otra mitad están cerca de aqui entre unas que-l'i.idas, e que ya tienen aviso que os habéis de ir maňana, y de Ii ilbarradas que se mandaron hacer y de los dos mil guerre-FOS que os habemos de dar, e cómo tenianya hechos conciertos QUO habían de quedarveinte de nosotros para sacrificar a los ido-loi (le Cholula. Y sabido todo esto, Cortés les mandó dar man-I i muy labradas, y les rogó que no le dijesen, porque si lo des-i ubrian, que a la vuelta que volviésemos de Mexico los matarían; i que se querían ir muy de maňana, e que hiciesen venir todos I iciques para hablarles, como dicho les tiene; y luego aque- II i noche tomóconsejo Cortés de lo que habíamos de hacer, por-<|n< lenia muy extremados varonesy de buenos consejos; y como ■ n kales casos suele acaecer, unos decían que sería bien torcer • I i amino e irnos para Guaxocingo, otros decían que proeurá- • mos haber paz por cualquier via que pudiésemos, y que nos »i 'K icsemos a Tlascala; otros dimos parecer que si aquellas trai- ■ |< hics dejábamos pasar sin castigo, que en cualquiera parte nos ii.ii.uían otras peores, y pues que estábamos allí en aquel gran pH hlo e habían hartos bastimentos, les diésemos guerra, por-'|iľ más la sentirán en sus casas que no en el campo, y que lue-■0 ipcrcibiésemos a los tlascaltecas que se hallasen en ello. Y a i"- K is pareció bien este postrer acuerdo, y fue desta manera: que \ .i 11 Lie les había dicho Cortés que nos habíamos de partir para "ho día, que hiciésemos que liábamos nuestro hato, que era har-I" |h)co, y que en unos grandes patios que habia donde posá-brtinos, estaban con altas cercas, que diésemos en los indios de |Uerra, pues aquello era su merecido. Y que con los embajado-jtl do Montezuma disimulásemos, y les dijésemos que los main . de los cholultecas han querido hacer una traición y echar la ■ nlpa delia a su seňor Montezuma, e a ellos mismos como sus 290 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (I) I u'Itulo lxxxiii 291 embajadores; lo cual no creíamos que tal mandase hacer, y que les rogábamos que se estuvieran en el aposento de nuestro ca-pitán, e no tuviesen más plática con los de aquella ciudad, por-que no nos den que pensar que andan juntamente con ellos en las traiciones, y que se vayan con nosotros a Mexico por guías; y respondieron que ellos ni su seňor Montezuma no saben cosa ninguna de lo que les dicen; y aunque no quisieron, les pusimos guardas porque no se fuesen sin licencia y porque no supiesc Montezuma que nosotros sabiamos que él era quien lo habi. mandado hacer; e aquella noche estuvimos muy apercibidos y armados, y los caballos ensillados y enfrenados, con grandes ve-las y rondas, que esto siempre lo teniamos de costumbre, porque tuvimos por cierto que todas las capitanías, asi de mexica-nos como de cholultecas, que aquella noche habian de dar sobre nosotros; y una india vieja, mujer de un cacique, como sa-bía el concierto y trama que tenřan ordenado, vino secretamente a doňa Marina, nuestra lengua, y como la vio moza y de buen parecer y rica, le dijo y aconsejó que se fuese con ella a su casa si queria escapar con vida, porque ciertamente aquella noche o otro día nos habian de matar a todos, porque ya estaba asi man-dado y concertado por el gran Montezuma, para que entre los de aquella ciudad y los mexicanos se juntasen, y no quedase nin-guno de nosotros a vida, o nos Uevasen atados a Mexico; y porque sabe esto, y por mancilla que tenia de la doňa Marina, se lo venia a decir, y que tomase todo su hato y se fuese con ella a su casa, y que allí la casaría con un su hijó, hermano de otro mozo que traía la vieja, que la acompaňaba. E como lo entendió doňa Marina, y en todo era muy avisada, le dijo: «[Oh madre, qué mu-cho tengo que agradeceros eso que me decís! Yo me fuera aho-ra, sino que no tengo de quien fiarme para llevar mis mantas y joyas, que es mucho. Por vuestra vida, madre, que aguardéis un poco vos y vuestro hijó, y esta noche nos iremos; que ahora ya veis que estos teules están velando, y sentirnos han»; y la vieja creyó lo que la decía, y quedóse con ella platicando, y le preguntó que de qué manera nos había de matar, e cómo e cuándo se hizb' el concierto; y la vieja se lo dijo ni más ni menos lo que habian ■ Ik ho los dos papas; e respondió la doňa Marina: «Pues ^cómo iendo tan secreto ese negocio, lo alcanzastes vos a saber?» Dijo que su marido se lo habia dicho, que es capitán de una parciálni.id de aquella ciudad, y como tal capitán está ahora con la genii do guerra que tiene a cargo, dando orden para que se junten ■ ii las barrancas con los escuadrones del gran Montezuma, y que fee estarán juntos esperando para cuando fuésemos, y que allí nos matarían; y que esto del concierto que lo sabía tres dias ha-l'i.i, porque de Mexico enviaron a su marido un atambor dorado, e a otras tres capitanías también les envió ricas mantas y jo-i • de oro, porque nos llevasen a todos a su seňor Montezuma; v la doňa Marina, como lo oyó, disimuló con la vieja, y dijo: «jOh I n.into me huelgo en saber que vuestro hijo con quien me que- i. lis casar es persona principal! Mucho hemos estado hablando; m i querria que nos sintiesen: por eso, madre, aguardad aqui, co-iih nzaré a traer mi hacienda, porque no lo podré sacar todo junto; c vos e vuestro hijo, mi hermano, lo guardaréis, y luego nos IN '< Iremos ir»; y la vieja todo se lo ereía, y sentóse de reposo la ieja, ella y su hijo; y la doňa Marina entra de presto donde es-i il'.i el capitán Cortés, y le dice todo lo que pasó con la india; II ( ual luego la mando traer ante él, y la tornó a preguntar so-bre las traiciones y conciertos, y le dijo ni más ni menos que los papas; y le pusieron guardas porque no se fuese. Y cuando ama- ii. ló era cosa de ver la prisa que traían los caciques y papas con ľ' mdios de guerra, con muchas risadas y muy contentos, como ■ i ya nos tuvieran metidos en el garlito e redes; e trajeron más iinlios de guerra que les pedimos, que no cupieron en los patios, I »n muy grandes que son, que aun todavía se están sin desha- < i por memoria de lo pasado; e por bien de maňana que vi-nieron los cholultecas con la gente de guerra, ya todos nosotros ■ t.ibamos muy a punto para lo que se habia de hacer, y los sol-i Lit los de espada y rodela puestos a la puerta del gran patio para n" ilejar salir a ningún indio de los que estaban con armas, y Huestro capitán también estaba a caballo, acompaňado de mu-i hos soldados para su guarda; y cuando vio que tan de maňana li.ihian venido los caciques y papas y gente de guerra, dijo: «;Qué 292 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (i) u'huLO lxxxiii 293 voluntad tienen estos traidores de vernos entre las barrancas para se hartar de nuestras carries! Mejor lo hará nuestro seňor»; y preguntó por los dos papas que habian descubierto el secrc-to, y le dijeron que estaban a la puerta del patio con otros caciques que querían entrar, y mando Cortés a Aguilar, nuestra len-gua, que les dijesen que se fuesen a sus casas, e que ahora no tenían necesidad dellos; y esto fue por causa que, pues nos hi-cieron buena obra, no recibiesen mal por ella, porque no los ma-tasen. E como Cortés estaba a caballo, e doňa Marina junto a él, comenzó a decir a los caciques e papas que, sin hacerles eno-jo ninguno, a que causa nos querían matar la noche pasada. E que, si les hemos hecho o dicho cosa para que nos tratasen aque-llas traiciones, más de amonestalles las cosas que a todos los más pueblos por donde hemos venido les decimos, que no sean ma-los ni sacrifiquen hombres, ni adoren sus ídolos ni coman las car-nes de sus prójimos; que no sean sométicos e que tengan buena manera en su vivir, y decides las cosas tocantes a nuestra santa fe, y esto sin apremialles en cosa ninguna; e a que fin tienen ahora nuevamente aparejadas muchas varas largas y recias con co-Ueras, y muchos cordeles en una casa junto al gran cu, e por que han hecho de tres días acá albarradas en las calles e hoyos, e per-trechos en las azoteas, e por qué han sacado de su ciudad sus hijos e mujeres y hacienda; e que bien se ha parecido su mala voluntad y las traiciones, que no las pudieron encubrir, que aun de comer no nos daban, que por burla traían agua y leňa, y de-cian que no había maíz; y que bien sabe que tienen cerca de alii en unas barrancas muchas capitanías de guerreros esperándo-nos, creyendo que habtamos de ir por aquel camino a Mexico, para hacer la traición que tienen acordada, con otra mucha gen-te de guerra que esta noche se ha juntado con ellos; que pues en pago de que los venían a tener por hermanos e decides lo que Dios nuestro seňor y el rey manda, nos querían matar en comer nuestras carnes, que ya tenían aparejadas las ollas con sal e ajij e tomates; que si esto querían hacer, que fuera mejor nos die-ran guerra como esforzados y buenos guerreros en los campbs, como hicieron sus vecinos los tlascaltecas; e que sabe por muy li rto lo que tenían concertado en aquella ciudad y aun pro-iin iklo a su idolo abogado de la guerra, y que le habian de sa- ■ rificar veinte de nosotros delante del idolo, y tres noches antes 11 p.isadas que le sacrificaron siete indios porque les diese vic-loi ia, la cual les prometió; e como es malo y falso, no tiene ni tmo poder contra nosotros; y que todas estas maldades y trai- ■ i' 'iics que han tratado y puesto por la obra, han de caer sobre I II' •.; v esta razón se lo decía doňa Marina, y se lo daban muy bien a entender. Y como lo oyeron los papas y caciques y capi-i.Iiii's, dijeron que asi es verdad lo que les dice, y que dello no Hcnen culpa, porque los embajadores de Montezuma lo orde-Mron por mandado de su seňor. Entonces les dijo Cortés que i.il< s traiciones como aquellas, que mandaban las leyes reales |Ue no queden sin castigo, e que por su delito que han de mo-iii. e luego mando soltar una escopeta, que era la seňal que teil i.iinos apereibida para aquel efecto, y se les dio una mano que 's acordará para siempre, porque matamos muchos dellos, v ' 'l ros se quemaron vivos, que no les aprovechó las promesas • iis falsos dioses; y no tardaron dos horas que no llegaron alli üuestros amigos los tlascaltecas que dejamos en el campo, como j i he dicho otra vez, y peleaban muy fuertemente en las calles, fonde los cholultecas tenían otřas capitanías defendiéndolas feorque no les entrásemos, y de presto fueron desbaratadas, e m.in por la ciudad robando y cautivando, que no los podiamos Ii tener; y otro día vinieron otřas capitanías de las poblaciones • Kl lascala, y les hacían grandes daňos, porque estaban muy mal . on los de Cholula; y como aquello vimos, asi Cortés como los • l> más capitanes y soldados, por mancilla que hubimos dellos, Ji luvimos a los tlascaltecas que no hiciesen más mal; y Cortés Mundo a Pedro de Alvarado y a Cristóbal de Olí que le trajesen to. las las capitanías de Tlascala para les hablar, y no tardaron de vi mi, y les mando que recogiesen toda su gente y se estuviesen in el campo, y asi lo hicieron, que no quedaron con nosotros mim los de Cempoal; y en aqueste instante vinieron ciertos ca-i li i nes y papas cholultecas que eran de otros barrios, que no se hwllaron en las traiciones, según ellos decian (que, como es gran 294 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (I) I iiiuLO LXXXIII 295 ciudad, era bando y parcialidad por sí), y rogaron a Cortés y a todos nosotros que perdonásemos el enojo de las traiciones qui nos tenían ordenadas, pues los traidores habían pagado con las vidas; y luego vinieron los dos papas amigos nuestros que nos descubrieron el secreto, y la vieja mujer del capitán que quería i ser suegra de doňa Marina (como ya he dicho otra vez), y todos rogaron a Cortés fuesen perdonados. Y Cortés cuando se lo de-cían mostró tener grande enojo, y mandó llamar a los embaja-dores de Montezuma que estaban detenidos en nuestra com-paňía, y dijo que, puesto que toda aquella ciudad merecía Sfll asolada y que pagaran con las vidas, que teniendo respeto a su seňor Montezuma, cuyos vasallos son, los perdona, e que de allí adelante que sean buenos, e no les acontezca otra como la pa-sada, que morirán por ello. Y luego mandó llamar los caciques de Tlascala que estaban en el campo, e les dijo que volviesen los hombres y mujeres que habían cautivado, que bastaban los males que habían hecho. Y puesto que se les hacía de mal devol-verlo, e decían que de muchos más danos eran merecedores pol los traiciones que siempre de aquella ciudad han recibido, por mandarlo Cortés volvieron muchas personas; mas ellos queda ron desta vez ricos, asi de oro e mantas, e algodón y sal e escl.i vos. Y demás desto, Cortés los hizo amigos con los de Cholula, que a lo que después vi e entendí, jamás quebraron las amista-des; e más les mandó a todos los papas e caciques cholultcor. que poblasen su ciudad e que hiciesen tiangues e mercados, e que no hubiesen temor, que no se les haría enojo ninguno; y res-pondieron que dentro en cinco días harían poblar toda la ciudad, porque en aquella sazón todos los más vecinos estaban re-montados, e dijeron que tenían necesidad que Cortés lei nombrase cacique, porque el que solía mandar fue uno de los que murieron en el patio. E luego preguntó que a quién le vc nía cacicazgo, e dijeron que a un su hermano; al cual luego Ic seňaló por gobernador, hasta que otra cosa fuese mandada. Y demás desto, desque vio la ciudad poblada y estaban seguros en sus mercados, mandó que se juntasen los papas y capitanes cort los demás principales de aquella ciudad, y se les dio a entendcr miiv claramente todas las cosas tocantes a nuestra santa fe, e que ■ lejasen de adorar idolos, y no sacrificasen ni comiesen carne hu-in.m.i, ni se robasen unos a otros, ni usasen las torpedades que I ilfan usar, y que mirasen que sus idolos los traen enganados, y Qui son malos y no dicen verdad, e que tuviesen memoria que Cinco dias habfa las mentiras que les prometieron que les darf-,in victoria cuando sacrificaron las siete personas, e como cuan- Ii > 11 icen a los papas e a ellos es todo malo, e que les rogaba que luego los derrocasen e hiciesen pedazos, e si ellos no quenan, |UC nosotros los quitarfamos, e que hiciesen encalar uno como 11111111lladero, donde pusimos una cruz. Lo de la cruz luego lo hi-| leron, y respondieron que quitarian los idolos; y puesto que se I" mando muchas veces que los quitasen, lo dilataban. Y en-lonces dijo el padre de la Merced a Cortes que era por demas i los principios quitarles sus idolos, hasta que van entendiendo Rtis las cosas, y ver en que paraba nuestra entrada en Mexico, v el tiempo nos dirfa lo que habiamos de hacer, que al presente III i iban las amonestaciones que se les habfan hecho, y poner-lc". la cruz. Dejare de hablar desto, y dire como aquella ciudad 1 i isentada en un llano y en parte e sitio donde estan muchas poblaciones cercanas, que es Tepeaca, Tlascala, Chalco, Teca-hii halco, Guaxocingo e otros muchos pueblos, que por ser tan-i' II, aquf no los nombro; y es tierra de maiz e otras legumbres, • de mucho aji, y toda llena de magiieyales, que es de lo que ha-Mn el vino, e hacen en ella muy buena loza de barro Colorado e I"!. u> e bianco, de diversas pinturas, e se bastece della Mexico . todas las provincias comercanas, digamos ahora como en « it ilia lo de Talavera o Palencia. Tenia aquella ciudad en aquel In impo sobre cien torres muy altas, que eran cues e adoratorios ■ It un le estaban sus idolos, especial el cu mayor era de mas altor «|n< el de Mexico, puesto que era muy suntuoso y alto el cu me-mi iino, y tenia otros cien patios para el servicio de los cues; y i min entendimos, habfa alii un fdolo muy grande, el nombre || ' I no me acuerdo, mas entre ellos tenia gran devocion y ve- ...... de muchas partes a le sacrificar, en tener como a manera dc novenas, y le presentaban de las haciendas que tenian. Acuer- 296 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (I) ('AľlUJLO lxxxiii 297 dorne que cuando en aquella ciudad entramos, que cuando vi-mos tan altas torres y blanquear, nos pareciö al propio Vallado-lid. Dejemos de hablar desta ciudad y todo lo acaecido en ella, y digamos cömo los escuadrones que habia enviado el gran Mon-tezuma, que estabanya puestos entre los arcabuezos que estän cabe Cholula, y tenfan hechos mamparos y callejones para con-certado, como ya otra vez he dicho; e como supieron lo acaecido, se vuelven mäs que de paso para Mexico, y dan relaciön , su Montezuma segün y de la manera que todo pasö; y por presto que fueron, ya teniamos la nueva de dos principales que con nosotros estaban, que fueron en posta; y supimos muy de cier-to que cuando lo supo Montezuma que sintiö gran dolor y eno-jo, e que luego sacrificö ciertos indios a su idolo Huichilobos, que le tenfan por dios de la guerra, porque les dijese en que habia de parar nuestra ida a Mexico, o si nos dejarfa entrar en su ciudad; y aun supimos que estuvo encerrado en sus devociones y sacrificios dos dias, juntamente con diez papas los mäs principales, y hubo respuesta de aquellos idolos que tenfan por dio-ses, y fue que le aconsejaron que nos enviase mensajeros a dis-culpar de lo de Cholula, y que con muestras de paz nos deje entrar en Mexico, y que estando dentro, con quitarnos la comida e agua, o alzar cualquiera de las puentes, nos matarfa, y que en un dfa, si nos daba guerra, no quedarfa ninguno de nosotros a vida, y que allf podrfa hacer sus sacrificios, asf al Huichilobos, que les dio esta respuesta, como a Tezcatepuca, que tenfan por dios del infierno, e tendrfan hartazgos de nuestros muslos y pier-nas y brazos; y de las triplas y el cuerpo y todo lo demäs harta-rfan las culebras y serpientes e tigres que tenfan en unas casas de madera, como adelante dire en su tiempo y lugar. Dejemos de hablar de lo que Montezuma sintiö de lo sobredicho, y digamos cömo esta cosa o castigo de Cholula fue sabido en todas las provincias de la Nueva Espana. Y si de antes tenfamos fama de esforzados, y habfan sabido de la guerra de Potonchan y Ta^ basco y de Cingapacinga y lo de Tlascala, y nos llamaban tet les, que es nombre como sus dioses o cosas malas, desde allf adelante nos tenfan por adivinos, y decfan que no se nos podrfa I Ii ubrir cosa ninguna mala que contra nosotros tratasen, que Ii" In supiesemos, y a esta causa nos mostraban buena voluntas Y creo que estarän hartos los curiosos lectores de ofr esta iön de Cholula, e ya quisiera haberla acabado de escribir. i puedo dejar de traer aquf a la memoria las redes de ma-di ros s-;ruesos que en ella hallamos; las cuales tenfan Uenas de Indios v muchachos a cebo, para sacrificar y comer sus carnes; Ii» ci iales redes quebramos, y los indios que en ellas estaban pre-H •. Ics mandö Cortes que se fuesen adonde eran naturales, y con ihm nazas mandö a los capitanes y papas de aquella ciudad que in 11 uviesen mäs indios de aquella manera ni comiesen carne hu-Mi.im.i, y asf lo prometieron. Mas ique aprovechaban aquellos i.......et imientos que no los cumplfan? Pasemos ya adelante, y di- I Ii im is que aquestas fueron las grandes crueldades que escribe I niinca acaba de decir el senor obispo de Chiapa, don fray Bar-toli und de las Casas; porque afirma y dice que sin causa ningu-'i ' ino por nuestro pasatiempo y porque se nos antojö, se hizo lt|iicl castillo; y aun dfcelo de arte en su libro a quien no lo vio sabe, que les harä creer que es asf aquello e otras cruelda- |iic escribe siendo todo al reves, y no pasö como lo escribe. • i iinbien quiero decir que unos buenos religiosos franciscanos, l|iii lueron los primeros frailes que su majestad enviö a esta Nue- p.ina despues de ganado Mexico, segün adelante dire, fue-"ii i (Iholula para saber y pesquisar e inquirir y de que mane- • > • > .iquel castigo, e por que causa, e la pesquisa que hicieron ■ in los mismos papas e viejos de aquella ciudad; y despues id Inen sabido dellos mismos, hallaron ser ni mäs ni menos que • Ii l.i mi relaciön escribo; ysi no se hiciera aquel castigo, nues-|M\ vulas estaban en harto peligro, segün los escuadrones y cans tenfan de guerreros mexicanos y de los naturales de IjCholula, e albarradas e pertrechos; que si allf por nuestra des-illi li.i nos mataran, esta Nueva Espana no se ganara tan presto ni '.<• .itreviera a venir otra armada, e ya que viniera fuera con i rabajo, porque les defendieran los puertos; y se estuvieran ,111 nipic en sus idolatrfas. Yo he ofdo decir a un fraile francisco Iii l'iii na vida, que se decfa fray Toribio Motolinia, que si se pu- 298 História verdadera de la conquista de la Nueva Espaňa (I) i i 111 i m !.xxxiv 299 diera excusar aquel castigo, y ellos no dieran causa a que se lu ciese, que mejor fuera; mas ya que se hizo que fue bueno para que todos los indios de todas las provincias de la Nueva Espaňa viesen y conociesen que aquellos ídolos y todos los demás son malos y mentirosos, y que viendo que lo que les había prometi-do salió al revés, que perdieron la devoción que antes tenían con ellos, y que desde allí en adelante no le sacrificaban ni venían en romería de otras partes, como solían, y desde entonces no cu-raron más de él, y le quitaron del alto cu donde estaba, y lo es-condieron o quebraron, que no pareció más, y en su lugar ha-bían puesto otro ídolo. Dejémosloya, y diré lo que más adelante hicimos. capitulo LXXXIV De ciertas pldticas e mensajeros que enviamos al gran Montezuma Como habfan ya pasado catorce dias que estabamos en Cho-lula, y no tenfamos en que entender, y vimos que quedaba aque-11a ciudad muy poblada, e hacian mercados, e habiamos hecho amistades entre ellos y los de Tlascala, e les tenfamos puesto un.i cruz e amonestadoles las cosas tocantes a nuestra santa fe, y ve- I famos que el gran Montezuma enviaba a nuestro real espias en- j cubiertamente a saber e inquirir que era nuestra voluntad, e si habiamos de pasar adelante para ir a su ciudad, porque todo lo alcanzaba a saber muy enteramente por dos embajadores que es- j taban en nuestra companfa; acordo nuestro capitan de entrar on consejo con ciertos capitanes e algunos soldados que sabia que , le tenian buena voluntad, y porque, ademas de ser muy esfor- 5 zados, eran de buen consejo; porque ninguna cosa hacia sin pri-mero tomar sobre ello nuestro parecer. Y fue acordado que blan- « da y amorosamente enviasemos a decir al gran Montezuma que^J para cumplir con lo que nuestro rey y senor nos envio a estas par1- licmos pasado muchos mares e remotas tierras, solamente l>.im lc ver e decirle cosas que le senan muy provechosas cuan-flo las haya entendido; que viniendo que veniamos Camino de su .....lad, porque sus embajadores nos encaminaron por Cholula, •i'" dijeron que eran sus vasallos; e que dos dias, los primeros >|H. en ella entramos, nos reeibieron muy bien, e para otro dfa i. in.in ordenada una traieiön, con pensamiento de matarnos; y I.....[ue somos hombres que tenemos tal calidad, que no se nos i >i de eneubrir cosa de trato ni traieiön ni maldad que contra ......l ros quieran hacer, que luego no lo sepamos; e que por esta lusa castigamos a algunos de los que querfan ponerlo porobra. I que porque supo que eran sus sujetos, teniendo respeto a su ■>na y a nuestra gran amistad, dejö de matary asolar todos !■ Ii que fueron en pensar en la traieiön. Y lo peor de todo es, que ■ Iii' ron los papas e caciques que por consejo e mandado de el y • I' iis embajadores lo quen'an hacer; lo cual nunca creimos, que 1 in '.ran seiior, como el es, tal mandase, especialmente habien-Bosi dado por nuestro amigo; y tenemos colegido de su perso-n i <|iie, ya que tan mal pensamiento sus idolos le pusieron de I ii nos guerra, que seria en el campo; masen tanto tenfamos que pclease en campo como en poblado, que de dfa que de noche, l.....11 ic los matariamos a quien tal pensase hacer. Mas como lo 11' nc por grande amigo y le desea ver y hablar, luego nos parti-'ii' ■ para su ciudad a darle cuenta muy por entero de lo que el i. v nuestro senor nos mandö. Ycomo Montezuma oyö esta em-bujada, y entendiö que por lo de Cholula no le poniamos culpa, ■ iiinis decir que tomö a entrar con sus papas en ayunos e sacri-li. ms que hicieron a sus idolos, para que se tornase a ratificar |U< nos dejarfa entrar en su ciudad o no, y si se lo tornaba a in.mdar, como le habia dicho otra vez. Y la respuesta que les tor-ii" i dar fue como la primera, y que de hecho nos deje entrar, y |UC «lentro nos mataria a su voluntad. Y mäs le aconsejaron sus ■ ipitanesy papas, que si ponia estorbo en la entrada, que le ha-ftomos guerra en los pueblos sus sujetos, teniendo, como tenfa-B»os, por amigos a los tlascaltecas y todos los totonaques de la Iii M i, e otros pueblos que habian tomado nuestra amistad, y por