No estaba de la guerra cuidadoso, ni cosa por su carga se le daba, porque do está el amor apoderado, apenas puede entrar otro cuidado.'" Sacude —le dice— del pecho esos temores que sin raztSn agora te saltean, y no te de ninguno de que sean, menos de lo que son nuestros amores el hijo de Leocan gallardamente descubre la corpórea compostura espalda y pechos anchos, muslo grueso, proporcionada came y fuerte hueso desmido al agua súbito se arroja, la cual, con alboroto encanecido, al recibirle forma aquel ruido, que el drbol sacudiéndole la hoja; el cuerpo en un instante se remoja, y esgrime el brazo y musculo fornido, supliendo con el arte y su destreza el peso que le dió naturaleza.31 con ndemán airoso lanza el manto y la delgada tunica desprende; las mismas aguas frigidas enciende; al ofuscado bosque pone espanto, y Febo de propósito se para para gozar mejor su vista rara. Abrásase mirándola, dudoso si fuese Dafne en lauro convertida, de nuevo al ser humano reducida, según se siente della codicioso; descúbrese un alcgre objeto hermoso, bastante causador de muerte y vida, que el monie y valle, vicndolo, se urana, creyendo que despunta la maňana. \ Es ei cabello liso y ondeado, su ťrente, cuello y manos son de nieve, su boča de rubí, graciosa y breve, la vista garza, el pecho relevado; de torno el brazo, el vientre jaspeado coluna a quien el Paro parias debe, su tierno y albo pie por la verdura al blanco cisne věnce en la blancura. Al agua sin parar salto ligera, huyendo de miralla, con aviso de no morir la muerte de Narciso, si dentro la figura propia viera; mostrósele la fuente placentera, poniéndose en el temple que ella quiso, y aún dicen que de gozo al rectbilla se adelantó del término y orilla. Va zabullendo el cuerpo sumergido, que muestra por debajo el agua pura del cándido aiabastro la blancura, si tiene sobre sí cristal brumdo; hasta que da en los pies de su querido, adonde, con el agua a la cintura, se enhiesta sacudiéndose el cabello y echándole los brazos por el cuello. Los pechos, antes bellos que velludos, ya que se les prohibe el penetrarse, procuran lo que pueden estrecharse con reciprocación de ciegos ňudos; no están allá los gérmenis desnudos con tan fogosas ansias de juntarse, ni Sálmacis con Troco el zahareňo. a quien (por verse dueňa) amó por dueňo. Alguna vez el nudo se desata, y ella se finge esquiva y se escabulle; mas el galán, siguiéndola, zabulle, y por el pie nevado la arrebata; el agua salta arriba vuelta en plata, y abajo la menuda aréna bulle; la tórtola embidiosa que los mira, más triste por su pájaro sospira.