POESÍA Y VACÍO (Poesia eta hutsunea) Las líneas que vienen impresas en los libros de poesía no son más que los barrotes de una jaula, poesía es lo que hay detrás de esos barrotes, el hermoso animal que se ve dentro. Las frases atrapan a ese extraño animal, y por un momento lo muestra, ah! Pero eso sí, solamente a los lectores que saben leer entrelíneas. Según el poeta americano Mark Strand, la poesía está libre de la búsqueda de la veracidad. En las novelas la primera norma es que sea creíble, en las novelas aparece un mundo conocido, y el lector tiene que sentir ese mundo, sino no existe novela. Pero la poesía no busca parecido con la realidad, su finalidad es crear otras realidades, exponer aquello que no está a la vista. Un poema no hay que entenderlo, eso es un gran defecto. La poesía hay que sentirla, tienes que sumergir tu cabeza en el río caudaloso, como si te atrapara un sueño o una droga. Recuerdo que, cuando tenía 14-15 años, siendo un lector de poesía empedernido leí la colección de 18 poemas de Dylan Thomas. No entendía casi nada, pero me gustaban las imágenes: Isee the boys summer in their ruin. ¿Hablaba de un hombre mayor? ¿La imagen de un viejo puerto en invierno, que chicos y chicas jóvenes en verano aprovechaban para saltar al agua? ¿Es él uno de aquellos chicos? La poesía de Thomas no me provocaba más que preguntas en mi cabeza, pero no me alborotaba, sino que, disfrutaba. Me da la impresión de que hoy en día se nos ha olvidado leer entre líneas, que solamente vemos los barrotes de la jaula cuando nos ponemos a leer poesía. Creo que en nuestra vida que va a gran velocidad, no sabemos encontrar las señales e interpretarlas. Los textos se les da una lectura a un solo nivel. Se recibe y se da una información, contando absolutamente todo. Pero la poesía está lejos de la linealidad de un periódico o de la novela, el eje de la poesía es lo que no sabemos, el misterio, en lo más profundo y antiguo del significado de la palabra. De todas formas, la poesía siempre tiene que tener un significado. No me gustan los poemas que son puro adorno, inflados de imágenes. Cuando empecé a escribir poemas, coloqué un post-it en mi habitación con esta frase: “poema bat, metafora bat”. Los poemas las iba a componer con escenas, con narraciones, con pensamientos, con imágenes, pero tenían que ser simples, sencillas por encima de todo. La voz poética tampoco sería mía. Unas veces sí, pero otras veces hablaría a través de una voz mujer o de un inmigrante africano. Partir de una realidad para llegar para crear otra realidad, hacer común el dolor propio. Esa es la finalidad de mi poesía. Me enteré de que la lengua tenía más de un registro gracias a que le escuché cantar a mi “amama” (abuela en euskera). Ella cantaba muy a menudo en casa. Me gustaba aquel mundo antiguo que ella cantaba en versos. Un cantante vasco tradicional, Jean Mixel Bedaxagar dice que la memoria de los vascos se ha transmitido a través de las canciones, que nuestra lengua aún perdura gracias a que hemos cantado. En mi casa así ha sucedido. Supe que éramos un pueblo porque le oí cantar a mi amama, e igualmente, me aficioné a la poesía. A continuación vinieron Silvia Plath, Ingeborg Bachmann, Anna Akhmatova, pier Paolo Pasolini, Czeslaw Milosv, Yehuda Amichai, Federico Garcia Lorca y Wislawa Szymborska; los haikus, las coplas, y los versos libres. He vuelto a coger el libro de Dylan Thomas en mis manos. Todavía entiendo poco, pero me da igual. Pero qué hermoso es.