Comentario del libro A.M.D.G. de Ramón Pérez de Ayala Asignatura: Literatura del siglo XX I Kateřina Střechovská Ramón Pérez de Ayala con la publicación de esta novela contribuye a la creación artística de unos nuevos autores que según Azorín son «historiadores, filólogos, eruditos, profesores» (manual, p. 2). Hay en las palabras de Azorín una alusión a las nuevas etapas llamadas Generación del 14 y Novecentismo que se forman precisamente a principios del siglo XX y destacan por la preocupación por la nación española y por el querer seguir el paso de avance que vivía Europa en ese tiempo. Estos movimientos se hallan entre el modernismo, ya que se oponen a las ideas modernistas, pero todavía no han culminado en lo que posteriormente se denominará Generación del 27 y la Vanguardia. (manual, p. 3) Los principios del siglo XX no solo significan cambio en la manera de ver la realidad sino que este tiempo supone unos grandes cambios históricos y políticos. España pasa de un régimen viejo a una política minoritaria de burguesía, surgen partidos obreros y la nación vive una fuerte crisis social. Muchos de estos hechos se reflejan en la novela A.M.D.G. Como bien comprendemos del título, el libro trata de la vida de los jesuitas en un colegio religioso. Podría parecer que solamente es un relato realista de la vida cotidiana de los muchachos y los padres jesuitas, cosa que en parte es sin dudar verdadera, pero debajo de la narración Pérez de Ayala esconde una reflexión sobre la educación en España en ese momento. La reflexión está en poner en duda las prácticas de los curas, hacer evidente el maltrato que recibían los discípulos y manejar la ironía con la que está descrito el mal carácter de los Padres: —Bueno, ¿qué? —Ha fallecido. —¿Testamento? —Hecha una santa. —¿Testamento? —Testamento. —¿Cuánto? —Seis millones de reales. ^-Collegium habemus. Y se abrazaron todos. —¡Ah, mon Pére! ¡Cesí un grand ¡ourl (1). Yo creo que sería bien oportuno una pequeña copa de ron. —¡Ad Majorem Dei Gloriam! (PÉREZ DE AYALA, p. 20) En la parte citada se nota claramente la hipocresía de los curas que debajo de una faceta de Padres religiosos se aprovechan del dinero de una fallecida, es más, hasta brindan por el hecho y todo lo encubren con un ¡Ad Majorem Dei Gloriam!, frase que dio nombre al propio libro. La desagradable descripción de los curas no se centra solo en la hipocresía. Los Padres maltratan y humillan constantemente a todos los muchachos aprendices: El Padre Mur lo aborrecía sin disimulo y lo asaeteaba con ojos fríos, acerados. Conejo contentábase con burlarse de tanta glotonería. El Padre Mur se detuvo, cara á Coste. El muchacho, que en el instante aquel hacía presa en un trozo de carne, se quedó paralizado. —Pero, hombre—susurró el jesuíta, frunciendo la boca como si se sintiese acometido de una náusea—, comes como un gorrino. Da asco, mirarte. ¿No te han dado de comer, durante el verano, en tu casa? El mofletudo Coste miró al Padre Mur; primero, con la dolorida dulzura de un can á quien sin razón maltratan; luego, con la agresividad admonitoria de la bestia que se apercibe á hincar el diente en la mano que la hiere. —Si le molesta mirar, no mire—gruñó, y al punto devoró la carne. (PÉREZ DE AYALA, p. 31) En el texto queda obvia la mala relación y el desprecio que sienten tanto los curas acerca de los jóvenes igual que los muchachos hacia ellos. Además, los curas ridiculizaban y ofendían a los jóvenes hasta en público: Un hipo descomunal resonó en el estudio. —¿Quién es el marrano?—preguntó Conejo, aparentando Severidad —¿Es esa la educación que te dan en tu casa? ¿Te parece éste sitio para regoldar?—y Conejo fruncía las cejas de una manera tan ridícula, que todos rompieron en una gran carcajada. (PÉREZ DE AYALA, p. 36) Sin embargo, como bien se ve en la última frase del texto, son los curas los que en realidad dan risa por sus bajos tratos. Está claro que en la concepción de los Padres se halla una crítica fuerte de los métodos de enseñanza en los colegios religiosos. Con ello Pérez de Ayala intenta hacer obvias sus ideas sobre una pedagogía correcta y sobre todo refleja en ello el descontento acerca del atraso de España que está producido por prácticas escolares obsoletas. Con un ejemplo disuasorio resalta que una buena educación es la única salida hacia un futuro próspero y moderno. La tesis acerca de los métodos educativos convierte el libro en una novela pedagógica que promueve un cambio de la educación. Los curas están tratados como seres superiores que por educados miran por encima del hombro no solo a los jóvenes sino a todo aquel sin estudios aunque este sea una buena persona. Teodora, la sirvienta y una «mujer de extremada sencillez» (PÉREZ DE AYALA. p. 23), creemos, representa a las personas pobres y corrientes. Es ella la que del padre Conejo recibió nada más que risas al intentar besarle la mano y sobre todo la que habla un lenguaje pobre comparado con el lenguaje culto de los Padres ya que Teodora usa palabras como «nenú, Joasús; ¿dónde los tó dejar, neñín de mío alma?» De todas maneras, si bien recordamos el final del libro, ahí dice el mismo Bertuco que «El único que me quiere es mi tío Alberto y la pobre Teodora...» ¿Será que ser bueno vale más que ser educado? De hecho, la superioridad de los curas no se siente solo en relación a los muchachos o la gente pobre, entre los propios curas existe una jerarquía estricta dictando quiénes son los superiores y quiénes son los que deben obedecer, obsérvese el siguiente diálogo entre el Padre Atienza con Sequeros y Mur: —Vamos, Atienza...—«Sequeros hablaba blandamente, así como si quisiera reprochar á su amigo, sin que en puridad hallase razón para hacerlo— Cualquiera que te oyera...—¡Qué cuerno! Ya sabes que yo se las canto al más pintado. Y esto, ¿qué tiene de particular, hombre? Las madreselvas me estomagan. Oyeron pasos á la espalda. No quisieron volver la cabeza. Sequeros murmuró rápidamente: —No deseaba otra cosa que dedicarme por entero á mis hijitos. —Y yo á mis librazos, carape. (PÉREZ DE AYALA, p. 54) Es obvio que el Padre Mur no se puede enterar del diálogo de Sequeros y Atienza ya que no es considerado un socio y los dos Padres podrían entrar en problemas si el Padre Mur sabe de sus opiniones reales. En realidad, los Padres Mur y Conejo, entre otros, eran los que más terror despertaban tanto en los demás Padres como en los aprendices. Probablemente la escena más drástica y la que más enojo y descontento despierta en el lector, que por su puesto está del lado bueno, o sea en este caso del lado de Bertuco, es la escena de humillación pública de Bertuco que se presenta en el último capítulo del libro. Por un mal entendido Bertuco recibe una humillación y acoso de parte del cruel Padre Mur que lo deja lamer el suelo delante de todos los compañeros presentes. Hace arrodillar a Bertuco, poner la boca en el suelo y lamerlo en forma de una cruz hasta que se le seque e infle la lengua de tal manera que ni siquiera puede hablar. Con el pie iba indicando el Padre Mur la forma de la cruz que el pobre muchacho tenía que lamer y todavía lo maltrataba físicamente dándole golpes. Encima no lo deja ni cenar ni desayunar y el joven tenía que estar arrodillado toda la noche. Al final el Padre Mur logra provocar en Bertuco una ansiedad de tal manera que al muchacho le da un ataque de nervios y es trasladado a donde el médico. Partiendo de las cualidades de los curas, está claro que el ambiente en el colegio es bastante desagradable. Es más, los espacios también provocan una emoción no afable en el lector: El refectorio es una pieza alongada, de aire ceniciento; el piso, embaldosado de losetas grises; las paredes, grises y desnudas; al pie y adosados á ellas, bancos de pino; delante de los bancos, largas mesas con tablero de mármol gris; por fuera de las mesas, pequeños escabeles de pino. En la cabecera del refectorio, un crucifijo grande. (PÉREZ DE AYALA, p. 30) La salvación tanto de Bertuco como del Padre Atienza y Trelles, que deciden marcharse con el joven, es la llegada del tío Don Alberto que se lleva a Bertuco a casa. Ahora bien, si recordamos la triste y lúgubre descripción de los espacios grises del colegio, cuando Bertuco y los demás salen del colegio, las impresiones son totalmente diferentes: Descendió, con un salto alegre y muchachil, el Padre Atienza; siguióle Trelles. Bertuco se obstinó en imitarlos. Todos echaron pie á tierra. Era una mañana primaveral y florida. Cubría la mocedad del campo un bozo de verde tierno. (…) — ¡Cuánta hermosura, Dios mío, cuánta libertad! El Padre Atienza abría los brazos y se ponía cara al firmamento. ¿Será que el colegio parecía ser más una cárcel y sufrimiento que un culto centro de educación y una casa de Dios? Sin embargo, una vez sabiendo de las malas intenciones del Padre Mur, también en esta historia hay un bueno entre los malos: el Padre Sequeros. Esto es lo que se dice de él: Todos los alumnos creían en la santidad de Sequeros; le consideraban adornado con ese don especialísimo que Dios otorga raras veces : la previsión de los acontecimientos por venir. Era profeta. Los hechos lo tenían suficientemente comprobado. (PÉREZ DE AYALA, p. 87) Ya sabemos de los malos tratos que recibían los jóvenes, sabemos de las humillaciones que sufrían tanto algunos de los religiosos como los muchachos, sabemos también del ambiente desagradable y las malas relaciones pero el sufrimiento no termina ahí. Pérez de Ayala no teme a entrar en temas controvertidos como el acoso sexual que se siente a lo largo de la novela y va graduándose. Véase este párrafo de las primeras páginas del libro: Y Gonzalfáñez interrogaba: —¿Te gustan los niños, Dorín? —Según; cuando son guapos... —¿Los quieres, Dorín, sean guapos ó feos? —Hom, quererlos... claro. ¿Quién no los quieres? —Los niños... Los niños... ¡Oh, puericia! ¡Oh, puericia! ¿Sabes lo que es un parque de puericultura, Dorín? —Mal rayo me parta... —Que no te parta, Dorín. Me quedaría yo solo. Dorín sonreía, con su rostro benévolo y bobalicón. (PÉREZ DE AYALA, p. 13) Se nota cierto tono perverso en el texto que probablemente provoque un sentimiento de repugnancia en el lector. Este tono abusivo se va intensificando hasta llegar a escenas en las que el enfermero Echevarría «examina» a una mujer, o cuando otro de los Padres, en este caso Olano, acosa sexualmente a Ruth aprovechándose de la trágica situación de su pareja recién muerta. Además de poner en duda las prácticas de los curas, Pérez de Ayala pone en duda toda la creencia en Dios. En el diario de Bertuco dice el joven: Verdaderamente, yo no só si es cinamomo ó cinamomus. ¿Qué más da? Lo tengo pegado á la memoria, y el repetirlo con el pensamenio me produce mucha alegría y me emociona; vamos, no sé explicármelo. ¿Por qué será? Como el cinamomo... La Virgen' es como el cinamomo. (PÉREZ DE AYALA, p. 247) En el texto están dichas explícitamente dos cosas: Primero, que Bertuco solo aprende cosas por memorizarlas sin realmente entenderlas. De ahí surge la pregunta ¿Para qué sirve entonces este tipo de aprendizaje? Segundo, que si Bertuco no entiende qué es un cinamomo pero lo aprende y lo repite, y si la Virgen María es como el cinamomo, entonces ¿La gente aprende sobre Dios y la Virgen María y lo repite sin tratar de realmente entender el objetivo? Cabe destacar que todo el relato está contado mediante un lenguaje muy vivo que provoca imaginaciones realistas de las escenas drásticas y evoca emociones fuertes. Eso sí, a diferencia de las novelas románticas, en todo el relato no se entra en contar largamente los sentimientos de los personajes o contar descripciones profundas de ánimo. En cambio, la vivacidad del relato la apoya una admirable destreza de cambiar de técnicas narrativas. Mientras que una buena parte del libro la cuenta un narrador omnisciente, el capítulo llamado Consejo de pastores está trabajado de forma teatral. Finalmente, en Hortus Siccus nos encontramos con un diario o mejor dicho unas notas personales de Bertuco contadas en primera persona. Estas técnicas nos ofrecen diferentes visiones de lo contado y arrastran al lector hacia dentro de la historia. En general, el lenguaje que usa Pérez de Ayala es denso y complejo, con palabras que causan dificultades de lectura: «meticuloso, furor venusto, bovino pestorejo…» Este lenguaje elitista hace que la obra tampoco sea para masas y que solo aquellos que sepan entenderla puedan gozar de ella. Con frecuencia aparecen en el texto palabras o hasta frases enteras en latín, especialmente cuando se trata de temas religiosos o incluso frases en inglés que aparecen en las escenas con la inglesa Ruth. Es notable la diferencia entre el habla de los Padres, que generalmente suelen usar un lenguaje culto, y los jóvenes que hablan un lenguaje coloquial. Compárense las palabras cultas anteriormente citadas con las siguientes: — ¡Cabrones, daos pol tal; … —Calla, hombre, que vengo á apagar el quinqué. (PÉREZ DE AYALA, p. 224) Esta obra, siendo publicada en 1910, no deja de tratar un tema que hasta en la actualidad sigue siendo activo ya que hasta hoy en día sabemos de abusos sexuales dentro de la Iglesia y sufrimientos por acosos homosexuales en los jóvenes religiosos. En conclusión, la obra A.M.D.G. «sale al mundo con la arriscada pretensión de mejorarlo un poco» como dice el propio autor en su postdata (PÉREZ DE AYALA, p. 267) e intenta revelar la perversa moral de los curas, la triste situación de la pedagogía y sobre todo tiene un fuerte objetivo formativo. Bibliografía 1. Manual de los temas, tema 6, Generación del 14. Disponible en IS. 2. Pérez de Ayala, Ramón. A.M.D.G. Madrid, 1931. Disponible en IS.