Tema 9 Miguel de Cervantes. El Quijote En esta unidad, vas a aprender: * cómo las peripecias de la vida de Cervantes influyeron en su creación literaria * qué obras escribió Cervantes además del Quijote * en qué consiste la magnitud y el sentido universal de su obra cumbre Palabras clave Miguel de Cervantes – el manco de Lepanto – Cervantes poeta, dramaturgo y novelista – La Galatea – Novelas ejemplares – Los trabajos de Persiles y Segismunda – novela bizantina – El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha – protagonistas del Quijote – El Quijote de Avellaneda – quijotización – desquijotización – los Quijotes – el Caballero y el Escudero, figuras proverbiales Tiempo necesario para estudiar el tema, más o menos: 2 horas 1. Introducción. Miguel de Cervantes y su época Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) es considerado el más grande escritor de la literatura española. Su obra se desarrolla entre los siglos XVI y XVII, a caballo entre el Renacimiento y el Barroco, en pleno Siglo de Oro. Cervantes destaca como narrador (cultivó todas las manifestaciones del género narrativo conocidas en su época); con menos éxito practicó el género dramático (la tragedia, la comedia y sobre todo el entremés); puso también gran empeño en ser poeta (aunque, según sus propias palabras, la poesía era “la gracia que no quiso darme el cielo”. La producción literaria de Cervantes es muy extensa, pero ha quedado eclipsada por el impresionante éxito de su obra cumbre, El Quijote, traducida a todas las lenguas y universalmente reconocida como una de las más grandes creaciones del ingenio humano de todos los tiempos. A finales del s. XVI aparecieron ya los primeros síntomas de la decadencia del Imperio español y la vida española presentaba grandes contrastes. Gran parte de la nación llevaba una existencia miserable, poco propicia para el mantenimiento de ideales, y la literatura, sobre todo la narrativa, daba constante testimonio de la pugna entre el espíritu heroico de los españoles, la aspiración a lo ideal y lo sublime, y la realidad que no estaba a la altura de estos deseos y aspiraciones, que cada vez más se convertían en puras ilusiones. El Quijote es un magnífico ejemplo de ello. Además, mejor que ninguna otra obra literaria nos ofrece un completo panorama social de la España de finales del XVI. 2. Una vida desventurada. Biografía del escritor Miguel de Cervantes Saavedra nació en 1547, probablemente el 29 de septiembre (festividad de San Miguel), en Alcalá de Henares, en el seno de una familia hidalga de ascendencia gallega. Su padre, modesto cirujano, siempre vivió en gran estrechez, obligado a viajar de una ciudad a otra (Valladolid, Córdoba, Sevilla) hasta que en 1566 la familia definitivamente se estableciera en Madrid. La infancia pasada en ambientes sociales más bajos fue la principal escuela del futuro escritor, que jamás cursó estudios universitarios. En 1569 Miguel, un joven de veintidós años buscado por la justicia por haber herido a un hombre –se ordenaba que, una vez capturado, se le cortara la mano derecha “con vergüenza pública”– huyó a Italia. Allí sirvió como paje del cardenal Acquaviva, luego participó como soldado en la batalla de Lepanto (1571); a causa de las heridas perdió el uso de la mano izquierda (de aquí su posterior apodo: el manco* de Lepanto). Cuando volvía a España desde Nápoles unos años más tarde, esperando allí verse recompensado por sus servicios a la patria, su barco fue apresado por los piratas turcos y Cervantes, llevado cautivo a Árgel, permaneció allí cinco años en prisión (1575-1580), aunque intentó varias veces fugarse. Rescatado al fin por los frailes trinitarios*, se instaló en Madrid. A partir de entonces comenzaron sus años más oscuros. Pretendió un oficio en las Indias*, pero le fue denegado. Probó fortuna en el teatro, pero sus obras –aunque representadas– no tuvieron demasiado éxito. La convivencia con el mundo teatral tuvo también un aspecto personal: amoríos con una mujer casada, de la que tuvo una hija que recibió el nombre de Isabel de Saavedra (era el apellido que utilizaban los parientes andaluces del escritor; él mismo empezó a firmar en estos años con el apellido compuesto Cervantes Saavedra). Sorprendientemente, en el mismo año (1584) se casó con una joven manchega, Catalina de Salazar, casi veinte años menor que él, pero tampoco encontró felicidad en este matrimonio, aunque ya tuvo un hogar propio. Los verdaderos infortunios todavía le esperaban. Para ganar la vida, aceptó el oficio de comisario de abastos* para la preparada expedición marítima contra Inglaterra (se trata de la llamada Armada Invencible*), recorriendo gran parte de Andalucía con la desagradable misión de requisar cereales y aceite. En 1590 solicitó de nuevo al rey Felipe II un empleo en las Indias, recibiendo, como única respuesta a su brillante hoja de servicios* añadida a esta solicitud, esta lacónica frase: “Busque por acá en que se le haga merced”. Continuó pues como recaudador*, esta vez, de impuestos; depositó una parte del dinero recaudado en un banco de Sevilla, pero el banquero quebró y Cervantes fue aprisionado (1597). Probablemente a este episodio se refiere cuando afirma, en El Quijote, que la obra fue engendrada en una cárcel. Sin embargo, a sus correrías por villas y aldeas del sur de España, cuando trataba con gente de diversa condición, debe Cervantes su profundo conocimiento del pueblo español, de sus virtudes y vicios, que luego retrataría tan magistralmente en El Quijote. A partir de 1603 Miguel de Cervantes residió ya, con su familia, en Valladolid –donde el nuevo rey, Felipe III, había establecido su corte– y pudo llevar a cabo la primera parte del Quijote, publicada en 1605 en Madrid. El éxito del libro fue fulminante: el mismo año salieron dos ediciones más, autorizadas por el escritor, en Valencia y dos ediciones piratas en Lisboa. Sin embargo, las desventuras de su autor parecieron no tener fin: a la puerta de la casa donde vivía fue mortalmente herido un hombre, lo que produjo la detención rápida de Cervantes y de sus familiares y un vergonzoso proceso, en que los testigos pusieron en duda la honestidad de las mujeres que constituían la familia del escritor. Cervantes, muy amargado, abandonó Valladolid y volvió a Madrid para el resto de sus días. Se relacionó con varios literatos de la capital, asistió a actos artísticos, sesiones de academias y, aprovechando el renombre que le había dado El Quijote, dio a la imprenta nuevas obras, algunas de ellas escritas mucho antes e inéditas hasta el momento. Su fama iba ya traspasando las fronteras de España, aunque él mismo seguía viviendo muy pobremente. Cuando por esos años lo visitó el embajador francés, exclamó sorprendido: “¿A tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario* público?”. El escritor murió, a los 69 años, el 23 de abril de 1616 (el mismo día en que falleció en Inglaterra William Shakespeare). No se conservó ningún retrato pictórico suyo; los que se han tenido por tales resultaron falsos. En el prólogo a las Novelas ejemplares (1613) aparece, sin embargo, un autorretrato debido a su pluma. Citémoslo, antes de terminar este subcapítulo biográfico: Este que veis aquí, de rostro aguileño; de cabello castaño; frente lisa y desembarazada; de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes; la boca pequeña; los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; este digo que es el rostro del autor de «La Galatea» y de «Don Quijote de la Mancha». Tarea Busca más información sobre la batalla de Lepanto. ¿Quiénes fueron los adversarios? ¿Quién dirigía las fuerzas españolas en las que sirvió, como soldado, Miguel de Cervantes? 3. Cervantes poeta Estando en Roma, el joven Cervantes se familiarizó con la literatura italiana y empezó a escribir poesía, afición que prosiguió durante el cautiverio. Pero su obra lírica no es demasiado conocida, además se ha perdido en gran parte, en especial los numerosos romances que compuso, impulsando el auge del Romancero nuevo (que, luego, continuarían Lope, Góngora o Quevedo). Insertó también textos en verso en algunas de sus novelas y obras teatrales; en este caso se trata de una poesía culta, empapada de la tradición clásica e italiana. Al final de la vida publicó el Viaje del Parnaso (1614), extenso poema en tercetos, lleno de referencias personales y alusiones a sus amigos y enemigos literarios, de tono elogioso o amablemente satírico. Es su obra poética más famosa. Mención aparte merecen unas poesías burlescas que figuran al frente del Qujiote, cómicamente atribuidas a personajes fabulosos de libros de caballerías. Se sabe que cuando la novela estaba muy adelantada, Cervantes enseñó el manuscrito a algunos autores conocidos con la pretensión de que escribieran poesías en elogio del libro para estamparlas en sus preliminares*, pero nadie quiso favorecerle con composiciones laudatorias, tuvo que hacerlo él mismo recurriendo a este recurso algo artificial. 4. Obras dramáticas de Cervantes Como ya sabemos (ver la Unidad 7), el teatro de Miguel de Cervantes constituye un importante capítulo en la evolución del género dramático en la España del s. XVI y tiene carácter bastante variado, desde lo trágico a lo cómico y realista. Ampliando lo que ya hemos dicho, hay que añadir que el teatro fue la gran vocación –aunque no totalmente aprovechada, debido a cierta reserva del público– de nuestro escritor. Cervantes seguía la orientación renacentista; prefería escribir conforme a fórmulas clásicas. Tales normas imponían que se observara la regla de las tres unidades (la de acción, la de lugar y la de tiempo). Además, los temas debían de ser nobles, y el lenguaje, digno y elevado. El mejor ejemplo de ello es su tragedia La Numancia (o más bien, El cerco de Numancia), ya mencionada. Cuando con Lope de Vega triunfó una fórmula distinta (ver la Unidad 11), que no respetaba las reglas, prefiriendo la mezcla de lo cómico y lo trágico, y el verso octosílabo (en vez de endecasílabo), Cervantes tuvo que someterse a ella en su propia práctica escénica, no siempre con los mejores resultados. Escribió unas cuantas comedias (su número es difícil de precisar, porque algunas se perdieron) conforme a la nueva fórmula. Destacan entre ellas El rufián* dichoso y, sobre todo, dos versiones literarias de su cautiverio, que captan muy fielmente el ambiente argelino y el noble espíritu de los españoles cautivos, El trato de Argel y Los baños* de Argel. Los entremeses cervantinos, también ya mencionados, son perfectos modelos del género. Con su galería de tipos inolvidables dejaron un vivo retrato costumbrista* de las clases populares de la época, gozando hasta hoy de justa fama, ya que frecuentemente suelen volver a los escenarios, tanto españoles como extranjeros, haciendo reír y reflexionar al público. 5. Cervantes novelista. Variedad temática de su narrativa Miguel de Cervantes, a la vez poeta, dramaturgo y novelista, ocupa un lugar de excepción en la literatura española sobre todo por sus dotes de narrador. Se habla de su curiosidad experimental, porque a lo largo de su actividad creadora afrontó todos los géneros novelescos vigentes en su tiempo (con excepción de la novela morisca), tanto los idealistas como los realistas; a veces seducido por ellos, otras, con visible intención paródica. Esta curiosidad se demuestra también en el interés por unas formas nuevas, no practicadas antes en España: la novela bizantina* y el relato novelesco corto, género de amplia difusión en Italia. Cultivando todas las modalidades de la narrativa, y creando los cimientos de la novela moderna en su obra mayor, El Quijote, el escritor trató siempre de guardar la verosimilitud, tanto en el plano individual, el de la psicología de los personajes, como en el social, al retratar diversos ambientes, lugares y comportamientos con auténtico sentido realista, basado en una observación directa. Pasemos ahora al repaso, muy sucinto, de lo mejor de su producción novelesca. La primera obra narrativa de Cervantes fue La Galatea (1585), novela pastoril al estilo de La Diana, de Jorge de Montemayor. Presentada como “Primera parte”, nunca tuvo continuación (aunque incluso poco antes de morir, el autor prometió su parte segunda). Su argumento, transcurrido en una naturaleza idílica, se ve interrumpido muy a menudo por composiciones poéticas en las que se revela el influjo de Garcilaso, de Herrera y del fray Luis de León. Es una prosa bella, deliciosamente matizada, pero artificiosa. Por causas ajenas a su voluntad (procesos, cárcel, oficio poco favorable a la labor creativa), el escritor volvió a escribir novelas pasados casi veinte años; tras publicar la primera parte del Quijote se dedicó a componer una serie de relatos breves que vieron la luz bajo el título de Novelas ejemplares (1613), ya que –según explica el propio autor en el prólogo– “si bien lo miras, no hay ninguna de que no se pueda sacar un ejemplo provechoso”. Cervantes se jacta también de ser “el primero que ha novelado en lengua castellana”; hay que entenderlo en el sentido de que ha sido el primero en escribir lo que en Italia llamaban novella: narración (novela) corta, en que se desarrolla un argumento que transcurre en poco tiempo, pero con un estudio detallado de los personajes y ambientes (a diferencia del cuento, que narra una sola peripecia). Las Novelas ejemplares, conjunto de doce naraciones que constituyen, editadas muchas veces en selecciones, la obra de Cervantes de interés más permanente después del Quijote, se diferencian mucho entre ellas. En algunas domina la imaginación idealista; en la mayoría, aguda observación realista y un visible sentido satírico. Entre estas últimas, destacan el “Coloquio de los perros”, “El licenciado Vidriera”, “El celoso extremeño”, “La gitanilla” y, sobre todo, una novela ambientada en los círculos picarescos, los del hampa* sevillana –aunque no novela picaresca–, “Rinconete y Cortadillo”. El último libro cervantino, ya póstumo, se titula Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617). “Trabajos” significa aquí todo tipo de trances (naufragios, secuestros, persecuciones) por los que pasan los dos protagonistas, Persiles, heredero del reino de Tule (=Islandia) y la princesa Segismunda, en sus viajes medio fantásticos por el norte y el centro de Europa, terminados en la ciudad eterna, Roma, donde al final se reúnen y santifican su unión con el lazo matrimonial. El eje central del relato es el amor y el esquema argumental corresponde a la llamada novela bizantina, que Cervantes renueva, actualiza y cristianiza, demostrando una vez más su maestría narrativa. 6. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha 6.1. Propósito de la obra Al parecer, la idea inicial se la sugirió a Cervantes un Entremés de los romances anónimo, en que un ignorante labrador pierde la razón leyendo el Romancero viejo e intenta imitar las hazañas de sus héroes. Se supone que inicialmente el novelista se propuso escribir tan sólo una novela corta para parodiar y ridiculizar los libros de caballerías cuyo auge era enorme, pero que muchos moralistas de la época condenaban por su efecto nefasto en los lectores: inclinaban al ocio*, excitaban la mente llevando a conductas irresponsables con sus inverosímiles aventuras; además, en su mayoría estaban mal escritas. El propio Cervantes escribió: “No ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y desparatadas historias de los libros de caballerías”. Esta intención primera pronto se vio desbordada; su idea no cabía en un marco tan modesto y merecía ser desarrollada, aunque manteniendo el propósito ridiculizador. El protagonista del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1^a parte: 1605, 2^a parte: 1615) pierde el juicio leyendo las aventuras de los caballeros andantes y hace suyos los ideales que los mueven. Cervantes, guiado por un concepto verdaderamente genial, lo lanza a la vida real de la España del siglo XVI, que tantas veces recorrió y que tan bien conocía. El hidalgo entra en contacto con múltiples ambientes y tipos de Castilla, Aragón y Cataluña, lo que permite al novelista trazar un panorama de la realidad social del país y, a la vez, someter los ideales de los libros de caballerías a una dura prueba. Las aventuras emprendidas por don Quijote con el espíritu caballeresco que lo mueve y que resulta tan inadecuado al tiempo actual, acaban desastrosamente. Pero, ¿significaría esto a la vez el fracaso de los ideales, de todos los ideales? Ésta es la esencial pregunta que la obra plantea ante el lector, pregunta válida para cualquier época y cualquier lugar. 6.2. Composición del libro. Argumento de la primera parte Como ya sabemos, la obra se estructura en dos partes, editadas por separado. Su acción se centra en torno a tres salidas (es decir, viajes) del protagonista. Las dos primeras se narran en la parte primera; la última, en la segunda. Alonso Quijano, pobre caballero manchego –llamado por su creador, irónicamente, “famoso hidalgo” ya en el título del primer capítulo– se lanza al mundo que desconoce con el nombre de don Quijote de la Mancha, guiado por los nobles ideales de Amadís y otros héroes novelescos. Como ellos, quiere destruir el mal, proteger a los débiles, reparar los agravios ajenos, etc. Todo ello, para merecer la dama de su corazón, Dulcinea del Toboso (en realidad, Aldonza Lorenzo, una tosca aldeana que idealiza y que nunca aparece en persona en el libro). Con armas absurdas y un viejo caballo (que él llama Rocinante) empieza sus correrías y se hace armar caballero en una venta que imagina ser castillo, entre las burlas de todos. Tras las primeras actuaciones infructuosas (p. ej. libera a un muchacho a quien su amo está golpeando por perderle las ovejas, pero apenas se marcha, la paliza prosigue), de las que él mismo sale herido y maltrecho, un vecino lo recoge y devuelve a casa. Mientras guarda cama, las dos personas más cultas de su aldea, el cura y el barbero, hacen un escrutinio* en su biblioteca (es decir, queman los libros, aunque... salvan a algunos para su propio uso). Lo resumido arriba corresponde a los capítulos I a VI (primera salida del hidalgo). El resto de la primera parte (en ediciones posteriores, primer tomo), los capítulos VII a LII, se refiere a la segunda salida. Ya repuesto –y consciente de lo peligroso que es ir solo por el mundo– el caballero elige a un escudero: convence a un rudo, pero astuto labrador, Sancho Panza, ofreciéndole riquezas y poder, para que le acompañe en sus aventuras. En esta segunda salida ocurrirán las aventuras que constituyen los episodios más conocidos del Quijote (como la de la lucha con los molinos de viento, la de los rebaños, la de los galeotes*, la de los pellejos de vino, etc.). El “famoso hidalgo” siempre sale de ellas mal parado. Al final, ante tantas desgracias que le suceden, el cura y el barbero salen en su busca y lo traen, engañado con un falso encantamiento, a la aldea donde vivía. Acostado por fin en su propio lecho, atendido por el ama* de casa y la sobrina (personas con que vivía), el caballero “mirábalas con ojos atravesados y no acababa de entender en qué parte estaba”. Entre las aventuras de don Quijote contadas en la primera parte el escritor intercala unas narraciones cortas que imitan varias modalidades narrativas en uso (novela pastoril, novela morisca, novela sentimental). Ejemplo Primera parte, capítulo primero (fragmento) Que trata de la condición y ejercicio^1 del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero^2, adarga^3 antigua, rocín^4 flaco y galgo corredor. Una olla^5 de algo más vaca que carnero^6, salpicón^7 las más noches, duelos y quebrantos^8 los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura^9 los domingos, consumían las tres partes de su hacienda^10. […] Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza^11, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera^12. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir^13 que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba «Quijana». Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber que este sobredicho^14 hidalgo, los ratos que estaba ocioso –que eran los más del año–, se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino^15 en esto, que vendió muchas fanegas^16 de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva^17, porque la claridad de su prosa y aquellas entrincadas^18 razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos^19, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: ...los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza^20. Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. [...] En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro^21 en claro, y los días de turbio en turbio^22; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. [...] ^1condición se refiere a la posición social y rasgos personales del protagonista; ejercicio, al modo de ponerlo en práctica. ^2percha en que se colgaban las armas. ^3escudo ligero de piel. ^4caballo de mala traza. ^5cocido. ^6la carne de vaca era más barata. ^7fiambre preparado con los restos de la olla del mediodía; carne picada, fría. ^8huevos con tocino o chorizo. ^9como plato especial. ^10de su renta. ^11es decir, un mozo para todo. ^12herramienta que se usa para podar (= quitar las ramas superfluas de los árboles). ^13algunos dicen. ^14dicho (mencionado, presentado) arriba. ^15falta de tino (= juicio, cordura). ^16medida antigua española (menos de una hectárea y media). ^17autor de varias continuaciones del Amadís de Gaula. ^18intrincadas (enredadas, complicadas). ^19cartas en que los caballeros exponían los motivos y términos de un desafío. ^20no son citas literales sino imitaciones del estilo de Silva. ^21del ocaso el amanecer. ^22es decir, leía toda la noche y todo el día. ¡A pensar! Observemos que Cervantes sitúa la acción de su novela en un lugar muy concreto, una población rural de La Mancha –y no en países lejanos y exóticos, como solía suceder en los libros de caballerías–, aunque “no quiere” acordarse del nombre de este lugar. A la vez, el protagonista de la historia que se nos empieza a contar es presentado como persona que ha existido realmente, cuya fama es anterior a su libro y cuya bilografía va a reconstruirse a partir de distintos testimonios que no siempre coinciden entre sí, incluso en cuanto a la forma de su apellido. La caracterización de don Quijote es primero social, luego individual. Aprendemos que el personaje es “un hidalgo de los de...”, o sea uno de muchos de su categoría, exponente típico de los hidalgos rurales con pocos medios a su disposición. Está por debajo del estamento de los caballeros (hombres más ricos, con derecho a usar el don, señal de distinción en la sociedad de la época). Pero aunque vive estrechamente y come platos sencillos, tiene una pasión por la que es capaz de sacrificarlo todo, incluso vender tierras de sembradura que le aportan rentas, necesarias para su sustento. Sus ratos de ocio (“los más del año”, precisa el autor) los dedica a los libros de caballerías; la lectura de tales libros es capaz de inmobilizarlo “de claro en claro” por las noches y “de turbio en turbio” por los días. Parece un esclavo de su nuevo entretenimiento (antes se dedicaba al ejercicio de la caza), como hoy son esclavos de la pantalla los “drogados” por la fiebre del vídeo, del internet, de los juegos de ordenador. Además, no sabe discernir entre libros buenos y malos, los de cierta calidad en su género (que el propio Cervantes aprecia y alaba; véase el cap. VI de la primera parte de su novela) y aquellos que no son más que simples imitaciones. A este tipo de productos, dirigidos al público poco exigente, pertenecían los amadises de Feliciano de Silva (1492-1558?), autor de fácil pluma, objeto de burla ya antes de Cervantes a causa de su estilo hinchado y afectado, y el lenguaje hueco y sin sentido. Fíjate en la ironía con la que se lo caracteriza en el texto, alabando “la claridad de su prosa”, mientras las muestras parafraseadas de su manera de escribir que se nos aduce nos convencen de todo lo contrario. Busca y señala otros momentos en que observas la ironía, la intención paródica y los demás recursos estilísticos de los que se sirve el escritor en este fragmento inicial del libro. Ejemplo Primera parte, capítulo VIII (fragmento) Del buen suceso^1 que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginable aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación. En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vió, dijo a su escudero: – La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, dónde se descubren treinta, o poco más, desaforados^2 gigantes con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos^3 comenzasemos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. – ¿Qué gigantes? – dijo Sancho Panza. – Aquellos que allí ves – respondió su amo – de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas^4. – Mire vuestra merced – respondió Sancho – que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. – Bien parece – respondió don Quijote – que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio en que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dió de espuelas^5 a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molino de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: – Non fuyades^6, cobardes y viles criaturas; que un solo caballero es el que os acomete. Levántose en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: – Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo^7, me lo habéis de pagar. Y diciendo esto y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela^8, con la lanza en el ristre^9, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fué rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fué el golpe que dió con él Rocinante. – ¡Válgame Dios! – dijo Sancho – ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? – Calla, amigo Sancho – respondió don Quijote –; que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros^10 ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. – Dios lo haga como puede – respondió Sancho Panza [...] ^1del éxito. ^2aquí, desproporcionados, enormes. ^3botín que corresponde al vencedor. ^4legua equivale a cinco kilómetros y medio, aproximadamente. ^5espigas de metal, usadas para picar al caballo, estimulándolo a galopar. ^6no huyáis. ^7hijo de Urano y Gea; tenía cincuenta cabezas y cien brazos. ^8escudo redondo y delgado. ^9preparada para el ataque. ^10el caballero estaba convencido de que la purga de su biblioteca (los libros fueron quemados por orden del cura) era obra de un mago, y le echa otra vez la culpa de lo que le sucede. ¡A pensar! La “fiera y desigual batalla” del caballero contra las aspas de los molinos de viento es tal vez la más conocida de las muchas aventuras que le sucedieron. El escritor la llama –en el título del cap. VIII– “espantable y jamás imaginable”. Intenta explicar con qué sentido usa estos dos apelativos, tan hiperbólicos. ¿Cómo contaría lo que ha pasado Sancho (suponiendo, p. ej., que relata esta escena a su mujer, Teresa Panza) y cómo lo haría don Quijote (suponiendo, por. ej., que escribe una carta a “su señora Dulcinea”, a la que se había encomendado antes del combate)? ¿Qué sentido proverbial tiene hoy la expresión “luchar con los molinos de viento? Imagina una situación en la que la usarías tú mismo. Fíjate también en los juegos de contrastes que se pueden observar en esta corte escena, tanto en el plano de la acción, de lo que sucede y es percibido de dos maneras tan diferentes, como en el del comentario, expresado a través del diálogo entre el caballero y el escudero, antes y después de la batalla. Este diálogo es también una perfecta muestra de dos tipos de discurso: al lenguaje retórico y grandilocuente del primero, tan inadecuado a lo grotesco y cómico de la escena, se opone el sensato, sencillo y explicativo modo de hablar del segundo. Esta mezcla de estilos, de lo patético con lo burlesco, de lo dramático con lo cómico, es una nota característica del modo de narrar propio de Cervantes y de otros grandes autores del Siglo de Oro español, sean novelistas, dramaturgos o poetas. 6.3. Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (apócrifo*) En 1614 apareció en Tarragona, con el título Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, una continuación apócrifa de las aventuras del caballero manchego. Como autor se declaraba el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda; era un seudónimo, no descifrado hasta hoy. Al principio de esta falsa segunda parte a la aldea de don Quijote llegan unos caballeros que van a Zaragoza a participar en unas justas*; uno de ellos se aloja en la casa del hidalgo. Éste decide acompañarles, haciéndose llamar el Caballero Desamorado (porque ha renunciado ya a Dulcinea), gana un premio y regresa. Después, le suceden varias aventuras en Alcalá y en Madrid. En esta última ciudad se queda Sancho, sirviendo a un marqués, mientras –al final del libro– el propio caballero es recluido en un manicomio. El protagonista de la novela no deja de ser un loco vulgar –y como tal termina– y su fiel compañero, Sancho, un rústico maleducado. La obra de Avellaneda es meritoria y divertida, aunque ni de lejos resiste la comparación con el original. Cervantes sufrió mucho al verla publicada y se apresuró a terminar la auténtica segunda parte del Quijote que iba preparando. En su prólogo respondió a los insultos que Avellaneda le dirigía, burlándose de su vejez. 6.4. Segunda parte del Quijote. Su argumento y mensaje Acabada con precipitación debido a la publicación del Quijote apócrifo, tiene setenta y cuatro capítulos y es considerada muy superior a la primera, con menos interrupciones y mayor unidad. Las acciones de ambos personajes, contadas en el marco de la tercera (y a la vez, última salida del hidalgo), ganan en amplitud. Don Quijote con su escudero se dirigen primero a Toboso, a rendir vasallaje a Dulcinea (a la que el falso don Quijote había renunciado), más tarde visitan la cueva de Montesinos y llegan, en sus correrías por tierras de Aragón, a los dominios de unos duques, que se burlan de la locura del caballero y de las ambiciones de su criado. Lo mandan como gobernador a una supuesta ínsula*, pero Sancho da pruebas de su excelente sentido práctico; luego, cansado de la vida palaciega (que, por supuesto, no fue más que una ilusión), vuelve a encontrarse con su amo. Los dos, tras constantes aventuras que llenan el libro, marchan por fin a Barcelona (y no a Alcalá o Madrid, como lo hizo don Quijote falsificado), ciudad donde nuestro Caballero de la Triste Figura es desafiado y vencido por el Caballero de la Blanca Luna. En realidad se trata del bachiller* Sansón Carrasco, convecino y amigo del protagonista, que de este modo consiguió lograr su propósito: como vencedor, le impuso la condición de volver a su tierra. Al final del libro don Quijote, derrotado y apenado, vuelve a su pueblo. Al poco tiempo, privado de las ilusiones, muere después de haber recuperado la razón. Como veremos más abajo, leyendo un trozo del último capítulo, será una muerte serena y tranquila. El caballero reconoce su necedad al haber creído en lo que le contaban los libros de caballerías, los abomina escarmentado* en cabeza propia, pero los ideales que profesaba no mueren con su propia muerte. Sancho Panza, a lo largo del libro contrapunto de don Quijote, hombre que representa el sentido práctico de la vida, una visión realista e incluso materialista de las cosas, evoluciona a medida que avanza la acción de la novela, aproximándose –en una progresiva quijotización de su comportamiento y manera de pensar– a la visión idealista de su amo. Mientras en el caballero, en la segunda parte del libro, se inicia el proceso de desquijotización (comienza a ver las cosas tal como son), en la figura del escudero pasa lo contrario. El lector de la obra cervantina tiene, pues, la posibilidad de escoger entre una postura y otra (u optar por el equilibrio entre ambas actitudes del hombre, del ser humano, ante la vida). Ejemplo Segunda parte, capítulo LXXIV (fragmento) De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte [...] Apenas los vió don Quijote, cuando dijo: – Dadme albricias^1, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Q uijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva^2 de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas de la andan te caballería, ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído; ya, por miseri cordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino. […] Y, volviéndose a Sancho, le dijo: – Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo. – ¡Ay! – respondió Sancho, llorando–. No se muera vuesa^3 merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa^4 cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado; quizá tras de alguna mata^5 hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver^6. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más, que vuesa merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana. – Así es –dijo Sansón–, y el buen Sancho Panza está muy en la verdad de estos casos. – Señores –dijo don Quijote–, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño^7. Yo fui loco y ya soy cuerdo^8; fui don Quijote de la Mancha y soy ahora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. […] En fin, llegó el último de don Quijote^9, después de recibidos todos los sacramentos, y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dió su espíritu: quiero decir que se murió. […] ^1felicitadme. ^2muchedumbre; abundancia de cosas en desorden. ^3vuestra. ^4de esa. ^5terreno poblado de arbustos u otras plantas. ^6de la mejor manera imaginable. ^7conocido refrán popular; quiere decir que los tiempos han cambiado (antaño = en el año pasado, en tiempo antiguo; hogaño = en el año presente, en la época actual). ^8que está en su juicio. ^9el último fin. [] ¡A pensar! Fijémonos, en el fragmento que acabamos de leer, en el cambio de posturas de ambos protagonistas. Don Quijote no sólo se arrepiente de sus locuras, sino que también pide perdón a Sancho por haberle hecho caer en el error en que él mismo había caído. Su escudero, muy a contrario, se da cuenta que lo único que todavía puede salvar a su amo es ofrecerle un nuevo ideal (“vámonos al campo vestidos de pastores”). ¿Qué sentido aplicarías a las palabras con las que Sancho termina su discurso, ya fuera del contexto de los libros de caballerías? Desarrolla la idea expresada en esta oposición: vencido hoy, vencedor mañana. Compara la escena de la muerte de don Quijote, que termina su vida –según las palabras del escribano quien redactaba el testamento del hidalgo– “tan sosegadamente y tan cristiano”, con la del maestre don Rodrigo, referida en las últimas coplas del poema de Jorge Manrique (ver Unidad 5). Comenta la actitud de ambos protagonistas ante el momento final de la vida humana; ¿la encuentras diferente o parecida? Fíjate también en el distinto significado de la voz “locura” para un caballero medieval, Rodrigo Manrique (“querer el hombre vivir / cuando Dios quiere que muera, / es locura”) y para el escudero (en realidad, simple labrador) de un caballero andante fingido, Sancho Panza (“la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir”, etc.). Comparando el uso de esta palabra no dejes desapercibidos los factores externos que intervienen en ambos casos (Dios y la Muerte en persona frente a la “melancolía” de un hombre desengañado). 6.5. Trascendencia y sentido universal del libro El Quijote tuvo un éxito inmediato, al poco tiempo de aparecer se difundió en numerosas ediciones y se tradujo a las lenguas más importantes de Europa. Sin embargo, en el s. XVII fue tratado como una obra cómica y divertida, imitación burlesca de los libros de caballerías. Sólo a partir del siglo siguiente se comienza a considerarlo, en la patria de Cervantes, como obra clásica y modelo de lenguaje, apreciando su riqueza idiomática y estilística, especialmente visible en la caracterización de los personajes por su modo de expresarse y según las circunstancias en que hablan. Los españoles empiezan a sentirse orgullosos de la novela que ya tantos escritores europeos han imitado, y que la crítica extranjera no deja de alabar. La fama internacional del libro aumenta con el Romanticismo, cuando el caballero de la Mancha se convierte en símbolo universal del hombre que lucha contra la injusticias del mundo; el protagonista cervantino va alcanzando la categoría de uno de los grandes mitos de la humanidad entera. La obra en su totalidad y muchos de sus episodios aislados han servido –y siguen sirviendo– de inspiración a poetas, dramaturgos y novelistas, pintores y escultores, dibujantes y compositores. Sobre todo en el s. XIX muchos autores se declaran hijos del Quijote, sus discípulos y seguidores o, simplemente, nuevos Quijotes que luchan por sus ideales o la libertad de sus pueblos, oprimidos por los tiranos. Estas actitudes son especialmente visibles en los países eslavos. A la vez, en un plano más amlio de la trascendencia y difusión de las ideas cervantinas y de las creaciones de su fantasía, los protagonistas del libro pasan a ser figuras proverbiales. Don Quijote y Sancho, el Caballero y el Escudero, adquieren así una autonomía que les permite llevar vida propia, fuera del libro, como símbolos de la dualidad humana: de los anhelos e ilusiones, y del sentido práctico y común de las cosas. Glosario manco. Persona a la que falta, o tiene inutilizada, una o las dos manos. trinitario. Perteneciente a la orden religiosa de la Santísima Trinidad, fundada en el s. XII para el rescate de cautivos cristianos. Indias (Occidentales). Nombre dado en un principio a América; fue utilizado corrientemente durante todo el Siglo de Oro. abastos. Provisiones, artículos comestibles. Armada Invencible. Nombre dado a la armada que Felipe II organizó para invadir Inglaterra (1588). hoja de servicios. Documento en que se anotan los cargos, méritos, etc. de un empleado (o candidato a un nuevo empleo). recaudador. Persona que recoge dinero (recauda) por cualquier concepto; cobrador. erario. Totalidad de los bienes públicos de una nación; tesoro, hacienda. preliminares. Lo que precede el texto de la propia obra; parte preparatoria, preámbulo. rufián. Hombre que estafa (comete fraudes económicos) o engaña; también el que comercia con la prostitución de las mujeres (alcahuete). baños. Prisiones donde los turcos mantenían cautivos a los cristianos. costumbrista. Relacionado muy especialmente con las costumbres típicas de un país o de una región. novela bizantina. Género narrativo de origen griego (sus orígenes se remontan a Heliodoro (novelista del s. III después de Cristo), de construcción episódica, que se caracteriza por la cadena de peligros y desventuras que padecen los protagonistas del relato hasta conseguir el objetivo deseado. hampa. Comunidad de maleantes que vivían antiguamente en el sur de España y que utilizaban un lenguaje particular, llamado jerigonza o germanía; por extensión, cualquier grupo social que vive de la delincuencia. ocio. Estado de quien no trabaja; desocupación, inactividad (también, el tiempo libre). escrutinio. Examen, averiguación de algo; aquí, purga. galeotes. Hombres condenados a remar en galeras. ama. Mujer que se encarga del gobierno de la casa; criada principal. apócrifo. Obra que no es auténtica, creación falsificada. justa. Encuentro en el que los caballos muestran su manejo de las armas, torneo (también literario). ínsula. Isla. bachiller. Persona que ha recibido cierto grado académico (inferior al de licenciado). escarmentado. Se refiere al castigo severo que recibe el que ha errado para que se corrija. Control 1. ¿Cuál era el apodo de Cervantes y a qué se debe? 2. ¿Cómo se llama la novela pastoril que Cervantes escribió? 3. ¿Qué tipo de personajes actúa en los entremeses cervantinos? 4. ¿Cuál era el nombre real de don Quijote? 5. ¿Cuántas salidas realizó don Quijote en total? RESUMEN Miguel de Cervantes Saavedra es considerado como el más grande escritor español de todos los tiempos. Escribió novelas, teatro y poesía, aunque no se le considera muy buen poeta. En cambio, sus obras teatrales tienen su lugar propio en la historia del género dramático en España, sobre todo los entremeses, retrato costumbrista de la sociedad de su tiempo. La narrativa de Cervantes es de gran variedad temática: desde la novela pastoril (La Galatea) hasta los relatos breves (Novelas ejemplares) y la novela bizantina cuyo modelo español vienen a ser sus Trabajos de Persiles y Segismunda. La fama internacional del escritor se debe ante todo al Quijote, obra de significado universal, con figuras ya proverbiales de sus dos protagonistas, símbolos de la dualidad del alma humana, del anhelo del ideal inalcanzable (don Quijote) y del sentido práctico de lo vida (Sancho Panza). Clave 1. El manco de Lepanto; perdió el uso de la mano izquierda. 2. La Galatea. 3. Personajes representativos de las clases populares de la época. 4. Alonso Quijano. 5. Tres. Bibliografía Textos Don Quijote de la Mancha. Madrid: Real Academia Española, 2004. Edición del IV Centenario. Traducciones: Důmyslný rytíř Don Quijote de la Mancha. Trad. de Václav Černý. Praha: Odeon, 1966 [y otras ediciones]. Důmyslný rytíř Don Quijote de la Mancha. Trad. de Zdeněk Šmíd. Praha: Svoboda, 1982. Příkladné novely. Trad. de Zdeněk Šmíd. Praha: Odeon, 1977. Estudios Riley, E. C., Introducción al Quijote, Barcelona, Crítica, 2000 (1986). Accesible en línea: https://www.academia.edu/33266525/Riley_E_C_Introduccion_al_Quijote Rodríguez, Juan Carlos, El escritor que compró su propio libro: Para leer el Quijote, Debate, 2003 (Premio Ensayo Josep Janés). BASANTA Ángel. Cervantes y la creación de la novela moderna. Madrid: Anaya, 1992. Biblioteca Básica de Literatura. BĚLIČ Oldřich. Španělská literatura. Praha: Orbis, 1968 (pp. 106-116). BĚLIČ Oldřich, FORBELSKÝ Josef. Dějiny španělské literatury. Praha: SPN, 1984 (pp. 68-74). CHABÁS Juan. Dějiny španělské literatury (tít. original: Historia de la literatura española). Praha: SNKLHU, 1960 (pp. 171-180, 192-193). RUSSELL P. E. Cervantes. Praha: Argo, 1996.